El GLP (gas licuado de petróleo) es, fundamentalmente, una mezcla de propano y butano, que se obtiene a partir de la deshidratación y tratamiento del gas natural, de la refinación del petróleo y, en menor medida, como producto secundario del proceso petroquímico.
El GLP tiene tres destinos comerciales principales: la industria petroquímica, el fraccionamiento en envases y la distribución por redes para uso combustible, y el mercado externo.
Desde fines de la década pasada, comenzaron a exportarse excedentes crecientes de producción. En cambio, la demanda local de GLP para uso combustible se ha mantenido bastante constante porque, aunque crece la población, el producto soporta la sustitución del gas natural en la medida que las redes alcanzan nuevos usuarios.
En los últimos años el GLP combustible ha comenzado a desarrollar nuevos mercados a partir de la instalación de tanques que facilitan la venta a granel a grandes clientes. Y hay propuestas y análisis para habilitar el uso de GLP como combustible automotor.
El destino combustible del GLP para el segmento de fraccionamiento y envasado está experimentando transformaciones estructurales. Sin embargo, la entrada de nuevos actores coexiste con indefiniciones regulatorias y con sospechas de conductas anticompetitivas que perjudicarían al consumidor final.
Y es preciso tener en cuenta, en este punto, que entre cuatro y cinco millones
de argentinos consumen gas envasado, y muchos en ese universo pertenecen a sectores
marginales de bajo poder económico.
Precios altos
El GLP es un commodity que se comercializa internacionalmente. Los principales
mercados de referencia son los del Golfo y Arabia Saudita. En un entorno desregulado
como el argentino, su cotización debe tomar como referencia el precio
internacional. Si el mercado local está sobreofertado y hay competencia,
el precio interno debería acercarse a la paridad de exportación.
En un mercado con alta demanda, la cotización se acerca a la paridad
de importación.
Las deficiencias logísticas (y los altos costos involucrados) y la privatización de la infraestructura de almacenaje comercial portuario derivadas de la desaparición de Gas del Estado, explican la falta de internacionalización de este mercado en la comercialización mayorista.
Pero no justifican el elevado precio final que paga el consumidor de garrafas, quien recibe el GLP envasado a un promedio de $ 1 el kilogramo (incluidos impuestos). En planta de producción, ese kilogramo fue vendido como combustible a un promedio de 25 centavos.
A partir del precio mayorista, los fletes y los costos de fraccionamiento y distribución son responsables de parte de la diferencia con el precio final, pero no todo.
Aguas abajo, el mercado de GLP envasado presenta una estructura de intermediación sobredimensionada y deficiente información por parte de los consumidores.
Una vez estandarizada la calidad del servicio, lo que es posible con el ingreso de las nuevas empresas, y la institucionalización de la marca, sobrevendrá la etapa de la competencia por precios.
Es importante que el consumidor final empiece a ser informado y aprenda a
diferenciar las ofertas para beneficiarse de la rebaja de precios.