Son algo así como los mosqueteros del modelo. Al principio
eran once, incluyendo la CGT, con la que hoy están
enfrentados. Ahora se los conoce como el Grupo de los Ocho, pero en
realidad son siete representantes de entidades empresarias cuyo peso
individual se ha ido diluyendo. El grupo es casi una copia de las
coalitions norteamericanas, que reúnen a la industria, el
campo, el comercio y las finanzas. Pero en la Argentina no tiene sede
ni funcionamiento orgánico: es un ámbito informal de
lobby que aparece y desaparece según las necesidades de sus
integrantes. Eso sí, funciona por consenso.
Según Enrique Crotto, el presidente de la Sociedad Rural,
los Ocho son hoy el gran interlocutor empresario “porque juntos somos
más”. Aldo Roggio, de profesión ingeniero y presidente
de la Cámara de la Construcción, recurre a la
matemática: “El conjunto es superior a la suma de cada uno de
sus factores”.
Julio Macchi, titular de la Bolsa de Comercio, dice que “el poder
no nos viene por representar a los grupos poderosos, sino porque
representamos a todo el espectro de empresas pequeñas,
medianas y grandes de casi todos los sectores”.
“Somos la voz de los empleadores. Ese es nuestro mayor
predicamento”, destaca, por su parte, Jorge Di Fiori, de la
Cámara de Comercio.
Pero Claudio Sebastiani, quien se sumó al club en mayo,
cuando asumió como titular de la Unión Industrial,
tiene otra visión: “Nos une simplemente un hecho, como la
reforma laboral. La UIA, la Rural, Adeba o la Cámara de
Comercio son más fuertes individualmente que el grupo en su
conjunto. Cuando Menem decidió comunicar que había
despedido a Cavallo, aquel viernes 22 de julio, nos llamó como
UIA para decirnos, antes que a la opinión pública, que
el sucesor era Roque Fernández. Recién al día
siguiente convocó a los Ocho”.
Los convoquen o no, lo cierto es que cuando la flamante alianza
opositora tuvo que presentarse formalmente ante los empresarios, lo
hizo frente al Grupo de los Ocho, aunque ya había mantenido
reuniones reservadas con dirigentes como Paolo Rocca, del grupo
Techint.
Para Crotto, con campos en Formosa y Olavarría y un
patrimonio familiar que ya no es el que era, hay, además, “una
cuestión de piel. Existe una gran amistad personal entre los
miembros y principios filosóficos que los rigen, como la
libertad de mercados, la estabilidad y la defensa de la democracia”.
“Aquí, nadie estalla”
En Adeba son más escépticos: “Se comparten las ideas
de libertad económica y la defensa de algunos intereses
empresarios. Y punto. Si se tocan temas como la apertura
económica surgen las reservas de la Unión Industrial”.
Llegar al consenso no es fácil “pero aquí nadie
estalla”, asegura Roggio. El constructor participa en el grupo desde
hace un año y medio, cuando asumió en la Cámara
de la Construcción. Precisamente por la unión de las
dos asociaciones de su sector, los Ocho ahora se convierten en siete.
Aunque Franco Macri -el único al que se le reconocen en las
reuniones discursos llenos de pasión-, quien cedió su
lugar a Roggio, ha dicho que seguirá asistiendo a los
encuentros.
A los Ocho suele trasladarse el mismo debate interno de las
entidades, marcado por las diferencias de intereses que hay entre
Pymes y empresas grandes en la UIA, la Cámara de Comercio y
hasta en la Rural. “Yo mismo soy un Pyme”, reivindica Julio Macchi,
presidente de la Bolsa desde el ´94 y al frente de una firma
bursátil familiar.
Los de afuera
Entre los Ocho levantaron un muro para que no ingresen entidades
rivales. Es el caso de la Udes, que representa a los servicios
(medicina prepaga, bancos, distribuidoras de luz y agua y
telefónicas): hubo una disputa entre la Cámara de
Comercio, que dice incluir al sector, y la Udes, que sumó,
para su propio crecimiento, a los que no querían ser
calificados como comercios.
“El grupo se encuentra en un statu quo de miembros porque
cualquier entidad que quiera entrar es competidora de las que ya
están”, comentan en la Unión Industrial.
