Durante la segunda semana de mayo, la primavera neoyorquina registró un brote veraniego, con temperaturas de 30 grados, elevada humedad y tormentas, una combinación que transformó a la ciudad en una verdadera caldera del diablo.
Pero, a pesar de los rigores climáticos, el 2000 One Show Festival desplegó lozanía y un nivel de convocatoria en crecimiento permanente.
Como en cada edición desde hace seis años, la primera actividad estuvo dedicada a la muestra de los trabajos estudiantiles, enviados en esta ocasión por 12 importantes centros educativos especializados en artes visuales y publicidad de todo Estados Unidos desde los locales (neoyorquinos) hasta Pasadena, Minneapolis, Atlanta, Miami, Austin, Newark y Richmond, más los brasileños de la Escola Panamericana de Arte de San Pablo y la Universidad Anahuac del Sur, de México.
El principal orador de esa apertura fue Cliff Freeman, titular de la agencia que lleva su nombre (receptora de Lápices de todos los metales). Al final de su cálido discurso, y dejando las formalidades de lado, les ofreció a los jóvenes “un pequeño consejo práctico: en sus próximas entrevistas con los peso pesado de la actividad, ríanse como locos de todo lo que ellos digan. De esa manera ellos pensarán que ustedes son decididamente brillantes, porque les pescaron la onda”.
En las paredes de la galería ubicada en la sede del One Club muchos de los trabajos exhibían un nivel comparable y con ventaja con muchos provenientes de profesionales experimentados, lo que se confirmó ampliamente con las piezas premiadas. El tema planteado era la guerra de Vietnam, a 25 años de su conclusión, y, más allá de la excelencia de la realización, cada una dejaba ver la postura mayoritariamente crítica con respecto a la participación estadounidense en el conflicto. Salvo la serie de la Escuela de Publicidad de Miami, que mostraba la virtual realidad idílica que se habría concretado en caso de un triunfo norteamericano.
Todos a clase
En materia de actos y ceremonias, los dos primeros días fueron ocupados por la primera exhibición de publicidad latinoamericana y la entrega de premios en el rubro interactividad
Pero, coherente con su interés en las actividades formativas, no todo fue competencia en el 2000 One Show; cuatro workshops y una conferencia acapararon la atención de los estudiantes y jóvenes creativos.
En verdad, los nombres de los convocados para exponer justificaban el interés: Lee Garfinkel y Gary Goldsmith, presidente y vice, y máximos creativos de Lowe Lintas & Partners; Steve Henry, socio fundador de Howell Henry Chaldecott Lury & Parners considerada la agencia británica de la década por la revista especializada Campaign; Eric Silver, vicepresidente y director creativo de Cliff Freeman & Partners, y Gavin Cutler, socio fundador de Mac Kenzie Cutler. Estaban, además, dos especialistas en interactividad no tradicionales, como Peter Bergan, quien empezó diseñando juegos de computadora para el consorcio Phillips-Sony-Warner y hoy se autodefine como un comediante high tech, y Jim Ludke, creador de CDRoms experimentales vastamente laureados.
Todos los expositores ilustraron sus palabras con la exhibición de sus trabajos. Silver y Cutler fueron los que despertaron más expectativas, habida cuenta que de sus talentos surgieron campañas como las de Fox Sports, Outpost.com, Budget Rent-a-Car y Hollywood Video.
“La fórmula de la excelencia podría sintetizarse en ideas simples y ejecuciones simples”, dijo Cutler; “y, especialmente, poner el foco en una sola cosa: que provoque risa, emoción, espanto o lo que sea. Pero sólo una.”
Silver, dueño de un corrosivo humor, propuso que “antes de presentarse en un concurso de agencias convocado por un cliente, sería mejor que todos los participantes nos juntáramos y nos mostráramos los trabajos; o, por lo menos, prometiéramos solemnemente no usar animalitos que hablen, escenas de mujeres que llegan al orgasmo cuando usan determinado champú y cosas por el estilo. Estoy seguro de que esto ayudaría a elevar el nivel de la publicidad”.
