Vender para crecer

    Jorge Vázquez sorprendió al ambiente publicitario
    local al anunciar la venta del paquete mayoritario de su empresa a
    Bozell Worldwide, una agencia internacional de matriz estadounidense
    con 90 oficinas en más de 50 países y una
    facturación para este año estimada en US$ 3.000
    millones, que a su vez acaba de ser adquirida por el grupo True
    North, ya dueño de Foote, Cone & Belding. Frontal, siempre
    polémico, Vázquez habla de esta operación y de
    algunas cuestiones controvertidas que lo tuvieron en el centro de la
    escena.

     

    – El acuerdo con Bozell es bastante más que una mera
    asociación, ya que involucra el traspaso del paquete
    accionario mayoritario -65%-; ¿cuál es el motivo profundo
    de esta venta? ¿Está cansado, frustrado?

    – Todo lo contrario. Lo podría resumir en tres palabras: no
    quedarse atrás. Una de las razones es poder tener una
    línea de cuentas internacionales, no depender exclusivamente
    de las locales. Nuestra relación con Ayer fue excelente, nos
    aportó muchas cosas, pero en el área comercial,
    lamentablemente, ninguno de sus clientes tenía operaciones en
    la Argentina.

    La otra cuestión es el acceso a la tecnología.
    Fíjese que es algo muy parecido a lo que le pasa a la empresa
    con la que me he asociado: Bozell es muy importante en el mundo,
    maneja internacionalmente la cuenta de Chrysler, pero acaba de ser
    comprada por el grupo True North. En el reciente global meeting que
    tuvimos en Indian Wells su CEO me decía que el único
    camino para mantenerse aggiornado y competitivo es éste,
    entrar en un esquema donde el gigantesco costo que implica la
    tecnología sea pagado por una gran compañía y
    todos podamos disfrutarla y tener acceso a información que es
    vital. Vamos a tener una intranet propia, entre todas las filiales y
    nuestros clientes; esto ya está operando con Chrysler, por
    ejemplo. Cuando hace siete años decidimos que íbamos a
    intentar ser la agencia número uno del mercado, apostamos a la
    capacidad instalada, que se conforma con los recursos
    tecnológicos y los recursos humanos que puedan manejarlos
    eficientemente. Y ésta fue una inversión gigantesca. Si
    hoy tuviéramos que repetir ese salto, sería imposible
    calcular el monto requerido. Creo que agrandarse hoy significa tener
    una participación menor en una compañía mucho
    más grande.

    – Así y todo, una agencia como Vázquez, que
    durante cuatro años encabezó el ranking de
    facturación, ¿no tenía otra alternativa para
    asociarse a una cadena que resignar la mayoría empresaria?

    – Las cadenas estadounidenses no aceptan eso. Si vemos las diez
    primeras agencias en la Argentina, prácticamente en la
    mayoría del capital accionario predomina la inversión
    extranjera. J. Walter Thompson es totalmente extranjera, lo mismo que
    McCann-Erickson; no sé las condiciones en las que está
    Ratto con BBDO. Pero lo que pretenden las compañías es
    eso, porque sus clientes en Estados Unidos les exigen que las
    agencias de la cadena que les ofrecen estén realmente
    controladas por ellos y sus decisiones como clientes internacionales
    tengan peso definitorio.

    – O sea que siguen firmes en el principio de think
    global…

    – Exactamente, es así.

    – Sin embargo, este concepto está siendo cuestionado en
    todo el mundo…

    – Eso era antes, cuando aparecían los grandes patterns en
    los países de origen y se intentaba aplicarlos localmente y no
    funcionaban. Esto ocurría porque las comunicaciones eran
    lentas y antiguas, mandaban por courier el aviso, un fax con el
    titular… Hoy la comunicación es tan inmediata, todo fluye
    tan rápido, que uno puede convencer perfectamente a un cliente
    de Estados Unidos de que determinado tipo de campaña
    acá no va a funcionar. Antes, llegar a un CEO era mucho
    más complicado; hoy todo es muy dinámico.

    – A pesar de que su puesto de CEO esté garantizado por
    cinco años, ¿qué siente, en lo personal, al no ser
    ya el dueño de la agencia?

