Desde hace aproximadamente cinco años, el golf empezó a dejar de ser de ser un deporte para pocos en la Argentina. Sólo en Buenos Aires hay unas 80 canchas y los jugadores matriculados con handicap llegan a 60.000. Sin embargo, el acceso de la clase media a los campos de golf no logró desplazar a una elite de jugadores que sigue disfrutando de los clubes más exclusivos, con los equipos más sofisticados y caros del mercado.
Aunque se puede practicar el deporte con $ 100 mensuales y un equipo de no más de $ 450, los que ostentan la tradición y exclusividad del golf pueden llegar a desembolsar US$ 25.000 para asociarse a algún club y gastarse unos US$ 3.000 en la compra de la mejor marca de un equipo.
En la cima de la pirámide están clubes como el Buenos Aires Golf (donde se jugó el último mundial), Martindale, San Andrés, Jockey, Hurlingham y San Isidro Golf, donde para ingresar no sólo hace falta una buena cantidad de dinero sino algunas buenas recomendaciones por parte de otros socios. En estos lugares, el equipamiento suele ser de marcas como Callaway, una de las líderes del mercado, con un precio aproximado de US$ 3.500.
Según Mauro Repossini, presidente de Sportbrands, (representantes exclusivos de Wilson) y socio de SMG, empresa encargada del management de jugadores profesionales, el perfil del aficionado fue cambiando visiblemente: “Hace 25 años, para jugar al golf se necesitaba ser socio de algún club todos muy exclusivos y el concepto que se tenía era el de una persona de edad con mucho dinero. Después, con la aparición de los countries y posteriormente de los drivings, se incorporó mucha gente joven y se fue borrando esa imagen”.
De lunes a lunes
Así como el golf se fue popularizando en los últimos años, también comenzó a servir como un buen escenario para el mundo de los negocios. Muchos ejecutivos y empresarios decidieron aprender a jugar este deporte impulsados por la fundada idea de que entre hoyo y hoyo se cierran muchos de los grandes negocios de la Argentina. Tanto es así que las empresas más importantes del país ahora organizan sus propios torneos y el juego pasó a ser prácticamente parte de una jornada laboral, sin esperar hasta el fin de semana. Entre marzo y noviembre se juega de lunes a lunes.