El tiempo es la manera que tiene la naturaleza de evitar que todo ocurra al mismo tiempo. Pero los acontecimientos se precipitan en el tiempo de la Internet. Todo parece ocurrir simultaneamente.
Cronológicamente, la Internet nos sorprende porque hemos pasado la mayor parte de nuestra evolución en equilibrio. Los signos de exclamación del tiempo siguen siendo un misterio para nosotros.
El tiempo de Internet se mide en años Web, que antes de la invención de la Red, en 1990, se conocían como meses. Y los expertos en Internet hablan constantemente en factores exponenciales, el más famoso de los cuales es la Ley de Moore.
Desde hace rato, la Ley de Moore viene advirtiendo, acertadamente, que las tecnologías de transistores duplicarían como mínimo su capacidad cada 18 meses. A diferencia de los transistores, el Velcro, una tecnología también inventada en 1948, se ha quedado en el tiempo.
La Ley de Moore y la Internet deben enfrentar la competencia que presentan otras tecnologías en desarrollo desde 1948: por ejemplo, la televisión. Inmediatamente después de la Segunda Guerra, cuando mejoró la precisión de las cámaras de televisión, AT&T comenzó a instalar enlaces por cable coaxil entre ciudades. La televisión se lanzó en el verano de 1948, y a finales de ese año ya había 250.000 aparatos en uso. La cantidad de canales aumentó de 17 a 48. La cantidad de ciudades cubiertas por el servicio, de ocho a 23. Las ventas crecieron exponencialmente: 500% durante 1948.
Para 1951, las ventas de televisores habían superado a las de aparatos de radio. En 1952, había más de 17 millones de televisores en uso (y eso antes del advenimiento de la televisión en color).
La palabra exponencial se ha convertido en sinónimo de “crecer muy rápido”. Deberíamos tener más cuidado en el uso de esta palabra. Por ejemplo, la Ley de Metcalfe, de mi propia invención, suele parafrasearse dándole el sentido de que el valor de una red crece exponencialmente. En primer lugar, fíjense que mi ley no crece en el tiempo sino en términos de usuarios y, en segundo lugar, es polinómica: crece a medida que aumenta al cuadrado la cantidad de usuarios.
El crecimiento polinómico es algo más rápido que el lineal,
pero el exponencial lo es mucho más. En mi ley, colocaría a los
usuarios como exponentes de potencia.
¿Dónde están
los autos de $ 25?
Apoyándose en sus cálculos exponenciales, la gente de la informática
suele afirmar que si la industria automotriz hubiera avanzado tecnológicamente
tanto como la de la computacíon, estaríamos manejando autos de
US$ 25 y recorriendo 400 kilómetros con un litro de nafta. Claro que,
si los automóviles funcionaran como el software se les saldrían
las ruedas varias veces por día.
Además, podría argumentarse que si las computadoras hubieran avanzado tanto como los autos en los últimos 50 años, estaríamos usando nuestros megahertz para actividades mucho más productivas que escribir e-mails o esperar preciosos minutos para bajar una página de la Web.
Bill Gates pronostica que seis de cada diez hogares norteamericanos tendrán una PC para el año 2001. Y que 85% de ellos estará conectado a Internet.
Nick Donatiello de Odyssey Research, hace un sondeo de los hogares estadounidenses cada seis meses y en julio de 1998 llegó a la conclusión de que sólo 45% tendrá una PC al terminar el siglo.
Gates exagera al predecir un crecimiento más sustancial durante los
próximos tres años que el que se ha registrado en los últimos
tres, de 35% a 45%. Pero Donatiello, al quemarse, como el resto de nosotros
al subestimar el impacto de Internet, y en el afán de no equivocarse
esta vez, está dispuesto a creer que la cantidad de hogares conectados
crecerá de 53% a 85% para el año 2001.
La vida después de Windows
Según Donatiello, uno de los factores que limita el crecimiento de la
PC es la proliferación de juegos electrónicos en los hogares,
como las cajas inteligentes para la televisión y los videojuegos.
Así que, quizá, haya vida después de Windows.
Otra complicación es que no todos llegaremos al próximo paradigma al mismo tiempo. El escritor de ciencia ficción William Gibson lo expresó mejor que nadie. Según el aficionado al ciberespacio John Perry Barlow, amanecía en San Francisco un 7 de octubre de 1990 el mismo año en que Tim Berners-Lee inventaba la World Wide Web en Suiza cuando Gibson dijo: “Ha llegado el futuro. Sólo que se ha distribuido en forma despareja”.
Consideremos, por ejemplo, el servicio telefónico, que lleva 122 años de existencia, aunque menos de la mitad de la población del mundo ha hecho alguna vez una llamada telefónica. Ver el tiempo de Internet a través de todos estos factores exponenciales inevitablemente generará un crecimiento de menor orden. Las únicas preguntas son cuándo y para quién, y quién sabe (por esa razón tenemos mercados, para jugarnos apostando).
Justo cuando podríamos llegar a coincidir en que los exponenciales de Internet, comenzando por la Ley de Moore, podrían ser temporales, exagerados o erróneos, aparece alguien como Gerry Butter, de Lucent Technologies. Butter lidera los avances en la transmisión de datos ópticos, muchos de los cuales se relacionan con el multiplexado de la división de onda densa, que ahora se duplica no cada 18 sino cada 12 meses. Y siguen los avances en comunicaciones inalámbricas, muchos relacionados con el espectro diseminado, que ahora se duplica cada nueve meses.
Butter señala que no entendemos nada: el ancho de banda ha reemplazado a los transistores como tecnología impulsora y está creciendo abundantemente. Otra vez, exponenciales.
Ahora, volvamos al tiempo de Internet con este pequeño pero preocupante dato: los transistores están creciendo (reduciéndose en realidad) al doble cada 18 meses. La fotónica, dos veces cada 12. Las comunicaciones inalámbricas cada nueve. El problema es que el tráfico de Internet se duplica cada cuatro meses. ¿Cuánto tiempo puede seguir? ¿Cuándo se recuperará finalmente el equilibrio para que todos podamos gozar de unas vacaciones?