Está marchando

    Estaba previsto que, con la
    llegada de la primavera austral, una nueva estrella aparecería en el
    universo de las comunicaciones: la telefonía inalámbrica satelital.
    Un negocio interesante si se tiene en cuenta que apenas 14% de la superficie
    del planeta está cubierta por celdas y que no son pocos los viajeros
    frecuentes de negocios, las compañías de explotación de
    recursos naturales y las flotas navieras que desean un producto que les garantice
    estar comunicados en cualquier parte y a cualquier hora. Y un negocio en el
    que se apuesta fuerte: en los próximos años, los consorcios interesados
    en este nuevo universo habrán invertido en conjunto US$ 14.000 millones
    y lanzado un millar de satélites al espacio cercano.

    La telefonía satelital, ideada como un complemento de la celular, iba
    a llegar de la mano de Iridium, el consorcio montado por Motorola, Sprint, Vebacom
    y Lockheed, que con una inversión de US$ 4.500 millones iba a poner en
    on, el 23 de septiembre pasado, su sistema de 66 satélites para
    dar este tipo de cobertura.

    Para su lanzamiento, Iridium realizó una campaña publicitaria
    para la que desembolsó US$ 140 millones (US$ 2 millones en la Argentina).
    Sin embargo, problemas poco especificados ­algunos especialistas sospechan
    de baja coordinación del software que se distribuye en la constelación
    de satélites­ obligaron a sus ejecutivos a posponer su apertura.
    O, como prefirió explicar Cesare Pisani, el presidente de Iridium Argentina:
    “El nuestro es un instrumento que tiene que tocar en la Scala di Milano, en
    el Teatro Colón y en el Albert Hall de Londres, no en la calle Florida.
    Postergamos una fecha que se había establecido hace ocho años.
    No obstante, toda la constelación está lista. Con la demora
    pretendemos afinar este instrumento que no sólo incluye a la red, sino
    también al sistema de atención al cliente, de distribución
    y de facturación”.

    Malas noticias para todos

    Los últimos meses trajeron malas noticias no sólo para Iridium.
    Su principal competidor, Globalstar, tenía embarcada una docena de satélites
    en el módulo de cargas de un cohete que explotó minutos después
    de su lanzamiento desde el cosmódromo de Baikonour, en Kazakhstan (ex
    Unión Soviética). Con una inversión total de US$ 2.600
    millones, Globalstar planea tener su constelación de 48 satélites
    en órbita y más de medio centenar de estaciones terrenas operativas
    en el tercer trimestre de 1999 y no en el segundo, como se preveía antes
    de la explosión. Entre los socios estratégicos de Globalstar se
    destacan Tesam (cuyos propietarios son France Telecom y Alcatel Telspace), Loral
    Space & Communications (grupo Soros), la alemana Dasa, la italiana Finmeccanica
    y las coreanas Dacom y Hyundai, entre otros.

    No pocos pensaron que, con las demoras de Iridium, Globalstar estaría
    de mejor ánimo. Esa fue una de las primeras preguntas con que se encontró
    Raid Stephenson, vicepresidente de Marketing de Globalstar, cuando llegó
    a la Argentina para ver cómo marchaba el negocio. En Bosque Alegre, provincia
    de Córdoba, Globalstar desembolsó US$ 25 millones para instalar
    una de sus estaciones terrenas.

    Pero Stephenson prefiere no mostrarse contento por las demoras de Iridium.
    Más bien, todo lo contrario: “Aunque suene un poco extraño ­dice­,
    Globalstar quiere que Iridium tenga éxito en esta primera fase porque
    así le darán confianza a los usuarios sobre esta nueva tecnología.
    Nosotros pensamos que el éxito de Iridium va a concentrarse en el segmento
    específico de viajeros de negocios. Así, podremos llegar el año
    que viene y, además de cubrir ese nicho, entrar en otras áreas
    en las que tenemos más valor, como la telefonía pública
    satelital, la rural y la fija, además de telefonía móvil”.

