Laboratorio y campo de batalla

    A partir de su radicación en el país, en 1926, Unilever se dedicó casi exclusivamente a los productos de limpieza y tocador, dos segmentos en los que continúa ostentando un liderazgo casi absoluto.


    En la década de los ´90, con la apertura del mercado y la llegada de nuevos jugadores, la compañía adoptó cinco decisiones estratégicas para defender su posición:

    • abandonó los productos menos rentables, como las margarinas industriales;
    • se lanzó a un ambicioso plan de adquisiciones que le demandó
      US$ 270 millones para absorber siete empresas;
    • estableció alianzas de ventas y producción con otras compañías;
    • se diversificó hacia alimentos, un sector en el que ya contaba con
      experiencia mundial;
    • reestructuró sus áreas de comercialización, finanzas,
      recursos humanos, manufactura, suministros y relaciones institucionales, para
      bajar costos.

    Los resultados fueron contundentes. La facturación de Unilever trepó
    de $ 139 millones en 1989 a $ 930 millones el año pasado.

    La madre de todas
    las batallas

    El enfrentamiento
    global entre Unilever y Procter & Gamble es conocido por todos. Pero
    gerentes locales de P&G aseguran que en ninguna otra parte del mundo
    la guerra es tan encarnizada como aquí.

    En octubre
    de 1997, P&G acusó a Unilever de Argentina de haber pagado
    US$ 700.000 dólares para empapelar Buenos Aires con afiches que
    promocionaban las tapas para inodoros Ariel, fabricadas por una Pyme local.

    El objetivo
    era, según esa versión, embarrar la cancha y obligar
    a postergar el desembarco del detergente para ropa Ariel, que constituía
    la pieza más potente de la artillería de P&G contra
    Skip, el producto estrella de Unilever, que desde hace años domina
    cómodamente el mercado argentino.

    Enrique
    Banuchi, director del departamento legal de P&G, sostiene que “lo
    que ocurrió aquí es insólito. Nadie, en todo el mundo,
    gastó jamás cerca de un millón de dólares
    para promocionar tapas de inodoros. No es que sea ilegal ­la Pyme
    tiene registrada la marca para su producto y nosotros para el nuestro­
    pero tenemos pruebas de que Unilever la financió, y eso es desleal”.

    Las quejas
    de P&G ante la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia
    van más allá de los inodoros. “Los hemos denunciado por
    precios abusivos ­el jabón para ropa cuesta más caro
    aquí que en otros países­ y porque creemos que presionan
    a algunos supermercados para que no compren nuestros productos”, dispara
    Banuchi, sin mencionar el nombre de las cadenas minoristas en cuestión.

    Claro que
    Procter tampoco parece estar libre de pecados. Se dice que en Estados
    Unidos suele tender trampas a sus competidores adquiriendo gigantescas
    cantidades de un producto rival para hacer creer a los fabricantes que
    están vendiendo mucho y distorsionar así las investigaciones
    de mercado. Y que pergeñó una campaña contra Colgate
    ­acusándola de racista­ porque el envase de una marca
    de dentífrico que estaba por lanzar exhibía el rostro de
    un hombre negro.

    Desde 1991,
    cuando llegó a la Argentina, P&G ha estado tratando de ganarle
    mercados a Unilever. En especial, el de jabón para la ropa en el
    que, sin embargo, no logró superar un share de 12% de un
    rubro que mueve unos US$ 500 millones anuales.

    Pero los
    estadounidenses no se rinden: acaban de lanzar el jabón líquido
    Ariel Futur, su producto más avanzado, para desafiar a Skip (tanto,
    que por el momento ni siquiera se produce en Estados Unidos).

    Expertos
    en marketing afirman que ambas empresas están invirtiendo
    sumas enormes en investigaciones del mercado local. La estadounidense,
    para introducir una cuña, y Unilever para impedirlo. “En este momento,
    para P&G, la Argentina es prioridad mundial”, admite Banuchi.

    De alimentos también se vive

    El cambio de rumbo buscó alinear a la filial local con el perfil de
    su casa matriz, que se nutre en forma pareja del sector alimentario y de los
    productos de limpieza y tocador. La adquisición de la fábrica
    de conservas Cica, en 1994, fue el primer ­e importante­ paso en esa
    dirección. Ya en el primer año, aportó 10% de los ingresos
    de la compañía.


    Poco después, en 1995, la filial local de Unilever volvió a salir de compras. Se quedó con la marca Good Mark del frigorífico Rioplatense, lo que permitió dominar 17% del mercado de hamburguesas, detrás de Quickfood; y aprovechó la ocasión para lanzar su propia línea de productos congelados, Iglo, que pelea mano a mano con Granja del Sol, de Molinos.


    A fines de 1997, avanzó sobre Montehelado, una empresa de Philip Morris que, con cerca de un tercio del mercado de helados industriales, se ubica detrás de Nestlé y su marca líder, Frigor.


    Empezó, así, a tratar de cumplir con una asignatura pendiente: en todo el mundo los helados son un punto fuerte de Unilever, excepto en la Argentina. Aunque, aquí, la empresa fue dueña de Laponia hasta que optó por salir del negocio y venderle la empresa a los suizos de Nestlé. Decidió regresar al sector en 1997 y se comió de un solo bocado a las filiales argentina y brasileña de los helados de Philip Morris. Por la primera pagó cerca de US$ 70 millones, mientras que por la segunda (Kibon) desembolsó US$ 930 millones, que le permitieron pasar a liderar el segmento, con 60% de participación, en Brasil.


