Novartis un gigante recién nacido

    La última megafusión de la industria
    farmacéutica, entre las suizas Sandoz y Ciba, reunidas ahora
    en Novartis, produjo un reacomodamiento de las piezas en la
    Argentina. Con 4,1% de participación ($ 230 millones), la
    nueva empresa ocupa ahora la sexta posición en el ranking
    local de laboratorios, y es la tercera multinacional que más
    medicamentos vende en el país. Luego de encarar los problemas
    de organización y marketing que conlleva una fusión de
    esta envergadura, la compañía apunta ahora a lograr un
    nuevo lugar a partir de sus tres sectores más
    dinámicos: desarrollo de productos medicinales, Ciba
    Visión (oftálmicos) y semillas.

    El hombre que los suizos eligieron un año atrás
    para encabezar el proceso de fusión local de Ciba y Sandoz
    fue Luis Villalba, por entonces gerente de la división
    farmacéutica de Sandoz Argentina y hoy primer presidente de la
    Novartis local.

    “Todos los que participamos de este primer ejercicio lo
    recordaremos con una gran intensidad; no hemos tenido un
    período profesional más intenso en nuestras vidas,
    más excitante y, también, más duro”, reconoce
    Villalba, al referirse al momento en que debió decidirse
    quién se quedaba y quién se iba.

    Siguiendo el mismo procedimiento de la casa central, en ambas
    compañías se crearon task forces, responsables de
    estudiar las nuevas posiciones requeridas y las virtudes de los
    candidatos existentes. En los casos más complicados, se
    requirió la ayuda de asesores externos.

    “Hubo, por fortuna, un acuerdo muy grande entre los
    profesionales de ambas compañías”, afirma Villalba,
    quien cuenta, además, que se empleó el llamado
    “principio abuelo”: si una posición del nivel cuatro
    está vacante, la deciden los dos del nivel tres (el que
    venía de Ciba y el de Sandoz). Alguien del nivel dos supervisa
    esa decisión y, en caso de impasse, debe tomar una
    resolución.

    Al unirse las dos compañías, la obvia
    duplicación de los puestos de trabajo locales significó
    la pérdida de 10% de los empleos (70 sobre un total de 750).
    Se pagaron indemnizaciones mayores a las que exige la ley, y se
    aplicó un programa de outplacement para tratar de ubicar en
    nuevas posiciones a los que quedaban afuera. “Algunos estuvimos
    personalmente involucrados en tratar de conseguir nuevos puestos para
    los empleados valiosos y tuvimos éxito en varias ocasiones.
    Todos participamos de manera personal y directa de modo de
    asegurarnos de que la gente tuviese el mayor respaldo posible”,
    aseguró a MERCADO el presidente de Novartis. “Se ofrecieron
    planes de retiro voluntario y, aunque en el país no existe la
    forma de la prejubilación que se aplicó en Suiza, se
    trató de ayudar a los que estaban más cerca del retiro,
    de modo de que no vivieran una situación traumática. En
    todo momento le dije a la gente: ´El proceso es duro, exigente, pero
    aquí estoy´.”

    – ¿Cuáles fueron las dificultades más
    importantes que tuvieron a la hora de llevar adelante el proceso de
    fusión en la Argentina?

    – Las cuestiones más críticas fueron, por un lado,
    decidir quién se quedaba y quién se iba y , por el
    otro, tratar de mantener el foco en las actividades propias del
    negocio en lugar de mirar permanentemente hacia adentro del proceso
    de fusión. Definitivamente, esto fue lo más
    difícil. Requirió un esfuerzo excepcional de todos,
    porque es un asunto tan intenso y hay tanto que discutir y que hablar
    de la fusión, que el riesgo es que no hagamos otra cosa. Es
    evidente que cuando se está en una fusión de iguales
    hay que estudiar caso por caso, no solamente la función sino a
    la persona que está detrás de ella. Y quién se
    queda y quién no va a tener un puesto en la nueva
    compañía. Y esto, que para todo gerente es un reto,
    durante el tiempo de fusión es sumamente duro. Porque en
    tiempos normales ¾aunque siempre duele separar a alguien de una
    compañía¾, por lo menos si es una persona que no
    está trabajando con entusiasmo, si está siendo
    irresponsable, hay una razón natural para esa
    separación. En cambio, en una fusión tenemos que
    enfrentarnos con los casos de buenos empleados, que han actuado bien
    y lealmente con la compañía mucho tiempo pero que
    lamentablemente no tienen cupo en la nueva organización. Esa
    es una de las tareas iniciales más duras y difíciles.

