Al momento de difundirse, critican el cuarto informe sobre problemas climáticos mundiales

El viernes apareció la nueva evaluación del grupo intergubernamental. Allegados a los debates sostienen que se intenta moderar el pesimismo sobre alza de niveles marinos. Y George W.Bush no acepta restricciones obligatorias a las petroleras.

3 febrero, 2007

Por el contrario, el tercer documento (2001) anticipaba que el nivel de los océanos podía subir entre algunos centímetros y casi un metro durante el siglo XXI. Será una catástrofe para grandes áreas urbanas en terrenos bajos o deltas y para estados insulares. El nuevo trabajo trata de atenuar ese tipo de temores. En primer término, transfiere la crisis al siglo XXII, algo que las pomposas expresiones de Rajendra Pachauri (presidente del comité) no logran disimular, máxime recordando que su país, India, es una de las mayores contaminantes mundiales.

Según el documento, la temperatura global subirá de 1,8 a 4 grados centígrados durante el siglo actual y, por ende, el nivel de los mares lo hará entre 18 y 59 centímetros. Habrá más tifones, ciclones, lluvias e inundaciones (como el desastre de este fin de semana en Florida). Las olas de calor serán más frecuentes, en tanto las de frío lo serán menos, en tanto se acentuará el derretimiento de glaciares y casquetes polares.

A primera vista, parecen signos alarmantes. Pero están lejos de convencer a muchos expertos. En evaluaciones dirigidas a miembros del panel o boletines científicos, un respetable grupo de meteorólogos sostiene que las presunciones son por demás optimistas y erróneas. Debido a compromisos políticos o presiones de algunas potencias y las petroleras, el informe final deja de lado datos sobre los casquetes polares. En particular, el ártico.

Por supuesto, los procesos elevarán cotas de mares y océanos más de lo deseado por el panel. Pero los expertos “disidentes” sostienen que, a menos de modificar el documento final –¿no era demasiado tarde para hacerlo?-, el grupo habrá perdido fiabilidad y sus futuros trabajos serán irrelevantes. El entusiamo acrìtico de muchos medios irá diluyéndose a medida como la IV evaluación deje de ser creíble.

Al revés de lo que supone el informe final, en general oceanógrafos y meteorólogos creen que se acelera el avance de las aguas sobre las costas. Por ejemplo, éste es el criterio imperante –aunque no oficial- en la administración nacional de oceanografía (Estados Unidos).

Sin embargo, señalan miembros del panel cuestionado, aunque las mediciones desde satélites han ido perfeccionándose en los últimos doce años, todavía es difícil sacar conclusiones a largo plazo, Verbigracia, los modelos computados no pueden explicar gran parte del derretimiento observado desde 2004. Por tanto, las presunciones de 2001 parecen más válidas que las nuevas.

Michael MacCracken, director de la oficina sobre cambio climático bajo William Clinton, afirma entender los dilemas del panel y las suspicacias que despierta su informe. “En todo caso –apunta-, debieran haber aclarado que sus proyecciones no incluyen factores como el movimiento de glaciares y casquetes polares, que tiende a acentuarse”.

En una comunicación al grupo de París, MacCracken subraya que “haber subestimado los niveles extremos del mar en su hipótesis, respecto de 2001, creará impresiones falsas en gobiernos, medios y público. En verdad, muchos expertos norteamericanos vienen afirmando que las cifras de 2001 eran por demás optimistas”. Hubiese sido preferible posponer el documento unos meses.

Aparte de presiones de las grandes petroleras, afectadas por el nexo entre combustibles fósiles, efecto invernadero y derretimiento de hielos, la fecha límite para ingresar trabajos (diciembre de 2005) fue prematura. Por ejemplo, impidió evaluar la violentas anomalías climáticas sufridas en el hemisferio norte desde mediados de 2006.

Entre otros síntomas, aparecieron pruebas de que la cubierta helada de Groenlandia (80% de sus 2.500.000 km2) está licuándose a mayor ritmo que el supuesto. De hecho, empiezan a aparecer islas que se creían parte de su territorio. Mientras tanto, la Antártida –que se compone de dos o tres enormes islas unida por el casquete- está descargando mucha más agua en los océanos que la prevista en 2001.

