Alguna vez, el inefable Groucho
Marx dijo que nunca sería miembro de un club donde aceptaran a personas
como él. Más allá de la humorada de un cómico genial,
esto difícilmente podría haberle ocurrido en el One Club, donde
el talento no es la mejor, sino la única carta de presentación
válida.
El One Club nació hace varias décadas a partir de la iniciativa
de un grupo de creativos que se propuso organizar a los directores de arte y
redactores de Estados Unidos en una entidad que fuera más allá
del intercambio social y la feria de vanidades en que, a veces, termina convirtiéndose
este tipo de estructuras. La idea apuntaba a aportar al mejoramiento de la profesión,
a través de la formación y el estímulo permanente.
Muchachos rudos Por lo que se pudo constatar en la muestra exhibida en Buenos Aires con En televisión, la severidad tuvo el mismo tenor: la torta con En cuanto a las piezas laureadas, este rigor genera situaciones tales |
El proyecto cumplió su cometido con creces, transpuso las fronteras
y su listado de socios más de 1.000 incluye los nombres más
importantes de la publicidad mundial. Asimismo su Hall of Fame deslumbra
con el brillo de figuras que van desde los históricos Leo Burnett, David
Ogilvy y Bill Bernbach, hasta los más recientes Ralph Ammirati, Jay Chiat
y Lee Clow.
A los cursos, seminarios y workshops se sumó un concurso, The
One Show Awards, cuyos premios pronto se constituyeron en los más
codiciados y admirados por creativos de todas las latitudes, por el alto nivel
de los jurados, por el criterio permanente de establecer el máximo nivel
de ruptura señalando de alguna manera las tendencias del futuro,
y también porque son muy difíciles de ganar.
Mary Warlick, directora ejecutiva del Club desde hace diez años, tiene
una posición muy clara acerca de los premios y los festivales, a veces
cuestionados desde diversas posturas. “Es cierto que hay festivales que son
esencialmente un gran negocio, y también es verdad que hay creativos
que creen que lo más importante de su trabajo es ganar premios. Pero
más allá de estas actitudes equivocadas estoy segura de que el
reconocimiento de los pares resulta un gran estímulo para todos aquellos
que desarrollan actividades creativas. Y es absolutamente lícito y valioso
que deseen obtenerlo. Por otra parte, en el caso de The One Show Awards,
no es posible siquiera sospechar una intencionalidad mercantil. El costo de
la inscripción de piezas es el más bajo que se ha podido fijar
para solventar los gastos y obtener un excedente que se aplica íntegramente
a desarrollar actividades de capacitación, ya que The One Club es una
entidad sin fines de lucro, y esto es perfectamente comprobable.”
Fiel a su actitud innovadora, el certamen tiene ya su sección interactiva.
Kevin Swanepoel, su director, estima que “se trata de un área que pronto
deparará enormes sorpresas, cuando terminen de conjugarse el dominio
de las nuevas tecnologías y el talento creativo aplicado a ellas”.
Las revistas MERCADO y Ad Hoc se asociaron en un emprendimiento conjunto para
traer a Buenos Aires la muestra de todas las piezas ganadoras de Gráfica
y Televisión de 1998, cuya inauguración en el Palacio San Miguel
el pasado 6 de octubre contó con la presencia de actores destacados de
la actividad. Durante los dos días siguientes, el desfile incesante de
jóvenes creativos y estudiantes demostró la avidez despertada
por el One Show.
A partir de la próxima edición, la Argentina podrá participar
masivamente con su producción y los creativos locales tendrán
la oportunidad de asociarse a este club que, como diría Groucho, acepta
a gente como ellos.
V. R.