Frente a determinadas cuestiones, simplemente se autoconvocan. “No
tenemos jurisprudencia”, insiste Macchi. Pero se ven siempre, en
cócteles empresarios, en las reuniones sociales que organizan
ellos mismos, como los casamientos de su descendientes (el de la hija
de Alvarez Gaiani con el hijo de Crotto, ambos en la Rural de
Palermo) o en las giras presidenciales, que aprovechan para intimar
con el poder. Como Crotto, jugador de golf desde los 18 años,
que sólo cuando está de viaje con Menem se anima a
desafiarlo.
Hay entre ellos fuertes lazos individuales. Macchi es amigo desde
hace 30 años de Claudio Sebastiani y de Jorge Di Fiori, quien
dirige la Cámara de Comercio desde 1993. A los tres los une la
condición de Pymes. Di Fiori y Cía. es una
combinación de estudio de abogados y despachantes de aduana.
Sebastiani, quien conserva su cargo de diputado del justicialismo por
la provincia de Buenos Aires (su mandato vence este año), es
presidente de una pequeña industria textil en Berutti, cerca
de Trenque Lauquen, en la provincia de Buenos Aires.
Hay otro lazo visible entre los más grandes del grupo, como
la amistad que une a Eduardo Escasany (principal accionista del
Galicia y en Adeba desde 1993) con Franco Macri. Algunos atribuyen a
la influencia de Macri la sorprendente definición del
presidente de Adeba, cuando en la última convención de
los banqueros acusó de rentistas a los que se
desprendían de sus empresas. Escasany, que asesora al Banco
Mundial en América latina y el Caribe, también intima
con Roggio.
La mano de los gobiernos
Un observador de la intimidad de los Ocho dice que su fuerza
proviene de los gobiernos: “Siempre hubo interés en los
sectores de poder contar con un único interlocutor para que
sea más fácil manejar las cosas. Buscan, en definitiva,
un vocero al que resulte más fácil controlar”.
El papel de pionero le corresponde a Raúl Alfonsín,
quien necesitaba acordar con el conjunto e instruyó a su
canciller Dante Caputo para armar lo que se llamó el grupo
María, que devino en los Ocho. “Ahora es Menem quien les
otorgó la facultad de ser la voz del empresariado en la
reforma laboral”, indica la fuente consultada por MERCADO, que
pidió reserva de su identidad.
Fue precisamente una iniciativa de Alfonsín, el intento de
sacar una ley de entidades gremiales empresarias, lo que los
impulsó a la acción. “Nos juntamos
espontáneamente para frenar un proyecto de ley pensado desde
el Estado y que pretendía convertir a las organizaciones
empresarias en algo similar a la CGT”, recordaron en Adeba.
Aquella primera reunión en 1985 derivó dos
años más tarde en una cena en la casa de Gilberto
Montagna, por entonces titular de la UIA. Se trataba de salir a
apoyar el plan Primavera, última esperanza para contener la
inflación. La iniciativa corrió por cuenta de Richard
Handley, en aquel momento presidente de la asociación de
bancos extranjeros en representacion del Citibank, a la sazón
el principal acreedor de la Argentina. Carlos de la Vega, quien
frecuentaba al ministro de la época, Juan Sourrouille,
organizó después una cena con Raúl
Alfonsín, aquel 14 de agosto de 1987 en el que le propusieron
atacar los desbordes del dólar y de los precios.
Los apoyos a los ministros de Economía se reiteraron con
frecuencia. Cada vez que Domingo Cavallo se enfrentaba con el ala
política del gobierno, los Ocho estaban allí para
apoyarlo y hacer inclinar la balanza hacia él. Pero no dudaron
un segundo cuando se les pidió un respaldo explícito a
Roque Fernández.
Hubo, eso sí, una cena de reconocimiento a la
gestión de Cavallo el último 25 de noviembre en la
Rural que tuvo para los Ocho un costo político. Menem les
reprochó haber agasajado al ex ministro justo cuando
éste arremetía contra el gobierno con sus denuncias de
corrupción. Hace un mes Menem recibió a los Ocho con su
gabinete en pleno para que llevaran su oposición al acuerdo
entre el gobierno y la CGT.
