Nos habíamos amado tanto

    Como una saga que lleva ya 19 capítulos, la encuesta semestral que realiza MERCADO entre los directivos de empresas de primera línea ha sido, y continúa siendo, pródiga en novedades y sorpresas.


    Durante casi diez años, se ha mantenido sin variantes el modelo de la investigación que diseñó el sociólogo Heriberto Muraro y el procesamiento de los resultados permanece a cargo de la firma Telesurvey. De modo que, sobre este sólido y estable telón de fondo, pueden apreciarse con nitidez los cambios en el ánimo y la visión de los empresarios argentinos.


    En esta oportunidad, la interrupción de la luna de miel que mostraban los resultados de la última encuesta de expectativas (realizada a fines del año pasado) no podría manifestarse de manera más elocuente.

    La pregunta sobre la evolución prevista para las ventas de la propia
    empresa (que constituye el indicador más concreto de optimismo) recibe
    ahora sólo 39% de respuestas positivas, una cifra particularmente modesta
    si se la compara con la registrada seis meses atrás: 61%. Esta situación
    tiende a parecerse más a la que revelaban las mediciones realizadas durante
    el recesivo año pasado, cuando apenas un tercio de los empresarios encuestados
    anticipaba una facturación superior.

    Ventas

    La evolución negativa del humor empresario se manifiesta también,
    aunque sutilmente, en el ligero incremento de los encuestados que avizoran un
    horizonte deflacionario: suman ahora 43%.


    El retorno del fantasma de la voracidad fiscal se advierte en las respuestas a la consulta acerca de cuáles son los factores de aumento de costos más preocupantes a corto plazo. En la anterior medición, los impuestos eran mencionados por 29% de los empresarios. Ahora, la cuestión se instala como principal motivo de inquietud en 37% de los encuestados.


    Sólo los costos financieros (cuya gravitación en la preocupación empresaria ha crecido de 35 a 40%) los superan en importancia.


    Y resulta no menos llamativa la caída (de 17 a 9%) de la significación otorgada a los costos salariales.


    ¿Crisis de fe?


    Las expectativas con respecto a las posibilidades de exportar suelen exhibir un perfil propio. Ha sido bastante común encontrar, en las encuestas realizadas durante esta última década, muestras de creciente confianza en los mercados externos en medio de períodos de desaliento o pobre desempeño de la economía local.


    En esta ocasión, sin embargo, no se cumple la premisa de que hay que buscar afuera las oportunidades de crecimiento cuando el clima es poco propicio fronteras adentro. Por primera vez en el último quinquenio, baja a 50% el número de empresarios encuestados que planean realizar exportaciones durante el próximo semestre. Hasta ahora, la proporción se mantenía en torno a dos tercios, incluso en períodos de crisis como la del tequila.


    El fenómeno resulta, por otra parte, doblemente curioso en un momento en que el desempeño de las exportaciones aparece como uno de los rasgos de mayor fortaleza en el panorama económico argentino.


    Aun entre los empresarios que proyectan incursionar con sus productos en el exterior, uno de cada cuatro (frente a 11% en la encuesta anterior) anticipa que los volúmenes exportados serán menores.


    Los motivos de esta falta de confianza en la capacidad de competir en el escenario internacional no asoman con claridad. De hecho, uno de cada cuatro empresarios no sabe a qué atribuir las proyecciones pesimistas. Un número similar señala como factor negativo el “costo argentino”, 11% apunta, específicamente, al tipo de cambio y 22% menciona otras causas.


    La cuestión de la competitividad argentina asoma, sin embargo, en las respuestas de 11% de los encuestados, que anticipan que durante el próximo semestre sólo será posible exportar a pérdida o con bajos márgenes de rentabilidad.


    Vacas flacas


    Los trabajadores llevan, por cierto, la peor parte en este cuadro de deterioro de las expectativas. La mitad de los empresarios estima que la evolución de los salarios marchará por detrás de la inflación (y esto, en un contexto en el que se anticipa la profundización de las tendencias deflacionarias). Sólo un tercio formulaba este pronóstico a fines del año pasado.


    Entre la minoría de los que avizoran un incremento de los salarios reales, apenas 8% lo atribuye a la presión de los sindicatos. Ocho de cada diez señalan, en cambio, que los aumentos responderán exclusivamente a la decisión de las empresas.


    Más revelador es, aún, el análisis de las respuestas de los empresarios que prevén una caída de los salarios reales. En la medición anterior, 61% explicaba esto a partir de la “necesidad de mejorar la rentabilidad”. En esta oportunidad, el índice de encuestados que citaron este motivo se redujo casi a la mitad: 36%. En cambio, aumentó de 27 a 53% la gravitación de quienes mencionan el “bajo nivel de actividad” como causa del deterioro de los sueldos.


    En el plano de las relaciones laborales, las expectativas trazan un panorama complejo. Son, ahora, menos los empresarios que prevén el surgimiento de conflictos sindicales (el número descendió de 37 a 29%), pero en esta ocasión se manifiesta, por primera vez en años, cierta preocupación por la virulencia de los enfrentamientos: 8% prevé “conflictos graves”, un escenario casi siempre ignorado por los empresarios consultados.


    Esta aprensión (probablemente acentuada por las numerosas manifestaciones de protesta sindical que siguieron al anuncio del recorte de sueldos en el sector público) se advierte también en el dato de que 26% de quienes anticipan conflictos laborales pronostican que pueden alcanzar suficiente entidad como para impedir el flujo normal de entregas.


