Si hay que buscar un denominador común para el abanico de
perspectivas que se despliega en el escenario económico internacional
en este comienzo de año, la incertidumbre parece ser la única
apuesta segura.
En esas condiciones, la preferencia por la liquidez y la seguridad o, lo que
es lo mismo, una mayor aversión al riesgo, será el criterio central
que guiará las decisiones de gasto en consumo e inversión. En
este último caso, y cuando se trate de inversiones en cartera o préstamos
financieros, la particular situación en que se encuentre el mercado,
la empresa o el país en cuestión, y las previsiones sobre el nivel
de retorno a corto plazo serán los factores que definirán el destino
de los fondos.
En cambio, cuando se trate de una inversión directa en proceso de ejecución,
probablemente prevalecerán, sobre esos aspectos, las consideraciones
de mediano y largo plazo que impulsaron la instalación en un determinado
país. No ocurre lo mismo con las inversiones directas que aún
no se han iniciado. Aquí, es probable que se imponga la postura de wait
and see.
Planteadas así las cosas, la principal tarea de la conducción
económica consistiría en procurar eliminar o reducir la incertidumbre
y crear las condiciones que permitan un desempeño fluido del sistema
económico. Asegurado el clima ideal para los negocios, el gobierno
tendría que ocuparse, además, de corregir los desequilibrios económicos
que puedan conducir a graves problemas sociales y conflictos de orden político.
El desempleo, la pobreza, y la fuerte concentración del ingreso son,
aquí, los factores que definen las grandes zonas de riesgo.
Un arsenal limitado
Para enfrentar ambos desafíos, los gobiernos cuentan con las políticas
cambiaria, monetaria, fiscal y financiera. La eficacia de estos instrumentos
está asociada, además, con el nivel de desarrollo del país
y con el grado de libertad de que se dispone en el ejercicio de la política
económica.
La Argentina exhibe un ingreso relativamente elevado dentro del conjunto de
las naciones emergentes y, por lo tanto, dispone de importantes recursos. Pero,
por otra parte, la convertibilidad torna inviable el uso de la herramienta cambiaria
y establece estrechos márgenes en materia monetaria, fiscal y financiera.
La arquitectura del régimen descansa no sólo en la continuidad
de la caja de conversión sino, también, en la estabilidad del
tipo de cambio. Ambos aspectos han devenido en el epítome del sistema
económico argentino, y a preservarlos se dirigen casi todas las acciones
de la política económica.
No es para menos: a través de ellos, el ciclo económico nacional
pasó a depender, casi con exclusividad, de los movimientos de capital.
Así, en el marco de un déficit permanente en la cuenta corriente
del balance de pagos, una entrada de capital superior a ese quebranto permite
financiar el exceso de gasto y hace posible una tasa positiva de expansión.
A la vez, una disminución en los flujos reduce el nivel del gasto y,
en consecuencia, el ritmo de crecimiento de la economía. Finalmente,
una salida de capital deviene en una contracción del nivel de actividad.
Dificultades de arranque
Sin embargo, las perspectivas de la economía en el año que se
inicia no dependen solamente de estos condicionantes y restricciones. También
influyen, significativamente, las condiciones en que terminó 1998. En
ese sentido, debe tenerse en cuenta que, según las proyecciones oficiales,
durante el tercer y cuarto trimestre el ritmo de crecimiento se desaceleró
fuertemente. Los cálculos preliminares indican que 1999 comienza con
un arrastre negativo de 0,8%. Es decir que, si persistiera durante todo el año
el nivel de PBI alcanzado en el cuarto trimestre de 1998, el producto caería
en esa magnitud.
Se trata de una situación de arranque desfavorable: cualquier novedad
o situación interna o externa que afecte negativamente el flujo normal
de capitales hacia el país, o que deteriore las cuentas externas o fiscales,
podría sumergir a la economía en una fase recesiva. La situación
inversa permitiría compensar la situación negativa inicial y,
posiblemente, alcanzar una tasa moderada de crecimiento.
Aunque, como destaca el Banco Mundial en su último informe, existe
todavía un riesgo bastante elevado de que la economía mundial
“se hunda en la recesión durante 1999”, las tendencias que se avizoran
en el panorama internacional (ver página 138) muestran un horizonte no
tan adverso.
Aun así, parece difícil que la tasa de crecimiento de la economía
argentina alcance, en 1999, el valor de 4,8% proyectado por el gobierno o que
supere holgadamente el promedio mundial, estimado entre 2 y 2,5%.
En ese sentido, el Banco Mundial anticipa que la reducción del crecimiento
económico en el trienio 1998-2000 se agudizará en los países
en desarrollo. Y particularmente en aquellos “que se encuentren próximos
a mercados de exportación en retroceso” (por ejemplo, el petróleo,
los textiles, la siderurgia, la industria automotriz, donde existe una abundante
oferta excedente), o en aquellos “cuyos ingresos de exportación proceden
sobre todo de la venta de productos primarios, cuyos precios también
se han derrumbado, o donde el déficit en la cuenta corriente se deberá
financiar con flujos de capital privado”.
