Celulares: su propio éxito perjudica el servicio en EE.UU.

En Estados Unidos, el uso de celulares ha crecido a tal punto que las redes inalámbricas empiezan a congestionarse. Esto genera quejas por mala calidad de voz, interrupciones o, directamente, imposibilidad de hacer llamados.

6 diciembre, 2002

Las cosas podrían ponerse peores antes de que cambien, advierten varios
expertos del sector, porque las empresas se ven en un dilema: seguir lanzando
"chiches" como la fotografía digital y los juegos vía
Internet o destinar parte de esas inversiones a mejorar los servicios básicos.
Muchos de sus problemas se deben al aumento de abonados: 56% de los hogares tienen
algún celular. Ese porcentaje supera en más del doble al de 1995.

La incorporación masiva de usuarios desborda la capacidad de procesar
llamadas en los sistemas inalámbricos. Sea porque los transmisores locales
no alcanzan, sea porque las bandas están saturadas y los prestadores
no pueden obtener frecuencias radiales más amplias. A eso se suman cuestiones
económicas, pues el público ha sido captado por la rebaja de tarifas:
el minuto inalámbrico medio ha caído de 56 a 11 centavos (80,4%)
en menos de siete años. A las telefónicas, eso les ha significado
una declinación de los ingresos por cliente de US$ 74 a 61 mensuales
(21,3%) en igual lapso.

Entonces, las empresas sufren presiones financieras justamente cuando necesitar
invertir más en atender tantos clientes. Por su parte, la Comisión
Federal de Comunicaciones admite que el aumento de abonados empeora la calidad
de las prestaciones y cada días llueven más quejas, reclamos y
demandas.

La proporción de usuarios celulares que protestan, por lo menos una
vez, ha subido de 53% en 2000 a 61% en la actualidad, de acuerdo con investigaciones
de J.D.Power & Associates, una consultora especializada en este mercado.
La misma fuente indica que el nivel de reclamos es superior a los de la telefonía
fija y el cable. Casi 30% de las protestas a centros de atención son
por comunicaciones cortadas, mala recepción o imposibilidad de completar
llamadas. Ese porcentaje no llegaba a 20% en 2000.

También entran quejas por facturación, equipos y servicios. "Importa
tener presente que un celular es, en el fondo, una radio mejorada", subraya
Travis Larson (Cellular Telecommunications & Internet Association). "Está
sujeto a interferencias de todo tipo y su calidad siempre se medirá contra
la de los teléfonos fijos".

A mediados de noviembre, el sector fue ayudado por la CFC, en dictamen según
el cual las compañías inalámbricas no debieran abonar los
US$ 16 millones ofrecidos por frecuencias adicionales, en una proceso licitatorio
hoy cuestionado judicialmente. Eran (son) licencias que la CFC le había
confiscado a NextWave Communications, luego de que la firma entrara en concurso.
Pero ahora están bloqueadas por un recurso de no innovar, mientras se
apela la decisión de la CFC ante la Corte Suprema.

Otro problema es la complejidad técnica. A diferencia de la telefonía
convencional (donde cada abonado se conecta a una red de cable), la inalámbrica
depende de una delicada malla de antenas y estaciones conmutadoras. Éstas
son fáciles de saturar cuando aumenta el volumen de tráfico en
días, horas o circunstancias críticas. En síntesis, el
servicio depende de sistemas que, en muchos sentidos, siguen como en tiempos
de la II guerra mundial.

En el plano empresario, accionistas e inversores esperan desde hace meses fusiones
que achiquen la cantidad de grandes competidores, pero una serie de obstáculos
técnicos traba las negociaciones en curso. Al revés de la Unión
Europea y Asia oriental, en EE.UU. no existe una pauta general única
para telefonía inalámbrica. Lo malo es que, en la nueva fase de
la administración Bush, la CFC ejerza mucha autoridad o trate de regular
operaciones. Tampoco cabe ilusionarse sobre la acción de las fuerzas
de mercado. En este plano, algunos analistas recuerdan que la telefonía
convencional evolucionó lentamente durante más de un siglo hasta
que la competencia de las nuevas tecnologías la obligó a brindar
mejores servicios en pocos años.

