Contra las imágenes planas

    “En la Argentina ­a diferencia de lo que ocurre en los países
    más evolucionados­ se observa un límite, un punto de autocensura
    por el cual hasta los consultores se inhiben, en general, de decir en público
    lo que saben o afirman en privado. Aunque no lo admitan, conocen perfectamente
    que el mundo en que vivimos no es una maravilla y que la modernización
    y el acceso a ella no son sinónimos para vastos sectores; con lo cual,
    el nivel de las tensiones ­tanto personales como colectivas­ crece
    día a día, absorbiendo progresivamente las energías sociales
    y restándolas de las múltiples apetencias que conducen al deseo
    de consumir, invertir o gastar.”

    La descripción de este mundo imperfecto pertenece a la investigadora
    y consultora de empresas Susana Alterman, quien en los últimos 30 años
    enfocó sus trabajos hacia el estudio de la relación entre las
    organizaciones y el contexto social en el que se mueven.

    Con el año nuevo, puso en marcha su Observatorio Motivacional, destinado,
    precisamente, a diagnosticar la manera en que la dinámica social repercutirá
    sobre las empresas e instituciones.

    “Es un tipo de investigación cualitativa que permite comprender ­por
    debajo de la superficie y de los datos simples de las encuestas­ cuáles
    son los rumbos posibles de los negocios, que no sólo están asociados
    con la disponibilidad de recursos financieros: en medida importante, éstos
    dependen de la energía vital a partir de la cual una sociedad formula
    sus opciones”, explica Alterman.

    El punto de partida de estos conceptos reside en que la actividad económica
    o institucional no toma necesariamente el curso que quieren darle sus agentes.
    Según Alterman, hablar sólo del consumidor o del recurso
    humano
    , dentro de las organizaciones, es una simplificación excesiva:
    se debe considerar al individuo como ciudadano y como persona.

    “En épocas de globalización ­cuando se pone a prueba verdaderamente
    el encuentro entre mundos culturales de distinto modelo de evolución­
    no siempre la profundidad del factor humano ha sido contemplada en toda su dimensión:
    las dificultades en la adaptación de los managers o los tropiezos
    de desarrollo de muchos negocios son un claro ejemplo de cómo debe apelarse
    a otros enfoques de investigación, para poder recrear una situación”,
    señala Alterman.

     

    Abolir la abulia

    En las investigaciones realizadas a mediados de año, explica Alterman,
    ya era evidente una fuerte disociación entre los mensajes optimistas
    de las empresas y del gobierno y la vida real de los destinatarios de
    esos discursos.

    “En ese momento, en el que la crisis todavía no había mostrado
    su peor cara, la inminencia de un ciclo recesivo se podía palpar: las
    desilusiones y la incertidumbres inducían a la sociedad a replegar sus
    deseos. Fenómenos como éste no se dan sólo por la falta
    de dinero: se presentan cuando comienza el agotamiento de las expectativas sociales.
    Se quebranta, así, la líbido social, tanto para crear ­en
    el ámbito laboral­ como para operar sobre la vida cotidiana”.

    “Cuando sobreviene esta especie de parálisis, una de las consecuencias
    es la abstención de gastar: no se gasta dinero, no se gastan fuerzas,
    aparece el cansancio, se restringe la vida social, el sueño reemplaza
    al ocio, y la conducta turística se torna compulsiva, aunque sea
    por períodos brevísimos, que son una especie de escape al malestar.”

    Alterman afirma esto con fundamentos desarrollados a partir de los trabajos
    que ha relizado para compañías de la talla de British Airways,
    Renault, Alpargatas, Alba, Bapro, Banco del Sud/Banamex, Nobleza Piccardo, Bagley,
    Eveready, Cadbury y Exxon. Ha presentado, además, sus investigaciones
    sobre la Argentina y Latinoamérica en Estados Unidos, Gran Bretaña,
    Francia y Holanda.

