Los precios del almacenaje están cayendo más rápido de lo que se esperaba, debido al creciente mercado para productos electrónicos de consumo masivo y a la demanda de vehículos eléctricos.
Los actores más importantes en Asia, Europa y Estados Unidos están escalando la fabricación de baterías de litio-ion para cubrir las necesidades de los autos eléctricos y otras aplicaciones energéticas. No sorprende, entonces que los costos de las baterías hayan caído en 2016 a menos deUS$ 230 por kilowatt en comparación con casi US$ 1.000 por kilowatt-hora en 2010.
A los precios actuales, el almacenamiento está comenzando a jugar un papel más amplio en los mercados energéticos. Las utilizaciones ya no son de nicho sino amplias, como el reemplazo de generadores convencionales, brindar servicios de calidad energética y sostener la integración de renovables.
Qué implica esto para los servicios públicos
El almacenamiento se puede aplicar tanto a la red como a una empresa o a la casa particular de una familia. Es una tecnología compleja y sus economías se amoldan al tipo de cliente, al lugar, a las necesidades de la red, a las regulaciones, a la carga del cliente y a la naturaleza de la aplicación.
El almacenamiento en baterías baratas significará un desafío para los servicios públicos que están detrás de los medidores (o sea, las instalaciones en pequeña escala en un hogar o una empresa). Pero también será una oportunidad para los que están delante del medidor (las instalaciones grandes usadas por los servicios públicos para una cantidad de aplicaciones sobre la red).
La energía solar, barata, ya está desafiando el status quo de los servicios en algunos mercados. Pero el almacenamiento barato será todavía más disruptivo porque las diferentes combinaciones de almacenaje y energía solar podrán abaratar las tasas que cobran los servicios.
Pero los servicios también se van a beneficiar porque podrán afrontar los desafíos de planificar y operar la red en mercados donde se esperan que las cargas se achaten o caigan.