    – ¿La edad fue un factor a la hora de decidir quién se
    quedaba y quién se iba?

    – Generalmente no. Por supuesto que si existían dos
    candidatos de competencia comparable y un individuo tenía 62
    años y el otro 42, consideramos que era más saludable
    ayudar al de 62 años a que llegase en buenas condiciones a su
    retiro que desplazar al de 42 años. Pero no teníamos
    internamente aquí, en la Argentina, un mandato de
    separación automática de las personas mayores.

    – ¿Qué directivas recibieron de Basilea para llevar
    adelante este proceso?

    – La gente de la consultora McKinsey, que participó mucho
    en el proceso central, dio una serie de recomendaciones fundamentales
    basadas en la experiencia acumulada en todo el mundo. Una de ellas
    era: “Hay que hacer las cosas rápido, no podemos entrar en
    disquisiciones filosóficas a largo plazo porque el proceso de
    fusión desestabiliza al negocio y al empleado”. Uno debe
    resolver esa inestabilidad lo antes posible de modo de poder abocarse
    a lo que es su metier. Además, constantemente nos llegaban
    cartas, faxes, e-mails, revistas internas, etc. con las experiencias
    que estaban teniendo los diversos grupos de trabajo en los distintos
    países. Nuestro chairman, Daniel Vasella, frecuentemente
    enviaba cartas al personal de la compañía en todo el
    mundo. En ellas les contaba cómo estaban las cosas, les
    agradecía el esfuerzo excepcional que todo el proceso de
    fusión suponía y les explicaba hasta dónde
    habíamos llegado, cuáles eran los próximos
    pasos, qué podía esperarse, qué podíamos
    prometer hoy, qué no podíamos decir porque no lo
    sabíamos, etc. Aquí también tratábamos de
    informar permanentemente al personal y yo siempre enviaba las cartas
    de Vasella con algún comentario local. Aun así los
    procesos nunca son perfectos. Siempre hay personas que sufren
    más que otras y que probablemente se hayan sentido menos
    atendidas.

    – ¿Qué pasó con los productos de Ciba y Sandoz
    que competían entre sí?

    – Cuando nos anunciaron la fusión yo pedí un
    análisis al responsable de investigación de mercado.
    Hizo unos gráficos de barras de colores que mostraban los
    diversos sectores en los que estaba presente cada una de las
    compañías. Se repetía un solo color. Y los
    productos que estaban en ese color no competían entre
    sí. Encontramos que había una gran complementariedad,
    que es mundial y se dio también en la Argentina. Esta es una
    fortaleza estratégica, porque los clientes nos ven como una
    sola compañía, un único interlocutor capaz de
    proveerle soluciones en muchas áreas.

     

    Inversiones y patentes van de la mano

     

    “Acabamos de pasar un año de inversiones importantes en la
    Argentina”, afirma Luis Villalba a la hora de hablar sobre las
    perspectivas depositadas por el nuevo gigante en el mercado local.
    Durante 1996 Novartis invirtió US$ 10 millones en la
    ampliación del edificio de oficinas en Buenos Aires, a los que
    se agregaron otros US$ 5 millones en nuevas instalaciones en la
    planta de San Miguel con tecnología de última
    generación, que incluyen un centro modelo de tratamiento de
    desechos.

    “No descarto que hagamos inversiones en otras áreas,
    como nuestra planta de semillas de Venado Tuerto (Santa Fe). Todo
    esto aparte de los US$ 4 millones que invertimos todos los
    años en investigación clínica. Es obvio que
    creemos en el país, tenemos fe y queremos estar presentes en
    él”, afirma Villalba.

