La nueva economía petrolera

    Yacimientos Petrolíferos Fiscales fue la
    compañía petrolera estatal más antigua del mundo
    (1922). Contemporánea de la Compagnie Francaise des Petroles,
    sus antecedentes estratégicos abrevan en la misma
    concepción. Por aquellos días la disputa por la renta
    petrolera no era el tema convocante. El desarrollo de la Primera
    Guerra había convertido al petróleo en el recurso
    estratégico de la nueva era de la mecanización. La
    presencia de una compañía estatal en el sector
    tenía dos objetivos fundamentales: asegurar al Estado acceso a
    un recurso militarmente imprescindible e intervenir en un mercado
    fuertemente concentrado en unas pocas compañías.

    El segundo objetivo tenía connotaciones más
    económicas. Por esos años en Estados Unidos se
    imponía la legislación antitrust. La YPF de Mosconi fue
    concebida como una empresa reguladora en un mercado interno
    todavía abierto a la iniciativa privada y en un contexto
    internacional marcadamente oligopólico. Cuando en el mundo
    comienza el debate sobre la renta petrolera (mediados de los ´40,
    comienzo de la década del ´50), YPF se transforma en una
    empresa monopólica. El debate de aquellos días en la
    Argentina seguía siendo “política y petróleo”,
    cuando en el mundo ya privaba la tesis “economía y
    petróleo”. El petróleo, como recurso
    estratégico, era símbolo de soberanía nacional.
    La YPF monopólica fue concebida como la herramienta del Estado
    para ejecutar la política de hidrocarburos (esta
    definición llega hasta la Ley 17.319), pero no como el
    instrumento de apropiación de la renta económica del
    recurso. Si hubiera privado este último criterio, no se
    habría politizado el management de la petrolera estatal y
    ésta habría regido su gestión por objetivos
    empresarios. Parte de la renta petrolera se habría aplicado a
    sostener planes de inversión exploratoria y los precios
    internos (aunque regulados) no se habrían divorciado tanto de
    los valores internacionales. Con la referencia de precios
    internacionales y autonomía de gestión, YPF
    habría sido ininterrumpidamente rentable.

     

    Caja negra

     

    La desnaturalización del objetivo de captura de la renta
    petrolera a través de las utilidades de la petrolera estatal
    fue nefasta para la empresa y para el Estado argentino. La renta del
    recurso fue apropiada a través de mecanismos implícitos
    por los contratistas, el sindicato y a veces por el consumidor de
    productos a precios subsidiados que no reflejaban la referencia
    internacional. Los contratos de Frondizi fueron desde esta
    óptica una fenomenal transferencia de renta a los contratistas
    con el objetivo de reactivar el sector. Pero los compromisos de esos
    contratos no surgían como consecuencia de las utilidades de
    una YPF saneada que aplicaba parte de la renta petrolera a potenciar
    la actividad exploratoria. Por el contrario, surgían para
    suplir las deficiencias de una empresa pública que se
    había convertido en un monopolio débil, incapaz de
    apropiar renta petrolera y con una gestión totalmente
    condicionada.

    En el contexto de mercado regulado y con gestión
    condicionada por parte de YPF, la disputa por la renta petrolera tuvo
    un solo actor explícito: el estado provincial con sus
    regalías. El resto de los protagonistas, imaginables pero
    implícitos, escondían su apropiación de renta en
    la gran caja negra constituida por los déficit recurrentes de
    la petrolera estatal.

    Adviértase que en Venezuela, país donde nace la
    dialéctica sobre la renta petrolera, al nacionalizarse la
    industria (1976) y crearse el holding estatal Petróleos de
    Venezuela, no se comete el error de desnaturalizar la gestión
    heredada de las compañías privadas sobre las que se
    erige la nueva empresa. Estaba muy en claro que PDVSA debía
    ser el instrumento de apropiación de la renta petrolera. El
    Estado, dueño de los yacimientos, se adueña de la
    explotación para apropiarse de la renta. El poder
    político decide qué hacer con las utilidades de la
    empresa, una vez que éstas han sido generadas. No fue el caso
    argentino.

    La piedra angular de la desregulación de la industria
    petrolera argentina es la explicitación de los actores de la
    apropiación de la renta. El esquema anterior fracasó
    porque la mecánica de intereses terminó impidiendo tal
    explicitación. No hubo convergencia de roles ni de intereses.
    Hoy participan de la renta el Estado nacional y los provinciales, a
    través de regalías e impuestos, y las
    compañías petroleras (incluida YPF), a través de
    las utilidades. Se trata de una torta de US$ 14.000 millones por
    año (teniendo en cuenta la actual referencia de precios
    internacionales, costos de la industria y niveles productivos) que se
    estaría repartiendo más o menos en partes iguales entre
    los dueños originarios y los dueños de la
    explotación. En aras de la convergencia de roles e intereses,
    los superficiarios deberían ser incorporados a la
    lógica económica del negocio. El cambio de titularidad
    de muchas tierras vinculadas a la actividad petrolera y la
    presión ecologista por el trato que da la industria al medio
    ambiente auguran renovados problemas con el dueño del suelo.

    A partir de las nuevas reglas hay una nueva operatoria, en la que
    la asignación de recursos que hace el mercado y el juego de
    intereses de los nuevos actores de la industria deben ser
    complementados por la acción del gobierno garantizando
    competencia, supliendo falencias de la microeconomía petrolera
    (deseconomías ambientales que requieren regulación) y
    planteando objetivos estratégicos para el largo plazo. No hay
    que olvidar que detrás de los roles e intereses de los
    “dueños” está el interés de toda la sociedad.

     

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