Carbón procesado, peligrosa opción para substituir el petróleo

El carbón existente en Illinois tiene más potencial que todo el crudo saudita, creen algunos. Los procesos para convertirlo en combustible automotor o fuente de energía industrial se tornan hoy factibles por el alto precio del petróleo.

8 julio, 2006

Este tipo de incentivos atrae emprendedores y funcionarios federales. Pero hay un serio obstáculos: los combustibles carboníferos liberan en la atmósfera mucho más dióxido que los hidrocarburos y acentúan el efecto invernadero global. Los proyectos en carpeta no ofrecen incentivos para reciclar dióxido de carbono, más allá de cantidades limitadas para uso industrial.

Por ejemplo, Rentech compró en Illinois una planta para reconvertirla empleando una antigua técnica que transforma carbón en combustibles para camiones. “Si no lo hacemos, no habrá futuro”, sostiene John Diesch, su gerente general. Lo mismo creen en la división tecnológica de la Toyota norteamericana.

Pero no será fácil. Amén de las emisiones contaminantes, la técnica requiere mucho capital. Bastaría un colapso en precios petroleros para tornar irredituable cualquier futura planta. No obstante, ya antes del presente auge de de valores había cierto interés en la variante, colectivamente conocida como “hidrocarburos sintéticos líquidos”, HSL o “synfuel”. Tres años después, el precio del diesel oil –parámetro que mide los de combustibles carboníferos- se fue a las nubes.

La técnica HSL que mayor interés concita ahora es la Fischer-Tropsch, por los dos químicos alemanes que la desarrollaron y demostraron en los años 20. En cuanto al mercado norteamericano, representa un consumo importante de diesel oil y petróleo para calefacción. Claro, la demanda de naftas es muy superior: US$ 800 millones diarios contra 400 millones. Pero Rentech cree que el mismo proceso pude sacar naftas de carbón.

Sasol, una firma sudafricana que ha usado la misma tecnología durante décadas, investiga aplicaciones potenciales alrededor del mundo. Por de pronto, está haciendo un estudio de factibilidad para un socio chino, con vistas a dos proyectos de ese tipo en el occidente de ese país. Hace casi un año, Syntroleum (Tulsa) convino con la australiana Linc Energy en desarrollar una conversora de carbón a HSL en Brisbane.

Por supuesto, quienes abogan por estas tecnologías admiten que hará falta algún tipo de control ambiental que, en los casos de Rentech y los chinos, no se ha tenido en cuenta. En general, los ecólogos dudan de que esos métodos sean compatibles con un planeta preocupado por el efecto invernadero, especialmente cuando George W.Bush, Richard Cheney y otros amigos del lobby petrolero no estén ya en Washington.

“Habría un probable desastre mundial si avanzásemos en un masivo programa de substitutos carboníferos sintéticos y éstos alimentaran la flota norteamericana de camiones, ómnibus y tractores”. Así afirma Daniel Lashof, del consejo pro defensa de recursos naturales. “Los combustibles asociados a la técnica Fischer-Tropsch son definitivamente muy peligrosos”.

Pero Samuel Bodman, incondicional de Bush y secretario de Energía, piensa de otro modo. “Estos ensayos son muy, muy interesantes y le resultan claves al programa presidencial para depender menos del petróleo importado”. En otras palabras, paliar un problema actual a costa de crear uno mucho peor en el futuro.

Este tipo de incentivos atrae emprendedores y funcionarios federales. Pero hay un serio obstáculos: los combustibles carboníferos liberan en la atmósfera mucho más dióxido que los hidrocarburos y acentúan el efecto invernadero global. Los proyectos en carpeta no ofrecen incentivos para reciclar dióxido de carbono, más allá de cantidades limitadas para uso industrial.

Por ejemplo, Rentech compró en Illinois una planta para reconvertirla empleando una antigua técnica que transforma carbón en combustibles para camiones. “Si no lo hacemos, no habrá futuro”, sostiene John Diesch, su gerente general. Lo mismo creen en la división tecnológica de la Toyota norteamericana.

Pero no será fácil. Amén de las emisiones contaminantes, la técnica requiere mucho capital. Bastaría un colapso en precios petroleros para tornar irredituable cualquier futura planta. No obstante, ya antes del presente auge de de valores había cierto interés en la variante, colectivamente conocida como “hidrocarburos sintéticos líquidos”, HSL o “synfuel”. Tres años después, el precio del diesel oil –parámetro que mide los de combustibles carboníferos- se fue a las nubes.

La técnica HSL que mayor interés concita ahora es la Fischer-Tropsch, por los dos químicos alemanes que la desarrollaron y demostraron en los años 20. En cuanto al mercado norteamericano, representa un consumo importante de diesel oil y petróleo para calefacción. Claro, la demanda de naftas es muy superior: US$ 800 millones diarios contra 400 millones. Pero Rentech cree que el mismo proceso pude sacar naftas de carbón.

Sasol, una firma sudafricana que ha usado la misma tecnología durante décadas, investiga aplicaciones potenciales alrededor del mundo. Por de pronto, está haciendo un estudio de factibilidad para un socio chino, con vistas a dos proyectos de ese tipo en el occidente de ese país. Hace casi un año, Syntroleum (Tulsa) convino con la australiana Linc Energy en desarrollar una conversora de carbón a HSL en Brisbane.

Por supuesto, quienes abogan por estas tecnologías admiten que hará falta algún tipo de control ambiental que, en los casos de Rentech y los chinos, no se ha tenido en cuenta. En general, los ecólogos dudan de que esos métodos sean compatibles con un planeta preocupado por el efecto invernadero, especialmente cuando George W.Bush, Richard Cheney y otros amigos del lobby petrolero no estén ya en Washington.

“Habría un probable desastre mundial si avanzásemos en un masivo programa de substitutos carboníferos sintéticos y éstos alimentaran la flota norteamericana de camiones, ómnibus y tractores”. Así afirma Daniel Lashof, del consejo pro defensa de recursos naturales. “Los combustibles asociados a la técnica Fischer-Tropsch son definitivamente muy peligrosos”.

Pero Samuel Bodman, incondicional de Bush y secretario de Energía, piensa de otro modo. “Estos ensayos son muy, muy interesantes y le resultan claves al programa presidencial para depender menos del petróleo importado”. En otras palabras, paliar un problema actual a costa de crear uno mucho peor en el futuro.

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