La disparidad de ingresos creará tensiones entre los ricos y los pobres de la economía digital. La brecha será mayor en los centros regionales donde se concentra la riqueza alimentada por la alta tecnología, debido, entre otras cosas, al creciente aumento del costo de la vivienda. Las familias de ingresos medios se verán forzadas a abandonar las zonas residenciales; las de menores ingresos se aislarán en determinadas zonas del centro de las ciudades. Los recortes del gasto público obligarán al sector privado a crear sistemas de apoyo para brindar vivienda, capacitación laboral y transporte a los trabajadores.
Según un informe del World Institute, 31 millones de norteamericanos “no tienen asegurada su alimentación”. A pesar de vivir en una economía floreciente, muchos de los trabajadores pobres no tienen acceso a los alimentos que necesitan para una vida saludable.
Otro estudio, publicado por el Instituto de Política Económica y el Centro sobre Presupuesto y Prioridades Políticas, demuestra que creció la brecha de ingresos entre ricos y pobres durante la década de los ´90. También revela que el tamaño de la brecha varía considerablemente según el estado y que las mayores diferencias aparecen en las regiones donde la economía de la alta tecnología ha creado grupos enormemente ricos y dejado a la zaga a todos los demás.
Los dos centros de estudios dieron a conocer otro informe: Pulling Apart: A State-by-State Analisys of Income Trends, que señala que el ingreso promedio de las familias que pertenecen al segmento de 20% con mayores ingresos era de US$ 137.500. Este número es 10 veces superior a los US$ 13.300 de ingreso promedio de la quinta parte más pobre.
Diferencias evidentes
La disparidad económica es mucho más evidente en la ciudad de Washington. Desde fines de la década del ´80, las familias de ingresos bajos y medios entre US$ 27.600 y 49.575 anuales experimentaron una reducción de US$ 1.510 y US$ 5.950 respectivamente.
Mientras tanto, las familias con un ingreso superior a los US$ 90.000 anuales registraron un aumento de 37%.
Diferentes estudios publicados por la Reserva Federal niegan estas cifras de ingresos, pero sí coinciden en que el patrimonio de las familias adineradas crece mucho más rápido que el de la familia estadounidense promedio.
Ahora bien, no existe un lugar con una disparidad más visible y contundente que Silicon Valley aunque Austin y Texas lo siguen de cerca donde conviven la pobreza típica del Tercer Mundo con una riqueza inimaginable.
Entre 1995 y 1999, los ingresos del segmento de 1% más rico de California aumentaron 57% y llegaron a US$ 845.000 anuales en promedio. Mientras tanto, el ingreso promedio de la quinta parte del sector medio de los contribuyentes del estado creció sólo 1,8%. La quinta parte más pobre vio caer sus ingresos, que todavía siguen estando por debajo de los niveles de 1992.
El hecho es que hay que remontarse a la turbulenta década de 1920 para encontrar californianos con este nivel de riqueza y tan dispuestos a gastar desenfrenadamente. Al mismo tiempo, las clases media y baja del estado nunca antes habían quedado tan a la zaga de sus pudientes vecinos.
Según el Instituto de Políticas de California y otras organizaciones, los trabajadores más pobres del estado ahora llevan a su hogar 22% menos en dólares contantes y sonantes que en 1969. Y la brecha sigue creciendo.
Silicon Valley puede ser el único lugar del mundo en el que un empleado que hoy gana US$ 60.000 al año puede terminar en un refugio para personas sin hogar. Los asistentes sociales locales afirman que casi 20.000 personas de Silicon Valley vivirán por lo menos “una experiencia de quedarse sin techo” durante el año, y cada vez más serán desempleados. En el Consorcio de Viviendas de Emergencia de Cupertino, California, más de la mitad de sus 1.100 residentes no tiene trabajo.
Dado que el precio promedio de una casa hoy ronda los US$ 346.000 y el alquiler promedio de un departamento se acerca a los US$ 1.357, el trabajador promedio no está en condiciones de pagar esos costos. Como consecuencia, por primera vez en cinco años, son más las personas que dejan el condado que las que se mudan a él.
Dellonarios
En Austin, la gente que ha hecho fortuna por subirse a tiempo al tren de la alta tecnología recibe algún apodo. Por ejemplo, se conoce como dellonaires a los empleados de Dell Computers que tienen la vida asegurada gracias al aumento de 900% en el valor de sus acciones desde 1989.
Dell y otras compañías de alta tecnología han sido positivas para Austin. En la actualidad, su población asciende a un millón de personas y 2.000 más llegan cada mes. Los restaurantes de moda atienden a los profesionales con elevadas remuneraciones, acostumbrados a comprar casas de un millón de dólares y juguetes costosos.
Pero, al igual que ocurre en Silicon Valley, ésta es sólo la mitad de la historia. La otra mitad tiene que ver con los trabajadores de ingresos medios que se mudan a las zonas periféricas porque no pueden pagar los alquileres, que se duplicaron o triplicaron. No hay manera de que puedan ahorrar lo suficiente como para pagar el anticipo de una casa, aun cuando pudieran hacerse cargo de las cuotas mensuales. Aquí, los ingresos medios están mejorando, no porque haya aumentado el salario sino porque los trabajadores trabajan más horas.
Atrapados sin salida
Hay cada vez más economistas preocupados por los efectos de largo plazo de esta pronunciada brecha económica. Muchas de las personas que quedaron atrapadas en el lado oscuro de la divisoria de aguas digital no tienen acceso a la tecnología que podría ayudarlas a desarrollar oportunidades, y no reciben la educación o capacitación necesarias para cerrar la brecha. Existe la preocupación cierta de que esta división continúe existiendo todavía durante la próxima generación.
En Austin, se siguen ofreciendo puestos relacionados con arquitectura de programación y base de datos, mientras que 800 personas por mes visitan el centro de empleo y capacitación laboral local en busca de una fuente de trabajo. Desafortunadamente, la mayoría no terminó la escuela secundaria o habla poco inglés.
Existen razones valederas que justifican la preocupación. Un estudio de California revela que los estudiantes hispanos y negros se encuentran muy a la zaga de los blancos y asiáticos si se toman en cuenta los índices de graduación de la escuela secundaria, y sin esta formación la brecha no podrá cerrarse.
El hecho es que los ricos y los pobres se están moviendo en direcciones tan diferentes que el malestar social será inevitable a menos que se tomen medidas inmediatas y concretas.
Hasta ahora, los esfuerzos fueron inútiles y el dinero por sí solo no va a solucionar el problema. Recientemente, los residentes prósperos de Silicon Valley comenzaron a invertir millones de dólares en fundaciones de beneficencia para encarar los problemas sociales emergentes, pero pronto descubrieron que los fondos deberían destinarse a programas que brinden a los pobres la capacitación apropiada para participar de la nueva economía.