“Es hora de que los empresarios cambien su discurso”

    Libró, al frente de su sector, una batalla solitaria y
    finalmente perdida por la reciente renovación de autoridades
    en la Unión Industrial Argentina. Finalmente, los hombres de
    las terminales automotrices renunciaron a ocupar puesto alguno en
    los organismos de conducción de la UIA.

    Horacio Losoviz, presidente de la compañía Iveco
    y de la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa),
    despierta parejas dosis de admiración y recelo entre los
    dirigentes empresarios. En las tormentosas jornadas de abril, algunos
    de ellos llegaron a cuestionar su pasado como funcionario del
    gobierno radical (a cargo del holding de empresas públicas)

    Este tipo de actitud de sus colegas se encuadra en las
    críticas que desliza cuando se refiere a “la permanente
    preocupación por evitar que el discurso pueda poner en
    dificultades al poder político. Esto no es correcto y hay que
    cambiarlo”.

    Es, precisamente, la necesidad del cambio (en la estrategia
    de negociación con Brasil, en la visión del crecimiento
    y en el papel de los empresarios) el tema dominante de esta
    conversación con MERCADO.

     

    – La actual disputa con Brasil parece transcurrir por dos planos.
    El mecanismo de intercambio comercial podrá corregirse cuantas
    veces sea necesario, pero en el terreno de las inversiones
    extranjeras que llegan a la región (y que en la industria
    automotriz son muy significativas) las decisiones son irreversibles.
    ¿El tiempo, entonces, corre en contra de la Argentina?

    – Hay decisiones que ya no tienen marcha atrás. Pero
    éste es un sector que constantemente invierte y hay que tratar
    de que, a partir de algún punto, no se sigan tomando
    decisiones que vayan desequilibrando aún más la
    balanza.

    Nosotros hemos contratado especialistas para hacer un estudio
    sobre la validez jurídica de las medidas que está
    tomando Brasil, y tenemos un informe que demuestra que esto viola los
    acuerdos firmados, que establecen con claridad que en
    regímenes como el automotor no se pueden aplicar medidas de
    promoción que alteren la competitividad del sector.

    – ¿Cómo evalúa usted la acción de los
    gobiernos brasileño y argentino en estas negociaciones?
    Según como se mire, puede decirse que Brasil claramente tiene
    un proyecto más proteccionista, o una política
    industrial de la que la Argentina carece.

    – Para mí, no tiene mucho sentido evaluar a las personas en
    una mesa de negociación ; lo que cuenta son los
    instrumentos con los que vamos a negociar y con qué
    concepción lo hacemos. Brasil apunta a un objetivo claro y
    preciso : quiere desarrollar su industria, está
    dispuesto a hacer esfuerzos importantes y cree en una economía
    dinámica en la cual las cuentas fiscales finalmente mejoran en
    la medida en que el país sea capaz de incrementar su
    potencialidad industrial y promover la radicación de
    inversiones directas. Frente a eso, nuestros negociadores tienen
    enorme cantidad de restricciones. Existen pocos instrumentos para
    alentar la política industrial , y no se cree en la
    conveniencia de flexibilizar la recaudación fiscal en el corto
    plazo con miras a mejorarla en un mediano o largo plazo, como lo
    requiere siempre una política industrial.

    Cuando se sientan estos dos sectores a negociar, uno trata de
    aplicar las medidas que favorezcan la inversión en su
    país y el otro procura contenerlas, dentro de sus
    posibilidades, que son muy pocas, muy limitadas. Por eso estamos
    planteando la necesidad de un régimen público, claro y
    preciso del tratamiento de las inversiones y de todo el sector
    automotor en la región. Ncesitamos establecer un marco
    adecuado y uniforme para que después las negociaciones se
    transformen simplemente en aspectos de implementación . Pero
    si la negociación lleva a una indefinición desde el
    punto de vista de las políticas en cada uno de los
    países, con oposiciones tan claras, nunca llegaremos a un
    acuerdo que nos favorezca; uno tiene con qué y el otro no. Por
    eso hay que sacar la cuestión de esa esfera y llevarla a una
    más alta.

    – Los países que hoy son líderes en
    tecnología han tenido una industria automotriz fuerte :
    Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania. La Argentina
    alentó en algún momento esa perspectiva. ¿Se ha
    perdido definitivamente esa oportunidad ?

    – Hay tiempos perdidos y espacios que no se han logrado , y la
    realidad es que tenemos un mercado que es muy chico para sostener una
    industria automotriz propia. Estamos hablando de 400.000 o 500.000
    unidades por año, que a nivel internacional es muy
    difícil de imaginar como una base suficiente para tener una
    industria de envergadura con tecnología propia. La Argentina
    habrá perdido su oportunidad, o los tiempos históricos
    se perdieron, o lo que sea, pero en el mundo hay ahora una lucha de
    varios países con una capacidad y con inversiones en
    tecnología y en desarrollo de producto que son absolutamente
    inalcanzables para un grupo nacional.

    Creo que tenemos una industria importante para el país,
    una industria desarrollada en tecnología, porque hay un nivel
    de integración nacional que obliga a la adaptación de
    los productos. Pero no me parece posible pensar que podamos tener una
    industria automotriz capaz de competir a nivel internacional.

    – Más allá de su conocida posición
    crítica hacia la actual dirigencia de la UIA, ¿a
    qué atribuye usted la aparente dispersión y falta de
    coherencia de los esfuerzos de las organizaciones empresarias en la
    Argentina?

