Un cambio de gabinete y las renuncias del vicepresidente Carlos Alvarez y de algunos funcionarios y dirigentes por él cuestionados, son los resultados más visibles de la crisis que envuelve a la coalición de gobierno tras el escándalo por presuntos sobornos en el Senado
No es un detalle menor que todo esto ocurra en el contexto de un virtual estancamiento económico. En estas condiciones, resulta inevitable que desde la mayor parte de los sectores políticos, económicos y sociales se plantee el problema de la gobernabilidad.
Sin embargo, desde los círculos oficiales se insiste en que los conflictos políticos sólo afectan marginalmente el desempeño económico y que, al contrario de lo que muchos creen, no está en riesgo la gobernabilidad.
En realidad, resulta indudable, a esta altura de los hechos, que la crisis política no sólo está afectando el desempeño económico sino que, además, el impacto irá en aumento si el conflicto de poder no encuentra rápida solución.
Muchos analistas advierten que, si no se comienza a actuar rápidamente en respuesta a una crisis severa del orden político que amenaza la continuidad de la coalición gobernante, es probable que pronto se presenten las consecuencias financieras y económicas de esa dilación.
Por lo pronto, el primer indicador del empeoramiento de las expectativas de los agentes económicos es el nuevo crecimiento de la prima de riesgo país. El spread de un par bond local sobre un título de similares características del Tesoro de Estados Unidos pasó de 847 basic points el 4 de octubre (el día previo al anuncio de los cambios de gabinete) a 914 a mediados de ese mes. Durante ese lapso, el spread de los bonos similares de Brasil pasó de 831 a 854 basic points. Esto significa que la prima de riesgo no sólo aumentó, significativamente, hasta ubicarse en niveles superiores a los de mayo-junio sino que, además, la distancia con respecto a Brasil se ha vuelto a ensanchar.
Tiempos de sequía
No se trata, por cierto, de una buena noticia. En particular, si se considera que, según el último informe difundido por el Institute of International Finance, una entidad que agrupa a las más importantes compañías financieras mundiales, el flujo neto privado de capitales hacia América latina proyectado para el 2001 será casi igual al que se registraría durante este año: algo menos de US$ 80.000 millones (cuando en el bienio 1997-98 superó los 100.000 millones).
Las perspectivas parecen aun más desalentadoras si se tiene en cuenta que, según esta fuente, el flujo neto de inversión directa privada hacia América latina mostraría, en el 2000 y 2001, una clara tendencia decreciente, y que el país más afectado por ese posible comportamiento sería la Argentina.
Este pronóstico contradice, ciertamente, las proyecciones optimistas que emanan de la conducción económica.
El ministro José Luis Machinea ha reiterado que el crecimiento de la economía argentina durante el año próximo se situará, como mínimo, en 4%. Aunque resulta habitual que los errores de predicción se repartan entre los funcionarios del gobierno y los consultores privados, parece llamativo que, en esta ocasión, ningún analista independiente ofrezca un claro y contundente sustento para las proyecciones oficiales.
Poco, y con reparos
La mayoría de las estimaciones del sector privado con respecto al crecimiento del PBI durante el próximo año oscilan entre 2% y 3%. Sin embargo, esos pronósticos se apoyan en un conjunto de supuestos acerca del comportamiento de una serie de variables de la economía internacional:
- que las tasas de interés no registren un nuevo aumento;
- que los precios de la mayor parte de los bienes que exporta la Argentina
muestren una mejora; - que se sostenga la demanda brasileña por los productos argentinos;
- que se frene el proceso de apreciación del dólar;
- que la producción y el comercio mundial no reduzcan de manera brusca
el ritmo de expansión de los últimos años; en especial,
en Estados Unidos, que ha sido la principal locomotora del mundo.
Los resortes del crecimiento
Un escenario externo favorable resulta crucial para que la economía argentina pueda aumentar su ritmo de crecimiento y, de ese modo, reducir los actuales niveles de desempleo y pobreza y alcanzar las metas de déficit fiscal y endeudamiento comprometidas con el FMI.
