Crudos pesados ¿otro substituto supercontaminante?

Mientras sus reservas cubicadas de petróleo liviano empiezan a agotarse, Saudiarabia apela al crudo pesado. Poco aprovechado hasta ahora, su empleo implica serios problemas técnicos y riesgos ecológicos.

11 julio, 2006

Como es habitual en el negocio, lo que importa es el mercado, no la capa de ozono. Por supuesto, si lograse aprovechar los crudos pesados, Riyadh tendría capacidad adicional para elevar producción y exportación. El incentivo es claro: desde mediados de 2002 y desechando altibajos, los precios de hidrocarburos se han triplicado.

Hoy, mientras se marcan nuevos máximos, superiores a US$ 75,25 el barril de tejano intermedio en Nueva York, casi cualquier substituto resulta económicamente rentable o atractivo. El crudo pesado es, a la sazón, más denso y contiene más contaminantes. Por ejemplo, metales y azufre. Similar perfil ofrecen las alternativas en Venezuela –carbón líquido-, Canadá (esquistos bituminosos) o el carbón existente en Estados Unidos mismo.

Las refinerías requieren equipos especiales, más caros, para eliminar impurezas. Eso explica que los valores de la materia prima sean más bajos. Según un trabajo de Chrevron, existe empero una técnica menos problemática, el tratamiento a vapor, capaz de drenar 80% de esos crudos en yacimientos bajo tierra. Los métodos convencionales aprovechan proporciones mucho menores. El nuevo sistema implica inyectar vapor en una franja del depósito. Calentado, el crudo pasa de una consistencia tipo melaza a una tipo almíbar. Debido a la gravedad, el resto se filtra hacia abajo.

De un modo u otro, las refinerias adaptadas a esa técnica pueden convertir crudos pesados en nafta, diesel oil, combustible de aviones y petróleo para calefacción central (un anacronismo “sucio” que los norteamericanos insisten en usar). Chrevron y los saudíes han comenzado este año a ensayar ese tipo de métodos, en el campo de Wafra. Su ubicación es peligrosa: la zona neutral entre el reino, Koweit e Irak.

Por supuesto, si estas pruebas y otras tuviesen éxito, las cotizaciones internacionales de crudos podrían venirse abajo y eso inquieta a quienes viven del negocio en el resto del mundo (también en Saudiarabia). Cabe recordar que ciertos crudos, como los de los grandes yacimientos bituminosos en arenas canadienses –donde la extracción va en aumento-, son mucho más densos que los árabes. Pero, si éstos prosperan, ya no será tan rentables explotar los depósitos nórdicos ni los de Venezuela ni, quizá, los del Atlántico sudoccidental (Malvinas, Tristán de Acuña).

Tampoco faltan inconvenientes técnicos al aprovechamiento de crudos pesados sauditas o koweitíes. Sus yacimientos se ubican en formaciones rocosas “blandas”, donde jamás se probó la inyección de vapor en gran escala. Este suelo podría ofrecer dificultades para crear cámaras de calor, imprescindibles para evitar fisuras y fundir los crudos.

Como es habitual en el negocio, lo que importa es el mercado, no la capa de ozono. Por supuesto, si lograse aprovechar los crudos pesados, Riyadh tendría capacidad adicional para elevar producción y exportación. El incentivo es claro: desde mediados de 2002 y desechando altibajos, los precios de hidrocarburos se han triplicado.

Hoy, mientras se marcan nuevos máximos, superiores a US$ 75,25 el barril de tejano intermedio en Nueva York, casi cualquier substituto resulta económicamente rentable o atractivo. El crudo pesado es, a la sazón, más denso y contiene más contaminantes. Por ejemplo, metales y azufre. Similar perfil ofrecen las alternativas en Venezuela –carbón líquido-, Canadá (esquistos bituminosos) o el carbón existente en Estados Unidos mismo.

Las refinerías requieren equipos especiales, más caros, para eliminar impurezas. Eso explica que los valores de la materia prima sean más bajos. Según un trabajo de Chrevron, existe empero una técnica menos problemática, el tratamiento a vapor, capaz de drenar 80% de esos crudos en yacimientos bajo tierra. Los métodos convencionales aprovechan proporciones mucho menores. El nuevo sistema implica inyectar vapor en una franja del depósito. Calentado, el crudo pasa de una consistencia tipo melaza a una tipo almíbar. Debido a la gravedad, el resto se filtra hacia abajo.

De un modo u otro, las refinerias adaptadas a esa técnica pueden convertir crudos pesados en nafta, diesel oil, combustible de aviones y petróleo para calefacción central (un anacronismo “sucio” que los norteamericanos insisten en usar). Chrevron y los saudíes han comenzado este año a ensayar ese tipo de métodos, en el campo de Wafra. Su ubicación es peligrosa: la zona neutral entre el reino, Koweit e Irak.

Por supuesto, si estas pruebas y otras tuviesen éxito, las cotizaciones internacionales de crudos podrían venirse abajo y eso inquieta a quienes viven del negocio en el resto del mundo (también en Saudiarabia). Cabe recordar que ciertos crudos, como los de los grandes yacimientos bituminosos en arenas canadienses –donde la extracción va en aumento-, son mucho más densos que los árabes. Pero, si éstos prosperan, ya no será tan rentables explotar los depósitos nórdicos ni los de Venezuela ni, quizá, los del Atlántico sudoccidental (Malvinas, Tristán de Acuña).

Tampoco faltan inconvenientes técnicos al aprovechamiento de crudos pesados sauditas o koweitíes. Sus yacimientos se ubican en formaciones rocosas “blandas”, donde jamás se probó la inyección de vapor en gran escala. Este suelo podría ofrecer dificultades para crear cámaras de calor, imprescindibles para evitar fisuras y fundir los crudos.

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