El economista argentino que dirige el Centro de Economía
Internacional de la Universidad de Maryland cree que la crisis actual
tiene un origen similar a la de 1995, pero que es más grave
porque el volumen del endeudamiento de corto plazo de los
países asiáticos es mucho mayor y los paquetes de ayuda
del FMI serán insuficientes. Sin embargo, cree que la
Argentina sufrirá consecuencias menores que en aquella
oportunidad porque ahora su sistema financiero es más
sólido.
– ¿Cómo sigue la crisis internacional en
1998?
– Mi impresión es que esta crisis es mucho
más profunda que la del tequila, porque los países
asiáticos han sido mucho más exitosos que los de
América latina por mucho más tiempo. La magnitud de
errores como los que habíamos cometido en América
latina y en particular en México, sobre todo el endeudamiento
a corto plazo, es mayor. Y a pesar de que los paquetes organizados
por el Fondo Monetario son también más grandes, quedan
muy cortos respecto de las magnitudes involucradas. Esto está
bien claro, por ejemplo, en el caso de Corea: su deuda externa de
corto plazo excede los US$ 100.000 millones y el paquete del FMI es
por alrededor de US$ 60.000 millones. Otro factor que me preocupa es
que el sistema bancario es mucho más grande que el de
América latina. El caso más notable es el de Tailandia,
donde el M2 era equivalente a 140% del producto. Cuando pegó
el tequila, la Argentina estaba en 15% y México en 30%.
¿Cuál es el riesgo? Que el pequeño ahorrista
empiece a demandar moneda extranjera y se dolarice la
economía. Sería un ataque adicional muy fuerte sobre
esas monedas, que no hemos visto todavía. Por esa clase de
razones espero que la crisis perdure. Es muy difícil saber
cuánto tiempo, pero creo que les va a pegar duro a esas
economías y que no va a poder arreglarse rápidamente.
– ¿Cree que continuará la carrera de
devaluaciones competitivas en el sudeste asiático o que ya se
frenó?
– Yo tengo una observación, si se quiere
académica, al uso de la palabra “competitiva”, porque ese
término se usó después de la Segunda Guerra
Mundial, cuando los países usaban activamente la tasa de
cambio para competir en el mercado internacional. Aunque parezca lo
mismo, hoy las devaluaciones no ocurren porque los países
quieran, sino porque les toca. Creo que las últimas
devaluaciones no son competitivas. La única excepción,
tal vez, podría ser Singapur, un país muy fuerte desde
el punto de vista financiero que, aunque es muy difícil saber
con exactitud estas cosas, aprovechó la bolada para devaluar
un poco.
– ¿Entonces no está de acuerdo con que estas
devaluaciones fueron consecuencia de la devaluación china de
1994?
– No creo. Puede haber elementos, pero veo esta crisis muy
parecida, en cierto sentido, a la del tequila, que estalló con
los Tesobonos, que eran deuda de corto plazo en dólares que
tenía el gobierno de México y que en gran parte estaban
fuera de ese país. La devaluación hizo que se perdiera
la confianza en México y que quienes tenían esos bonos
no los quisieran renovar, con lo que la cosa comenzó a
complicarse monetariamente. Si se hubiera emitido deuda a largo plazo
en vez de a corto plazo, esa crisis no la habríamos visto.
Estamos viviendo un mundo donde la cosa financiera es la que juega un
papel predominante en el origen y en la transmisión de las
crisis.
– Quedó pendiente la respuesta sobre si las
devaluaciones se terminaron o no.
– No. Sospecho que la gente va a empezar a darse cuenta de
que sus ahorros están esfumándose y, luego de que pase
este período de resurgimiento del nacionalismo, como estamos
viendo en Corea, va a tratar de defenderse de la devaluación y
va a pasarse a bienes o a moneda extranjera. Ambas cosas, finalmente,
llevan a inflación o a devaluación.
– ¿Cuál será este año el
desenvolvimiento de la economía norteamericana?
– Para qué lado vayan las tasas de cambio va a
depender no tanto de la política de Estados Unidos, que creo
que va a ser estable y estabilizante, sino de la política de
Japón. Este país tiene dos alternativas para salir de
la recesión en que está: una, que es la que está
usando, es mayor déficit fiscal; la otra, que hace poco
aconsejaba Milton Friedman en un artículo, es una
política de expansión de la oferta monetaria. Las dos
tienen resultados muy diferentes. En consecuencia, uno tendría
que ponerse a adivinar qué es lo que va a hacer Japón.
Ha dado la señal de que quiere salir con política
fiscal, pero eso no ha sido bien recibido por los mercados, que han
seguido cayendo, lo que me hace pensar que en algún momento va
a pasarse a una política monetaria más activa. En
consecuencia, si tuviera que pronosticar esperaría una mayor
depreciación del yen en el futuro. Pero esto es muy
especulativo.
– ¿Qué papel pueden jugar en la
evolución de Japón los problemas significativos que
está teniendo su sistema financiero?
– Japón tiene problemas financieros internos y
también porque los bancos han prestado a los otros
países asiáticos que tienen problemas. Una alternativa
que estaba discutiéndose (N. de la R.: esta entrevista se
realizó el 19 de diciembre) es que Japón salga con un
bono nuevo de US$ 72.000 millones para hacer un salvataje de los
bancos. He visto en la prensa que se comete el error de tomar la
salida de Japón a pedir prestado como un crowding out, como si
empujara hacia afuera a los países emergentes. No es
así: Japón sale a pedir lo que bajo condiciones
normales habrían salido a pedir los bancos y los otros
países asiáticos. Se estaría sustituyendo un
tipo de deuda por otra. Creo que es la política más
adecuada, pero tiene problemas políticos internos muy serios,
porque el partido gobernante no quiere ser percibido como favorecedor
del sistema financiero. La cuestión es cuánto tiempo va
a pasar hasta que lo hagan. Ya hace tiempo que el FMI viene diciendo
que el sistema bancario de Japón está en serios
problemas. Lo que pasa es que a veces se siguen determinadas
políticas cuando ya es demasiado tarde, y entonces las sumas
involucradas son muchísimo mayores que lo que habrían
sido si el problema se hubiese atacado a tiempo.
