Zorraquín volvió al campo

    Con la excepción de Bunge & Born, no hay otro grupo
    económico argentino que haya exhibido semejante vuelco de sus
    negocios durante esta década. Después de haber sido un
    protagonista clave en la industria petroquímica, y de
    controlar 43 empresas de los más diversos rubros, en apenas
    cuatro años Garovaglio & Zorraquín se
    reconvirtió en un holding netamente agroindustrial, con una
    fuerte orientación exportadora (60% de sus ventas se generan
    hoy en el mercado externo) y una presencia limitada en los negocios
    del plástico y de los electrodomésticos.

    La apertura de la economía golpeó fuerte en la
    estructura del grupo, que se vio obligado a aplicar un
    traumático plan de ajuste, para lo cual contrató los
    servicios de las consultoras Strat y Booz Allen & Hamilton. A
    partir de 1993 el holding se fue desprendiendo de 20.000
    hectáreas de sus explotaciones agrícolas y le
    vendió a la empresa Crown su participación de 51% en la
    fábrica de latas Aluplata. Un porcentaje similar de la
    productora de polipropileno Petroken fue a parar a manos de YPF.

    Además, tuvo que cerrar la planta textil de Textilyute y
    dejar sus oficinas en la torre de Avenida de Mayo y Chacabuco.

    Pero el punto de inflexión en este proceso de achicamiento
    de los negocios de G&Z se produjo a principios de 1996, con su
    salida del negocio petroquímico, a partir de la venta de las
    acciones que tenía en Polisur y Petroquímica
    Bahía Blanca, por las que Dow Chemical pagó US$ 191
    millones.

    “La crisis de los precios internacionales de la
    petroquímica ya había pasado y teníamos niveles
    de rentabilidad excelentes. Pero sabíamos que no
    estábamos en condiciones de competir con los grandes jugadores
    internacionales que estaban llegando a la Argentina y preferimos
    volcarnos hacia otros negocios donde el grupo tiene ventajas
    competitivas”, explica Federico Zorraquín, director ejecutivo
    de G&Z e hijo del actual presidente del grupo.

    “Hoy estamos presentes como grupo en sectores que ofrecen grandes
    posibilidades de crecimiento, tanto en el ámbito nacional como
    en el del Mercosur, porque todavía no han sufrido
    reestructuraciones significativas.”

     

    Las cuentas claras

    En todo el proceso de reconversión, G&Z invirtió
    US$ 98 millones (básicamente, en la adquisición del
    frigorífico CEPA, la plástica Repexim y varios campos).
    Y recibió, en cambio, más de US$ 200 millones por la
    venta de sus negocios petroquímicos. Gran parte del saldo
    favorable de algo más de US$ 100 millones se destinó a
    la cancelación de pasivos y a la distribución de
    dividendos, primero por US$ 42 millones y después por otros
    US$ 5,5 millones. Quedan en caja todavía varios millones para
    seguir analizando nuevas inversiones.

    “Siempre tuvimos en claro nuestra intención de invertir en
    actividades donde podíamos ubicarnos como líderes a
    corto plazo. Por eso no queríamos ingresar a otros sectores,
    como energía, medios o supermercados, donde habríamos
    llegado tarde. Nos inclinamos por la agroindustria y los
    electrodomésticos, dos negocios que por distintas razones
    todavía no evolucionaron como el resto de la economía”,
    razona Zorraquín.

    Sin embargo, quien comandó la reestructuración del
    grupo reconoce que el fantasma del desmembramiento que vivió
    en los últimos años Bunge & Born sobrevuela el
    bunker de G&Z en Chacarita. “No se puede decir que estos cambios
    no involucran riesgo alguno, pero confiamos en la calidad de nuestro
    management y nuestros activos, como las fábricas, contratos y
    relaciones comerciales en el exterior. A nivel mundial, en todas las
    industrias se está produciendo el ingreso de nuevos jugadores
    que, en promedio, obtienen mejores resultados porque incorporan ideas
    frescas al negocio y no arrastran vicios.”

     

    El corazón del negocio

    En la actualidad, la familia Zorraquín controla poco menos
    de 50% del holding y el resto de las acciones cotiza en la Bolsa de
    Buenos Aires. El núcleo familiar está presidido por
    Federico Zorraquín padre &endash;o tercero, si cuenta que es
    el nieto homónimo de uno de los fundadores&endash; quien a los
    64 años continúa al frente del grupo. Sin embargo, en
    los últimos años empezó a delegar funciones en
    su primogénito, Federico (38 años), mientras que otro
    de sus hijos, Ramón (33), se hizo cargo de la división
    de negocios agrícolas que, junto con CEPA, hoy representa 69%
    de la facturación del grupo. El resto se reparte entre la
    división de petroquímica y plásticos (con 18%),
    electrodomésticos (6%), envases y seguros.

