Crisis financieras (II)

    Muchas de las economías del este y del sudeste de Asia han
    protagonizado, durante los últimos 20 o 30 años, procesos de larga
    duración de fuerte crecimiento económico. Japón, Corea
    y, más recientemente, Tailandia, Indonesia y Malasia, entre otros, son
    países que aumentaron su producto per cápita, desarrollaron una
    industria con orientación exportadora y también exhibieron importantes
    logros en algunos indicadores sociales (bajas en las tasas de mortalidad infantil,
    aumento de la esperanza de vida, etc.).

    Cabe destacar aquí dos importantes características presentes
    en esos procesos de crecimiento:

    * la fuerte intervención estatal, y

    * el predominio casi excluyente del crédito bancario como forma
    de financiamiento de los procesos de inversión.

    Importa, especialmente en vista de lo expuesto en la nota anterior, la muy
    alta relación “deuda bancaria/ patrimonio” de las empresas industriales
    que protagonizaron esos procesos de acumulación de capital.

    Este elemento tornaba a las compañías muy vulnerables a los
    vaivenes del ciclo (caída de ventas en épocas de recesión)
    y a los shocks externos (caída de los términos del intercambio,
    suba de las tasas de interés internacionales). Esto, por la dificultad
    para hacer frente a una importante suma fija (o creciente, según el caso)
    en concepto de amortización de capital e intereses sobre la deuda adquirida,
    frente a los ingresos variables, y en descenso, de las ventas.

     

    Paternalismo oriental

    Sin embargo, otros dos rasgos de este modelo de crecimiento, el control del
    sistema financiero por parte del Estado, por un lado, y el relativo cierre a
    los movimientos de capital con el extranjero, por otro, permitían amortiguar
    los efectos de las crisis cuando éstas tenían lugar.

    Cuando se producía un shock adverso, esas dos características
    del modelo permitían que el Estado interviniera apuntalando a bancos
    y empresas, y generando redistribuciones del ingreso y socialización
    de las pérdidas, siempre con un sesgo favorable al sector productivo.

    Entre fines de los años ´80 y comienzos de los ´90, las economías
    del este de Asia comenzaron un proceso de liberalización financiera,
    esto es, se eliminaron controles a las tasas de interés, se permitió
    el libre endeudamiento de las firmas en los mercados internacionales de capitales,
    así como la radicación de bancos del resto del mundo en el mercado
    local.

    La apertura a los mercados financieros internacionales, en economías
    con una muy buena performance en términos de crecimiento, baja
    tasa de inflación y equilibrio o superávit fiscal, en una época
    de tasas de interés decrecientes en los países más avanzados,
    generó una situación de euforia financiera, que se manifestó
    en un abrupto salto en los montos de financiamiento externo dirigido a la región.

    El endeudamiento de corto plazo genera el riesgo, para los receptores de los
    fondos, de que un súbito cambio de opinión en los tenedores de
    los activos se traduzca en un inmediato desfinanciamiento de los proyectos basados
    en esta modalidad de crédito. Al mismo tiempo, desde el punto de vista
    del acreedor, aunque prestar a plazos cortos puede actuar como un mecanismo
    defensivo que permite disminuir riesgos al mantener posiciones más líquidas,
    si todos los acreedores piensan y actúan de igual modo y todos prestan
    sólo a corto plazo, el resultado es un aumento de la fragilidad financiera
    de los deudores y esto puede redundar en un aumento del riesgo para el conjunto
    de los acreedores.

     

    Nuevos actores

    Como resultado de la propia liberalización, el sistema bancario local
    de los países asiáticos, acostumbrado a operar protegido de la
    competencia externa, se vio enfrentado a la aparición de nuevos actores
    en el mercado y a la pérdida de operaciones por la colocación
    de bonos en el mercado internacional por parte de las empresas. Esto llevó
    a muchas entidades a la búsqueda de nuevos negocios en los márgenes
    del mercado, algunos de los cuales llevaban aparejados la asunción de
    riesgos considerables.