-¿Quiénes son los responsables de que no se
actúe a tiempo? ¿Los bancos, los gobiernos o los
organismos internacionales?
– En parte, los problemas financieros se atacan demasiado
tarde porque no se ven. Los políticos esperan que pase algo
bueno que los saque del problema sin que ellos necesiten hacer nada.
Si un político actuara para curar el problema antes de que
surgiera, sería algo así como si un médico
quisiera amputar una pierna cuando el paciente todavía puede
caminar. El médico puede entenderlo pero el paciente no, y la
gente no sabe de economía. Hay un caso argentino para
ilustrarlo: el plan Bonex. Fue algo que al final se hizo, pero que se
debió haber hecho antes de entrar en la segunda vuelta de
hiperinflación. Si se hubiese hecho antes no habría
existido la híper, pero no hubo voluntad política.
Seguramente porque la gente habría dicho: “Me están
tocando la plata y no sé por qué”. El FMI sabía
perfectamente desde hace dos años que Tailandia tenía
problemas. Lo escribió y se lo dijo a las autoridades. Ahora,
¿qué puede hacer el Fondo? No puede salir a decirlo
públicamente.
– ¿Cuál es el panorama de Europa para el
´98?
– Está más expuesta a Asia desde el punto de
vista comercial, entonces yo esperaría que su crecimiento vaya
a decaer. Probablemente haya que flexibilizar los objetivos de
Maastricht, en particular los relativos al déficit fiscal.
Pero no esperaría que venga de allí algo demasiado
dramático.
-¿Cómo va a influir todo ese panorama
internacional sobre América latina?
– Indudablemente, las devaluaciones en Asia no ayudan en el
corto plazo. Pero la pregunta que uno debe hacerse es si son
devaluaciones puramente nominales o son también reales. En el
corto plazo son reales porque los precios están más o
menos estables y entonces se hace todo más barato. Pero me da
la impresión de que no va a haber mucha devaluación
real porque una característica muy importante de los
países asiáticos es que siempre han evitado la
apreciación. Entonces yo esperaría que muy
rápidamente los precios internos suban y, en consecuencia,
desde el punto de vista de precios relativos, no haya problemas. Yo
diría que la competitividad de América latina no
está amenazada por Asia, excepto, claro, que Asia entre en una
depresión muy profunda y cambie el tipo real de cambio y se
haga realmente más barata. Pero lo dudo.
– ¿Lo ve a Brasil en una situación de
vulnerabilidad bastante grande?
– Sí, Brasil siempre me ha preocupado porque tiene
una deuda grande a corto plazo. La buena noticia es que está
en reales y siempre la van a poder pagar, pero como ya sabemos: si
tengo que pagar deuda con moneda local voy a tener inflación,
y si tengo inflación voy a tener devaluación. No creo
que Brasil entre en problemas profundos, pero creo que va a haber
presiones hacia la devaluación. Han quedado las tasas de
interés altas, tiene el tipo de cambio bastante apreciado, hay
una serie de factores que hacen pensar que va a tener que haber un
ajuste en Brasil. Y por la relación entre Brasil y la
Argentina, allí sí me preocupan un poco más las
devaluaciones.
– ¿Qué impacto puede tener sobre la
Argentina una devaluación del real?
– Una devaluación en Brasil va a ser una
devaluación real. Brasil se va a hacer más barato
porque está artificialmente caro, a diferencia de Asia. Si
Brasil es forzado a devaluar, va a tener un impacto como siempre
sucede entre dos países que comercian entre ellos: va a
favorecer las exportaciones de Brasil a la Argentina y va a enfriar
un poco las exportaciones argentinas a Brasil. No va a ser una buena
noticia, pero no va a ser el tipo de cosa que nos va a voltear.
Vuelvo al sistema financiero: yo, hoy día, cuando miro los
países miro sus sistemas financieros. Y creo que el argentino
está más o menos estable. Claro, un golpe negativo de
afuera puede pegarle, puede desacelerar la economía, pero no
necesariamente va a traer un tipo de efecto como el que tuvimos con
el tequila, porque parece que los bancos están bastante
más fuertes.
– Entonces, según su opinión, ¿el
efecto de esta crisis no va a ser para la Argentina tan fuerte como
lo fue el tequila?
– Exactamente. No va a ser tan dramático. Ahora, si
las devaluaciones en Asia fueran reales y el resto de América
latina continuara devaluando, como México y Chile, ahí
sí podríamos llegar a quedarnos fuera de línea.
– ¿Está de acuerdo con que uno de los
principales problemas de la Argentina es su situación de
competitividad?
– La Argentina ha sido una economía cerrada,
así que la competitividad es muy relativa. Indudablemente que
si la intención es crecer hacia afuera, eso va a ser un
problema. Por el momento la Argentina ha demostrado que puede crecer
sin un gran déficit de cuenta corriente, y yo esperaría
a ver si esto continúa, yo querría ver antes de tocar
la economía. Sin embargo, debo reconocer que es preocupante la
situación argentina en términos de competitividad en
este momento. No tiene, por ejemplo, los grados de libertad que
tienen todos los otros países de América latina.
Entonces, si hubiese un problema de competitividad, el único
tipo de ajuste que tenemos es que bajen los precios y los salarios, y
eso es muy costoso.