Como era deesperar, George W.Bush y dos operadores de la industria petrolera, Samuel Bodman (secretario de energía y combustibles) y Lee Raymond –“American enterprise institute”, ex CEO de Exxon Mobil- rechazan todo tipo de medidas obligatorias para el sector privados, en lo atinen el “efecto invernadero”. No obstante, el presidente admitió que 90% de las emisiones de dióxido de carbono derivan de combustibles fósiles. En otras palabras, Washington mantiene la postura que la alejó del protocolo de Kyoto en 2001.

Pero el trasfondo polìtico interno ha cambiado. Tras la victoria en las elecciones parlamentarias, los demócratas controlan ambas cámaras. Dese ahpi, presionan por restricciones obligatorias para las petroleras. Por de pronto, diputados –con apoyo bipartidario- ya les aumentò impuestos y regalìas.

Ahora bien, el papel desempeñado por Bush y su círculo eleva sospechas sobre la IV evaluación. Dos días antes de conocérsela, 150 científicos y expertos sostuvieron, ante el congreso, que “Bush ha censurado nuestros llamados de atención y ha influido sobre el panel reunido en Parìs”. Según reveló el dipoutado Henry Waxmann, “el encargado de esas maniobras fue Philip Cooney, presidente del instituto del petróleo, el ‘lobby’del negocio”. Arnold Schwarzenegger, gobernador republicano de California, respaldó a Waxman.

En 2005, Bush nombró a Cooney jefe del consejo sobre calidad ambiental, un mal chiste. Eso era un “insulto a la opinión pública” sostuvo, al dimitir del cuerpo, el científico Richard Piltz. En síntesis, esos prolegómenos le restan aun más autoridad a la IV evaluación, cuya clave parece residir en empujar al próximo siglo desastres que empiezan en la primera década del actual. En cuanto al cabildeo petrolero, en un caso de miopía: ¿qué sentido tiene dorar la píldora ambiental si, en veinte años, se habrán agotado las reservas mundiales de combustibles fósiles, o sea su negocio?

Por el contrario, el tercer documento (2001) anticipaba que el nivel de los océanos podía subir entre algunos centímetros y casi un metro durante el siglo XXI. Será una catástrofe para grandes áreas urbanas en terrenos bajos o deltas y para estados insulares. El nuevo trabajo trata de atenuar ese tipo de temores. En primer término, transfiere la crisis al siglo XXII, algo que las pomposas expresiones de Rajendra Pachauri (presidente del comité) no logran disimular, máxime recordando que su país, India, es una de las mayores contaminantes mundiales.

Según el documento, la temperatura global subirá de 1,8 a 4 grados centígrados durante el siglo actual y, por ende, el nivel de los mares lo hará entre 18 y 59 centímetros. Habrá más tifones, ciclones, lluvias e inundaciones (como el desastre de este fin de semana en Florida). Las olas de calor serán más frecuentes, en tanto las de frío lo serán menos, en tanto se acentuará el derretimiento de glaciares y casquetes polares.

A primera vista, parecen signos alarmantes. Pero están lejos de convencer a muchos expertos. En evaluaciones dirigidas a miembros del panel o boletines científicos, un respetable grupo de meteorólogos sostiene que las presunciones son por demás optimistas y erróneas. Debido a compromisos políticos o presiones de algunas potencias y las petroleras, el informe final deja de lado datos sobre los casquetes polares. En particular, el ártico.

Por supuesto, los procesos elevarán cotas de mares y océanos más de lo deseado por el panel. Pero los expertos “disidentes” sostienen que, a menos de modificar el documento final –¿no era demasiado tarde para hacerlo?-, el grupo habrá perdido fiabilidad y sus futuros trabajos serán irrelevantes. El entusiamo acrìtico de muchos medios irá diluyéndose a medida como la IV evaluación deje de ser creíble.