    La cuestión parece estar obviamente relacionada con el
    conflicto alrededor de las patentes, que desde hace varios
    años vienen librando los laboratorios extranjeros contra los
    nacionales, con el Congreso Nacional como campo de batalla.

    “No hay duda de que, para una empresa que invierte semejante
    suma, las patentes son un problema importante, y confiamos en que
    esta situación se resuelva adecuadamente, más tarde o
    más temprano. Así como la Argentina se ha abierto de
    manera notable al mundo, creemos que con las patentes se
    llegará a una situación realmente moderna y con
    verdadera protección de la propiedad intelectual”, sostiene el
    presidente de Novartis Argentina.

    – ¿No les conforma la nueva legislación?

    – Es todavía muy insatisfactoria. Por supuesto que se trata
    de un tema intrincado pero, en primer lugar, la ley posterga por
    varios años la vigencia de las patentes e, incluso cuando pase
    esa postergación, el hecho de que no haya protección de
    información significa en realidad que la protección
    nominal es muy enclenque y hasta inconveniente. De todas maneras,
    creo que es sólo cuestión de tiempo que el país
    evolucione en esa dirección. Por supuesto, en la medida en que
    la protección de patentes mejore, el país se
    hará más atractivo para las inversiones.

    -Como usted sin duda sabe, existe un generalizado temor a los
    aumentos de precios de los medicamentos generados por la
    protección.

    – Creo que hay mucha desinformación al respecto. Hay
    países como España y Francia donde existe
    protección de patentes y probablemente los precios sean
    más bajos que en la Argentina.

    – Hay quienes argumentan que la protección que piden los
    laboratorios extranjeros puede generar abusos por parte de las
    empresas que dominen el mercado.

    – Todos los países desarrollados tienen protección
    de patentes y ninguno de ellos ha ido a la quiebra como resultado de
    sus gastos farmacéuticos. Por el contrario, el balance es que
    se ha aportado más gracias al estímulo a la
    investigación farmacéutica. Además, en un
    momento dado probablemente sólo 30% de los productos del
    mercado goce de patentes, porque los otros ya han pasado el
    período de patentes y pueden ser legítimamente
    copiados.

    – ¿Cuál es, a nivel internacional, el plazo normal de
    protección?

    – Varía un poco de país a país, pero
    está entre 15 y 18 años. Sin embargo, el tiempo real es
    menor, porque hay que desarrollar el producto y ése es un
    tiempo que se quema, no se vende. Y no hay que olvidar que la
    competencia con otros productos también disminuye la vida
    efectiva de las patentes. Tener un producto innovador patentado y
    lograr introducirlo en el mercado no implica una garantía de
    venta protegida por 15 años, ni por 12 ni por 10, porque muy
    probablemente un competidor que haya venido siguiéndolo de
    cerca va a tratar de lanzar un producto por lo menos similar o
    mejorado que implique un cierto avance, y le va a quitar una buena
    parte del mercado. De hecho, la mejor garantía contra el abuso
    de la patente es la investigación. Porque en la medida en que
    la investigación sea dinámica y haya nuevos productos
    en el mercado, menos se puede eternizar un nuevo producto patentado.

     

    – ¿Dónde está la principal dificultad con la
    legislación argentina sobre patentes?

    – Primero, que no está en vigencia todavía. El otro
    punto es que hay una serie de aspectos que tienen que ver con la
    información, con la obligación de conceder licencias
    compulsivas. Si se pone toda la carga sobre el que tiene la patente y
    no sobre el que quiere violarla, en la práctica sabemos que
    eso debilita la posición del que posee la patente. Por otra
    parte, creo que la sociedad tiene otros mecanismos para hacer que los
    innovadores contribuyan y se porten bien. Por ejemplo, se les puede
    pedir que expliquen cuál es su aporte social. Cada vez
    más se necesitan estudios fármaco-económicos que
    muestran si estos productos, que tienen un precio óptico alto,
    representan un ahorro en salud. Voy a citar un caso. Hay un
    medicamento que se llama Lapenax aquí y Closaril en los
    países de habla inglesa. Es un producto sumamente delicado que
    se utiliza para tratar la esquizofrenia grave, en pacientes que no
    responden a ningún otro tratamiento. Ese producto tiene el
    problema de que requiere control de sangre semanal porque en cierto
    grupo de pacientes daña las células sanguíneas y
    si no se detecta este efecto a tiempo puede matarlos. Esto implica un
    gran gasto de servicio, pero el producto es excelente. Se ha visto
    cómo reincorpora al paciente a la sociedad. Personas que
    habían estado seis o siete años en las peores
    condiciones, desintegradas social y psíquicamente, han
    llegado, incluso, a desempeñarse bien en un trabajo. En
    Estados Unidos el costo de este tratamiento es muy elevado ¾US$
    4.000 por año¾ debido a la incidencia de los gastos de
    análisis de sangre. Pero el ahorro promedio por paciente a la
    sociedad es de US$ 35.000 a 40.000, porque reduce el número de
    internaciones, se necesita menos personal auxiliar, etc.