El diálogo con el director de cine publicitario Kinka Usher, en uno de los salones del magnífico Museo de Televisión y Radio (donde se encuentra registrada toda la historia de ambos medios), circuló más por su propia vida y obra que por los aspectos esenciales de la actividad. Algo similar a lo que había ocurrido el año pasado con Joe Pytca, lo que permite inferir que la autoestima de la profesión goza de excelente salud.
Noche de gala
En esta edición hizo su debut una nueva competencia: la de los Jóvenes Creativos, dirigida a estudiantes y juniors de menos de 25 años. Treinta equipos elegidos por los directores del Club para competir en tres rubros gráfica, medios interactivos y televisión recibieron durante la mañana del 8 de mayo el brief: el centenario de la invención del clip para sujetar papeles. Los de la categoría gráfica la más poblada y en la que tomó parte un team argentino de la Escuela Superior de Creativos tuvieron dos días para entregar la pieza, mientras que los interactivos y catódicos dispusieron de 24 horas más.
Más allá de los nombres de los ganadores todos pertenecientes a las escuelas más destacadas de Estados Unidos resultó impactante la calidad de los trabajos, realizados contra reloj, en 48 o 72 horas, por lo que justificadamente fueron aclamados en la gala final.
La ceremonia más esperada se llevó a cabo en el Alice Tully Hall del Lincoln Center, un gran auditorio que se colmó con más de 1.200 asistentes. La escenografía desplegaba esta vez un futurismo retro: en una réplica de la mítica Times Square con una fecha que marcaba el mes de mayo del año 3000, los grandes carteles luminosos mostraban, por ejemplo, a una inalterable Elizabeth Taylor y la presentación de su obra “Los últimos años”, un aviso promocionando “100 gramos de Clon Hamburgers“, otro anunciando la versión nudista del musical “Miss Saigon”, y también un panel con el índice del Nasdaq indicando un alza de un millón de puntos.
“Este año tuvimos un récord de 15.400 inscripciones de agencias de todo el mundo”, señaló Mary Warlick, directora ejecutiva del One Club. Y agregó: “Los trabajos ganadores representan un amplio espectro de creatividad que va desde el humor desopilante hasta las ideas más profundas. Nuestros jueces hicieron un trabajo de primer nivel reconociendo sólo lo mejor, y así otorgaron un total de 28 Lápices de Oro, que son los premios más prestigiosos y ambicionados”.
El rigor del jurado de este certamen es proverbial. En esta ocasión, Juan Cravero, director general creativo de Lautrec Euro, se convirtió en el primer integrante argentino. A pesar de su experiencia en ese tipo de responsabilidades, quedó totalmente azorado: “Estos muchachos son duros de verdad”, decía después de que todo había pasado.
La gran ganadora de la noche fue Fallon McElligott, que se llevó el Best of Show con su audaz campaña televisiva para la cadena para adultos de Fox, en la que los creativos no se privaron de bromear con el mismísimo himno estadounidense. Además de éste, el máximo galardón del certamen, entre sus oficinas de Nueva York, Londres y Minneapolis se alzaron con 15 lápices de los tres metales.
Otros de los afortunados fueron Wieden & Kennedy, que ganó 11 Lápices, tres de ellos de oro, por sus trabajos para Nike y Miller, y Cliff Freeman & Partners que se llevó nueve dos dorados, entre los que destacaba la campaña para la compañía de alquiler de automóviles Budget.
Los jurados encontraron mucho para premiar en los materiales angloparlantes de ultramar, en especial en Gráfica y Colaterales (brochures, direct mail, point of purchase y posters). La agencia sudafricana TBWA Hunt Lascaris se llevó a casa seis Lápices, entre ellos uno de Oro por el póster para Dunlop que muestra a un envejecido y sonriente James Dean al volante de su mítico Porsche. Saatchi & Saatchi Singapur cosechó tres premios, dos de oro por su alabado trabajo de Gráfica para Toyota, y su homóloga de Londres la igualó con las excelentes piezas para la Armada Británica.
Concluida la ceremonia, después de dos horas y media de formalidad, jóvenes y no tanto partieron hacia The Ivy, un reducto de Chelsea donde la fiesta se prolongó hasta el amanecer del día siguiente. Nueva York volvía a su ritmo de trabajo; en el One Club, exhaustos y satisfechos, ya estaban pensando en el año próximo.
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