Al revés de lo que supone el informe final, en general oceanógrafos y meteorólogos creen que se acelera el avance de las aguas sobre las costas. Por ejemplo, éste es el criterio imperante –aunque no oficial- en la administración nacional de oceanografía (Estados Unidos).

Sin embargo, señalan miembros del panel cuestionado, aunque las mediciones desde satélites han ido perfeccionándose en los últimos doce años, todavía es difícil sacar conclusiones a largo plazo, Verbigracia, los modelos computados no pueden explicar gran parte del derretimiento observado desde 2004. Por tanto, las presunciones de 2001 parecen más válidas que las nuevas.

Michael MacCracken, director de la oficina sobre cambio climático bajo William Clinton, afirma entender los dilemas del panel y las suspicacias que despierta su informe. “En todo caso –apunta-, debieran haber aclarado que sus proyecciones no incluyen factores como el movimiento de glaciares y casquetes polares, que tiende a acentuarse”.

En una comunicación al grupo de París, MacCracken subraya que “haber subestimado los niveles extremos del mar en su hipótesis, respecto de 2001, creará impresiones falsas en gobiernos, medios y público. En verdad, muchos expertos norteamericanos vienen afirmando que las cifras de 2001 eran por demás optimistas”. Hubiese sido preferible posponer el documento unos meses.

Aparte de presiones de las grandes petroleras, afectadas por el nexo entre combustibles fósiles, efecto invernadero y derretimiento de hielos, la fecha límite para ingresar trabajos (diciembre de 2005) fue prematura. Por ejemplo, impidió evaluar la violentas anomalías climáticas sufridas en el hemisferio norte desde mediados de 2006.

Entre otros síntomas, aparecieron pruebas de que la cubierta helada de Groenlandia (80% de sus 2.500.000 km2) está licuándose a mayor ritmo que el supuesto. De hecho, empiezan a aparecer islas que se creían parte de su territorio. Mientras tanto, la Antártida –que se compone de dos o tres enormes islas unida por el casquete- está descargando mucha más agua en los océanos que la prevista en 2001.

Como era deesperar, George W.Bush y dos operadores de la industria petrolera, Samuel Bodman (secretario de energía y combustibles) y Lee Raymond –“American enterprise institute”, ex CEO de Exxon Mobil- rechazan todo tipo de medidas obligatorias para el sector privados, en lo atinen el “efecto invernadero”. No obstante, el presidente admitió que 90% de las emisiones de dióxido de carbono derivan de combustibles fósiles. En otras palabras, Washington mantiene la postura que la alejó del protocolo de Kyoto en 2001.

Pero el trasfondo polìtico interno ha cambiado. Tras la victoria en las elecciones parlamentarias, los demócratas controlan ambas cámaras. Dese ahpi, presionan por restricciones obligatorias para las petroleras. Por de pronto, diputados –con apoyo bipartidario- ya les aumentò impuestos y regalìas.

Ahora bien, el papel desempeñado por Bush y su círculo eleva sospechas sobre la IV evaluación. Dos días antes de conocérsela, 150 científicos y expertos sostuvieron, ante el congreso, que “Bush ha censurado nuestros llamados de atención y ha influido sobre el panel reunido en Parìs”. Según reveló el dipoutado Henry Waxmann, “el encargado de esas maniobras fue Philip Cooney, presidente del instituto del petróleo, el ‘lobby’del negocio”. Arnold Schwarzenegger, gobernador republicano de California, respaldó a Waxman.

En 2005, Bush nombró a Cooney jefe del consejo sobre calidad ambiental, un mal chiste. Eso era un “insulto a la opinión pública” sostuvo, al dimitir del cuerpo, el científico Richard Piltz. En síntesis, esos prolegómenos le restan aun más autoridad a la IV evaluación, cuya clave parece residir en empujar al próximo siglo desastres que empiezan en la primera década del actual. En cuanto al cabildeo petrolero, en un caso de miopía: ¿qué sentido tiene dorar la píldora ambiental si, en veinte años, se habrán agotado las reservas mundiales de combustibles fósiles, o sea su negocio?

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