    Creo que es obligación de compañías como
    Novartis hacer un aporte positivo a la sociedad con sus productos.
    Cuando la innovación es grande, merecemos un precio alto
    porque estamos contribuyendo con algo que vale mucho para la
    sociedad. Cuando nuestro grado de innovación no es tan grande,
    tendríamos que complementarlo con un servicio excepcional en
    torno del producto para merecer un precio especial. Y cuando no
    tengamos ni lo uno ni lo otro, competimos con distintos precios, o no
    deberíamos competir, porque si no le estamos aportando nada a
    la sociedad sencillamente no deberíamos estar allí. Es
    nuestra filosofía.

     

    El perfil local

     

    La nueva empresa concentra sus actividades productivas en tres
    plantas: la de especialidades medicinales en San Miguel, provincia de
    Buenos Aires, la de procesamiento de semillas de Venado Tuerto y la
    de desarrollo e investigación de semillas híbridas, de
    Santa Isabel (las dos últimas en la provincia de Santa Fe).

    Los laboratorios de San Miguel no sólo elaboran
    medicamentos para la Argentina sino que exportan a Bolivia, Chile,
    Paraguay y Uruguay. Además, el alto nivel tecnológico
    con que fue dotada a través de recientes inversiones le
    permite realizar el control de calidad de las materias primas y los
    productos farmacéuticos terminados que la empresa fabrica en
    sus plantas de Colombia, Ecuador y Venezuela.

    Por otra parte, el nuevo gigante suizo busca tener una
    presencia importante en investigación clínica. La gente
    de Novartis asegura que, con US$ 5 millones anuales, es la empresa
    que más invierte en esta área en el país.
    Afirman que la existencia local de centros de verdadera excelencia
    médica permitirá trabajar con protocolos
    internacionales en dos importantes etapas del proceso de
    investigación y desarrollo de productos farmacéuticos.
    Esto permitirá luego presentarlos ante las autoridades
    más exigentes del mundo, como la Food and Drugs
    Administration (FDA) de Estados Unidos y la Unión Europea.
    Estas etapas de investigación que realizará y
    coordinará Novartis Argentina están orientadas al
    tratamiento de diversas enfermedades como epilepsia, asma,
    osteoporosis, onomicosis, cáncer de mama y de páncreas,
    Alzheimer, Parkinson, artritis reumatoidea, esquizofrenia, psoriasis
    e hipercolesterolemia.

     

     

    En busca de un nuevo lugar

     

    Con 4,11% de participación, Novartis Argentina ocupa
    el sexto lugar, en el ranking local del sector, detrás de
    Roemmers, Bagó, Roche, Hoechst, Marion Roussel y Sidus. En un
    mercado muy particular, donde los laboratorios locales tienen una
    fuerte presencia, Novartis está tercera entre las
    multinacionales farmacéuticas con presencia en la Argentina.

    Su presidente es optimista: “Tenemos muy buenas perspectivas.
    Aquí en la Argentina estamos en alrededor de $ 230 millones en
    ventas al año, de los cuales $ 135 millones corresponden al
    sector farmacéutico. Los más dinámicos son
    Semillas y Ciba Visión, que han tenido un notable crecimiento.
    En este último esperamos vender durante 1997 entre $ 15 y $ 18
    millones. Más del doble que el año pasado”.

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