Informe: Camilo Silberkasten
“Recibimos un país en llamas”.
“Hace diez años, la Argentina estaba al borde del precipicio”.
La retórica menemista es pródiga en este tipo de definiciones, con lo que contribuye a enriquecer una larga tradición argentina de gobiernos que cumplieron con el ritual de adjudicar a sus antecesores la responsabilidad de haber dejado una herencia indeseable.
Es poco probable que el gobierno que surja de las urnas en octubre rompa con esta costumbre. Y, en rigor, no deberá esforzarse demasiado para encontrar motivos de queja por el legado recibido.
Sólo que, en lugar de las visiones flamígeras que adornan el discurso del mandatario saliente, tendrá ante sí un desolado paisaje invernal: una recesión que quizá no muestre aún signos de revertirse, altos índices de pobreza y desempleo, inversores externos suspicaces y expectantes, un mercado internacional en el que los precios de commodities exportados por la Argentina tardan en recuperarse de su pronunciada caída (24% en los últimos tres años) y la inexorable necesidad de introducir medidas de ajuste fiscal.
Un escenario, en suma, poco propicio para poner en marcha la era de reparación social que tanto el justicialismo como la Alianza anuncian en sus mensajes de campaña.
Peligro: elecciones
“La elección presidencial del 24 de octubre tendrá lugar dentro de un encuadre económico desfavorable, quizá el peor dentro del período de la convertibilidad”, señalan los economistas Juan Arranz y Juan Pablo Cabrera en un informe preparado para el grupo Santander.
El comicio, en sí mismo, podría servir para aclarar el horizonte y, con ello, calmar las inquietudes de los inversores locales y foráneos (como anticipa, en la entrevista publicada en esta edición, el referente económico de la Alianza, José Luis Machinea). Pero también hay quienes creen que los mercados podrían contemplarlo como el presagio de nuevas turbulencias, en vista de los antecedentes que exhibe la región en la materia.
“América latina tendrá problemas de acceso al mercado de capitales por un tiempo. Porque empieza, con la Argentina, una sucesión de elecciones que sigue hasta el 2000 en México, y la historia reciente indica que las crisis económicas suelen coincidir con períodos electorales”, explicó, en una conversación telefónica con MERCADO el economista Guillermo Calvo (reconocido por haber anticipado, en su momento, el estallido del tequila). “La región ha recibido unos US$ 300.000 millones de capital de cartera en la última década; estos fondos no han salido todavía, pero plantean una amenaza de fuga de capitales. Considerando ambos factores, quien piense en invertir en América latina va a ser especialmente cauteloso en el futuro cercano”.
Que el normal devenir de los procesos democráticos sea contemplado como una señal amenazante parece confirmar la sospecha de que la irracionalidad domina las apuestas de los grandes operadores globales.
El economista estadounidense Paul Krugman resumió esta idea en un texto
reciente: “Parece que el principal objetivo debe ser calmar las expectativas
del mercado. Pero las políticas económicas sanas pueden no ser
suficientes para ganar la confianza. Hay que satisfacer percepciones, prejuicios
y caprichos. O, mejor dicho, hay que satisfacer lo que uno espera que sean las
percepciones del mercado. El FMI y el Tesoro norteamericano tratan de convencer
a los países de hacer cosas que ellos creen que serán percibidas
por el mercado como favorables”.
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Sacrificar un buey
En este contexto se inscribe el imperativo que deberá enfrentar el próximo gobierno de recortar el gasto público para eliminar el déficit fiscal, estimado en 2% del PBI. La cifra es, a juicio de muchos economistas, moderada por tratarse de una etapa recesiva; la presión para eliminar la brecha se origina, fundamentalmente, en la necesidad de enviar una señal que lleve tranquilidad a los mercados.
“De lo que se trata es de sacrificar un buey como ofrenda a los dioses, y esperar que esto los calme”, señala con ironía Mario Damill, director del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes), investigador del Conicet y docente universitario.
