Hacia la integración virtual

    Para comprender la importancia de la velocidad en la industria de la computación basta con analizar un ejemplo simple: el inventario.


    A fines de la década de los ´80 y principios de los ´90, Dell contabilizaba su stock de piezas, en semanas. Hoy, lo mide en días; y seguramente muy pronto lo medirá en horas. Creo que no está lejos el momento en que la entrega de componentes se hará en tiempo real en la industria de los sistemas informáticos, de manera tal que cada vez que se use una pieza será automática e inmediatamente reemplazada.


    ¿Qué es lo que está impulsando este drástico cambio? La respuesta está, esencialmente, en la Internet.


    El flujo más acelerado de los stocks es sólo uno de los muchos cambios generados por la Internet y por las tecnologías relacionadas con ella, que han aumentado la velocidad y el valor de la información que se comparte.

    El origen de este cambio está en que hemos abandonado muchas de las
    cosas que solían tener valor para los modelos económicos y empresariales
    del siglo XX: hoy, el valor del inventario ha sido reemplazado por el valor
    de la información oportuna, hemos cambiado activos físicos por
    activos intelectuales y los sistemas comerciales cerrados han perdido terreno
    frente a las relaciones de cooperación.

    El motor de la innovación

    En definitiva, esto significa pasar de una integración vertical a una
    integración virtual. En los años en los que recién
    comenzaba a estructurarse la industria informática, la integración
    vertical era un ingrediente necesario. La base de proveedores aún no
    era sólida, y las empresas no tenían otra opción eficiente
    más que diseñar y fabricar ellas mismas los componentes de los
    productos. En este entorno, las tecnologías propietarias, que
    tenían un precio superior, eran la principal fuente de la ventaja competitiva.


    Pero cuando esta industria llegó a la madurez, surgieron cientos de empresas capaces de suministrar estos componentes a precios competitivos.


    Esa fue, sin duda, una buena noticia. Sin embargo, a partir de allí, a los fabricantes les resultó cada vez más difícil diferenciarse con sus productos. Por lo tanto, la velocidad ha adquirido hoy una importancia fundamental, alimentada por el motor de la innovación en los procesos.


    Con miras al futuro, esta velocidad ­es decir, ahorro de tiempo­ seguirá definiendo el territorio de la competencia.

    Con el advenimiento de la Internet, estamos recortando los tiempos y las distancias
    a un nivel imposible de imaginar hasta hace poco. Pero, en el futuro, la relación
    tradicional entre las empresas ya no será suficiente. Hemos comenzado
    a rediseñar los procesos siguiendo un modelo que desdibuja las fronteras
    entre fabricantes y proveedores, y entre el fabricante y el cliente.

    Internet: un ingrediente básico

    Para comprender cabalmente el impacto de la integración virtual debemos
    analizar los principios que la hicieron posible. En primer lugar, es necesario
    utilizar comunicaciones rápidas para construir relaciones directas entre
    el cliente, el fabricante y el proveedor. En segundo término, hay que
    definir con precisión qué es lo que una empresa sabe hacer mejor
    y poner en ello el máximo esfuerzo, asociándose con otros para
    la prestación de los servicios que insumen mucha mano de obra y capital.
    En tercer lugar, hay que saber elegir a los mejores socios en cada campo de
    actividad e invitarlos a participar de nuestro negocio ­sometiéndolos
    a los mismos patrones de calidad y desempeño que imponemos en nuestras
    propias empresas.

    Finalmente, no hay que pensar en la Internet como un elemento adicional de
    nuestra actividad sino como componente esencial de nuestra estrategia empresarial.
    Sólo así será posible utilizarla para eliminar las fronteras
    tradicionales que separan a las empresas, elemento indispensable para lograr
    la integración virtual.

    La mirada en el reloj

    Pero integrarse virtualmente significa también cambiar de manera radical
    la forma en la que consideramos a nuestros activos de información. La
    idea de que una empresa debe guardar celosamente estos activos ya es historia.
    Todo lo contrario, lo que necesitamos es verlos como los cimientos en los que
    se apoyarán las asociaciones abiertas basadas en la información.
    Estas asociaciones aceleran la circulación de los datos y, por ese medio,
    mejoran la eficiencia de la empresa y crean valor agregado para el cliente,
    a través de un proceso que también beneficia a todos los socios.


    En Dell, por ejemplo, estamos utilizando la Internet para compartir nuestras propias aplicaciones con los clientes y proveedores. Estamos desarrollando internamente esas aplicaciones, incluido un navegador front-end para Internet, para luego ofrecérselas a nuestros clientes. Y estamos agregando enlaces directos que permiten incorporar a los proveedores y socios tecnológicos a nuestro negocio.


    Estos programas, y prácticamente todo lo que hacemos en Dell, están diseñados no con uno sino con los dos ojos puestos en el reloj. No tenemos otra opción. Nuestro mundo se mueve más rápido con cada día que pasa.

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