    Apenas diez años atrás, el grupo tenía 50.000
    hectáreas. El proceso de ajuste iniciado a principios de los
    ´90 lo llevó a desprenderse de sus tierras hasta llegar a
    quedarse con sólo una décima parte.

    Pero a partir de su salida del negocio petroquímico,
    G&Z volvió a poner la mirada en las inversiones
    agrícolas. En la actualidad cuenta con 15.000 hectáreas
    propias y alquila otras 10.000.

    Hasta el momento lleva invertidos US$ 5,4 millones en las dos
    compras más importantes de campos (en Tapalqué y
    Daireaux).

    “Volvimos al campo porque es un sector en el que la Argentina
    ofrece importantes ventajas competitivas. Además, creemos que
    para un grupo local es más fácil manejar el negocio”,
    admite Ramón Zorraquín.

     

    Nace una estrella

    En esta nueva orientación agroindustrial le corresponde un
    papel clave a la Compañía Elaboradora de Productos
    Alimenticios (CEPA). La empresa fue adquirida por G&Z en abril
    del año pasado en US$ 82,5 millones y en la actualidad es
    líder en el procesamiento de carne vacuna, con ventas por US$
    274 millones en el último ejercicio.

    CEPA tiene integrada verticalmente su producción: cuenta
    con una empresa controlada que produce proteínas animales
    (Willmor), una fábrica de envases (Argenvases) y una
    comercializadora de cueros (GRD). Además, ocupa el primer
    lugar entre los exportadores nacionales de carne, con una
    participación superior a 15% en el total del país.

    Sin embargo, la empresa no pudo mantenerse al margen de la crisis
    generalizada en el negocio de la carne. (Ver nota sobre el tema en la
    sección “Examen”.)

    “En esta cuestión, nos manejamos con una visión a
    largo plazo. Este año es el peor de la última
    década para la industria de la carne. Pero, aunque el ´98 es
    más difícil que lo que proyectábamos, el futuro
    asoma mejor que lo que esperábamos”, afirma el director
    ejecutivo del grupo.

    Federico Zorraquín no descarta, por otra parte, que G&Z
    continúe su expansión en el negocio de la carne a
    través de nuevas adquisiciones dentro del segmento de los
    productos procesados. En este sentido, todas las miradas apuntan a
    Quickfood &endash;el líder en el negocio de hamburguesas con
    su marca Paty&endash; que está a la búsqueda de un
    socio.

    Pero, por el momento, no quiere hacer pronósticos precisos,
    aunque admite que “en hamburguesas, tenemos 2% del mercado y estamos
    analizando qué oportunidades hay para crecer allí”.

     

    Al calor del agua

    Con la marca Rheem, G&Z lidera hoy las ventas de termotanques
    (40% de market share según sus propias estimaciones). En este
    negocio, el grupo está asociado a la compañía
    norteamericana Rheem Manufacturing que, hace un par de años,
    pasó a manos del grupo japonés Paloma. El
    próximo paso es ingresar juntos en Brasil.

    “El mercado brasileño es eminentemente eléctrico
    pero, con la llegada de los gasoductos desde la Argentina y Bolivia,
    creemos que se abre una oportunidad muy interesante para nuestros
    termotanques”, explica Eva Rodríguez, directora corporativa de
    Recursos Humanos del holding.

    Para la incursión en el territorio mayor del Mercosur
    también podrían convocar a un operador o fabricante
    local, que aporte conocimiento del mercado, de manera de introducir
    en forma gradual el uso de termotanques.

    En el último año Rheem concluyó la
    ampliación de su planta de San Luis, con una inversión
    de US$ 5 millones. Las obras incluyeron la puesta en marcha de una
    nueva línea para proveer a los termotanques de la parte
    interna &endash;tanque negro&endash; que hasta ese momento era
    fabricada por otra empresa de G&Z, Saiar.

    “Queríamos que Rheem dejara de depender de Saiar que, desde
    ahora, se va a dedicar a la fabricación de envases y baldes
    metálicos y de plástico para su uso en la industria
    petroquímica, lubricantes y pinturas”, señala
    Rodríguez. La intención de los directivos del grupo es,
    además, estudiar una fusión de operaciones de Saiar con
    Argenvases, la fábrica que vino en el paquete de la compra de
    CEPA.