    – Después de vivir una hiperinflación
    gravísima, pasamos a un esquema de estabilidad que impuso un
    gran sacrificio, todo un proceso de transformación del
    país , y creo que en el esfuerzo por respaldar ese objetivo se
    perdió la perspectiva en muchos aspectos y en particular en lo
    que hace a la necesidad de actuar en favor de la industria.

    Muchos dirigentes del empresariado nacional están
    observando -y a largo plazo van a ir observando cada vez más-
    que esto, que pudo haber sido una solución en el inicio, trae
    consecuencias serias cuando el país no tiene un sustento real
    en su industria.

    A mí me parece que hay un nuevo mensaje que debemos
    empezar a impulsar dentro del mundo empresario, una convicción
    realmente industrialista, una convicción de que el país
    tiene que crecer en forma uniforme, y que el crecimiento no consiste
    solamente en las grandes concentraciones en el área de
    servicios.

    Hemos transformado muchas cosas, pero en el área
    industrial son muy pocas las realizaciones. Los grandes grupos se
    van perfilando en áreas que tienen que ver fundamentalmente
    con los servicios privatizados, y en las actividades industriales
    más importantes se advierte un fuerte proceso de
    desnacionalización. Tanto en la industria automotriz como en
    la de los alimentos, las grandes empresas se han vendido. Todo esto
    nos obliga a replantear las cosas.

    Me parece que hace falta una conducción gremial
    empresaria que plantee una defensa de la industria y promueva
    acciones inteligentes, como las que llevan adelante otros
    países. No se favorece a la industria con una visión de
    hace veinte años, no se trata de proteger ni de subsidiar,
    sino de crear las condiciones para que aquellas áreas que
    realmente puedan transformarse y ser competitivas a nivel mundial
    tengan respaldo para poder hacerlo.

    – Da la impresión de que es muy difícil encontrar
    puntos de contacto que les permitan a los industriales asumir una
    posición común.

    – Sí, así es. Como decía, hay grupos, con un
    gran peso en la economía del país, vinculados con los
    intereses de las empresas de servicios privatizadas, y esto involucra
    una visión de la situación distinta de la que puede
    tener un grupo dedicado solamente a un proceso productivo. Hay
    puntos, incluso, en los que puede presentarse una colisión de
    intereses. Los grupos que más han crecido son aquellos que
    participaron en las privatizaciones, no las empresas puramente
    industriales. Y después están los que han vendido
    empresas que eran muy importantes en ciertos sectores industriales.

    De modo que, efectivamente, resulta difícil imaginarse
    de dónde surgirá un discurso industrial: hay grupos muy
    grandes que privilegian negocios que no están en la industria,
    y otros que estaban en la industria y que se han desnacionalizado.
    En ese contexto no es fácil la articulación de un
    discurso común, Sin embargo, esto va a ser inevitable. Porque
    tampoco es posible imaginar que, por carecer de un objetivo de
    acción común, a lo largo del país se sigan
    cerrando pequeñas y grandes industrias y que no se le
    dé respuesta a la gente que quiere trabajar.

    – ¿Cómo cree usted que debería ser la
    relación de las organizaciones empresarias con el gobierno?

    – Tiene que haber una gran autonomía de los empresarios
    frente al poder político. No podemos seguir pensando que cada
    acción debe ser medida en términos de su
    repercusión política. El dirigente empresario tiene
    que reflejar los intereses de su sector, y los del país, con
    prudencia, con seriedad, con madurez. Yo noto una constante y
    permanente preocupación por evitar que el discurso pueda poner
    en dificultades al poder político. Esto no es correcto y hay
    que cambiarlo.

    – Parece paradójico que esto ocurra ahora. ¿No se
    supone que el proceso de privatización terminó con la
    necesidad de los empresarios de complacer al gobierno?

    -Lo que pasa es que aquí se impuso una consigna que en su
    momento estuvo justificada, pero que en algún momento
    habrá que ir cambiando. El lema era defendamos la estabilidad
    . Y sobre la base de la necesidad de transformar el país, se
    impuso otra consigna menos explícita: “Hagamos la vista gorda
    ante algunas cosas, aunque no nos gusten ; es muy importante lo
    que se está haciendo y es muy importante la estabilidad”.

    Pero ocurre que, después de un tiempo, uno no puede
    dejar de ver las cosas que suceden, porque de este modo
    también se pone en riesgo lo que se logró.

    Creo que ha llegado el momento de impulsar un discurso que
    puede estar en contra de los intereses de algunos sectores del
    gobierno. Pero tengo la absoluta convicción de que la
    estabilidad va a ser permanente sólo si el país
    comienza a desarrollar industrias que tengan una permanencia en el
    tiempo y un espacio en el mercado internacional. No podemos vivir en
    un país de servicios , con 20% o 18% de desocupados.

    – ¿Le parece positivo el mecanismo de consulta a empresarios
    y sindicalistas, como el que el gobierno puso en marcha para acordar
    la flexibilización laboral?

    – Me parece que hay que evitar el tipo de situación en que
    se presiona a los dirigentes sindicales y empresarios para que
    acuerden una decisión que el poder político no puede
    tomar por distintas circunstancias. Uno se sienta a una mesa de
    negociación con un presupuesto básico: no se van a
    discutir cosas sobre las cuales las posiciones son tan
    antagónicas que hacen imposible llegar a un consenso. El poder
    político tiene que tomar esa decisión.

     

    Dolores Valle

     

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