La búsqueda de la excelencia continua

    ¡Qué bueno cuando a uno le asignan una tarea clara! Rich
    Karlgaard, el jefe de Redacción, me pedía, casi gruñendo,
    por teléfono: “Hablá de lo que pasó desde que salió
    tu primer libro, In search of excellence”. Bueno, aquí va.

    Algunas de las personas que compraron In search of excellence (subtitulado:
    Lessons from America´s best run companies) lo interpretaron como una ratificación
    de la práctica gerencial aplicada en Estados Unidos. Bob Waterman,
    coautor, y yo lo vimos, en cambio, como una denuncia a toda voz del curso
    que tomó el dogma de los negocios después de la Segunda Guerra
    Mundial. En una entrevista realizada en 1995 para un programa religioso
    de la BBC, me sorprendí a mí mismo diciendo (¡en los
    escasos segundos que me dieron para hablar!) que mi carrera no era sino
    una prolongada reacción al método hiperracional basado puramente
    en el análisis aplicado por Body Count Bob McNamara para dirigir
    desde Ford hasta nuestro involucramiento en Vietnam, donde pasé
    algún tiempo.

    Lo cierto: en 1946 las grandes compañías aún estaban
    dirigidas de los pelos, por la fuerza. Peter Drucker (y McNamara, para
    ser justo) cambiaron eso por completo. En un principio, para bien: organizarse
    no era una mala idea para estos monstruos. Después, para mal: todas
    las buenas ideas se llevan a extremos.

    Ford necesitaba un ajuste. Urgente. Pero, finalmente, la mentalidad
    académica y McNamara agotaron la vitalidad de la firma. Como reacción
    a todo el galimatías gerencial, Waterman y yo acometimos contra
    gente como McNamara y el fundador del Boston Consulting Group, Bruce Henderson,
    que hablaban de “perros” y “vacas” estratégicos. (Y al hacerlo arrasamos
    con nuestros socios de McKinsey, también obsesionados por el planeamiento
    estratégico.) Tampoco dejamos en pie las frases de uso corriente
    en marketing. Las reemplazamos por nuestros temas basados en el sentido
    común: acción, clientes, personas. La teorización
    sobre el gerenciamiento se había vuelto tan endemoniadamente sofisticada
    hacia 1980, que este tipo de palabras prácticamente no existía.
    (Si quieren, pueden buscarlo, como diría Dave Barry.)

    Pues bien, volvamos a considerar el tema. La sección “Back to
    basics” de In search of excellence incluía ocho características
    que, a nuestro criterio, distinguían a las empresas que sabían
    hacer las cosas bien:

    1. Una inclinación por la acción. Sí, suena a perogrullada,
    pero en el ´82 era una novedad (y, a decir verdad, en 1996 también,
    para la mayoría de las grandes compañías). Decíamos
    que las mejores entre las grandes, como Hewlett-Packard, 3M y Johnson &
    Johnson, tomaban medidas y las pensaban después, en lugar de hacer
    al revés. Teníamos razón en aquel entonces. Y mucha
    más en este momento. (Mi cita favorita de 1996 proviene del presidente
    de MCI, Bert Roberts Jr., quien describe su estrategia así: “Corremos
    como locos y después cambiamos de dirección”. Así
    es. Funciona. Es extraño. Sin embargo…)

     

    2. Primero los clientes. En 1982, a la mayoría de las compañías
    les apretaban tanto los calzoncillos que se habían olvidado de los
    clientes. ¿Marketing? ¡Sí, claro! Con todos los chiches
    que Dios manda. Pero, ¿y el viejo y típico cliente? No lo
    mencionaba ninguno de los textos en boga por aquellos días.

    Nosotros hicimos el favor de resucitar al viejo y querido cliente, aquel
    que, en realidad, es el que compra los productos. Así y todo, sigue
    siendo una compañía entre muchas las que entiende el punto.
    (Miren, si no, cómo Saturn ha prosperado simplemente atendiendo
    las necesidades de, sí, los clientes de sexo femenino.)

    Por otro lado, nuestro modelo número uno era IBM, y miren lo
    que le pasó. Mi libro de gerenciamiento favorito de los últimos
    cinco años es Competing for the future, de Gary Hamel y C. K. Prahalad.
    El mensaje básico: ¡conduzcan a sus clientes! Escuchar está
    bien, pero puede llevarse demasiado lejos. Ahora pienso que las mejores
    compañías están íntimamente en contacto con
    sus clientes, y 1,52783 pasos adelante. (Si está a 1,14 pasos, o
    menos, adelante, morirá por copiarse, y si está 2,62 pasos,
    o más, adelante morirá por prematuro.)

