Para descubrir el petróleo del siglo XXI

    La Argentina cuenta con 19 cuencas sedimentarias que cubren
    1.463.036 km2 de superficie continental y 728.207 km2 de superficie
    marítima. De las 19 cuencas sedimentarias, hay cinco
    productivas en el continente y una en la plataforma marítima
    que ocupan un total de 617.000 km2.

    La diferencia entre el esfuerzo exploratorio que se dedica a las
    cuencas productivas y el destinado a las cuencas improductivas es muy
    significativa. Medido en pozos de exploración anuales, en las
    primeras se perfora aproximadamente 97% de los pozos de
    exploración y sólo el 3% restante en las segundas.

    Las cinco cuencas productivas del continente tienen dos factores
    en común: son muy maduras (cuatro producen desde principios de
    siglo y una desde los años ´50) y la producción de
    petróleo por pozo es baja: el promedio total del país
    es de 9,9 m3/día, y el de las tres cuencas que sostienen 89%
    de la producción es de 8,3 m3/día (datos de 1996).

    La baja producción por pozo significa que se necesitan
    amplias superficies de reservas perforables para mantener los niveles
    de abastecimiento local. En otras palabras: hay que perforar muchos
    pozos. La declinación del tamaño de los nuevos
    descubrimientos significa que cada vez va a ser más
    difícil encontrar dónde perforar la cantidad necesaria
    de pozos. En las cuencas maduras siempre va a haber nuevos
    descubrimientos, pero muy probablemente no serán suficientes
    en un futuro mediato para mantener los niveles productivos actuales y
    reponer reservas. Es conocido que cuando una cuenca llega a un estado
    de madurez el tamaño de los nuevos descubrimientos empieza a
    disminuir progresivamente. Se sigue descubriendo petróleo o
    gas, pero las reservas que se incorporan son cada vez menores.

     

    Etapa de declinación

     

    Autorizados geólogos advierten que al menos para el
    petróleo (no para el gas) el país está entrando
    en esa etapa de declinación en las cuencas del golfo de San
    Jorge, en la Neuquina y en la Cuyana. Las cuencas del Noroeste y la
    Austral pueden dar alguna sorpresa, pero inciden poco en la
    producción total del país.

    Es cierto que hasta ahora se han repuesto las reservas explotadas,
    aun cuando la producción aumentó 40% entre 1990 y 1996.
    Pero también es cierto que el perfeccionamiento de la
    recuperación secundaria y terciaria, a pesar de que es muy
    positivo y deseable, está sujeto a límites
    económicos (evolución de precios del crudo) y
    técnicos (características petrofísicas de las
    capas recipientes).

    Es difícil saber cómo evolucionará la curva
    de la producción anual y si seguirá creciendo o ha
    llegado a una meseta, pero es seguro que en el mediano plazo la
    relación producción anual/reservas tenderá a
    disminuir. Dado el tiempo que insume la exploración y el
    descubrimiento en cuencas nuevas, se está acercando el momento
    de hacer un gran esfuerzo en las cuencas de muy alto riesgo. El
    petróleo del siglo XXI puede estar en las cuencas no
    productivas. Hay que invertir para explorarlo.

    Con ese objetivo, el deber de la política petrolera es
    eliminar la inconsistencia entre la diversidad geológica y la
    uniformidad normativa que rige la exploración en las distintas
    cuencas sedimentarias. Hemos propuesto una categorización de
    áreas y reglas de juego especiales para las clasificadas como
    de alto riesgo. Se trata de introducir un atractivo económico
    diferencial en las cuencas no productivas, para reconciliar la
    lógica del economista con la lógica del geólogo
    en un contexto de operación de mercado.

     

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