    También resulta coherente con esta visión el descenso (de 57 a 45%) en las respuestas positivas con respecto a las relaciones entre empresas y delegados gremiales.


    En cuanto a los planes de dotación de personal, desde mediados de 1995 no se registraba un índice tan elevado (9% en esta oportunidad) de empresarios que planean fuertes reducciones en sus planteles.


    La ecuación financiera


    Otro de los rasgos singulares de esta medición de expectativas es que, en un clima de escaso optimismo, los empresarios revelan, aunque dentro de un modesto margen, mayor propensión a endeudarse. Los que planean aumentar su exposición suman ahora 15% (frente a sólo 9% a principios de año).


    Sin embargo, hay un notorio aumento del pesimismo en cuanto a las condiciones que ofrecerá el mercado financiero. Algo más de un tercio (35%) prevé que el acceso al crédito bancario será más difícil durante la segunda mitad del año y 66% (frente a 59% en la medición anterior) vaticina que las tasas de interés serán superiores a la inflación.


    La mayor disposición a endeudarse no se corresponde, por otra parte, con los planes de inversión: descendió, de 57 a 46% el número de empresarios que respondieron afirmativamente en este aspecto.


    Lo cual resulta, por otra parte, coherente con las previsiones en materia de utilización de la capacidad instalada. Los que confían en alcanzar 100% se redujeron de 12 a 7%. Y también se advierte un descenso (de 37 a 29%) en los pronósticos moderadamente optimistas, que anticipan un aprovechamiento de 80 a 99%.


    Resultados entre paréntesis


    Otro indicador central del optimismo de los empresarios es su pronóstico acerca de la rentabilidad de los negocios. En la última encuesta, los pulgares apuntaban claramente hacia arriba: 66% vaticinaba resultados operativos favorables. Ahora, la proporción desciende a 51%, lo que traza un cuadro más semejante al que se observaba a mediados de 1999. Más preocupante es, quizá, el incremento en el número de respuestas que se orientan a un pronóstico negativo: pasaron de 7 a 24%.


    Curiosamente, a pesar de la reciente y difundida prédica oficial acerca del propósito de introducir competitividad en las tarifas de las empresas privatizadas, muchos de los empresarios consultados prevén un aumento de los costos de los servicios públicos por encima de la inflación: 42% formula este pronóstico (en cambio, sólo 36% anticipaba este comportamiento en la medición anterior).


    También son desfavorables los vaticinios acerca del impacto de la acción fiscal. Una abrumadora mayoría de 77% cree que, para sus empresas, la política impositiva tendrá efectos negativos. Los que prevén resultados neutros o favorables son, ahora, muchos menos: descendieron de 39% a 22% de la muestra.


    Más negativa aún es la visión sobre lo que puede esperarse de las medidas del equipo económico. Hace apenas seis meses, uno de cada tres empresarios se mostraba confiado en los efectos positivos de las decisiones que se tomaran en el Palacio de Hacienda. Ahora, la proporción no llega a uno de cada diez. Y los escépticos han crecido notoriamente: pasaron de 49 a 72%.


    En consonancia con esta actitud, se advierte un vuelco de importancia en las expectativas acerca del grado de credibilidad que lograrán las autoridades económicas entre los empresarios. Las respuestas positivas se desmoronaron de 44% a 25%. Y uno de cada cuatro encuestados cree que la imagen del equipo de José Luis Machinea se deteriorará en lo que resta del año.


    A pesar de todo, el Mercosur


    Uno de los datos más interesantes que surgen de los resultados de esta encuesta es el fortalecimiento de las expectativas de los empresarios de cara al Mercosur, independientemente de sus apreciaciones acerca de la evolución de la economía local.


    En la medición anterior, en medio de la ola de optimismo impulsada por el cambio de gobierno, sólo algo más de un tercio de los encuestados esperaba repercusiones positivas para su empresa del funcionamiento del acuerdo subregional. Ahora, la proporción ha aumentado a 47%, lo que también marca una diferencia sustantiva con respecto a los resultados registrados un año atrás, cuando apenas 27% manifestaba esperanzas en el mercado común.


    Autodiagnóstico


    En los tramos finales del extenso cuestionario entregado a los empresarios se les pide que evalúen su estado de ánimo. En diciembre, casi seis de cada diez no dudaron en definirse como “algo” o “muy optimistas”. El contraste con esta medición es evidente: apenas 35% se inscribe en esta categoría. Casi la mitad, en cambio, se reconoce pesimista (frente a 14% en la encuesta anterior).


    Otras observaciones laterales tienden a confirmar este malhumor. La proporción de empresarios que consideran que perderán ventas debido al boom importador es, en este momento (con 47%), la más alta de los últimos cuatro años.

    Y ha descendido notablemente (de 56 a 37%) la gravitación de los que
    consideran que las medidas oficiales de desregulación tendrán
    efectos positivos en la reducción de costos dentro de su empresa.

    Ficha
    técnica

    Esta encuesta
    de expectativas para el segundo semestre del 2000 fue elaborada sobre
    la base de 195 respuestas de altos directivos de empresas pertenecientes
    a 33 sectores de actividad. Entre las firmas consultadas, 30% son filiales
    de compañías extranjeras.

    Los resultados
    de las encuestas anteriores fueron publicados en las ediciones de MERCADO
    de agosto y diciembre de 1991; agosto de 1992; enero, julio y diciembre
    de 1993; julio de 1994; enero y julio de 1995; febrero y julio de 1996;
    enero, julio y diciembre de 1997; julio de 1998; enero y julio de 1999,
    y enero de 2000.

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