    En el currículum de Stephenson aparece su trabajo durante más
    de un año para Iridium. “Todos provenían de Motorola, menos yo.
    Entonces no me consideraban del círculo íntimo”, explica.

    En la tierra como en el cielo

    Su experiencia en ambas compañías lo transforma en una interesante
    fuente a la hora de analizar a los actores: “La arquitectura de Globalstar ­afirma­
    es mucho más sencilla que la de Iridium. La de Iridium hace que la señal
    vaya de un terminal portátil a un satélite y de allí a
    otro satélite, hasta que llega a la estación terrena. En Globalstar,
    en cambio, va de un terminal portátil al satélite y directamente
    a la estación terrena; no hay comunicación entre los satélites”.

    Y remarca que mientras Iridium puso su tecnología en el cielo, Globalstar
    prefirió dejar su fuerte en tierra, donde resulta más fácil
    controlarla y actualizarla. “Iridium va a ser un proveedor del servicio de extensión
    del celular; sin embargo, construye una red de sólo 12 estaciones terrenas,
    mientras Globalstar tendrá 38 estaciones cuando comience el servicio,
    y entre 50 y 60 para el año siguiente”, explica.

    Probablemente eso no sea un dato menor a la hora de pensar en los costos de
    las comunicaciones, si es cierto que ­como apuesta Globalstar­ el
    complemento satelital a la telefonía celular se orientará básicamente
    a llamadas dentro de un mismo país, entre puntos donde no hay cobertura
    celular y puntos en los que sí, o de los primeros hacia redes fijas.

    Stephenson asegura que 95% de las llamadas de lo que se denomina extensión
    celular
    serán dentro del país. “En el escenario Iridium ­explica­,
    la llamada va ir desde la terminal móvil a un satélite, de éste
    a otro satélite y así hasta que llegue a la estación de
    Iridium en Brasil. De allí vendrá en una conexión internacional
    hasta el destino dentro de la Argentina. Con nuestro sistema, la llamada irá
    desde la terminal móvil en cualquier lugar de la Argentina al satélite
    y de allí a la estación de Bosque Alegre, en Córdoba. Posteriormente
    vendrá la porción de la conexión terrestre, que es una
    llamada doméstica hasta el usuario final. Esto se reflejará, obviamente,
    en una diferencia de costos, menores en el caso Globalstar, que además
    quedan dentro del país.”

    En cuanto a la tarifa satelital pura, también hay diferencias: mientras
    en Globalstar aseguran que el minuto costará entre US$ 1 y US$ 2, en
    Iridium piensan que valdrá entre US$ 3 y US$ 6.

    El plan general de marketing de Globalstar concibe hacer un branding
    del producto, establecer una marca mundial. Stephenson subraya que eso no significa
    hacer sólo publicidad sino sostener una calidad de servicio, de facturación
    y de atención al cliente, además del mantenimiento de los canales
    de distribución. “Estas son las áreas ­dice­ en las
    cuales nos concentramos para mantener una alta calidad. A partir del segundo
    trimestre de 1999 Globalstar tendrá una campaña global tan agresiva
    como la de Iridium.”

    Cuestión de roaming

    Pisani también hace comparaciones y pone el acento en una de las patas
    más importantes del negocio de Iridium, el roaming automático
    internacional: “Firmamos ­dice­ acuerdos con los 150 operadores celulares
    más importantes del mundo, por lo que, con nuestras terminales, los usuarios
    pueden utilizar la red celular siempre y cuando esté disponible. En cambio,
    los usuarios de Globalstar, cuando viajen al extranjero, deberán seguir
    utilizando el sistema satelital, que es más caro que el terrestre”.