Discusiones de entrecasa
Pero en ese tema, donde los Ocho se presentan como
monolíticos hacia afuera, abundan las fisuras internas. La
UIA, con 493 convenios firmados con los gremios, prefiere la
negociación de empresa por empresa con el sindicato de
fábrica. A los banqueros esa salida no les conviene: “Para
nosotros es mucho más fácil negociar con un
sindicalista como Juan José Zanola que hacerlo con las
comisiones internas, en general en manos de la izquierda”,
reconocieron en Adeba. Algo parecido se observa en la
construcción y en la Cámara de Comercio, ambas con un
solo convenio. Y hay sectores como el campo que directamente no
tienen convenios.
Las obras sociales son, por ejemplo, una prioridad para los
bancos, que pagan un impuesto específico para la del sindicato
de bancarios. Pero a la UIA la cuestión la tiene sin cuidado y
varias veces propuso aflojar en ese punto para que la CGT aceptara
los convenios por empresa.
Hay entidades, como la Bolsa de Comercio, representativa de los
inversores, a la que la reforma no la desvela. En esa línea se
entiende la posición de su presidente: “Tenemos que mejorar el
diálogo con la CGT, tenemos que ser más abiertos con
ellos. A mí me hubiera gustado debatir más”, reconoce
Julio Macchi.
Por la reforma laboral los Ocho establecieron un puente de plata
con el Consejo Empresario Argentino, donde tienen voz y voto los
dueños o ejecutivos de las 30 principales empresas del
país. Curiosamente, es Sebastiani quien transmite a veces las
ideas de ese órgano exclusivo. En parte, por su amistad con
Santiago Soldati, presidente del CEA y miembro de la UIA vía
la Cámara del Petróleo. “Pero no hay una
relación de consulta permanente”, quiso aclarar Sebastiani.
Con la masiva transferencia de empresas a manos extranjeras, los
mismos integrantes de los Ocho temen una futura crisis de
representatividad del grupo. Sólo en la UIA dicen no sentir el
efecto de la transnacionalización de la economía. Sin
embargo, a pesar de que las multinacionales ya lideran en cada una de
las ramas industriales, la mayoría de ellas ni siquiera se
afilió a la entidad empresaria. O lo hizo, como Fiat, en
calidad de socio adherente.
“En el futuro la globalización va a tender hacia otro tipo
de dirigente, que no provendrá del gremialismo empresario
clásico. Pero para eso falta”, anticipa Sebastiani. El que
más pone énfasis en el tema es Macri: siempre los
alerta sobre el futuro incierto del empresariado nacional.
Julio Gómez, de Abra, la asociación de bancos
extranjeros, vive en carne propia estos cambios: en su entidad
representa al banco Tornquist, hoy en manos del grupo chileno Luksic.
Gómez fue el único miembro de los Ocho que, consultado
por MERCADO, declinó opinar sobre el grupo.
“Dudo sobre el futuro de los Ocho. Tienen representatitvidad, pero
no toda. Y están lejos de parecerse a cualquier central
empresaria europea, que son inmensas, con funcionarios full time. No
creo que a entidades como la UIA les interese ese futuro porque ellos
no quieren perder su propio peso”, predice un banquero, que
también se anima a dudar del futuro de la UIA, tras la
acelerada extranjerización de la industria. “De los grupos
nacionales grandes, salvo Techint, que está fuertemente
insertado en la entidad, el resto ni se asoma. Perez Companc nunca
designó a nadie en la Unión Industrial.”
El observador consultado por MERCADO es categórico: “El
establishment nacional se está acabando. Los próximos
interlocutores empresarios del gobierno, como ya se está
viendo, serán las embajadas”.
FRASES DESTACADAS
“El establishment nacional se está acabando. Los
próximos interlocutores empresarios del gobierno, como ya se
está viendo, serán las embajadas.”
“Se comparten las ideas de libertad económica y la defensa
de algunos intereses empresarios. Y punto. Si se tocan temas como la
apertura económica surgen las reservas de la Unión
Industrial.”
Cada vez que Domingo Cavallo se enfrentaba con el ala
política del gobierno, los Ocho estaban allí para
apoyarlo. Pero no dudaron un segundo cuando se les pidió un
respaldo explícito a Roque Fernández.
EPIGRAFES
Aldo Roggio: la suma es más que las partes.
Julio Macchi: estamos todos.
Jorge Di Fiori: la voz de los empleadores.
Claudio Sebastiani: las partes son más que la suma.
Franco Macri: discursos llenos de pasión.
Eduardo Escasany: contra los rentistas.