    Una parte importante de los préstamos se destinó a emprendimientos
    especulativos, es decir, a la compra de inmuebles, tierras o acciones, con la
    única intención de venderlos luego a un precio superior, y obtener
    así una ganancia de capital. El mismo proceso de demanda creciente de
    activos incrementaba su precio, con lo que se cumplía la expectativa
    de ganancias de capital y se atraían nuevos jugadores al mercado. Los
    valores o bienes sujetos de la especulación, dado su alto valor, servían,
    a la vez, como garantía de nuevos préstamos que se dirigían
    al mismo fin. Esta es una clásica burbuja financiera: un objeto
    en expansión, atractivo a la vista, vacío de contenido productivo,
    y que termina estallando.

    Un elemento adicional que contribuyó a aumentar la fragilidad de la
    situación de las empresas y de las entidades financieras fue el mantenimiento
    de un tipo de cambio fijo, o variable pero atado al dólar, en las monedas
    de varios de los países de la región. Al parecer, el éxito
    exportador de estas economías, junto al tipo de cambio fijo durante períodos
    muy prolongados, generó en los operadores económicos la sensación
    de ausencia de riesgo cambiario, es decir, la creencia de que el valor en dólares
    de sus colocaciones no podía sufrir pérdidas de capital por la
    alteración de la paridad.

    Imaginemos el balance de una entidad financiera coreana, por ejemplo, como
    una clásica “T” como las que utilizaban en el colegio secundario los
    profesores de contabilidad. En el activo (del lado izquierdo) está asentado
    el valor de los préstamos otorgados para comprar costosas oficinas en
    una zona céntrica que, además se valorizan trimestre tras trimestre;
    en el pasivo (el lado derecho de la “T”) el préstamo recibido desde el
    extranjero a un cierto tipo de cambio conocido y fijo; el otro elemento del
    pasivo es el patrimonio de la entidad, la diferencia entre el valor de los préstamos
    y el de las deudas. Supongamos ahora que ocurren dos cosas: se pincha
    la burbuja y, por lo tanto, se cae el valor de las oficinas y la capacidad
    de pago de los deudores, y se devalúa, lo que significa que, en moneda
    local, crece el tamaño del pasivo.

    El patrimonio, la diferencia entre préstamos y deudas, desaparece comprimido
    por un pasivo que se agiganta y un activo que se desvanece. El banco ha pasado
    a ser insolvente, los depositantes corren sobre las instituciones financieras
    temerosos de perder su dinero y las firmas se quedan sin crédito (y,
    a la vez, no pueden hacer frente a la amortización de los bonos colocados
    en el extranjero).

     

    El gatillo

    Estos elementos estuvieron presentes en la crisis, aunque no a un mismo tiempo.
    En general, las burbujas de los países asiáticos estallaron antes
    del comienzo de la crisis regional. En los gráficos que siguen se puede
    ver la evolución de las bolsas y tipos de cambio de Corea y Malasia desde
    comienzos de los ´90 (recuérdese que el detonante de la crisis fue la
    devaluación tailandesa del 2 de julio de 1997).

    En estos gráficos se pueden apreciar dos cosas: el colapso de las bolsas
    previo a la crisis y el mantenimiento del tipo de cambio hasta las devaluaciones
    de 1997. Obsérvese el cruce de las líneas hacia fines del ´97,
    testimonio gráfico del salto de los tipos de cambio y de la renovada
    caída de las cotizaciones bursátiles.

    ¿Cuál fue el mecanismo que disparó la crisis? Se puede
    responder a esta pregunta señalando que no hay lugar para una teoría
    que postule una única causa del estallido de la crisis. Por una parte,
    la etapa final del proceso, una especie de crónica de una muerte anunciada,
    estuvo salpicada de caída de empresas, tanto del sector real como del
    financiero, con dinámicas propias según la trayectoria previa
    de cada situación nacional. En Corea, por ejemplo, se dio la caída
    de varios chaebol ­grandes grupos empresarios­ víctimas
    de una compresión de sus beneficios ocasionada por un aumento de los
    costos salariales y financieros, así como de la baja de los precios de
    exportación; en Tailandia, en cambio, hubo corridas contra la moneda
    nacional en 1996, situación que se sumó a la bancarrota de muchas
    firmas financieras por el estallido de las burbujas especulativas. Mientras
    tanto, en Malasia, el intento del gobierno de encarar un ambicioso plan de inversiones
    públicas, así como una fuerte caída de los precios de las
    exportaciones, aumentaron el desequilibrio del sector externo.