“La ventaja de la apertura es que facilita el acceso a los recursos financieros, pero obliga a mantener permanente superávit fiscal. Hay que dar una señal de acatamiento a las expectativas, por las dudas; por buenas o malas razones”, explica Damill. “Tradicionalmente, un déficit fiscal moderado operaba como amortiguador en períodos de crisis. Ahora ya no funciona así: aumenta el riesgo país y, por lo tanto, suben las tasas de interés, disminuye el gasto privado, y la recesión se profundiza”.
Para Carlos Pérez, codirector de la Fundación Capital, no hay dudas: “El objetivo de la política económica debe ser la reducción del riesgo país, y para eso hay dos frentes que atacar: el de la competitividad estructural, y el fiscal. Si esto se cumple, los capitales continuarán ingresando, reactivarán la economía, y la recaudación acompañará esta tendencia de modo tal de cerrar el círculo virtuoso. La alternativa a estas propuestas sencillamente implica salir de la convertibilidad o entrar en cesación de pagos”.
“El planteo de que la reducción del gasto público tiene efectos recesivos es engañoso”, argumenta Pérez. “En países como la Argentina, donde las expectativas de los inversores tienen importancia crítica para el nivel de actividad, esta variable es más determinante que el supuesto keynesiano de política anticíclica. Así, a pesar de que a priori la disminución de la demanda del gobierno tendería a enfriar la economía, la señal que se envía a los mercados favorece el ingreso de capitales, lo que compensa con creces ese efecto. O, para plantearlo por la negativa: ¿alguien se imagina el desastre que ocurriría si el gobierno duplicara el gasto en este momento, para reactivar la economía“?
Esperar para ver
El interrogante sigue siendo, para el próximo gobierno, si las promesas de austeridad en el gasto lograrán movilizar de inmediato la buena voluntad de los inversores o si como muchos indicios parecen sugerirlo prevalecerá la actitud de wait and see. La extensión de ese paréntesis de espera puede ser determinante para el primer tramo de la nueva administración.
Otras dudas fundamentales se ciernen sobre el instrumento destinado a servir de garantía para la buena conducta gubernamental: el proyecto de ley de convertibilidad (ahora rebautizado de responsabilidad) fiscal.
Para Damill, la iniciativa no es más que otro componente del ritual destinado a complacer los gustos de los inversores externos: “No ataca los problemas fiscales fundamentales del país, la evasión, la necesidad de una reforma previsional (que es una gran fuente de desequilibrio), y el imperativo de establecer un régimen de coparticipación más racional y eficiente”.
“En el plano fiscal el éxito depende de diseñar un mecanismo serio, no como esta versión light que está dando vueltas en el Congreso”, afirma Pérez.
Según Calvo, el problema no reside en la carencia de instrumentos, sino en la magnitud de la evasión. “La Argentina tiene aspiraciones de país europeo, de país del Norte, con una recaudación fiscal de país del Sur. No es que no tengamos las disposiciones que permitirían recaudar lo necesario que es, por lo menos, 30% del producto. Pero, debido a la evasión, recaudamos 20%”.
El actual déficit fiscal, aunque relativamente moderado, está, en opinión del economista Guillermo Mondino, de la Fundación Mediterránea, “en el límite de lo financiable”.
“Además, el nuevo gobierno se encontrará con escasísimos
recursos disponibles para afrontar el pago de los servicios. Los pocos fondos
accesibles son los de la venta de YPF y de tramos de préstamos contingentes
del FMI; y en cualquiera de los dos casos su utilización sería
una muy mala señal para los mercados”, señala Mondino.
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Con las manos atadas
Si el proyecto de convertibilidad fiscal es finalmente sancionado, el próximo gobierno se encontrará en una situación sin precedentes: la ejecución de la política económica estará casi totalmente sujeta al cumplimiento de estrictas reglas establecidas por leyes de la Nación.
A partir de la instauración del régimen de Convertibilidad, el margen de acción de la conducción económica en la Argentina ha sido notablemente limitado: el instrumento cambiario le fue vedado, y el monetario resultó fuertemente restringido. Sólo quedó la política fiscal como herramienta para impulsar una estrategia de desarrollo o influir sobre la evolución del ciclo.
