El jubileo argentino

    Nunca como en esta ocasión la convención anual de los banqueros locales, agrupados ahora en la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), desplegó un cúmulo semejante de pequeños equívocos, sin importancia, según el comité organizador, y de peso para las entidades que contribuyeron ­según su posición en el ranking del sector­ a financiar la reunión. Los aportes oscilaron entre US$ 10.000 y 100.000 para completar el millón y medio que insumieron las tres jornadas.


    Los gastos podrían haber sido mayores si los banqueros no hubieran recurrido a los sponsors. El gran cóctel de inauguración corrió por cuenta del Exxel Group. (En el mismo salón se podían apreciar los cuadros de Juan Lascano, hermano de Fernando, portavoz y director del Exxel.)


    Los banqueros ya habían descubierto el mundo del canje el año pasado, cuando consultores, prestadores de servicios médicos y compañías telefónicas sembraron de stands los salones del Sheraton. Entre los patrocinantes de este año estuvo Visa y la lista de auspiciantes contó con nombres de peso: Siemens, Xerox, Sevel, varias firmas del Exxel, y los consultores Harteneck y López, entre muchos otros.


    Duhalde sí, Cavallo no


    La ocasión representó, además, el debut de la flamante asociación nacida de la fusión de Adeba, que representaba a los bancos nacionales, y Abra, en nombre de los extranjeros. Cuando se decidió la unión, y el reparto de tareas, los de la ex Abra quedaron a cargo de organizar la convención anual.


    Felipe de la Balze, del prestigioso Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (Cari) fue el encargado de diseñar el temario, cuyo leit motif transitaría por la tercera vía. Emilio Cárdenas, actualmente en el HSBC, se ocupó de la agenda política. En los corrillos de la reunión se comentó que el acercamiento de Cárdenas a Eduardo Duhalde fue lo que le aseguró al gobernador bonaerense un lugar de privilegio: tuvo conferencia propia luego de la populosa sesión inaugural.


    Domingo Cavallo, en cambio, no fue invitado siquiera como comentarista de un panel; y a Fernando de la Rúa le hicieron lugar a último momento, hacia el cierre de la convención.


    Desde el comienzo todo pintó distinto. El domingo previo a la convención, en lugar del tradicional asado con cuero, acrobacias a caballo y música de Los Chalchaleros en la estancia de Luján de Raúl Moneta (hoy prófugo de la justicia), y sin el invitado estelar Michel Camdessus, los banqueros debieron conformarse con una ceremonia menos pintoresca.


    A las cuatro de la tarde del 4 de julio, con una sensación térmica de tres grados bajo cero, y luego de recibir estoicamente en la puerta del Sheraton al Escudo Nacional escoltado por los granaderos a caballo, los organizadores Norberto Peruzzotti y Julio Werthein fueron conducidos al interior del hotel. Allí les comunicaron la mala nueva: Eduardo Duhalde, la estrella de la convención, iba a dejar plantados a los banqueros.


    Pero el dúo no se dejó amedrentar: hubo un llamado a Emilio Cárdenas para que alentara al gobernador a cambiar de idea. Duhalde finalmente habló en la primera conferencia, el lunes a las 11 en punto.


    Una palabra inquietante


    Todo sonaba de maravilla a oídos de los banqueros hasta que Duhalde pronunció la palabra jubileo.


    Algunos interpretaron que, de ganar el candidato justicialista las elecciones presidenciales, vendría el jubileo en el pago de la deuda y fiesta con los recursos públicos.


    Los asesores de Duhalde se esmeraron en explicar la connotación religiosa de la palabra. El empresario de la construcción Gregorio Chodos percibió el malestar de los banqueros y se acercó al gobernador para advertirle: “Sus declaraciones no cayeron bien. Debe aclararlas”.


    “Vea, Chodos, yo no hablo para trescientos banqueros. Yo hablo para 36 millones de argentinos”, fue, según testigos, la respuesta de Duhalde.