    Por otra parte, desde mediados de los años ´90 el dólar se revaluó,
    tanto frente al yen como a las monedas europeas. Esto quiere decir que los productos
    de los países asiáticos se encarecían tanto frente a los
    japoneses como a los del viejo continente, con la consiguiente pérdida
    de competitividad y deterioro de la cuenta corriente. En los términos
    del capítulo anterior, se puede caracterizar a los años 1995 y
    1996 como de progresivo y creciente malestar financiero.

    Con esta situación como telón de fondo, si bien es cierto que
    Tailandia fue el primer país en revelar que la combinación de
    tipo de cambio fijo con liberalización financiera y endeudamiento externo
    creciente podía tornarse inconsistente. En ese sentido, su caída
    puede ser caracterizada como gatillo de la crisis posterior, esta circunstancia
    parece haber sido meramente casual y cualquiera de los otros países afectados
    en primera instancia tenía condiciones internas capaces de generar el
    estallido inicial.

    Vale la pena cerrar este capítulo con un tema muy importante que sólo
    se mencionará brevemente por cuestiones de espacio: ¿por qué
    otras naciones, incluso algunas con escasos vínculos con las originalmente
    afectadas por la crisis, también la padecieron?, ¿cuáles
    son los vehículos del contagio económico?

    Señalaremos aquí un único mecanismo porque reviste interés
    en tanto falla de coordinación del mercado. Imaginemos una nación
    que se ha endeudado en el exterior para realizar inversiones en la producción
    de bienes exportables. Si esa nación enfrenta, antes de que los proyectos
    maduren y comiencen a producir, un shock externo que genera una situación
    de iliquidez, cada acreedor por separado se enfrenta a la alternativa de renovar
    el préstamo hasta que la inversión comience a dar frutos o retirar
    sus fondos.

    Si todos los prestamistas renuevan simultáneamente, el financiamiento
    estará asegurado y el país pagará su deuda externa en un
    futuro próximo con el producido por las nuevas plantas productoras de
    bienes exportables. Pero si un acreedor aislado renueva y el resto no, el país
    seguramente entrará en default y el prestamista que fue solidario
    con el proyecto estará en problemas. Ante la ausencia de un coordinador
    de las decisiones de los acreedores, es racional retirar los capitales propios
    ante la posibilidad de que el resto de los inversores haga lo mismo, con lo
    cual, de la racionalidad individual se pasa a la irracionalidad colectiva, en
    la que incluso una nación solvente puede perder el apoyo de sus acreedores.

    Es por esta razón que, aunque el efecto contagio fue mayor en
    economías con ciertas dificultades estructurales, como los casos de Rusia
    y Brasil ­ambos con una elevada deuda pública­, se hizo sentir
    con alguna intensidad en todas las economías emergentes, cuando los acreedores
    resolvieron resignar algunos puntos de tasa de interés y refugiarse en
    activos de menor rendimiento pero de mayor seguridad, en un proceso que se denominó
    fly to quality.

    Mientras dure este proceso, habrá una disminución del crédito
    en los mercados internacionales y una desaceleración del crecimiento
    mundial. Lentamente, los mercados se irán normalizando, el crédito
    volverá a fluir hacia los países menos desarrollados en busca
    de mayores tasas de rentabilidad; volverá a aumentar la tasa de crecimiento
    mundial, especialmente en los países receptores del renovado flujo financiero,
    y volverán a aumentar en estos países los precios de los activos.
    ¿Será éste el inicio de una nueva burbuja que acabará
    irremediablemente en una nueva crisis? *

    Malasia: tipo de cambio e índice bursátil

    Corea: tipo de cambio e índice bursátil

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