En esas condiciones, cualquier escenario de posible incremento de la incertidumbre en cuanto a la evolución de las variables externas determina que la actitud de los inversores se torne reticente. En especial, si un escenario externo poco propicio conduce a que la brecha fiscal y externa determine la necesidad de mayores recursos financieros internacionales.
Pero la actitud de cautela de los inversores locales y externos reconoce, también, otros factores. Cuando se consideran las fuentes del crecimiento que durante el próximo año podrían impulsar un incremento del PBI, los analistas encuentran que los indicios son poco alentadores. Para empezar, debe tenerse en cuenta que el comportamiento reciente de las exportaciones muestra que los problemas de competitividad de la economía argentina están aún lejos de solucionarse.
Detrás de los números
Al comparar las exportaciones de los ocho primeros meses de este año
con las del mismo lapso del año anterior, se advierte que, a pesar de
que el valor total creció 13,5%, si se excluyen del cálculo las
ventas de combustibles, la tasa se torna más modesta: 4,5%. Esto equivale
a decir que 71% del incremento de las exportaciones proviene de las colocaciones
de hidrocarburos en el exterior que, como se sabe, pasan por una coyuntura favorable
en materia de precios.
Más aun, aunque la porción restante (29%) del crecimiento de las ventas externas corresponde a las manufacturas de origen industrial, las tres cuartas partes se explican por las colocaciones de camiones y camionetas (en el mercado brasileño), el aluminio en bruto, los tubos y perfiles de acero sin soldar y los plásticos. Excepto por el primer rubro, todos estos productos exhiben un reducido margen de valor agregado.
Si se considera el desempeño por los mercados de destino, el panorama tampoco parece alentador: 72% del incremento de las exportaciones se origina en las dirigidas al Mercosur y Chile, y 23% en los envíos al Nafta. Ahora bien, en el caso del Mercosur, el rubro que explica mayormente el crecimiento es el de los combustibles (76%), al igual que en el comercio con Chile (93%). En cuanto al Nafta, la contribución de los hidrocarburos alcanza un valor menor aunque, por cierto, también elevado: 45%.
Inversiones y consumo
Si a todo esto se agrega que las ventas externas representan un porcentaje modesto del total del PBI, puede concluirse que no es demasiado lo que se puede esperar de su contribución al incremento del producto durante el año próximo.
Lo mismo puede decirse acerca de las inversiones. No sólo por los factores ya mencionados, sino también porque muchos de los proyectos planificados son de lenta maduración. Muchos de ellos dependen, incluso, de que resulten exitosas las negociaciones que encararán las autoridades económicas con las empresas involucradas. En el contexto de una crisis política que redujo los márgenes de acción del gobierno, algunos analistas consideran que el aporte final puede ser menor que el inicialmente esperado.
Por otra parte, aun en el contexto de un proceso de modesta deflación como el que atraviesa la economía local, la situación financiera de las empresas endeudadas tiende a deteriorarse, ya que se incrementa el valor real de sus deudas. Lo mismo puede decirse acerca de los individuos; en particular, si los ingresos nominales descienden y la estabilidad de las fuentes de trabajo está amenazada. En esas condiciones, es racional que se tomen decisiones que involucran un menor nivel de gasto y, por lo tanto, influyan negativamente sobre la demanda agregada.
Por último, tampoco puede esperarse un impulso por el lado del consumo público, puesto que las previsiones del equipo económico apuntan a continuar con la reducción del gasto primario (el que no incluye los pagos por intereses de la deuda pública). Y, menos aún, un proceso de sustitución de importaciones.
En suma, la mayoría de los pronósticos, excepto los oficiales,
coincide en que difícilmente se pueda alcanzar el año próximo
la tasa de crecimiento del PBI estimada por el gobierno.
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