Si bien la agenda del nuevo gobierno apunta a resolver problemas específicos, como el desempleo, la evasión y la competitividad, todos ellos tienen en común su impacto sobre el nivel de vida de la población. Y el éxito o el fracaso de la gestión se reflejará, en buena medida, en los cambios que pueda producir en este aspecto.
La tarea no es menor. La herencia social que dejó el gobierno de Carlos Menem plantea un desafío complejo, vinculado con las contradicciones del proceso de desarrollo. En los últimos años, al tiempo que se producía un aumento de la eficiencia (medida, por ejemplo, en el incremento de la productividad), se acentuó la desigualdad social, ya sea en términos relativos (a través de la concentración en la distribución del ingreso) o absolutos (con la aparición de un número creciente de la población excluido del sistema).
El incremento de la desigualdad social en la última década forma parte de una tendencia más general en la historia argentina. Durante los años ´60 y hasta mediados de los ´70, la distribución del ingreso se mantuvo constante. A partir de esa época se verificó una tendencia creciente hacia la desigualdad que aún no se detuvo.
En el mundo ocurre algo similar: el incremento del intercambio comercial, la mayor apertura de las economías nacionales y la consolidación de instituciones que impulsan el libre comercio produjeron una mayor interdependencia entre las distintas economías, pero también un ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres, tanto entre los países como dentro de éstos.
A diferencia de los períodos de posguerra, cuando los incrementos de productividad se tradujeron en consumo masivo, en los últimos años, y a partir de los nuevos condicionantes estructurales, se consolidaron nuevas tendencias distributivas. Tanto en regiones que realizaron drásticos procesos de cambio estructural (como América latina y Europa del Este) o en potencias como Estados Unidos e Inglaterra, los avances en materia de productividad, a través de la incorporación de nuevas tecnologías, generaron sociedades menos igualitarias.
De esa forma, a la vez que el mundo genera un mayor potencial para solucionar los problemas más urgentes, aumentan las disparidades. Por ejemplo, como indica el Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (PNUD, 1998), los espectaculares avances de la medicina permitieron una considerable prolongación de la esperanza de vida, pero mientras en las 26 naciones más ricas ella era de 78 años, en los 46 países más pobres no superaba los 53 años (datos de 1997).
En la Argentina, en los últimos años, este fenómeno se vivió con particular intensidad. Según los estudios oficiales y de las principales consultoras privadas, el panorama en materia de igualdad social es el siguiente:
- La distribución del ingreso empeoró en los últimos
25 años. En particular en la última década, el porcentaje
que recibe el 30% más pobre de la población se redujo de 9,7%
en 1990 a 8,2% en 1999. - A la vez, el porcentaje que recibe el 10% más rico se incrementó
de 35,3% a 36,1%. - Tras la crisis inflacionaria de 1989, que produjo un salto espectacular
de los indicadores de pobreza, la situación tendió a mejorar
hasta 1992. De allí en más, el problema se agudizó y
los indicadores comenzaron a acercarse a los de 1989. - Entre 1985 y 1999, la brecha entre ricos y pobres se duplicó. En
1985, la diferencia en la participación del ingreso equivalía
a 12,8 veces. En 1989 ascendió a 23,1 y en 1999 llegó a 24,1. - La regresividad del sistema tributario acentuó las diferencias entre
ricos y pobres. - La evolución del mercado laboral refleja, en buena medida, este
incremento de la desigualdad social. En los últimos años se
produjeron tres fenómenos que contribuyeron a esta tendencia: los inéditos
niveles de desocupación y subocupación, la precarización
de las relaciones laborales y el incremento de la brecha salarial entre trabajadores
calificados y no calificados. - Se acentuó el proceso de concentración económica,
a través de una mayor participación en el ingreso de las empresas
transnacionales, en detrimento de las pequeñas y medianas.
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