Para que los libros no muerdan

    En opinión de los analistas el mercado del libro en la
    Argentina – que mueve alrededor de $ 400 millones al
    año – es antiguo y subdesarrollado. Empresas familiares
    sin management profesional, falencias en los canales y una ausencia
    casi absoluta de estrategias y herramientas de marketing configuran
    un paisaje en el que, sin embargo, abundan las oportunidades de
    desarrollo.

    Así parecen haberlo percibido los inversores extranjeros
    que comenzaron a poner sus fichas en el tablero.

    Históricamente, el negocio del libro estuvo encerrado en
    una suerte de limbo, un espacio aislado de los avatares y reglas
    inherentes a cualquier mercado. Sin embargo, en los últimos
    tiempos, el desembarco de importantes players internacionales dio la
    pista de que algo estaba empezando a moverse. Unos pocos hitos bastan
    para corroborarlo:

    • Ediciones B, perteneciente al poderoso Grupo Z de
    España, compró 100% de la editorial Javier Vergara;

    • Plaza & Janés, del germano Grupo Bertelsman
    – número uno a nivel mundial – , se hizo de 60% de
    Editorial Sudamericana;

    • Global, la nueva empresa de los Grüneisen,
    adquirió 70% de la cadena de librerías Yenny;

    • El Ateneo – la editorial y las
    librerías – colgó cartel de “en venta”.

    “El mercado argentino del libro es anticuado y subdesarrollado”,
    afirma sin ambages el consultor editorial Guillermo Schavelzon. Con
    una trayectoria de tres décadas en el negocio
    – pasó por Jorge Alvarez, fundó Galerna y
    ocupó cargos directivos en la mexicana Nueva Imagen, las
    hispanas Aguilar y Alfaguara y hasta fin del ´97 fue director general
    de la división libros del Grupo Planeta – , Schavelzon se
    explaya sobre esas calificaciones planteando que hasta fines de los
    ´80 los libros se editaban, promocionaban y vendían igual que
    en el siglo pasado, y que el subdesarrollo alude a que el negocio se
    halla muy lejos del máximo de sus posibilidades.

    Ese último aspecto explicaría el arribo de los
    inversores extranjeros; “el excedente de dinero que hay hoy en el
    mundo y la búsqueda de inversiones rentables apunta a
    países como el nuestro, donde las posibilidades en el campo
    del libro son enormes porque es enorme la potencial demanda que
    está insatisfecha”, dice el consultor.

    El retraso del mercado involucra a todos los eslabones de la
    cadena. Los autores – productores de la materia prima –
    no viven de su tarea como tales porque no se desarrolla el consumo
    – no crecen los lectores – , y todo esto atenta contra el
    mismo producto. Las editoriales recién parecen estar
    comenzando a entender sus funciones y posibilidades; su origen
    familiar suena como la explicación más plausible de la
    lentitud de su transformación. Desaparecido el fundador, los
    herederos tendieron a confundir el rol de propietarios con el de
    gestores, lo que atenta contra la concepción de la empresa
    moderna que requiere un management profesional. Como
    estadísticamente es poco probable que las diversas
    especializaciones existan dentro del núcleo familiar, la
    empresa se descapitaliza y entra en crisis, cosa que ocurrió
    dentro del sector en los últimos años. Así, la
    disyuntiva de hierro que se planteó fue profesionalizarse o
    vender, so pena de ir a la quiebra.

    Esta mirada es compartida por algunos de los actores, en especial
    por los que exhiben una actitud más dinámica. “Es un
    gremio de familias”, dice Joaquín Gil Paricio (h), gerente de
    Comercialización de la Distribuidora Cúspide; “hay una
    política tradicional, conservadora en materia de
    comercialización, y las fusiones y compras son incipientes y
    demasiado recientes como para que hayan logrado cambiar el
    management. Por ahora se trata de inversores que buscan rentabilidad;
    claro que, para conseguirla, tendrán que producir esos
    cambios”.

     

    La asignatura pendiente

    El déficit en materia de marketing es evidente. “Hay que
    diseñar una gran estrategia que implica mucha materia gris y
    mucha inversión en el tema canales”, sostiene Schavelzon; “no
    se puede pretender que una persona tenga que subirse al auto o tomar
    un colectivo para ir a comprar un libro. El libro tiene que estar en
    los lugares adonde va la gente; en este sentido, el primer cambio
    importante se dio en los últimos cinco años con la
    venta de libros en supermercados, que hoy debe representar entre un
    cuarto y un tercio de la venta total en el país. Ese es un
    paso, los demás tienen que ver con todos los aspectos del
    marketing: los libros deben ser atractivos, venderse a precios
    razonables y tener un target bien definido para poder llegar a
    él a través de la publicidad y todas las
    técnicas del marketing directo”.

    Para Pablo Avelluto, gerente de Marketing de Planeta – una
    posición novedosa en el negocio – , “el libro tiene una
    especificidad, no es un producto masivo, por lo que la mayoría
    de las teorías y prácticas marketineras no son
    totalmente funcionales; una editorial de envergadura publica unas 150
    novedades al año, o sea que lanza 150 nuevos productos. Por
    supuesto que herramientas tales como la investigación de
    mercado son aplicables y fundamentales, básicamente las
    cualitativas, y nosotros las usamos con buenos resultados. Pero es un
    trabajo de entomólogo, hay que construir perfiles de lectores
    para detectar esa demanda insatisfecha que puede existir”.