    Frente al estado de abulia o indiferencia profunda, explica Alterman, los
    productos deben encontrar la forma de tornarse apetecibles sin tener
    que apelar a procedimientos vulgares o excéntricos, que pueden distorsionar
    el vínculo estable y de largo aliento que toda marca se propone alcanzar.

     

    Observatorio

    El observatorio Motivacional se propone abordar sistemáticamente estos
    diagnósticos, para poder pronosticar cuáles serán los mecanismos
    más propicios en este sentido operativo. La idea es que funcione como
    un instrumento que permita “reconstruir los modelos de reflexión” de
    las empresas y organizaciones.

    Para Alterman, investigar el espesor de la trama psicosocial supone, ante
    todo, “dejar atrás la superficialidad de las descripciones y la acumulación
    de datos sólo numéricos. Este ejercicio requiere la labor de un
    orfebre, de alguien que trabaje ante todo con modelos de comprensión
    y técnicas cualitativas, que aportan el conocimiento de la realidad que
    está por debajo”. En su opinión, las encuestas, en general, tienen
    una cualidad descriptiva, fotográfica, y sólo alcanzan a reflejar
    la dimensión plana de la sociedad.

    La terminología del Estudio Alterman no reniega de aderezos marketineros
    para diferenciarse de otros investigadores. Para Alterman, las investigaciones
    de mercado, “bien hechas”, se deben encarar ­y denominar­ como “estudios
    de las culturas de consumo” pues deben incluir la dimensión antropológica
    de lo social. A la vez, los focus groups, “cuando son serios” se deben
    considerar (y llamar) “grupos de profundización dinámica”. El
    corazón del Observatorio Motivacional reside, precisamente, en la exploración
    mediante estos grupos, en secuencias cuatrimestrales, y sobre una muestra que
    segmenta sexos, edades y niveles socioeconómicos, y tiene una estructura
    modular: cada uno puede contratar el o los segmentos que le interesa investigar.

    “Para estudiar cualquier problema comenzamos explorando la manera en que los
    individuos viven la situación contextual: cómo ven cada momento
    político, qué expectativas vitales tienen, cómo se sienten
    en cuanto a logros y frustraciones de vida, cuáles son sus tensiones
    familiares, pues todo ello guarda estrecha relación con sus disposiciones
    al consumo , al gasto, o a su situación laboral”, indica Alterman.

     

    La comunicación en las grietas

    Una vez elaboradas las vivencias con respecto al contexto social, el Observatorio
    Motivacional se aboca a otras dos áreas temáticas:

    * analiza el papel que se adjudica a los medios de comunicación
    y a las comunicaciones mismas de la empresa/organización, y

    * las actitudes hacia las marcas y productos de la empresa en cuestión.

    Para Alterman, la evaluación de productos e, incluso, de piezas publicitarias
    resulta inviable sin esa incursión previa a la trama psicosocial. Como
    ejemplo, cita uno de sus primeros trabajos, que culminó con la campaña
    “Ponga un tigre en su tanque”, de Esso.

    “En esa época, se decía que los golpes de estado en la Argentina
    tenían olor a petróleo y que el enemigo era el imperialismo yanqui.
    Si Esso lanzaba en ese momento su tigre, tendría problemas. Nuestros
    estudios aconsejaron ver al automovilista como un ciudadano, y considerar su
    emotividad: el consejo fue vincular a la compañía con los aspectos
    más infantiles, que quedaban fuera de las presiones que afectaban al
    ciudadano consumidor. Y así salió: fue un tigrecito cándido,
    juguetón, que lijó la aversión.”

    La conclusión, sea cual fuere el caso, es la misma: se debe analizar
    el estado real del espesor de la trama psicosocial, afirma Alterman. Y las empresas
    inteligentes, advierte, deben respetar ante todo la condición de persona
    de sus consumidores: “si sólo ven targets o unidades de demanda,
    están equivocando el camino y limitándose a las figuras planas
    que dan las encuestas. Olvidarán así que la realidad tiene volúmenes,
    profundidades, sombras: que es una escultura a la que se debe tallar”.

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