La genética transforma el perfil de la agricultura

    Entre los grandes cambios que se están produciendo en la actividad agrícola mundial, el más notable es el de la ingeniería genética, que ha generado un fuerte debate sobre el patentado de las modificaciones aplicadas a plantas. Otro signo de los nuevos tiempos es el gran interés que provocan los productos de cultivo orgánico y la comercialización de los alimentos funcionales.


    Los primeros alimentos gestados por la bioingeniería llegaron al mercado estadounidense hace unos cinco años. Se calcula que, este año, 50% de los cultivos de maíz, soja y algodón crecerán a partir de semillas genéticamente modificadas. En Australia, la tercera parte de todos los cultivos tiene esa característica. En otras partes del mundo, ovejas, vacas y peces son objeto de experimentos genéticos.


    Dentro de un quinquenio, esta industria moverá no menos de US$ 20.000 millones anuales. Por lo menos eso esperan los peso pesado de DuPont, Monsanto, Novartis y Zeneca.


    Los genes son modificados para acelerar el crecimiento, aumentar el valor nutritivo y resistir la acción de los pesticidas y del mal tiempo.


    Waltham, A/F Protein Inc. de Massachusetts, proyecta comercializar salmones que crecen al doble de la velocidad de los ejemplares no modificados. La empresa los llama transgénicos o de marca; los opositores los llaman “abortos de la naturaleza”. Aun en regiones como Africa y la India, donde el hambre es un problema persistente, hay mucha resistencia a la manipulación genética.


    Orgánicos y funcionales


    Mientras tanto, los agricultores de productos orgánicos disfrutan de un fuerte aumento en sus ventas. Lejos de constituir un nicho, los alimentos orgánicos (libres de pesticidas y fertilizantes sintéticos) constituyen un negocio que mueve unos US$ 10.000 millones anuales y marcha en aumento.


    La protección de patentes representa una nueva era para la investigación agrícola, que en general se desarrolla en inmaculados laboratorios y no en los campos de tierra. DuPont y otras empresas creen que tienen el derecho de asegurarse las ganancias futuras reclamando como propios los resultados de las investigaciones, aun en el caso de tratarse de plantas comunes.


    Pero las organizaciones mundiales de ayuda, generalmente subsidiadas por los gobiernos, ponen el grito en el cielo: insisten en que las plantas son un producto de la naturaleza y no pueden, por lo tanto, ser patentadas. Les preocupa que las semillas mejoradas sean vendidas a altos precios, y que el mundo en desarrollo sea incapaz de aprovechar los beneficios de las mejoras introducidas a plantas milenarias.


    En abril del año pasado, la FDA (Food and Drug Administration) aprobó la venta de Take Control, una margarina que demostró en pruebas clínicas su poder para bajar el colesterol. Fabricada por Lipton, es una de las primeras de toda una nueva generación de alimentos con propiedades médicas.


    Conocidos como alimentos funcionales, abarcan desde el jugo de naranja fortificado con calcio hasta semillas de soja con propiedades que previenen el cáncer. Estos alimentos cambiarán no solamente lo que come la gente, sino la forma en que previene o trata ciertas enfermedades. La industria alimentaria está al borde de una revolución fenomenal.