Después del genoma hay que conocer la proteína

La proteinómica se perfila como la gran frontera de la biología. Desde que se desentrañó el genoma humano se supo que tenemos pocos genes más que un ratón. Pero tenemos muchísimas más proteínas. Y hasta ahora las proteínas son un misterio.

1 febrero, 2002

Las investigaciones en torno de proteínas humanas representarán, hacia 2006, una actividad (la “proteinómica”) que insumirá US$ 16.500 millones. Para el sector computación, los ingresos generados en necesidades de almacenar y administrar datos proteinómicos compensarán con creces las pérdidas ocasionadas por eventuales retracciones de negocios o de consumo.

La biotecnología se ha propuesto “personalizar” drogas y tratamientos para casi cualquier problema, sin efectos colaterales. Para todo esto, los investigadores sólo precisaban desentrañar la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN) o de su “hermano”, el ácido ribonucleico (ARN). Creían que el genoma humano poseían la llave de los misterios.

En febrero de 2001, dos equipos rivales anunciaron haber decodificado el ADN y haber descubierto que los genes no son el fin de la historia, sino apenas el principio, pues el verdadero trabajo estaba a cargo de las proteínas. La persona humana contiene sólo unos pocos miles de genes más que los ratones, pero muchísimas más proteínas, de las cuales se sabe menos. Por ende, penetrar los secretos de la vida exige que los científicos pasean ahora de la genómica a la proteinómica.

Volver a empezar

En cierto sentido, hay que empezar de nuevo. Por eso en los próximos años los científicos de dedicarán a desentrañar los secretos de las proteínas. Quienes más se beneficiarán con esta tendencia serán las industrias que fabriquen los equipos adecuados para esa clase de experimentos y los laboratorios farmacéuticos que los conviertan en drogas o herramientas de diagnóstico y tratamiento.

En un quinquenio, la proteinómica representará inversiones por US$ 16.500 millones en EE.UU. Ello abarcará tanto investigación pura como orientada a fines profesionales y comerciales, en un contexto interdisciplinario que combinará científicos, técnicos, expertos en desarrollo de productos y aplicaciones, etc.

Peter Meldrum, CEO de Myriad Genetics Inc, define la proteinómica como “la próxima frontera de la biología”. Para alcanzarla, su empresa trabaja en colaboración con Hitachi, Oracle (dos gigantes informáticos), Bayer, Eli Lilly, Novartis, Pharmacia, Roche y Schering-Plough (todos, laboratorios de primera línea).

La complementación entre equipos científicos y computación –hardware, software- resulta esencial debido al volumen de datos a recopilar, analizar y almacenar. Por ejemplo, el británico Sanger Centre, parte del proyecto público del genoma, había juntado 22 terabitios de datos a fines de 2001 pero, para 2003, calcula almacenar entre 50 y 100 terabitios más. En otras palabras, Sanger habrá acumulado más datos que la Biblioteca del Congreso… y es apenas una entre miles de firmas involucradas en biogenética de vanguardia.

También la epidemiología exigirá enormes bancos de datos médicos. De ahí que IBM esté trabajando en la mejora y la expansión de memorias. Por cierto, este tipo de desafíos puede depararle al sector informático ventas y utilidades hasta hace poco impensadas.

Pero la verdadera clave es médica. Una vez identificada y definida una proteína, las drogas apropiadas podrán activarla o desactivarla para diagnóstico o tratamiento. Se trata de un método llamado “diseño racional de medicamentos”, que creará específicos personalizados o adaptados a situaciones. Esta tecnología acabará con tratamientos y prescripciones al tanteo. Dentro de esta década, los expertos esperan “drogas racionales” para tratar y erradicar problemas como la diabetes 2.

Las investigaciones en torno de proteínas humanas representarán, hacia 2006, una actividad (la “proteinómica”) que insumirá US$ 16.500 millones. Para el sector computación, los ingresos generados en necesidades de almacenar y administrar datos proteinómicos compensarán con creces las pérdidas ocasionadas por eventuales retracciones de negocios o de consumo.

La biotecnología se ha propuesto “personalizar” drogas y tratamientos para casi cualquier problema, sin efectos colaterales. Para todo esto, los investigadores sólo precisaban desentrañar la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN) o de su “hermano”, el ácido ribonucleico (ARN). Creían que el genoma humano poseían la llave de los misterios.

En febrero de 2001, dos equipos rivales anunciaron haber decodificado el ADN y haber descubierto que los genes no son el fin de la historia, sino apenas el principio, pues el verdadero trabajo estaba a cargo de las proteínas. La persona humana contiene sólo unos pocos miles de genes más que los ratones, pero muchísimas más proteínas, de las cuales se sabe menos. Por ende, penetrar los secretos de la vida exige que los científicos pasean ahora de la genómica a la proteinómica.

Volver a empezar

En cierto sentido, hay que empezar de nuevo. Por eso en los próximos años los científicos de dedicarán a desentrañar los secretos de las proteínas. Quienes más se beneficiarán con esta tendencia serán las industrias que fabriquen los equipos adecuados para esa clase de experimentos y los laboratorios farmacéuticos que los conviertan en drogas o herramientas de diagnóstico y tratamiento.

En un quinquenio, la proteinómica representará inversiones por US$ 16.500 millones en EE.UU. Ello abarcará tanto investigación pura como orientada a fines profesionales y comerciales, en un contexto interdisciplinario que combinará científicos, técnicos, expertos en desarrollo de productos y aplicaciones, etc.

Peter Meldrum, CEO de Myriad Genetics Inc, define la proteinómica como “la próxima frontera de la biología”. Para alcanzarla, su empresa trabaja en colaboración con Hitachi, Oracle (dos gigantes informáticos), Bayer, Eli Lilly, Novartis, Pharmacia, Roche y Schering-Plough (todos, laboratorios de primera línea).

La complementación entre equipos científicos y computación –hardware, software- resulta esencial debido al volumen de datos a recopilar, analizar y almacenar. Por ejemplo, el británico Sanger Centre, parte del proyecto público del genoma, había juntado 22 terabitios de datos a fines de 2001 pero, para 2003, calcula almacenar entre 50 y 100 terabitios más. En otras palabras, Sanger habrá acumulado más datos que la Biblioteca del Congreso… y es apenas una entre miles de firmas involucradas en biogenética de vanguardia.

También la epidemiología exigirá enormes bancos de datos médicos. De ahí que IBM esté trabajando en la mejora y la expansión de memorias. Por cierto, este tipo de desafíos puede depararle al sector informático ventas y utilidades hasta hace poco impensadas.

Pero la verdadera clave es médica. Una vez identificada y definida una proteína, las drogas apropiadas podrán activarla o desactivarla para diagnóstico o tratamiento. Se trata de un método llamado “diseño racional de medicamentos”, que creará específicos personalizados o adaptados a situaciones. Esta tecnología acabará con tratamientos y prescripciones al tanteo. Dentro de esta década, los expertos esperan “drogas racionales” para tratar y erradicar problemas como la diabetes 2.

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