    Una palabra tramposa


    A todo esto siguió la serie de disertaciones sobre la tercera vía, con conferenciantes empeñados en describir una Europa que ya no está separada por un océano de Estados Unidos. La visión predominante fue que la guerra de Yugoslavia estableció un nuevo tipo de lazo.


    Jacques Attali, el principal orador, rompió el clima de placidez académica con el argumento de que la tercera vía no existe: “Sabemos muy bien lo que no es, pero no qué es. Es una palabra tramposa y no sé por qué se puso tan de moda en la Argentina, algo que no ocurre para nada en Francia, Italia o España. Pero surge una pregunta interesante detrás de todo esto: ¿hay lugar para un reformismo socialdemócrata que gobierne de otra forma un universo de economía de mercado, de alta tecnología, y globalizado?”


    “Creo que la política está condenada a morir porque las decisiones esenciales son tomadas por las grandes empresas y el mercado. La tercera vía es una idea sumamente peligrosa, que consiste en decir que basta con utilizar el capitalismo de una manera un poco más amable para que todo marche bien”, disparó Attali.


    El presidente de ABA, Eduardo Escasany, buscó la manera de no ofender al ex asesor directo de François Mitterand: “Bueno, nos ha venido a enseñar que la tercera vía está dentro de la primera, que acepta las reglas del capitalismo”, atinó a decir.


    Algo parecido habían afirmado, en el acto de apertura, el presidente Carlos Menem y el candidato Duhalde, cuando destacaron, cada uno por su lado, que “hay una sola vía, el capitalismo”.


    Ethan Kapstein, de la Universidad de Minnesota, insistió: “La literatura económica abordó poco el tema de la igualdad de oportunidades y dejó de lado la importancia de invertir en capital humano. Parece que nadie quiere hablar de la tercera vía“, ironizó.


    Tony Judt, de la Universidad de Nueva York, fue más crítico. En su opinión, “la tercera vía parte de un diagnóstico equivocado y puede crear tantos problemas como soluciones”. En todo caso, dijo, “deberá, finalmente, llevar a algún lugar o la gente no la seguirá”.


    Liberales en pugna

    En otras sesiones, como la que sirvió de marco a la presentación
    del trabajo de Fiel, que alertó sobre la situación social, se
    desataron debates poco apropiados para la hora del té. Dos economistas
    de indudable cuño liberal se trenzaron en una batalla en la que no ahorraron
    municiones. La secretaria de Equidad Fiscal, Carola Pessino, descalificó
    los datos contenidos en el informe de Fiel. Y Daniel Artana, director de la
    institución, se desvivió por demostrar la seriedad de la investigación
    (por la que la ABA desembolsó $ 150.000). En la Argentina, destacó,
    70% de los desocupados no terminó la escuela secundaria. A esa altura
    algunos banqueros elevaban oraciones y otros buscaban culpables.


    Hasta Gerald Corrigan, ex titular de la Reserva Federal de Nueva York, famoso por su recomendación de privatizar los bancos Nación y Provincia de Buenos Aires, dio motivos para el asombro. Convocó a la responsabilidad de los acreedores para que no suelten la mano ­ni el cheque­ a países de dudosa cobrabilidad, en obvia referencia a la Argentina.


    También llamó la atención el único seminario paralelo a la convención: el de Argentine Derivatives Association, un emprendimiento que, a pesar de su denominación anglófona, fue gestado aquí para fomentar los llamados derivados, los sofisticados instrumentos financieros que los países desarrollados quisieron regular cuando, por su uso y abuso, quebró la banca Baring.


    Sus promotores locales son Eduardo Trucco, del Citibank, André Hall de la Comisión de Valores, y Andrew Powell, economista jefe del Banco Central.


    A pesar de los equívocos y polémicas, Norberto Peruzzotti asegura que no se arrepiente de haber elegido la tercera vía como tema central del encuentro: “A esta altura ya nos hemos dado cuenta de que, gane quien gane, el próximo gobierno tendrá una política menos pro mercado que el actual”, argumenta con resignación.