    Si los pronósticos de Luis Mario Castro, presidente de Unilever de Argentina, se concretan, en cinco años más, los alimentos y los artículos de limpieza y tocador tendrán, también para la filial local, un peso equivalente. La pregunta del millón es si la compañía podrá manejar dos frentes al mismo tiempo. Es un gigante global en el rubro alimentario, pero en el país apenas está comenzando.


    No le resultará, en todo caso, tarea fácil: el mercado argentino de los alimentos es extremadamente competitivo, como pudo comprobarlo Unilever con el traspié sufrido por su té helado Lipton.


    Muchos consultores apuestan a que el avance del gigante anglo-holandés en este negocio se propulsará con adquisiciones, incluso de empresas argentinas que ya han sido compradas por multinacionales. De hecho, recientemente estuvo detrás de Granja del Sol y de Molinos.

    La
    estructura local
    3
    División
    Lever (higiene del hogar)
    Marcas: Skip,
    Ala, Drive, Espuma, Ballerina, Granby, Cif, Comfort, Vívere,
    Camello.
    Plantas: Avellaneda
    (Buenos Aires), Gualeguaychú (Entre Ríos), Villa Gobernador
    Gálvez (Santa Fe).
    División
    Elida Pond´s (higiene personal)
    Marcas: Lux,
    Le Sancy, Rexona, Aduar, Dove, Close Up, Axe, Impulse, Patrichs, Sedal,
    Organics, Dimension, Lord Cheseline, Brut, Efficient, Vaseline, Clear
    Acné, Angel Face.
    Planta: Tortuguitas
    (Buenos Aires).
    División
    Alimentos
    Marcas: Cica,
    Goodmark, Iglo, Fruttare, La Montevideana, Milka, Kibon, Shot, Magnum,
    Cornetto, Pinino.
    Plantas: Tunuyán
    (Mendoza) y Villa Gobernador Gálvez (Santa Fe).
     

    Cómo se reparte la torta

    A diferencia de lo que sucede en sus países de origen, en la Argentina
    muchas multinacionales guardan la información sobre el market share
    de sus productos como verdaderos secretos de Estado. Unilever no es la excepción.
    Por lo tanto, los datos que siguen ­obtenidos en diversas fuentes del mercado­
    deben considerarse extraoficiales y aproximados.


    Una radiografía del segmento de detergentes para la ropa muestra un antiguo e incuestionado liderazgo de Unilever. No conforme con eso, la compañía absorbió a varios de sus competidores: en 1992 se quedó con Guereño y en 1995 fue el turno de Vívere.


    Con Ala, Granby, Drive y Skip, la anglo-holandesa reina en los lavarropas (domina 85% del segmento). Lo mismo sucede en desodorantes (Rexona, Axe e Impulse) y jabones de tocador (Lux, Le Sancy, Aduar y Dove). En el negocio de limpiadores líquidos, muerde cerca de 40%, luego del lanzamiento de Cif, que la colocó en el primer lugar.


    Pierde terreno, sin embargo, en los lavavajillas: Procter & Gamble (Magistral, Ultra y Cierto) acapara 40% y le gana a Unilever, que tiene una participación de 38%. En lavandinas, el líder es Clorox (Ayudín), que se lleva 70% y deja a Unilever con menos de 10% del mercado. En pastas dentales, el negocio es de Colgate.


    Los pañales conforman otro sector donde su rival P&G domina con 41% de market share (su marca Pampers triplica las ventas de su más cercano competidor). Unilever no pelea en este segmento, aunque Kimberley-Clark, una compañía con la que mantiene una alianza estratégica global (Castro es, en la Argentina, presidente de ambas empresas) controla 34% con sus marcas Hugies y Mimito.


    En productos para el pelo, Unilever gana la batalla (y suma 34% de penetración) con Sedal, Organics y Dimension. Procter, en cambio, debe conformarse con apenas 4% (a través de Head & Shoulders). Pero en champúes anticaspa la relación se invierte: 40% para P&G y 34% para Unilever.

    Tradición
    y propiedad

    Aunque para
    adaptarse a los ritmos de la globalización tuvo que cambiar el
    nombre de sus productos Rexina por el más internacional Rexona,
    y rebautizar Muy Cerca con Close Up, Unilever todavía mantiene
    muchos nombres nacionales, como los de las empresas que adquirieron, o
    Lord Cheseline, Aduar y Ala. Esta es una de las diferencias que la distinguen
    de su rival Procter, que fue reemplazando el local Duplex por su mundial
    Ace.

    La fuerza de las marcas

    Si se tiene en cuenta que el mercado local de limpieza y tocador cosecha cerca
    de $ 1.800 millones anuales y que Unilever registra alrededor de $ 750 millones,
    su participación se arrima a 40%.


    En buena medida, conquistó esa posición con su política de constantes innovaciones (es la primera compañía dentro de su sector que cuenta con centros de investigación y desarrollo propios en el país). Pero nadie, dentro o fuera de Unilever, ignora la gravitación decisiva de sus marcas. Tanto es así, que el de limpieza y tocador es uno de los escasos rubros en los que las marcas blancas de los supermercados no han podido penetrar.


    La compañía también es dueña de DiverseyLever, una empresa de limpieza, alimentación y bebidas que brinda servicios a grandes clientes.


    La preocupación por mantener en el top of mind del consumidor argentino al casi centenar de productos que comercializa aquí obliga a Unilever a invertir 20% de su facturación en publicidad y promoción. Un presupuesto que en 1998 sobrepasó los $ 120 millones la convierte en el principal anunciante privado del país.