    “En cuanto a la inversión publicitaria, en nuestro caso
    sobrepasa el millón de pesos, pero se trata de disparar dardos
    a targets muy acotados; no tenemos agencia porque en general no
    están preparadas para satisfacer la demanda de tantas piezas
    distintas y no conocen la especificidad del rubro. El plan de
    marketing de un libro es distinto del de cualquier otro producto de
    consumo masivo: a quienes quisieron hacer la traspolación
    automática les fue mal, pero también a quienes
    ignoraron los principios comunes; el libro sigue siendo casi un traje
    a medida.”

    Gloria Rodrigué, directora editorial de Sudamericana,
    considera que la imposibilidad de utilizar herramientas de marketing
    tiene que ver con lo económico: “Las tiradas cortas y el
    escaso margen que deja el libro no permiten realizar grandes
    inversiones, salvo en aquellos casos en que uno está seguro de
    que va a vender mucho”. Sin embargo, es consciente de que esta
    actitud conduce a un círculo vicioso – no hay plata para
    hacer marketing porque se vende poco pero si no se hace marketing es
    muy difícil que se aumenten las ventas – ; de ahí
    que en este momento la empresa justamente esté buscando un
    profesional para hacerse cargo de esa función.

     

    Canales en cuestión

    El tema de los canales desvela por igual a todos los players del
    negocio. En el caso del canal tradicional, las librerías, las
    opiniones son coincidentes: son pocas – apenas unas 400 en todo
    el país – y no se han adecuado al ritmo de los tiempos.
    Salvo honrosas excepciones, no se han preocupado por convertirlas en
    sitios atractivos, con valor agregado, que inviten al potencial
    consumidor a visitarlas como parte de un paseo. Ambitos donde se
    pueda tomar un café, contar con espacios de lectura
    – tanto para los adultos como para los chicos – , y en los
    que no se sienta el peso de la cultura que muchas veces opera como
    elemento de inhibición para quienes no son lectores
    habituales. El fenómeno de la Feria del Libro es un buen
    indicio en la materia (ver recuadro).

    Así y todo, comienza a aceptarse la idea de que la
    presencia del libro en canales no tradicionales
    – supermercados, kioscos – no atenta contra la
    librería sino que, por el contrario, aumenta sus
    posibilidades. “Ningún lector habitual compra libros en el
    supermercado, donde la oferta es muy acotada”, dice Schavelzon, “pero
    allí se captan nuevos lectores que, cuando quieran comprar
    otros libros, van a ir a la librería”.

    Por otra parte, aparece en el horizonte el canal Internet. “En
    Estados Unidos Amazon.com – que es una librería
    totalmente virtual – está vendiendo millones de
    títulos por mes”, señala Schavelzon, “y a pesar de que
    todavía pierde millones de dólares al año sus
    acciones suben de una manera impresionante, porque todos entienden
    que la pérdida se corresponde con un plan de
    penetración en el mercado que se percibe como exitoso”.

    Para Avelluto, las posibilidades de la Web están atadas al
    desarrollo de la red en la Argentina y también a la confianza
    de los consumidores en la seguridad del uso de las tarjetas de
    crédito. Sin embargo, la experiencia interactiva de la
    Distribuidora Cúspide – que además de la venta
    mayorista cuenta con seis locales al público – es un
    dato a tener en cuenta. Su site ofrece una amplia gama de servicios
    – entre ellos la búsqueda de obras que no están
    en su catálogo y la posibilidad de conectarse con sites de las
    editoriales extranjeras que representa. “Estamos muy satisfechos con
    nuestras ventas a través de la Web”, dice Gil Paricio; “si
    bien somos conscientes de que nuestro target está constituido
    mayoritariamente por profesionales y estudiantes de las áreas
    de computación y negocios que son el fuerte de nuestra oferta,
    apostamos al crecimiento de ese canal”.

    “Las experiencias de marketing son refinamientos del sentido
    común”, concluye Schavelzon; “en la medida en que el editor
    asuma plenamente un rol activo definiendo sus targets y detectando
    sus necesidades, en que los canales se modernicen y se
    retroalimenten, y en que el libro se desacralice y participe
    también de la oferta integral del ocio, se operará el
    crecimiento del mercado. Para todo ello, sin duda, la
    profesionalización del marketing es una necesidad
    impostergable”.

    Verónica Rímuli

     

    El fenómeno de la Feria

    La Exposición Feria Internacional de Buenos Aires El Libro
    del Autor al Lector es un acontecimiento de la cultura y
    también de la industria y el comercio del libro en la
    Argentina. Organizada por la Fundación El Libro – que
    reúne a cámaras de editores, autores, libreros,
    distribuidores, industria gráfica e importadores – ,
    desde su primera celebración en 1975 fue adquiriendo
    importancia creciente hasta convertirse en la muestra más
    relevante de Latinoamérica y un destacado referente a nivel
    mundial, con una convocatoria multitudinaria. En 1997 1.100.000
    personas participaron en el evento – lo que constituyó
    un récord absoluto – , y a su vez ese mismo año
    las ventas se incrementaron 40% con respecto a la edición
    anterior.

    Según Marta Díaz, directora de Ferias de la
    Fundación, “para la gente, cada año se renueva la
    oportunidad de conocer a las más destacadas personalidades de
    la cultura nacional e internacional; escritores, científicos,
    plásticos, actores se reúnen en esa fiesta que esta vez
    se llevará a cabo desde el 14 de este mes hasta el 4 de mayo
    en su sede tradicional, el Centro Municipal de Exposiciones”.

    Para los analistas el fenómeno de la Feria confirma las
    hipótesis de que cuando el libro se presenta en un
    ámbito abierto, acompañado por otras manifestaciones y
    posibilidades – mesas redondas, espectáculos,
    restaurantes y cafés – , se transforma en un verdadero
    programa de esparcimiento en el que se da el llamativo hecho de que
    mucha gente que quizá no pisa habitualmente las
    librerías paga para entrar a ver libros y para comprar.