Con las nuevas normas, tampoco ese instrumento estará disponible. Al próximo equipo económico le tocará vigilar que no se violen los límites establecidos por ley en materia de gasto, déficit y endeudamiento público.
“Esto equivale al cumplimiento del sueño de los monetaristas con respecto a la necesidad de que las economías estén sujetas a políticas estables, sanas, previsibles y perfectamente conocidas por todos los agentes. Más aún, estas reglas deben ser mantenidas por períodos muy prolongados”, señala Carlos Bonvecchi, investigador del Cedes. “De esta forma, los agentes económicos estarán en condiciones de predecir, en el marco de esas reglas inmutables, cuáles serán los resultados de sus acciones y, por lo tanto, modificarlas en el caso de incurrir en errores. Claro que, en ese marco, no deberían esperar que las autoridades económicas acudan en su auxilio”.
Para Mondino, la pérdida de autonomía de la política económica es, hoy, un inevitable signo de los nuevos tiempos.
“En mayor o menor medida, todos los países tienen grupos de presión que hacen más rígido el gasto, y lo mismo ocurre con la estructura tributaria”, explica.
“Es bien conocida la anécdota de las reuniones que Bill Clinton mantuvo con su think tank en Arkansas, tras su victoria electoral. Luego de que los especialistas en cada área expusieron sus sugerencias, fue el turno de los economistas, que señalaron la inviabilidad de cada una de esas propuestas. Clinton, exaltado, preguntó si lo que querían decir era que no iba a poder hacer nada por culpa del fucking bond market: ´¿todo lo que anuncié en la campaña es imposible?´. Los economistas le respondieron que habían creído que sólo se trataba de promesas electorales”, relata Mondino.
“Bien, hoy podemos decir que Clinton no cumplió con varias de las políticas
que anunció en 1992, y la conclusión es clara: hasta el gobierno
de Estados Unidos se enfrenta a grandes restricciones”.
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Lo que queda (y lo que se fue)
Otro motivo de razonable preocupación para el próximo gobierno es que la herencia de la década menemista le llega despojada de algunos de sus logros más valiosos.
“Las ganancias de productividad de la primera mitad de los años 90 fueron compensadas por la apreciacion cambiaria. El PBI per cápita está hoy en los niveles de 1994, el desempleo es más alto y la distribución más desigual. Entre 1993 y 1998 la deuda externa aumentó a un promedio de 14% anual, en tanto que el PBI creció a un ritmo de 4%. En muchos sentidos, podría decirse que el último es un lustro perdido”, enumera Damill.
Y, como suele ocurrir en estos casos, el deterioro del patrimonio genera conflictos entre los herederos. La nueva administración deberá prepararse para enfrentar los reclamos cruzados (y frecuentemente contradictorios) de diferentes sectores económicos y sociales que, como parte de su táctica de presión, tienden a sobreactuar en el planteo de sus problemas.
El informe del grupo Santander se ocupa de subrayar y refutar la over reaction de los mercados, reflejada en las turbulencias de mediados de julio, con algunos datos elocuentes:
- Ningún indicador macroeconómico clave hace pensar que la
Argentina no podrá hacer frente a sus obligaciones de corto y mediano
plazo. - En los últimos 11 trimestres se han cumplido ininterrumpidamente
los objetivos fiscales acordados con el FMI. - El déficit fiscal todavía es bajo y resulta manejable.
- Los depósitos bancarios ascienden a US$ 81.000 millones y la cartera
consolidada de los fondos de pensión suma US$ 13.900 millones. - El déficit comercial se redujo de US$ 5.200 millones en mayo del
año pasado a 3.000 millones en mayo de este año.
El peligro, claro, es que los mercados globales y los agentes económicos
locales se empeñen en continuar reaccionando ante los problemas transitorios
del país como si fueran permanentes. En ese caso, el gobierno que inaugure
el nuevo siglo se enfrentará a la amenaza de una profecía autocumplida.
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“Agenda empresarial para la transición”. Clarín Económico, 11/7/99. www.geocities.com/~fielargentina/ “Hacia www.ambitofinanciero.com/ www.ambitofinanciero.com/ “La |
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