El mismo día que asumí la Jefatura de Gabinete de Ministros, el 10 de diciembre de 1999, puse en marcha el Plan Bicentenario. Tal como lo anuncié en su momento, el propósito es que al celebrar, el 25 de mayo de 2010, sus 200 años de vida la Argentina sea un país económica y socialmente desarrollado.
La elaboración de los proyectos está a cargo de un equipo de profesionales jóvenes que, en 2010, tendrán alrededor de 40 años.
La coordinación general corresponde a María Fernanda Diez y la coordinación de los equipos económicos a Adrián Ramos. Ambos se formaron en la London School of Economics.
La iniciativa ha logrado atraer la atención internacional:
- El Banco Mundial ha aprobado, como parte del 4423-AR (BIRF), un préstamo
de $ 5 millones para lo que nosotros identificamos como Plan Bicentenario
y en la terminología del crédito es “fijación de políticas
públicas del Estado argentino”, a ejecutar por la Jefatura de Gabinete
de Ministros, incluida “la incorporación de nuevas tecnologías
que permitan la mayor competitividad, eficiencia y calidad de la economía
argentina”. - La Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial
(Onudi) ha resuelto cooperar activamente en la formulación de la Nueva
Política Industrial que integrará el Plan Bicentenario. El mes
próximo, el secretario general de Onudi, Carlos Magariños, vendrá
a Buenos Aires a suscribir el acuerdo con la Jefatura de Gabinete de Ministros. - El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias,
acaba de anunciarme en Madrid que el BID requerirá un plan similar
a todo país que quiera recibir ayuda del organismo. Ese plan deberá
tener, como el Bicentenario, metas bien definidas y acciones de corto, mediano
y largo plazo. - La Japan International Cooperation Agency (Jica), de Tokio, ha comprometido
apoyo técnico para la elaboración del plan, a cuyo efecto traerán
expertos japoneses en diversas disciplinas. - En la Expo 2000, de Hannover, encontramos una alentadora acogida a nuestra
aspiración de organizar, en Buenos Aires, la Expo 2010. Este proyecto,
impulsado por el secretario de Turismo, Hernán Lombardi, ofrecerá
una inigualable oportunidad de atraer la atención internacional sobre
nuestro país, en el momento que éste no sólo celebrará
su bicentenario sino que ingresará al mundo desarrollado.
En la Argentina, el plan ha suscitado el interés de todas las entidades ante las cuales ha sido presentado y discutido: desde el Centro Argentino de Ingenieros hasta la Cámara Argentina de Comercio, pasando por la Asociación Argentina de Marketing.
Sin embargo, es necesario lograr el interés (y la participación) de audiencias mucho más amplias, hasta llegar a que los objetivos del plan sean asumidos por el país entero.
No faltan quienes digan que el país tiene, en lo inmediato, demasiados problemas como para soñar, divagar o perder tiempo pensando en 2010. Yo sabía que ésta era una crítica inevitable. Había oído los mismos argumentos en 1985, cuando escribí La Argentina del Siglo XXI. Ahora las objeciones tenían que ser más fuertes: ya no soy, como en 1985, un intelectual independiente, que se da el lujo de pensar en el futuro; ahora soy parte de un gobierno que debe administrar una crisis. Eso tenía que llevar, fatalmente, a que me acusaran de “huir hacia adelante” y “prometer el futuro en vez de acondicionar el presente”. Era posible que aun en el propio gobierno surgieran dudas sobre la oportunidad y conveniencia de aparecer pensando en 2010 en medio de los acuciantes problemas de 2000.
Me dispuse a resistir todas las críticas y tratar de despejar todas las dudas. Sé que, aun para resolver sus problemas inmediatos, un país necesita objetivos de largo plazo. El que no tiene meta y mapa del itinerario, se confunde ante cada accidente del camino.
Cuando uno trata de anticiparse comete errores, y yo cometí muchos: en mi libro de 1985 y en la gestión que encabecé como ministro de Obras y Servicios Públicos (1987-1989), en la cual conté con la imaginación y la fuerza de gente como Horacio Losoviz. Lo que importa es el saldo y me permito creer que, si se hubiesen seguido los cursos que nosotros señalábamos, hoy no tendríamos los problemas que tenemos. En aquella época planteábamos la privatización (bien hecha) y la disciplina fiscal como “los puntos de partida” de un plan que suponía la re-industrialización del país y el ingreso temprano en la economía de la informática y la biotecnología, como parte de un “modelo industrial exportador”.
Ahora debemos ganar el tiempo perdido y alcanzar nuevas metas en un mundo que, desde entonces, fue alterado sustancialmente por desarrollos que van desde Internet hasta el éxito del Proyecto Genoma Humano.
Hace diez años, en 1990, aparecía la telefonía celular en Buenos Aires (en virtud de una licencia otorgada por mi ministerio en 1989) y los pioneros del movicom, portadores de unos pesados aparatos que sólo permitían comunicarse dentro de la Capital Federal, eran observados con curiosidad en las calles. Para esa época, todavía no se había inventado la Web creada en Suiza en 1993 y nadie sospechaba que, en poco tiempo más, estaría comunicándose con el mundo vía Internet.
Situarse diez años atrás sirve para estimar cuánto puede cambiar el mundo en los diez años próximos, y tratar de anticiparse. Yo me alegro de no haber cedido, en 1989, a las presiones de quienes no querían que otorgáramos la licencia a Movicom porque defendían el monopolio de Entel, u objetaban la tecnología Motorola, o tenían sentimientos antinorteamericanos, o decían que en vez de teléfonos móviles para una elite necesitábamos más teléfonos públicos. Hoy parece increíble que esto haya sido discutido y se puede apreciar cuánto nos habríamos atrasado si no se hubiera introducido la telefonía celular y no se hubiese producido la metamorfosis de quienes, en 1988, nos decían que privatizar los teléfonos era “una infame traición a la Patria”.
La experiencia nos alienta a dar hoy una nueva batalla, esta vez para que la Argentina entienda que (más que un peligro) la globalización es una gran oportunidad y que (en vez de aferrarse a la vieja economía) debe ser pionera de la nueva economía en el mundo en desarrollo.
Hoy, MERCADO se suma a este imprescindible ejercicio de anticipación, no porque la editorial sea parte del plan, sino porque por propia iniciativa ha hecho que la dirigencia argentina se sentara a pensar en la Argentina 2010.
Necesitamos esfuerzos como éste para llevar adelante el Plan Bicentenario, que no es propiedad de una administración (para ser exitoso deberá ser aplicado durante una década) y no pertenece en exclusividad al sector público, hasta el punto que su idea central es una asociación público-privada.
El Plan Bicentenario no es un proyecto llave en mano, ni es una marca registrada. No está cerrado ni tiene dueño. Es una propuesta con metas, fechas y medidas concretas, tendientes a un ideal común: la Argentina bicentenaria debe ser, por fin, el país que queremos y merecemos.
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Plan Bicentenario – las áreas estratégicas Comunicaciones Biotecnología Alimentos Microelectrónica Software Telemedicina Educación no presencial Comercio electrónico Distribución y logística Robotización Ingeniería de materiales Reciclado Eco-eficiencia Nuevas fuentes de energía |
Rodolfo H. Terragno es Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación.