1. Identikit
Existe un cierto consenso acerca de las tres funciones
básicas que debe cumplir un objeto, concreto o virtual, que
funcione como dinero. La primera es la de servir como medio de
cambio, es decir, intermediario en las transacciones. En esto, el
dinero, se ha dicho, se parece al lenguaje: es útil en tanto
sea utilizado por todos los que nos rodean. Una ventaja obvia de una
economía con dinero sobre otra cuyo comercio se canaliza a
través del trueque, es que permite disminuir los costos de
búsqueda implícitos en la doble coincidencia de
necesidades propia de aquella forma primitiva de intercambio. (Si no
existiera el dinero, un periodista con ganas de tomarse un trago
necesitaría encontrar un barman ávido de noticias.)
Una segunda función es la de servir como unidad de cuenta.
En una economía primitiva en la que el ganado sea uno de los
componentes más preciados de su stock de riqueza y, por lo
tanto, una posible unidad monetaria, cada bien o servicio
valdrá tantas cabezas de ganado y, con precios nominales bien
establecidos, será relativamente sencillo tener el mapa de los
precios relativos (relaciones de intercambio entre las cosas) de esa
economía. Dicho sea de paso, recuerde el lector cómo,
en épocas de alta y muy variable inflación, los precios
nominales dejaban de transmitir la información necesaria para
construir la grilla de los precios relativos y, en consecuencia, el
dinero legal iba perdiendo su función de unidad de cuenta.
Finalmente, el dinero debe ser reserva de valor. Si guardo 10
pesos hoy, sé que éstos tendrán,
aproximadamente, el mismo poder de compra dentro de una semana. Basta
recordar nuestro pasado no muy lejano para comprobar que ésta
es la primera de las funciones que el dinero pierde en
períodos inflacionarios.
De un modo general se puede decir que las funciones que, en una
economía moderna, cumple el papel moneda en épocas de
estabilidad macroeconómica, son puestas en cuestión en
tiempos de crisis. Inflaciones muy altas, o depresiones profundas que
amenacen la continuidad de los bancos, ponen en duda la capacidad de
la moneda de curso legal para cumplir algunas o todas estas
funciones.
2. Componentes del dinero y los primeros terrestres en
Marte
Más allá de las definiciones de los atributos del
dinero en abstracto, lo que se observa en la realidad es que existe
un conjunto de activos que pueden llevar a cabo, con mayor o menor
facilidad, la función de medio de cambio. Cuanto más
próximo al dinero en sentido estricto está un activo,
esto es, cuanto menor es el costo que conlleva transformarlo en
aquél, y cuanto más fácil es esta
transformación, mayor es su grado de liquidez.
Convencionalmente, los agregados monetarios se forman con la suma de
distintos activos financieros, sumas que van dando origen a agregados
que se distinguen con la letra “M” acompañada de algún
subíndice.
Se comienza con los activos de absoluta liquidez y que rinden cero
interés (billetes y monedas) para pasar progresivamente a
activos que son de uso relativamente más difícil en las
transacciones y/o devengan una renta.
Veamos un ejemplo para el caso argentino. A fines de diciembre del
año pasado “M1”, el agregado monetario de menor tamaño
que se forma por la suma de los billetes y monedas en poder del
público más los saldos de las cuentas corrientes en
pesos, alcanzaba unos $ 23.300 millones. Como sabemos, a partir de la
puesta en marcha del Plan de Convertibilidad, la economía
argentina se fue transformando en un sistema bimonetario. De este
modo, si a “M1” se le sumaran los saldos de las cuentas corrientes en
dólares, el total correspondiente a fines de 1997
ascendería a unos 25.200 millones. En el cuadro que sigue se
pueden apreciar otros agregados:
Obsérvese que el agregado más amplio (M3 con
inclusión de depósitos en dólares) estaba cerca
de los 80.000 millones a fines del año pasado. Si comparamos
esta cifra con el PBI a precios corrientes de todo 1997 (alrededor de
324.000 millones) obtenemos un ratio cercano a 25%.
Estos no son los únicos agregados monetarios relevantes.
También tienen un papel central en la dinámica del
mercado monetario los hoy denominados “Pasivos Financieros del Banco
Central”, concepto que se corresponde aproximadamente con el de “Base
Monetaria”, cuyo saldo indica la cantidad de dinero emitida por la
autoridad monetaria. A diciembre de 1997 los pasivos financieros del
BCRA estaban en el orden de los $ 22.400 millones.
El lector podría preguntarse ¿cómo es que si se
emitió dinero por $ 22.400 millones de pesos, la cantidad de
dinero de la economía alcanza a casi 80.000 millones? Parte de
la diferencia se explica por los depósitos en dólares
que forman parte de la definición de dinero que se utiliza en
nuestro medio. La parte restante de la diferencia corresponde al
proceso de creación secundaria del dinero en un sistema con
encajes fraccionarios.
Quizás un relato ayude a comprender mejor este proceso.
Imaginemos el primer vuelo de colonos de la Tierra que van a
instalarse al planeta Marte. En la nave viajan cinco personas: un
decrépito millonario norteamericano junto a su guardaespaldas,
una ex-actriz de singular belleza, un artesano francés y un
polizón argentino. Desde el comienzo, los cuatro hombres se
disputan a la dama, y ésta, que sólo acepta ser pareja
del que ostente mayor poder de gasto, se convierte en amante del
millonario. (Un dato importante: el millonario es el único que
lleva billetes a Marte, por un total de US$ 1.000.)
Una vez instalados, el millonario le confía los fondos a su
guardaespaldas. Al poco tiempo éste observa que el millonario
nunca le pide más de 20% de su dinero, con lo que el
guardaespaldas concluye que puede apartar US$ 200 para hacer frente a
una eventual demanda de efectivo de su patrón y prestar el
resto. Así que le concede un préstamo de US$ 800 a la
ex-actriz, quien utiliza el dinero para comprar joyas que produce el
artesano francés. Pero resulta que el artesano tiene el mismo
comportamiento que el millonario: le lleva sus US$ 800 al tipo rudo
para que se los guarde en depósito.
El punto interesante aquí es que, ahora, el
ex-guardaespaldas devenido banquero tiene, en lugar de los US$ 1.000
originales, US$ 1.800 en depósitos de los cuales ha prestado
US$ 800 y, preventivamente, guarda como reserva 20% (US$ 360), con lo
que le quedan US$ 640 de excedente.
Hombre más acostumbrado a los directos a la
mandíbula que a los negocios financieros, el novel banquero
marciano está pensando qué hacer con los fondos ociosos
cuando se le acerca el argentino. “Tengo la solución para tu
problema, che”, le dice. “Abrí una cuenta a mi nombre,
acreditame un préstamo por US$ 3.200 y todos tus fondos
estarán invertidos”. Efectivamente, realizando esa
operación, el banquero tendrá un pasivo exigible de US$
5.000, formado por los US$ 1.000 que depositó el millonario,
los 800 que depositó el artesano y los 3.200 que ahora figuran
en la cuenta del emprendedor argentino, de los cuales ha apartado
1.000 (200+160+640) como reservas frente a eventuales retiros y, por
otra parte, tiene prestados 4.000 (800 a la bella ex-actriz y 3.200
al argentino). Claro que, acto seguido, el argentino va con su boleta
de depósito, que lo ha transformado en el colono más
rico de todo Marte*, a rescatar a la actriz de las manos del
millonario.
En este relato están presentes los elementos esenciales del
proceso de creación de dinero en un sistema bancario con
encajes fraccionarios (aquel en el que los bancos guardan sólo
una parte de lo depositado en ellos). Nótese, en primer lugar,
que de un depósito original de 1.000 se llegó a una
cantidad de dinero por valor de 5.000. Este proceso de
expansión de la cantidad de dinero se basó en las
reservas del único banco del cuento. Por este motivo las
reservas de los bancos junto al circulante en poder del
público (que en el relato supusimos iguales a cero para
facilitar la exposición) se denominan la base monetaria o, a
veces, dinero de alto poder. La relación entre dinero y base
monetaria se llama, justamente, el multiplicador monetario.
Obviamente, no es por azar que en este ejemplo el multiplicador
valga 5 (= 5.000/1.000). Recordemos que las reservas
equivalían a 20% de los depósitos, si rebautizamos a
las primeras como base monetaria y a los segundos simplemente los
llamamos dinero, tendremos que
Base Monetaria = Dinero x 0,20
o
Dinero = (1 / 0,20) x Base
Monetaria = 5 x Base Monetaria
En este sencillo ejemplo se aprecia con claridad que, disminuyendo
el coeficiente de reservas o aumentando la base monetaria, puede
incrementarse la cantidad de dinero disponible en la economía.
Una diferencia importante, ya mencionada, entre la ficticia
economía marciana de nuestro cuento y el mundo real, es que la
gente acostumbra a mantener una cierta cantidad de efectivo encima.
Esa parte del dinero, al estar fuera de los bancos, no participa del
proceso de multiplicación. Si incluimos el circulante nos
acercaremos a la verdadera formulación del multiplicador, el
que, como vimos, no es otra cosa que el cociente entre la cantidad de
dinero y la base monetaria.
