De la moda al ejercicio

    A pesar de que, en materia de procesos de calidad, los
    especialistas sostienen que los argentinos tendrán que caminar
    mucho antes de ponerse al día con las preocupaciones de las
    empresas de los países avanzados, hay síntomas de que
    esa tendencia está comenzando a revertirse. Por lo menos
    así lo demuestra el hecho de que, por primera vez en sus 30
    años de vida, la Academia Internacional para la Calidad (IAQ)
    haya designado como presidente a un argentino. El organismo, con base
    en Frankfurt, está formado por unos 70 expertos y siempre
    había sido dirigido por académicos alemanes, japoneses
    y norteamericanos. Ahora, Marcos Bertin, presidente del directorio de
    Firmenich SA y de la Cámara de Comercio Suizo-Argentina, y
    miembro de las principales instituciones nacionales orientadas a la
    promoción de la calidad, será el número uno de
    la entidad hasta 1999.

    Otro de los datos que ayuda a pensar que las empresas
    argentinas están haciendo esfuerzos para sumarse a las
    corrientes internacionales de mejora de procesos es el Congreso
    Internacional de la Calidad ´97 que organizan en Buenos Aires la
    Fundación Empresaria para la Calidad y la Excelencia (Fundece)
    y el Instituto Profesional para la Calidad y la Excelencia (Ipace),
    entre el 23 y el 25 de abril. El encuentro, que también
    estará presidido por Bertin, contará con varios
    miembros de la IAQ como oradores y abordará las tendencias e
    innovaciones en calidad para servicios, productos, medio ambiente,
    salud y educación.

    “A nivel mundial, siempre se habló de la calidad. Pero el
    período de control en el cual comienzan a hacerse mediciones
    sobre los productos industriales surgió durante y
    después de la Segunda Guerra Mundial. El sistema tuvo tanto
    éxito que, poco a poco, esos conceptos se fueron aplicando a
    servicios y, después, a la salud y a la educación. