Crudos pesados ¿otro substituto supercontaminante?

Mientras sus reservas cubicadas de petróleo liviano empiezan a agotarse, Saudiarabia apela subrepticiamente al pesado. Poco aprovechados hasta ahora, su empleo –también en Venezuela- implica serios problemas técnicos y riesgos ecológicos.

18 febrero, 2007

Como es habitual en el negocio, lo que importa es el mercado, no la capa de ozono. Por supuesto, si lograsen aprovechar los crudos pesados, Riyadh y Caracas tendrían capacidad adicional para elevar producción y exportación. El incentivo es claro: desde principios de 2002 hasta hoy, desechando altibajos, los precios de hidrocarburos se han triplicado.

Mientras los máximos nominales históricos (US$ 79,40/79, julio de 2006) no se repiten pero es difícil mantener un piso bajo 50, algunos substitutos resultan atractivos. El crudo pesado es, a la sazón, más denso y contiene más contaminantes. Por ejemplo, metales y azufre. Similar perfil ofrecen sus alternativas en Venezuela –carbón líquido-, Canadá (esquistos bituminosos) o el carbón existente en China y Estados Unidos mismo.

Las refinerías precisan equipos especiales, más caros, para eliminar impurezas. Eso explica que los valores de la materia prima sean más bajos. Según un trabajo de Chrevron, existe empero una técnica menos problemática, el tratamiento a vapor, capaz de drenar 80% de esos crudos en yacimientos bajo tierra. Los métodos convencionales aprovechan proporciones mucho menores. El nuevo sistema implica inyectar valor en una franja del depósito. Calentado, el crudo pasa de una consistencia tipo melaza a una tipo almíbar. Debido a la gravedad, el resto se filtra hacia abajo.

De un modo u otro, las refinerías adaptadas a esa técnica pueden convertir crudos pesados en nafta, diesel oil, combustible de aviones y petróleo para calefacción central (un anacronismo que los norteamericanos insisten en usar). Chrevron y los saudíes han comenzado hace un año a ensayar ese tipo de métodos, en el campo de Wafra. Su ubicación es peligrosa: la zona neutral entre el reino, Kuweit e Irak.

Por supuesto, si estas pruebas y otras tuviesen éxito, las cotizaciones internacionales de crudos podrían venirse abajo y eso inquieta a quienes viven del negocio en el resto del mundo (también en Saudiarabia). Cabe recordar que ciertos crudos, como los de los grandes yacimientos bituminosos en arenas canadienses –donde la extracción va en aumento-, son mucho más densos que los árabes. Pero, si éstos prosperan, ya no será tan rentables explotar los depósitos nórdicos ni los de Venezuela ni, quizá, los del Atlántico sudoccidental (Malvinas, Tristán de Acuña).

Tampoco faltan inconvenientes técnicos en crudos pesados sauditas o kuweitíes. Sus yacimientos se ubican en formaciones rocosas “blandas”, donde jamás se probó la inyección de vapor en gran escala. Este suelo podría ofrecer dificultades para crear cámaras de calor, imprescindibles para evitar fisuras y fundir los crudos.

Como es habitual en el negocio, lo que importa es el mercado, no la capa de ozono. Por supuesto, si lograsen aprovechar los crudos pesados, Riyadh y Caracas tendrían capacidad adicional para elevar producción y exportación. El incentivo es claro: desde principios de 2002 hasta hoy, desechando altibajos, los precios de hidrocarburos se han triplicado.

Mientras los máximos nominales históricos (US$ 79,40/79, julio de 2006) no se repiten pero es difícil mantener un piso bajo 50, algunos substitutos resultan atractivos. El crudo pesado es, a la sazón, más denso y contiene más contaminantes. Por ejemplo, metales y azufre. Similar perfil ofrecen sus alternativas en Venezuela –carbón líquido-, Canadá (esquistos bituminosos) o el carbón existente en China y Estados Unidos mismo.

Las refinerías precisan equipos especiales, más caros, para eliminar impurezas. Eso explica que los valores de la materia prima sean más bajos. Según un trabajo de Chrevron, existe empero una técnica menos problemática, el tratamiento a vapor, capaz de drenar 80% de esos crudos en yacimientos bajo tierra. Los métodos convencionales aprovechan proporciones mucho menores. El nuevo sistema implica inyectar valor en una franja del depósito. Calentado, el crudo pasa de una consistencia tipo melaza a una tipo almíbar. Debido a la gravedad, el resto se filtra hacia abajo.

De un modo u otro, las refinerías adaptadas a esa técnica pueden convertir crudos pesados en nafta, diesel oil, combustible de aviones y petróleo para calefacción central (un anacronismo que los norteamericanos insisten en usar). Chrevron y los saudíes han comenzado hace un año a ensayar ese tipo de métodos, en el campo de Wafra. Su ubicación es peligrosa: la zona neutral entre el reino, Kuweit e Irak.

Por supuesto, si estas pruebas y otras tuviesen éxito, las cotizaciones internacionales de crudos podrían venirse abajo y eso inquieta a quienes viven del negocio en el resto del mundo (también en Saudiarabia). Cabe recordar que ciertos crudos, como los de los grandes yacimientos bituminosos en arenas canadienses –donde la extracción va en aumento-, son mucho más densos que los árabes. Pero, si éstos prosperan, ya no será tan rentables explotar los depósitos nórdicos ni los de Venezuela ni, quizá, los del Atlántico sudoccidental (Malvinas, Tristán de Acuña).

Tampoco faltan inconvenientes técnicos en crudos pesados sauditas o kuweitíes. Sus yacimientos se ubican en formaciones rocosas “blandas”, donde jamás se probó la inyección de vapor en gran escala. Este suelo podría ofrecer dificultades para crear cámaras de calor, imprescindibles para evitar fisuras y fundir los crudos.

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