     

    El año del centenario

    Garovaglio & Zorraquín es uno de los grupos
    económicos más antiguos del país: en 1998
    está cumpliendo un siglo de vida. El fundador de la empresa
    que dio origen al holding fue el inmigrante italiano Francesco
    Garovaglio, quien llegó de Milán en 1890 como
    representante de varias compañías europeas y, ocho
    años después, comenzó a operar como
    consignatario de azúcar.

    Federico Zorraquín &endash;el abuelo del actual presidente
    del holding&endash; empezó como empleado de Garovaglio, aunque
    después fue promovido a socio. En 1926 el milanés
    murió en un naufragio y su viuda, poco después, se
    desprendió de todas sus acciones. La empresa conservó
    los dos apellidos, aunque sólo los Zorraquín
    continuaron en ella.

    Durante los años ´30, G&Z inició su
    diversificación con la compra de 20.000 hectáreas de
    campo y poco después puso un pie en el sector financiero, con
    la incorporación de los bancos Comercial de Tucumán y
    Popular de Concordia.

    En 1944 comenzó a cotizar en la Bolsa de Buenos Aires y, al
    poco tiempo, desembarcó en nuevos negocios como el vino, el
    arroz y las conservas.

    Durante los años ´60 &endash;ya bajo el comando del actual
    presidente del holding&endash; el Banco Comercial de Tucumán
    inició su expansión, convertido en Banco Comercial del
    Norte, y en 1972 arribó a Buenos Aires.

    Pero el gran cambio en la orientación del grupo se produjo
    en 1974, cuando adquirió una participación accionaria
    en Ipako, que estaba en manos de la firma Koppers. Un año
    después G&Z asumió el control de la
    compañía y firmó el acta constitutiva de la
    empresa Polisur Sociedad Mixta, en cuyo capital social
    participó con 70% (la Dirección General de
    Fabricaciones Militares controlaba el resto).

    Adquirió, además, una participación en
    Petroquímica Bahía Blanca (PBB), dedicada a la
    producción de poliestirenos, etilenos y polietilenos de baja
    densidad.

    Los primeros grandes problemas surgieron en la década de
    los ´80, cuando el Banco Comercial del Norte &endash;que había
    adquirido el Español del Río de la Plata&endash; no
    pudo hacer frente a sus compromisos y se vio obligado a desprenderse
    de casi todas sus sucursales y de sus acciones en la red de cajeros
    automáticos Banelco, de la que participaba como una de las
    entidades fundadoras. En 1991, tanto el Español como el
    Comercial del Norte fueron liquidados por el Banco Central.

    “A lo largo de estos cien años, el grupo tuvo sus altas y
    sus bajas. La compra de los bancos no funcionó pero, en
    general, la década de los ´80 fue muy mala para todo el sector
    financiero”, reconoce Zorraquín.

     

    Lo que queda atrás

    Al definir a la agroindustria, los artículos para el hogar
    y los concentrados plásticos como los ejes de su negocio, se
    abren grandes interrogantes sobre la permanencia del grupo en el
    resto de los sectores donde hoy mantiene inversiones.

    En el campo de los seguros, G&Z es uno de los pocos grandes
    grupos nacionales que todavía no se decidió a
    desprenderse de su empresa, como ya hicieron Bunge & Born y
    Soldati. Los ejecutivos del holding admiten, sin embargo, que
    están a la búsqueda de un socio o un comprador para su
    firma, Interamericana, que comenzó a operar en 1961 y fue
    adquirida por G&Z en 1978. “El mercado de los seguros no es
    estratégico para nuestro negocio, de modo que, si surge un
    interesado, estamos dispuestos a sentarnos a conversar”, revela
    José Luis Pérez Acquisto, director corporativo de
    Administración y Finanzas de G&Z.

    Para ingresar al flamante negocio de las aseguradoras de riesgos
    de trabajo fundaron Interamericana ART, aunque en este caso ya
    encontraron un partner, la australiana HIH, y juntos formaron
    HIH-Interamericana ART, que cuenta con 100.000 afiliados y en la que
    G&Z controla 35% de las acciones.

    Otra de las compañías que no forma parte del plan
    estratégico de negocios del grupo es la minera Cerro Castillo,
    con un par de yacimientos polimetálicos (principalmente zinc y
    oro) en Chubut. La empresa fue adquirida por G&Z a fines de los
    ´70 y durante toda la década de los ´80 registró
    resultados que Zorraquín define como “erráticos” hasta
    que, hace un par de años, ingresó en convocatoria.

    Para lograr un acuerdo con sus acreedores G&Z tuvo que
    desembolsar US$ 14 millones y fue transfiriendo su
    participación en la firma a la compañía inglesa
    Lonrho, que desde hace seis meses se convirtió en el
    accionista mayoritario con 51% del paquete.