    – Yo no me he dejado de sentir bien. Cuando tengo una cuenta me
    siento dueño de ella, con auténtico derecho a decir:
    “Hay que hacer esto o lo otro”. Hemos charlado mucho con la gente de
    Bozell y me han dicho: “Jorge, pensá que 75% de las cuentas
    van a seguir siendo tuyas, la agencia la hiciste grande vos, el
    mercado lo conocen ustedes; sería tonto de nuestra parte
    mandar a algún técnico que apenas habla el idioma a
    tratar de darles lecciones”. Es más, nos han pedido ayuda para
    hacer crecer la red en Latinoamérica y es obvio que, de
    Centroamérica hacia abajo -dejando de lado a Brasil por una
    cuestión de idioma-, la Argentina es el país que puede
    liderar el sector. Por otro lado, ellos consideran que nuestra
    agencia debería ser el estándar para todas las de la
    región, ya que es equiparable a las que tienen en Nueva York,
    Detroit o Londres, y eso, por supuesto, me llena de orgullo.

    – Pasando a otro tema que siempre dio mucho que hablar,
    ¿resulta complicado manejar una agencia que está y ha
    estado tan identificada con una gestión de gobierno?

    – Crea muchos problemas, muchísimos. Las campañas
    políticas -y esto lo podría corroborar David Ratto- no
    dejan una ganancia importante; han salido muchas notas del tipo “Ayer
    Vázquez, la agencia que creció gracias a las
    campañas políticas”, y no es cierto. Son siempre
    difíciles de cobrar y hay mucha menos plata que la que se
    cree. Pero es verdad que dan una cierta cercanía al poder y
    cierto conocimiento que, en un futuro, uno tiene que saber
    cómo manejar. Las campañas políticas lo acercan
    a uno a dirigentes, empresarios, instituciones…

    – En su caso se dio la circunstancia de que Vázquez era
    percibida como la agencia del poder en un momento en que
    venían las privatizaciones de empresas del Estado, empresas
    que iban a necesitar de una agencia de publicidad, ya que antes todo
    se canalizaba por Telam.

    – Precisamente, yo creo que nuestro éxito se basó
    en que nos preparamos para responder a las exigencias de un mercado
    que iba a ser totalmente distinto, con la aparición de
    compañías que requerían servicios. Nosotros,
    además de creatividad, planificación y compra de medios
    brindamos una gran gama de servicios. De esa forma yo gané la
    cuenta de YPF; la gané por segunda vez, porque en la primera
    yo trabajaba para Telam. Después, cuando se hizo el concurso
    la ganó De Luca; la tuvo tres o cuatro meses y, bueno, nos
    volvieron a llamar a nosotros por el tipo de servicio que les
    dábamos.

    Por eso ganamos una serie de cuentas importantes en aquel
    momento, no por estar cerca del poder. Y ganamos cuentas que no
    tenían nada que ver con el poder, como La Nación,
    Budweisser, Sancor; no hemos tenido ninguna gran cuenta del Estado.
    Sin embargo, yo sé que la opinión generalizada es que
    “el éxito de Vázquez es su cercanía con el
    poder”. No quiero ser soberbio, pero, cuando uno viene de
    atrás y gana una carrera, los demás dicen: “Tiene el
    motor perreado”. Y la verdad es -y lo sostengo con orgullo- que no
    existe otra agencia como ésta.

    – ¿Tiene algún problema especial con las agencias
    de jóvenes creativos, a las que suele caracterizar como
    light?

    – No, no lo tengo.

    – ¿Ni siquiera una diferencia de criterio?

    – Eso sí. Yo creo que ésta es una profesión y
    que un cliente me paga para que obtenga un éxito comercial. Me
    he negado permanentemente a hacer películas que hicieran
    famoso a Jorge Vázquez, y últimamente el mercado es 70%
    de farándula y de gente que vive haciéndose famosa.
    Desgraciadamente, entre los clientes ese circo gusta; hay gente joven
    que disfruta subiendo a un escenario para decir: “Me gané este
    premio”. Yo empecé a trabajar en el área creativa, mal
    podría renegar de ella, pero odio a esos sujetos que tienen
    una idea -que generalmente es un chiste- y si no les funciona para un
    cliente se lo ponen a otro. Entonces, lo creativo es el chiste, y no
    la idea que apunta pura y exclusivamente al producto. A mí no
    me preocupan los Agulla y Baccetti, que son talentosos, me preocupa
    que todos quieran parecerse a ellos y hagan cualquier cosa y se
    desesperen por ganar un premio. Siempre me acuerdo de una frase de
    Della Femina: “Dime cuántos premios ganaste últimamente
    y te diré cuántos clientes estás a punto de
    perder”.