Las cosas podrían ponerse peores antes de que cambien, advierten varios
expertos del sector, porque las empresas se ven en un dilema: seguir lanzando
"chiches" como la fotografía digital y los juegos vía
Internet o destinar parte de esas inversiones a mejorar los servicios básicos.
Muchos de sus problemas se deben al aumento de abonados: 56% de los hogares tienen
algún celular. Ese porcentaje supera en más del doble al de 1995.

La incorporación masiva de usuarios desborda la capacidad de procesar
llamadas en los sistemas inalámbricos. Sea porque los transmisores locales
no alcanzan, sea porque las bandas están saturadas y los prestadores
no pueden obtener frecuencias radiales más amplias. A eso se suman cuestiones
económicas, pues el público ha sido captado por la rebaja de tarifas:
el minuto inalámbrico medio ha caído de 56 a 11 centavos (80,4%)
en menos de siete años. A las telefónicas, eso les ha significado
una declinación de los ingresos por cliente de US$ 74 a 61 mensuales
(21,3%) en igual lapso.

Entonces, las empresas sufren presiones financieras justamente cuando necesitar
invertir más en atender tantos clientes. Por su parte, la Comisión
Federal de Comunicaciones admite que el aumento de abonados empeora la calidad
de las prestaciones y cada días llueven más quejas, reclamos y
demandas.

La proporción de usuarios celulares que protestan, por lo menos una
vez, ha subido de 53% en 2000 a 61% en la actualidad, de acuerdo con investigaciones
de J.D.Power & Associates, una consultora especializada en este mercado.
La misma fuente indica que el nivel de reclamos es superior a los de la telefonía
fija y el cable. Casi 30% de las protestas a centros de atención son
por comunicaciones cortadas, mala recepción o imposibilidad de completar
llamadas. Ese porcentaje no llegaba a 20% en 2000.

También entran quejas por facturación, equipos y servicios. "Importa
tener presente que un celular es, en el fondo, una radio mejorada", subraya
Travis Larson (Cellular Telecommunications & Internet Association). "Está
sujeto a interferencias de todo tipo y su calidad siempre se medirá contra
la de los teléfonos fijos".

A mediados de noviembre, el sector fue ayudado por la CFC, en dictamen según
el cual las compañías inalámbricas no debieran abonar los
US$ 16 millones ofrecidos por frecuencias adicionales, en una proceso licitatorio
hoy cuestionado judicialmente. Eran (son) licencias que la CFC le había
confiscado a NextWave Communications, luego de que la firma entrara en concurso.
Pero ahora están bloqueadas por un recurso de no innovar, mientras se
apela la decisión de la CFC ante la Corte Suprema.

Otro problema es la complejidad técnica. A diferencia de la telefonía
convencional (donde cada abonado se conecta a una red de cable), la inalámbrica
depende de una delicada malla de antenas y estaciones conmutadoras. Éstas
son fáciles de saturar cuando aumenta el volumen de tráfico en
días, horas o circunstancias críticas. En síntesis, el
servicio depende de sistemas que, en muchos sentidos, siguen como en tiempos
de la II guerra mundial.

En el plano empresario, accionistas e inversores esperan desde hace meses fusiones
que achiquen la cantidad de grandes competidores, pero una serie de obstáculos
técnicos traba las negociaciones en curso. Al revés de la Unión
Europea y Asia oriental, en EE.UU. no existe una pauta general única
para telefonía inalámbrica. Lo malo es que, en la nueva fase de
la administración Bush, la CFC ejerza mucha autoridad o trate de regular
operaciones. Tampoco cabe ilusionarse sobre la acción de las fuerzas
de mercado. En este plano, algunos analistas recuerdan que la telefonía
convencional evolucionó lentamente durante más de un siglo hasta
que la competencia de las nuevas tecnologías la obligó a brindar
mejores servicios en pocos años.

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