     

    3. Autonomía y espíritu empresario. Esta sección
    se trataba de una larga loa a 3M (el estudio de caso más grande
    que utilizamos en nuestro libro). Teníamos razón en aquel
    entonces. Tenemos razón ahora también. Aunque parezca extraño
    &endash;o sorprendente&endash;, mis empresas favoritas en Search
    siguen siendo, en su mayoría, las mismas cuatro que en la actualidad:
    3M, Johnson & Johnson, HP y PepsiCo. Por ser gigantes, son notablemente
    ágiles y con un espíritu empresario considerable. Algunas
    (cuantas) estrellas de Search nos han decepcionado, ¡y mucho!. Estas
    cuatro no. ¡Benditas sean!

     

    4. Productividad a través de las personas. En 1982 las escuelas
    de negocios daban cursos sobre conducta organizativa, pero no exageraríamos
    si dijéramos que las personas estaban ausentes sin licencia del
    criterio de pensamiento estratégico en los negocios. Estoy conforme
    con lo que hicimos en esta área. Teníamos razón en
    aquel entonces. Tenemos razón ahora también.

     

    5. Dirección con intervención basada en los valores. “Dirigir
    tomando distancia” era realmente la expresión de moda en la década
    de los ´70. Nosotros propusimos una palabra alternativa (nuestra palabra
    favorita en Search), que descaradamente tomamos prestada de HP: MBWA (Managing
    by wandering around, en castellano: “dirigir paseando de un lado a otro”).
    Aquí tuvimos, y seguimos teniendo, tanta razón que todavía
    tiemblo al pensarlo. (De hecho, un informante de HP comenta que el principal
    problema de su compañía hoy es que el MBWA fue reemplazado
    por la política de no intervención MBSA -Managing by Screening
    Around, en castellano: “dirigir selectivamente”.)

    La idea de “valores” era algo totalmente nuevo en el ´82, y (nuevamente)
    una manera de contrarrestar el pensamiento estratégico estéril.
    (¡Bien por nosotros!) Pero no podíamos imaginarnos que las
    “declaraciones de valores” pronto aparecerían impresas en tarjetas
    plásticas y se repartirían a cientos de miles de empleados
    (comprensiblemente) escépticos, que así darían lugar
    al cínico ascenso de Dilbert.

    Pero existe una cuestión más importante que no supimos
    ver: los valores también pasan de moda. La encomiable política
    de IBM de “el cliente ante todo” se convirtió en una devoción
    esclava a los clientes equivocados cuando la computación se volvió
    popular, y el idilio admirable de la firma con su gente se convirtió
    en una excusa para retener a 400.000 personas para que hicieran el trabajo
    que podían hacer 200.000.

     

    6. No pierda de vista el tejido. Este concepto fue mal interpretado
    cuando lo publicamos. (Nadie leyó todo el capítulo; sólo
    el título.) No defendíamos la postura de aferrarse al pasado
    en forma insensata. Aplaudimos el trabajo del profesor de estrategia de
    la Ucla Richard Rumelt, que señalaba que la diversificación
    relacionada daba mejores resultados: aferrarse celosamente al pasado estaba
    mal, igual que la conglomeración irracional, no relacionada (el
    modelo una vez adorado de ITT/Harold Geneen).

     

    7. Forma simple, personal reducido. Este concepto nos hace parecer realmente
    inteligentes. Pero, de hecho, fue el error más grande que cometimos.
    Aplaudimos la idea de reducir mucho antes de la era del downsizing/rightsizing/reengineer-
    ing. Deberíamos estar orgullosos. Yo no lo estoy. No teníamos
    la menor idea de cuánto exceso seguía habiendo en el seno
    de IBM o GM. Ahora alabo a Percy Barnevik, presidente de Asea Brown Boveri,
    hasta los cielos: fue él quien redujo el personal de la sede alemana
    de ABB de 1.600 a 100 personas. Eso habría sido totalmente inimaginable
    en 1982. (Bueno, todavía lo es para muchos en 1996.)

     

    8. Valores flexibles y rígidos a la vez. Nadie, salvo una persona
    &endash;hasta donde yo sé&endash;, lo comprendió
    en aquel entonces. Nadie lo entiende ahora. En su mayoría, el concepto
    era acertado. Traducción: (1) respete los valores básicos;
    (2) dentro de ese conjunto de valores, deje que se haga y deshaga a placer
    (también se conoce como experimentación).

    El tipo que lo entendió fue Bob Stone, un ex funcionario del
    Departamento de Defensa que dirige el programa sorprendentemente exitoso
    de Reinvención del Gobierno del vicepresidente norteamericano Al
    Gore. ¿Y cuál es la parte equívoca de este principio?
    Vea el punto cinco: aferrarse devotamente a los valores equivocados puede
    echar todo a perder rápidamente.

    En general, la calificación que merecen nuestros Big Eight no
    es tan mala, pero guárdese los aplausos. Quiero decir: no se atreva
    a volver y leer detenidamente In search of excellence para ver de qué
    nos olvidamos. A saber:

    La dinámica en sí (paranoia estratégica, como
    diría el presidente y CEO de Intel, Andy Grove),

    La innovación en sí,

    La revolución informática (ausente aunque no lo crea,
    y aquí estoy escribiendo para Forbes ASAP),

    Globalidad (también missing in action),

    Calidad,

    Liderazgo,

    Renovación de personal,

    El papel de las pequeñas y medianas empresas,

    El sector de servicios.