En América latina quedan incluidos, en alguna o en varias de esas categorías,
México, Venezuela, Brasil, Chile y, sin duda, la Argentina.
Espacio de maniobras
En un escenario de esas características, en el que está incorporado
el supuesto de que Brasil resuelve su compleja situación de acuerdo con
lo proyectado por el FMI, resulta poco realista esperar que continúe
disminuyendo el nivel de desempleo y pobreza, y que mejore la distribución
del ingreso.
Por otra parte, en vista de las dificultades fiscales, los aportes patronales
se reducirán lentamente durante el año. Aunque su impacto sobre
el empleo no es inmediato, esta medida podría, en cambio, mejorar la
competitividad de la economía argentina, amenazada, ahora aún
más, por la programada devaluación de la moneda brasileña.
Sin embargo, no debería descartarse que la industria local se vea obligada
a algún recorte en sus planteles.
Tampoco mejoraría significativamente la situación de las cuentas
públicas. Aunque la recaudación crecería sobre los niveles
registrados en 1998, la magnitud no sería suficiente como para alcanzar
las metas comprometidas con el FMI. Es por ello que los anteriores compromisos
serán revisados. Sin duda, ello supondrá un nuevo ajuste sobre
los niveles de gasto y esfuerzos adicionales para incrementar la recaudación,
aunque también la posibilidad de incurrir en un déficit un poco
mayor.
Esta exigencia será mayor cuanto peor se proyecten los resultados de
las cuentas externas. Y, en ese sentido, la balanza comercial no parece encaminada
a mejorar: no sólo han caído los precios de los productos de exportación
primarios, sino que, además, la cosecha local presenta modestos resultados.
Por otra parte, el impacto de la recesión brasileña se agravará
con el mantenimiento de las barreras al comercio que fue introduciendo el socio
mayor del Mercosur, y la devaluación de su moneda también hará
más difícil la colocación de los productos locales.
Senderos que se bifurcan
En cuanto a las importaciones, su evolución es más incierta.
Podrían reducirse bajo el influjo de un menor ritmo de actividad y porque
las compras de bienes de capital muestran, recientemente, un ciclo declinante.
Pero podrían crecer al amparo de una menor competitividad externa, la
proliferación de prácticas desleales en el comercio internacional,
y como resultado del proceso de reemplazo de producción local por importada.
Con previsiones que apuntan a una mayor carga de intereses, servicios reales
y remesas de utilidades y dividendos, el déficit de la cuenta corriente
será, seguramente, superior al de 1998. En esas condiciones, para que
el nivel de monetización no se reduzca (y con ello, las posibilidades
de crecimiento por el impacto sobre el nivel de crédito, las tasas de
interés y las cadenas de pago), el flujo de capitales debería
compensar el quebranto en la cuenta corriente.
En este escenario, las reservas internacionales crecen, pero menos que en
1998.
En síntesis, la economía argentina parece destinada a fluctuar
entre una trayectoria declinante y otra suavemente ascendente. El camino que
tome dependerá, sobre todo, de los movimientos internacionales de capital.
*
Pronósticos para 1999 | |||||
Presupuesto | Econométrica | Broda | F. Capital | IEFE** | |
PBI (% de variación anual) | 4,8 | 0,4 | 2,8 | 2,2 | 1,9 |
Consumo (% de variación anual) | 4,1 | 1,1 | 1,5 | 2,2 | 1,8 |
Inversión (% de variación anual) | 9,1 | 2,0 | 10,1 | 5,9 | 6,7 |
Inflación minorista (% de variación anual) | n/d | 0,7 | 0,5 | 0,5 | 0,8 |
Exportaciones (miles de millones de dólares) | 34,1* | 25,8 | 28,3 | 26,1 | 26,4 |
Importaciones (miles de millones de dólares) | 42,7* | 31,6 | 32,2 | 33,7 | 33,9 |
Cuenta corriente del balance de pagos (% del PBI) | 3,8 | 4,3 | 4,1 | 4,3 | 5,0 |
Reservas internacionales (miles de millones de dólares) | 26 | 25,5 | n/d | n/d | 22,8 |
Desempleo (%) | n/d | 14,0 | 14,5 | 13,7 | 13,8 |
Depósitos (miles de millones de pesos) | n/d | 74,8 | 93,0 | 82,3 | 81,0 |
Créditos al sector privado (miles de millones de pesos) | n/d | 62,3 | 100,0 | n/d | 65,5 |
Tasas de interés en pesos a 30 días (% anual) | n/d | 8,1 | n/d | 8,3 | 11,0 |
Déficit fiscal (en millones de pesos) | 2.650 | 5.300 | 3.700 | 4.600 | n/d |
* Incluye servicios reales. ** Instituto de Estudios Fiscales y Económicos. |
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Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de las consultoras. |