A Aerolíneas Argentinas le surgió un serio rival
para disputarle el título de la privatización
más cuestionada. La concesión del correo ya
generó más de una polémica, con postergaciones,
pedidos de impugnación y la descalificación de la mitad
de los candidatos.
A simple vista, el caso puede resultar un tanto llamativo. Quien se
haga cargo de Encotesa asumirá el handicap de una empresa
estatal (una estructura sobredimensionada, con un déficit
operativo de US$ 23 millones anuales y la obligación de
garantizar el servicio en todo el país) y sin ninguna de las
ventajas, puesto que operará en un mercado desregulado, en
competencia y sin franjas reservadas.
Sin embargo, el interés de los tres consorcios que
están en carrera para quedarse con Encotesa se empieza a
entender si se toman en cuenta algunos datos. La Argentina registra
un promedio de 30 cartas anuales por habitante, cuando el per capita
a nivel mundial es de 75 piezas/año, lo que da cuenta del gran
potencial de desarrollo del mercado. Por otra parte, Encotesa cuenta
con una red de más de 6.000 oficinas y estafetas repartidas a
lo largo del país. De ese total, se estima que no menos de
2.500 podrían ser utilizadas como sucursales bancarias, lo que
permitiría al consorcio ganador controlar una red cinco veces
superior a la del Banco Nación.
El mejor postor
El puntapié inicial para la privatización del correo
lo dio el gobierno en abril de este año, con el decreto
265/97, que otorga la concesión de Encotesa por un
período de 30 años. Dos meses después, seis
consorcios formalizaron por escrito sus propuestas, aunque
sólo tres superaron la etapa de precalificación: el
grupo formado por Itrón, Sideco y el Banco de Galicia; el que
constituyeron Cointel (CEI y Telefónica Internacional) y la
Caja de Ahorro, y el integrado por Samuel Liberman, TAC y Row
Group.
El 28 de julio se abrirán los sobres que contienen la oferta
económica. El grupo que ofrezca el mayor canon semestral se
hará cargo de la concesión el 1º de septiembre,
con el compromiso de invertir US$ 250 millones durante los primeros
diez años.
Quién es quién
“El correo puede ser un buen negocio con el agregado de
nuevos servicios, como la distribución de catálogos o
folletería. Su futuro está ligado a la expansión
de las telecomunicaciones, que es donde se encuentra la raíz
de nuestro consorcio, a diferencia de otros, que están
más volcados al negocio financiero”, argumenta Juan
Gamalero, representante del grupo integrado por Samuel Liberman
—uno de los dueños de VCC—, la empresa de transporte
TAC y la firma de logística Row Group, del holding
Román.
En la otra vereda se encuentran los consorcios liderados por el grupo
Macri y Cointel, que cuentan con una mayor experiencia en el negocio
financiero. “Nuestro objetivo es maximizar tanto el área
postal como el resto de los servicios colaterales. Y para lograrlo
contamos con tres socios con perfiles distintos pero complementarios:
Sideco, que es muy fuerte en todo lo que sea infraestructura;
Itrón, que aporta el desarrollo tecnológico y su
experiencia en negocios afines como Pago Fácil, y el Banco de
Galicia, que es líder en servicios monetarios y
financieros”, señala Roberto Celentano, vicepresidente
ejecutivo del Sector Público de Itrón.
Ninguno de los consorcios que participan en la privatización
arriesga una cifra sobre las dimensiones del negocio postal. Los
analistas más conservadores hablan de US$ 700 millones
anuales, incluyendo la facturación de Encotesa y los
prestadores privados. Sin embargo, si a esto se suma lo que mueven
las empresas que no están blanqueadas, los prestadores
semiinformales, la folletería distribuida en diarios y
publicaciones, la denominada autoprestación y las encomiendas
enviadas a través de otros medios de transporte, el monto
total puede trepar a US$ 1.200 millones.
Si se toma en cuenta esta última cifra, la
participación de mercado de Encotesa en la actualidad
rondaría 40%. El resto se reparte entre los correos privados,
con OCA, Ocasa, Andreani y Seprit a la cabeza. Sin embargo, ninguna
de estas cuatro empresas está presente en esta etapa de la
privatización.