    Desde la óptica de Iridium hay más diferencias: “Globalstar ­prosigue
    Pisani­ no tiene paging global, como ofrecemos nosotros, y tiene
    una señal más débil que la nuestra. Sintéticamente,
    Globalstar tiene más fuerza para complementar una red básica rural
    e Iridium es la solución para los clientes que requieren globalidad,
    como los viajeros frecuentes de negocios, las petroleras o las empresas de transporte
    marítimo”.

    Pisani también apunta a otro de los segmentos apetecibles, el de los
    servicios aeronáuticos: “Ya firmamos un acuerdo con Aerolíneas
    Argentinas para instalar las terminales en las butacas de sus aviones”, dice.
    Iridium tiene ahí otra de las ventajas de su sistema: cada transmisor
    tiene una tarjeta inteligente con los datos de la línea telefónica.
    De ese modo, el propietario de la línea podrá insertar su tarjeta
    en la butaca del avión y transformarla en su terminal personal, en la
    que podrá recibir llamadas a su número único.

    Más allá del celular

    No hay duda de que el núcleo del negocio satelital es servir como extensión
    del celular. Para ello, las dos operadoras tienen terminales dual mode
    que sólo funcionan en el modo satelital cuando no hay una red celular
    a su alcance. Para el caso argentino, Globalstar ya tiene firmado acuerdos con
    Telecom Personal y CTI, e Iridium lo hizo con Movicom, Miniphone y Telecom Personal.

    Unifón, la operadora celular perteneciente a Telefónica que compite
    con CTI en la mitad sur del país, ya tiene su propia experiencia en la
    extensión satelital a través de su servicio Unifón Global,
    basado en el sistema Inmarsat, que consta de cuatro satélites ubicados
    en la órbita geoestacionaria a 36.000 kilómetros de altura. Este
    producto, además de posibilitar la realización de comunicaciones
    desde cualquier lugar del planeta, ofrece los servicios de correo de voz, envío
    de fax y transmisión de datos a baja velocidad (2.400 bits por segundo).

    La empresa comercializa cuatro modelos de equipos, más voluminosos,
    ya que necesitan más potencia para comunicarse con los satélites
    que se encuentran a una altura varias veces mayor que los de órbita baja
    que utilizan Globalstar e Iridium. La diferencia entre un equipo Inmarsat y
    los que ofrecen Globalstar e Iridium no sólo se encuentra en el tamaño
    sino también en la velocidad y la confiabilidad de la conexión
    con los satélites.

    Sergio Saleme, jefe de Desarrollo de Servicios y Productos de Unifón,
    dice: “Obviamente que cuando los otros servicios satelitales estén disponibles,
    los pondremos al alcance de nuestros clientes. Pero hay que tener en cuenta
    que Inmarsat ya tiene su inversión amortizada y esto puede ayudar a una
    baja de tarifas, por lo que, a pesar de que el equipo no es tan portable como
    los de Globalstar e Iridium, puede ser una buena opción para equipar
    flotas marítimas, por ejemplo”.

    “Puede ser cierto ­responde Stephenson­ que Inmarsat baje sus precios,
    pero debido a que es un sistema geoestacionario, siempre se va a necesitar un
    terminal mucho más grande y más caro que los teléfonos
    portátiles que nosotros ofrecemos. Por otra parte, las llamadas de Inmarsat
    seguirán saliendo a través de gateways que no están
    en todos los países. En el caso de la Argentina, la llamada va por Brasil.”

    Pisani es más drástico: “Inmarsat ­dice­ es la telefonía
    satelital móvil del jurásico. El tamaño del aparato es
    enorme, la cobertura no es global y nunca se puede plantear una guerra de precios
    entre sistemas que no son comparables. Además, Inmarsat es una organización
    de varios operadores de telecomunicaciones que, por lo general, son monopolistas.
    Por lo tanto, llegar a un acuerdo de baja de precios sería bastante difícil,
    si no imposible, en una estructura en la que todos están involucrados
    en la decisión y en los ingresos”.

    Rodolfo Manuel Barros

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