    – ¿No le gustan los festivales internacionales?

    – Entiendo que todo certamen estimula y beneficia a la
    profesión. Que la gente se pueda encontrar, intercambiar
    ideas, ver lo que hacen en otros lados y que se premien los mejores
    trabajos me parece bien. El problema es el circo del festival, y
    además creo que hoy están siendo objeto de una
    comercialización desmedida y de una sobrevaloración.

    – Le preguntaba acerca de los festivales por ese aviso que
    sacó su agencia, cuando comenzaba el de Cannes, y que
    levantó muchas olas…

    – Claro, pero soy fiel a lo que digo. Porque la onda era “haber
    ido al festival”; entonces planteé: “Ojo, que mientras todos
    están allá alguien puede estar visitándoles los
    clientes”. No quise decir que nosotros lo fuéramos a hacer
    pero, muchachos, que quede alguien en la Argentina; no quedó
    nadie, éramos cinco. Eso es cholulismo. Y bueno, nos
    permitimos ser un poco irónicos, pero eso no quiere decir que
    estemos en contra del festival. Además, Suez es el continuador
    de una brillante idea de un pionero como Lowe, que fue el primero que
    nos llevó a certámenes internacionales, y nunca
    dejaremos de agradecerle eso. Y al turco Suez también, por
    supuesto.

    Verónica Rímuli

     

     

    Leo-Arthur Kelmenson, presidente de Bozell.

    Marine, diplomático y big boss

     

    Leo-Arthur Kelmenson cuenta que -como les ocurrió a todos
    los jóvenes de su generación- su educación fue
    interrumpida abruptamente por Pearl Harbour. De ahí a
    incorporarse al cuerpo de marines de la armada de Estados Unidos
    medió menos de un paso. “Cuando terminó la guerra”,
    dice, “ya era un hombre viejo; no en edad, sino por la experiencia
    que me había tocado vivir”.

    En 1952 completó sus estudios de relaciones
    internacionales y comercio exterior, que lo conducían
    naturalmente hacia la carrera diplomática. “Pero me di cuenta
    de que allí se ganaba muy poco dinero”, reconoce, “así
    que me propuse primero tener éxito y después dedicarme
    a la diplomacia”. Por entonces el presidente de Young & Rubicam
    le sugirió que, por su entrenamiento, tenía futuro en
    la publicidad. Su formación en las relaciones políticas
    y el comercio, más el don de mando adquirido al frente de
    trescientos marines constituían un cóctel por lo menos
    llamativo. Sin pensarlo mucho se presentó en una agencia y
    obtuvo un módico puesto en la oficina de correo interno.
    “Cuando me entrevistaron para ese trabajo”, cuenta, “me preguntaron
    qué quería ser cuando fuera mayor, y contesté
    que no sabía. Ante la insistencia, dije que quería ser
    presidente de la agencia, que aspiraba a ser el jefe. ¿Y por
    qué?, inquirieron. Porque, confesé, el jefe debe ser el
    que gana más plata”.

    Su paso por el mail room le permitió adquirir una
    visión global de la actividad -leía todos los papeles
    que tenía que repartir-; después de un tiempo, hizo un
    arreglo por el que se comprometía a seguir ganando ese mismo
    magro sueldo a cambio de que lo dejaran estar seis meses en cada
    departamento importante de la agencia antes de acceder a otro puesto.
    “Así descubrí que lo que más amaba era manejar
    los negocios de los clientes”, afirma.

    Devoto de las grandes cadenas -“no se puede ser suficientemente
    competitivo como para atender a un cliente global de la talla de
    Chrysler desde una boutique creativa local”-, resume la
    filosofía de Bozell en este eslogan: “Estar cerca de nuestros
    clientes y de los clientes de nuestros clientes”. Esa afinidad
    filosófica sería lo que en primer lugar justifica la
    adquisición de ADV/Vázquez; “además”, sostiene,
    “porque su creatividad es excelente, porque decimos las mismas cosas
    sobre este negocio, y tanto Vázquez como nosotros incorporamos
    permanentemente tecnología de punta. Y los que rechazan o
    minimizan la tecnología sin duda van a quedar fuera del
    negocio. Por otra parte, estamos convencidos de que Vázquez es
    la mejor agencia de la Argentina”.

     

     

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