Los operadores postales privados nacieron en la Argentina a mediados
de la década del ‘70. En 1973 se sancionó una ley
que regulaba los servicios del correo como un monopolio estatal. Pero
un año después se incluyó un artículo que
permitía a la institución, en caso de emergencia,
delegar temporariamente algún servicio a un tercero, lo que le
abrió la puerta a la iniciativa privada.
El monopolio estatal fue suprimido por Domingo Cavallo en junio de
1993, lo que terminó de consolidar la expansión de los
permisionarios particulares. Hoy se estima que el número de
prestadores supera los 250 y la oferta está fuertemente
atomizada en materia de precios. Los grandes correos privados
compiten con Encotesa en el segmento de servicios de alto valor
agregado, mientras que en el terreno de las prestaciones más
básicas —como las cartas simples— la empresa estatal
enfrenta a pequeños operadores, con un radio de acción
mucho más limitado.
Hasta ahora, la apertura del mercado no parece haber servido de mucho
para revertir la tendencia regresiva que registra el negocio en los
últimos años. De los más de 1.600 millones de
cartas que se enviaban a mediados de siglo se pasó a los 1.000
millones actuales. El pobre desempeño del mercado local marcha
a contramano de lo que sucede en los países del Primer Mundo,
donde el negocio viene creciendo a un ritmo de 2% anual. “El
problema del correo no pasa únicamente por la oferta —que
en términos de servicio está muy retrasada—, sino
también por la demanda. En el país hace falta
desarrollar una cultura postal que hoy es prácticamente
inexistente, porque casi nadie manda cartas”, sostiene
Celentano.
El argumento del ejecutivo de Itrón se sustenta en algunas
comparaciones concretas como, por ejemplo, el caso de Canadá.
Con un perfil de población similar al de la Argentina, el
promedio de piezas postales por habitante es allí 12 veces
superior, lo cual lleva a más de un consorcio a pensar que los
ingresos de Encotesa pueden llegar a triplicarse en menos de cinco
años.
Los precios
Más allá de quién se haga cargo del servicio
postal, la otra incógnita que queda por resolver es qué
pasará con los precios una vez privatizado el correo. Por el
momento, nadie quiere soltar prenda sobre el tema para no filtrar
datos que le puedan servir a la competencia a la hora de elevar su
oferta de canon.
En los pliegos se establece una serie de precios máximos
—similares a los que hoy ofrece Encotesa— para las
prestaciones básicas universales, como las cartas simples de
hasta 20 gramos, los telegramas de menos de 20 palabras y los giros
postales que no superen los $ 1.000. El resto de los servicios
quedará librado a la ley de la oferta y la demanda.
“El mix de precios recién se puede calcular una vez que
se está sentado en el sillón del correo, pero la
tendencia es que el costo de las prestaciones básicas se vaya
reduciendo, mientras que la evolución del resto de los
servicios va a estar determinada por la tecnología que se
incorpore”, señala Gamalero.
Una vez que el correo pase a manos privadas, las posibilidades de
negocios que se le abrirán al concesionario parecen infinitas.
En Estados Unidos y Europa las empresas postales se convirtieron en
multiprestadoras de servicios bancarios y de comunicaciones. El rubro
tradicional del envío de cartas simples se vio fortalecido por
la incorporación de nuevos servicios, como la
elaboración de mailings de publicidad o incluso la
impresión y distribución de facturas para otras
empresas.
Esto es lo que en el Primer Mundo se conoce como correo
híbrido. El sistema ya representa 10% de la facturación
de las empresas postales de algunos países europeos, y le
aporta al correo norteamericano ingresos anuales por US$ 25.000
millones.
A estos nuevos servicios se suman los vinculados con las
transacciones monetarias. Este rubro se limita hoy a la transferencia
de dinero a través del ahorro postal y el envío de
giros. Pero su desarrollo podría ser mucho mayor con la
incorporación de cajeros automáticos, envíos de
tarjetas de crédito, chequeras y cajas de ahorro con
débito directo de facturas.
Sin embargo, advierten los expertos, para que cualquiera de estos
nuevos servicios llegue a buen puerto no habrá que perder de
vista cuál es el core business del correo. “Acá se
puede seguir hablando mucho de cómo será la empresa del
futuro, pero no hay que descuidar el negocio básico. Si no se
consigue convencer a la gente de que vaya a despachar una carta,
difícilmente se la pueda tentar para hacer un depósito
bancario”, concluye, con una visión realista del negocio,
uno de los interesados en la privatización de Encotesa.