Seducir al inversor
Tras los pasos de Pérez Companc, Eduardo Escasany y sus socios en el Banco Galicia lanzaron el canje de acciones, en procura de mejorar su control de la compañía y reducir el riesgo de un takeover.
Lo llamativo es la semejanza en el desarrollo de ambas operaciones. En noviembre del año pasado, Gregorio Pérez Companc sorprendió a los inversores de la petrolera pidiéndoles la devolución de los papeles que le habían comprado a cambio de otros nuevos de PC Holding (es decir, “la familia”). A las pocas semanas, debió volver sobre sus pasos y escuchar los reclamos de quienes había optado por ignorar: los inversores institucionales. Así, aceptó asegurar un precio mínimo de venta (ligado a la cotización del mercado para cerrar la vía de un posible rescate a valor libro de un posible comprador futuro), y hasta renunció al privilegio de inversores VIP que el canje aseguraba a su familia si en algún momento alguien comprara la compañía.
Esa flexibilidad (y el poder de persuasión del llamado dilema del prisionero al que se vieron enfrentados los inversores ante la posibilidad de quedarse con un papel residual marginal e ilíquido) destrabó la operación y le permitió a Goyo lograr el control político de más de 80% de la compañía que ahora detenta.
El Galicia, que lanzó su canje a mediados de mayo, repitió la estrategia. Tras arrancar negándose a dar seguridades escritas a los accionistas sobre los pasos a seguir, el Grupo Financiero Galicia (GFG, la compañía llamada a heredar al banco) aceptó que las acciones clase “A” de cinco votos se conviertan en ordinarias de un voto cada una, en caso que se registre un cambio en el paquete de control de la empresa. De esta manera, virtualmente acabó con las resistencias que el intercambio había despertado entre las AFJP, dueñas de 12% del capital de banco.
Con el cambio, las administradoras evitaron el peligro de convertirse en testigos pasivos de un takeover de la compañía, sin contar con los beneficios de prima que les corresponderían en ese caso, una posibilidad que las atormentaba, ya que licuaría el valor de sus tenencias y terminaría condenando a sus afiliados a una rentabilidad muy inferior a la esperada.
La táctica de las buenas nuevas
El comentario es cada vez más común entre los portfolio managers de los bancos y fondos internacionales que mantienen en sus carteras activos argentinos. No entienden por qué el equipo económico liderado por José Luis Machinea se comprometió a cumplir metas tan duras con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que obligan al país a mantenerse al límite del incumplimiento durante todo el año.
Testigo de ese malhumor fue el secretario de Finanzas, Daniel Marx, cuando durante su última visita a Londres le tocó exponer ante banqueros y financistas invitados por el Canning House en el auditorio del Barclays Bank. John Welch, jefe económico del Departamento de América latina de Barclays, puso el dedo en la llaga: cuestionó los objetivos “demasiado ambiciosos” de la Argentina en materia de reducción del déficit fiscal y otros indicadores macroeconómicos acordados con el FMI. “México y otros países emergentes han aplicado con éxito la táctica de las sorpresas positivas. Se proponen objetivos relativamente modestos y, cuando los superan, generan una ola de optimismo. Pero ustedes han hecho exactamente lo contrario, y la verdad es que nadie se lo explica”, disparó sin piedad.
Marx se vio obligado a exponer entonces la estrategia oficial. “Nosotros preferimos ponernos metas altas para empujar a los legisladores y al resto de los actores económicos del país a hacer un verdadero esfuerzo. Si la barrera es baja, puede que simplemente no salten”, indicó.
Pero a Welch esa explicación no lo convenció. “Estoy seguro de que los mercados habrían aceptado perfectamente una reducción pequeña del déficit para el próximo cuatrimestre, en lugar del fijado, que pocos creen que pueda alcanzarse sin dañar la recuperación de la demanda”, insistió.
El juego de las sillas en el Central
A poco menos de dos años de iniciado, se completó en mayo el primer proceso de renovación de autoridades en el Banco Central, luego de que se dotara al organismo de autarquía y la convertibilidad redujera drásticamente sus funciones.
El fatigoso trámite (que incluyó acusaciones cruzadas entre legisladores y el presidente de la entidad, Pedro Pou) llegó a su fin cuando el Senado dio acuerdo a las designaciones de Guillermo Lesniewer (ex subsecretario de Presupuesto) y Agusto Magliano (director ejecutivo de la Asociación de la Banca Minorista) como nuevos directores.
Lesniewer reemplaza a Javier Bolzico al frente de la Superintendencia de Entidades Financieras y Bancarias (conocida como policía de bancos). Mientras tanto, se espera que Magliano, quien fue propuesto por el Ministerio de Economía, aporte al directorio del BCRA (dominado por los economistas del Cema) una visión distinta del negocio financiero que pueden desarrollar las entidades más pequeñas. Al menos, ésa es la ilusión de muchos de los que lo impulsaron a aceptar el cargo.