El euro
Soberanía, hegemonía y rivalidades
La Unión Europea decidió el calendario de uno de sus
proyectos más ambiciosos: la unión monetaria y la
creación de un Banco Central Europeo. La cumbre fue,
también, escenario de los conflictos que genera este proceso,
con la inevitable reducción de las soberanías
nacionales y las luchas por la hegemonía.
El nombramiento del presidente del Banco Central Europeo fue el
punto más ríspido. Mientras Alemania y la
mayoría de los países de la Unión apoyaban la
candidatura del holandés Wim Duisenberg, presidente del
Instituto Monetario Europeo, Jacques Chirac promovía a su
compatriota Jean Claude Trichet.
El presidente francés enfrenta una delicada
situación en su país: el primer ministro socialista y
la mayoría parlamentaria de centro izquierda lo dejaron
prácticamente sin influencia en la vida política
nacional; de modo que las relaciones exteriores son uno de los pocos
temas en los que puede mostrar algún tipo de iniciativa
política.
Finalmente, obtuvo un resultado fuertemente criticado por los
medios financieros internacionales por tratar de imponer un
límite a la independencia futura del BCE: Duisenberg
declaró públicamente que renunciaría “por
voluntad propia” al cuarto año de su gestión, que el
Estatuto establece en ocho años. Chirac habría obtenido
además el consenso para que su sucesor fuera Trichet.
Duisenberg, a pesar de haber sido el ministro de Finanzas
socialista que disparó el déficit fiscal
holandés, postula hoy la más pura ortodoxia en el BCE;
sostiene que el riesgo de inflación es su mayor
preocupación y que el crecimiento y el empleo son sólo
objetivos secundarios.
En la línea de un BCE creado en base al poderoso e
independiente Bundesbank, la aparente debilidad que demostró
su flamante presidente al anunciar su retiro anticipado fue tomada
como una muestra de las “injerencias políticas” que
debería enfrentar el futuro organismo. Sin embargo, dos
días después de anunciar su compromiso de retiro,
Duisenberg declaró ante el Parlamento Europeo que “nada me
impide estar ocho años al frente del BCE”, en un claro
desafío a Chirac.
El euro II
Revés para Francia
Otra decisión a nivel europeo parece inclinarse en contra
de Francia: el Comisario europeo para la Competencia, Karel Van
Miert, amenazó con declarar ilegales las ayudas que el
gobierno francés otorgó al Crédit Lyonnais, el
mayor banco público francés que se vio sacudido en los
últimos años por hechos de corrupción y que en
la Argentina fue propietario, por algunos años, del Banco
Tornquist.
Estas amenazas forzaron al gobierno a aceptar un severo plan de
reducción y privatización del coloso que tiene oficinas
diseminadas por todos los continentes, además de incomodar a
las autoridades francesas, que deben enfrentar el costo
político de que se les dicte públicamente las
condiciones de privatización.
A pesar de sus esfuerzos por mantener su preciada soberanía
y lograr un papel hegemónico en la Unión Europea,
Francia se ve obligada, poco a poco, a aceptar las condiciones y
medidas de los organismos supranacionales. En el fondo de la disputa
se encuentra la rivalidad franco-alemana: mientras los germanos
aparecen cada vez más como el país hegemónico de
la Unión, los franceses buscan a toda costa ser el contrapeso
de su potente aliado. Pero, como declara el poderoso presidente del
Bundesbank, Hans Tietmeyer, “a mediano plazo la unión
monetaria debe conducir a una integración política
adicional”. Este proceso tiene pocas probabilidades de detenerse, y
tanto los franceses como el resto de sus socios europeos están
acostumbrándose (y definiendo) una nueva forma de hacer
política.