Multiplicador = Dinero / Base =
= (Circulante + Depósitos ) /
(Circulante + Reservas)
Si dividimos numerador y denominador por los depósitos, nos
queda
Multiplicador = ( c + 1) / (c + r)
Donde “c” es la relación entre efectivo y depósitos
deseada por el público y “r” la relación entre reservas
y depósitos de los bancos. En esta relación muy simple
podemos apreciar al menos dos cosas:
1) Si se impusieran encajes legales de 100% (r = 1) el
multiplicador sería 1 y la cantidad de dinero no podría
ser mayor que la base. Lejos de constituir una curiosidad
numérica, éste fue, de hecho, el modo de funcionamiento
del sistema financiero argentino en la época de
nacionalización de los depósitos, allá por 1973;
2) Si el público retira sus fondos para quedarse con un
porcentaje mayor de efectivo (= aumento de “c”) se reduce el
multiplicador monetario. Nuevamente, esto es algo más que un
resultado numérico. En tiempos anteriores a la existencia de
los bancos centrales, se registraban, aproximadamente cada 10
años, situaciones de pánico financiero en las que el
público, temiendo por la suerte de sus fondos, los retiraba de
las instituciones bancarias, haciendo subir abruptamente “c” y
contrayendo así el multiplicador monetario. La menor oferta de
dinero y crédito golpeaba a las empresas y desataba una fuerte
recesión.
Dicho esto sobre el multiplicador, conviene detenerse un poco
más en el otro componente de la oferta monetaria. La base
monetaria, en nuestro planeta, no es otra cosa que el pasivo del
Banco Central, que se reparte entre las reservas del sistema bancario
y las tenencias de efectivo del público.
En el activo del Banco Central hay tres partidas básicas
cuyas variaciones pueden dar lugar a movimientos en la base. La
primera es la de las reservas internacionales: un aumento de reservas
internacionales, por ejemplo, no es otra cosa que una compra de,
digamos, dólares a cambio de la emisión de billetes que
aumentarán la base monetaria. En una economía con tipo
de cambio fijo, como es el caso de la Argentina a partir del Plan de
Convertibilidad, ésta es la principal fuente de la base
monetaria; la entrada de capitales externos se monetiza y contribuye
a la financiación de gasto en tiempos de expansión y, a
la inversa, la fuga de capitales (pérdida de reservas del
BCRA) le devuelve pesos a la banca central y, por lo tanto, contrae
la base y la oferta monetarias.
Este doble movimiento de drenaje de fondos externos y
contracción paralela de la cantidad de dinero se vivió
en la Argentina con particular intensidad como consecuencia de la
crisis del tequila y pudo verse en acción nuevamente, en
tiempos más recientes, en varios de los países que
tenían su moneda atada al dólar y protagonizaron
inicialmente la llamada crisis asiática.
Del mismo modo, el Banco Central puede financiar el déficit
del sector público (comprando títulos emitidos por el
gobierno) u otorgar préstamos al sistema financiero
(aquí el aumento del activo de la autoridad monetaria es la
deuda que asumen con ella los bancos comerciales).
La primera de estas funciones, la financiación del
déficit del sector gobierno, ha sido demonizada por muchos
como causa de, sino todos, la mayor parte de los procesos
inflacionarios habidos. Por ese motivo, en los países con un
pasado inflacionario se suele poner énfasis en la
independencia de la conducción del Banco Central con respecto
a otras áreas de gobierno.
El papel de prestamista del sistema financiero por parte del Banco
Central ha sido reivindicado por muchos en tanto la autoridad
monetaria puede erigirse en lo que se conoce como “prestamista de
última instancia” y así evitar los “pánicos
financieros” que se mencionaron más arriba. Con el Banco
Central garantizando los depósitos del público, no
existen motivos para una corrida bancaria. Quizás el lector
también recuerde que, antes del tequila, se había
eliminado de la Carta Orgánica del organismo la función
de prestamista de última instancia, justamente como
garantía adicional de que el BCRA se limitaría a
movimientos de la base monetaria que estuviesen justificados por
cambios en las reservas internacionales. Quizás el lector
también recuerde que, entre otras medidas, debió
modificarse en medio de aquella crisis la Carta Orgánica del
BCRA para que, justamente, pudiese recuperar aquella función y
así detener la pérdida de depósitos del sistema
financiero.
Hasta aquí hemos comentado los atributos más
generales del dinero y nos hemos detenido con algún detalle en
el proceso de su generación, con especial atención a
los papeles de la base monetaria y el multiplicador. En la
próxima entrega estudiaremos el otro lado del mercado, la
demanda de dinero, e indagaremos un poco más acerca del caso
argentino.
Agregados Monetarios (a diciembre de 1997)
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Total como
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Plazo fijo
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M3
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Total depósitos
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