    “Por ahora, Cerro Castillo no representa para nosotros erogaciones
    financieras ni de recursos. Está en una etapa de
    exploración y habría que ver qué pasa cuando
    llegue el momento de los análisis de factibilidad. Pero
    está claro que tampoco forma parte de nuestro core business”,
    señala Pérez Acquisto.

    Sin embargo, Federico Zorraquín no descarta de plano que el
    holding decida continuar en el negocio. “Con el cambio en la
    legislación se abrieron nuevas perspectivas en el negocio
    minero y vamos a intentar hacer valer nuestra participación en
    Cerro Castillo buscando un socio o un co-inversor”, adelanta.

     

    Las fuentes

    En cuanto al negocio petroquímico, que durante más
    de dos décadas fue la principal fuente de ingresos de G&Z,
    quedó ahora reducido a la planta de componentes
    plásticos de Ipako en Ensenada.

    Sin embargo, en los últimos años el grupo
    apostó a un crecimiento en el sector plástico, con la
    compra de la firma Repexim, por la cual pagó US$ 13 millones
    en abril del ´97. Repexim fabrica aditivos plásticos de color
    (Masterbach) y desde el momento en que pasó a sus manos, los
    Zorraquín llevan invertidos allí US$ 3,5 millones.

    La empresa plástica es líder en el mercado local con
    una participación superior a 50% y a través de su
    controlada Repexim do Brasil, capta 10% del mercado de ese
    país.

    La última torre del imperio petroquímico que
    levantó G&Z en la década de los ´70 es la planta de
    polietileno de Ensenada. En la actualidad, con 16.000 toneladas
    anuales de capacidad de producción, sus instalaciones no
    pueden competir frente a las 200.000 de Polisur o las más de
    500.000 con que trabajan los principales players internacionales.
    Pero, a pesar de que la fábrica abastece de materias primas a
    Repexim, sus dueños no parecen interesados en invertir en una
    ampliación, e incluso el holding comunicó recientemente
    a la Bolsa su decisión de dejar de producir polietileno para
    dedicarse exclusivamente a la fabricación de compuestos y
    molidos, utilizados en los recubrimientos para cables, caños
    telefónicos y caños para agua.

    “Es muy difícil imaginarse que pueda sobrevivir si sigue
    sola”, desliza Pérez Acquisto, quien deja abierta la
    posibilidad de que G&Z complete su proceso de reconversión
    y abandone definitivamente el negocio petroquímico con el que
    durante décadas se identificó al grupo.

     

    Resultados en el sube y baja

    Los cambios en la orientación del grupo se vieron
    inevitablemetne reflejados en los balances, que en los últimos
    cuatro años registraron resultados con acentuados picos y
    caídas. “Quizás el momento más traumático
    se vivió entre 1994 y 1995. En el primer ejercicio tuvimos un
    resultado negativo de US$ 40 millones y un año después
    lo revertimos con ganancias por otros US$ 40 millones”, recuerda
    Federico Zorraquín.

    En el ejercicio 1995-96, el grupo logró un resultado
    positivo de US$ 46,5 millones como producto de la venta de sus
    activos petroquímicos. Pero un año después las
    ganancias bajaron a US$ 16,2 millones.

    La evolución de las ventas no fue menos errática en
    los últimos años. Las del ejercicio finalizado el 30 de
    junio de 1996 superaron los US$ 200 millones, pero doce meses
    después cayeron a US$ 80 millones, tras la pérdida de
    los aportes de Polisur y Petroquímica Bahía Blanca.

    El balance 1997-98 acaba de finalizar y, según las
    estimaciones de los directivos, se superarán los US$ 400
    millones. Sin embargo, hasta el tercer trimestre del año
    fiscal los resultados estuvieron muy lejos de ser positivos. En el
    segundo semestre del ´97 las pérdidas acumuladas treparon a
    US$ 16 millones y en el primero del ´98 se registró un rojo de
    US$ 9,6 millones.

    “Este es un ejercicio de transición para el grupo,
    después de haber concretado un importante proyecto de
    expansión estratégica, como fue la compra de CEPA. El
    resultado del último trimestre, comparado con el anterior,
    muestra una mejora, que es insuficiente pero marca una tendencia
    hacia la reversión de los resultados negativos”, señala
    Federico Zorraquín.

    Claro que reconoce que los resultados del grupo también se
    vieron afectados por la crisis asiática, que en el
    último trimestre arrasó con la utilidad obtenida por
    sus inversiones financieras en los primeros seis meses del
    año.