    ¡No puedo creer que hayamos sido tan astutos! Antes de Search
    nuestros Big Eight simplemente no existían. ¡No puedo creer
    que hayamos sido tan tontos! (Si no, mire la lista anterior. ¡Qué
    imbéciles!)

    Y esto me lleva al presente. La única manera de decirle qué
    pienso es decirle qué hago. Mi trabajo consiste principalmente en
    dar seminarios de un día de duración, a razón de 60
    por año, desde Auckland a Seúl y desde Francfort a Knoxville
    y Atlanta. Se basan en lo que denomino mi “mapa circular” o, formalmente,
    “tiempos locos requieren organizaciones locas: el círculo de innovación”.

    El título tiene mucho que ver con lo que pasó, y apunta
    a corregir en sí y de por sí los dos principales errores
    de Search. En primer lugar, la dinámica. El tema en el que ahora
    hago hincapié es la necesidad de una renovación y reinvención
    constantes. En segundo lugar, mi nueva obsesión, la innovación.
    Las palabras que el consultor James F. Moore una vez pronunció se
    han convertido en mi epíteto: “La única ventaja verdaderamente
    sostenible es la que proviene de innovar más que la competencia”.
    Ahora soy ese desagradable personaje &endash;el converso&endash;
    y me desconcierta genuinamente, de hecho, la falta de sólidos pensamientos
    en el tema de la innovación en sí.

    “El incrementalismo es enemigo de la creatividad”, dice el jefe del
    Laboratorio de Medios del MIT, Nicholas Negroponte, en forma alarmante.
    “La estrategia es la revolución; todo lo demás es táctica”,
    añade el estratega supremo Gary Hamel. Reconozco el papel de la
    estabilidad y la regularidad, pero sostengo que hay cuestiones más
    importantes (como los 1.700 millones de asiáticos que ingresarán
    a la fuerza laboral en los próximos 20 años, ninguno más
    lejos que a 0,6 segundos de Palo Alto o Peoria, gracias a las nuevas tecnologías)
    que requieren agilidad y la difícil de tragar palabra “revolución”.
    Aún no hemos visto nada.

    Mientras medito sobre mis nuevas religiones &endash;la dinámica
    y la innovación&endash; no puedo evitar preguntarme si he pasado
    de Guatemala a Guatepeor. Quiero decir: me siento tan castigado por la
    falta de dinámica en mi primer libro que en los últimos 15
    años me obsesioné con el tema. Miren algunos de los títulos
    de mis trabajos posteriores a Search: A passion for excellence (La pasión
    por la excelencia), Thriving on chaos (Prosperidad en el caos), Liberation
    management (La gerencia de la liberación), The pursuit of WOW!)
    (¡En búsqueda del WOW!), y ahora el próximo libro,
    cuyo título tentativo es Rules for radicals: A provocateur´s guide
    to management 2000.

    Mi defensa está contenida en esta observación del escritor
    James Fallows con respecto a una conferencia a la que asistió, durante
    la cual habló el escritor de ciencia ficción Bruce Sterling.
    Sterling, escribe Fallows, “dijo que él y sus colegas escritores
    se encontraban constantemente superados por los acontecimientos (…) El
    ´tiempo de ciclo´ de las invenciones modernas superaba sus imaginaciones”.
    La de Bruce Sterling, y la mía.

    Aunque por lo general me dicen que soy radical en mis ideas, prácticamente
    todos mis pecados de los últimos 15 años han sido por conservador.
    He subestimado el cambio venidero, no exagerado el caos. Con toda seriedad
    afirmo en mis seminarios que no soy un proveedor de ideas, sino simplemente
    un observador. En retrospectiva, en 1982 (y a pesar de 3M, J&J, HP
    y PepsiCo) mirábamos firmas establecidas que parecían haberse
    mantenido en su curso. Algunas continúan haciéndolo. Otras
    tiraron la toalla.

    En estos días mi meta no es encontrar compañías
    que perduren eternamente sino compañías que vivan en 1996
    como si fuera el 2006. Por eso, cuando terminé de escribir Liberation
    management y Pursuit of WOW! ya no estaba considerando a GE &endash;perdón,
    Jack&endash; ni reconsiderando a HP, sino más bien explayándome
    sobre innovadores como Ideo, CNN, VeriFone, Oticon, IDTG, Southwest Airlines
    y Thermo Electron. Algunas de estas compañías posiblemente
    sigan en carrera en el 2006. Pero no se confíe.

     

    © Forbes ASAP / MERCADO

     

    (*) Tom Peters se describe como un latoso y cascarrabias defensor de
    audaces equivocaciones, el príncipe del caos, maestro del sabor,
    profesional charlatán, alentador empresarial y cerdo capitalista.
    También es el autor cuyos libros sobre negocios más han vendido
    en todos los tiempos.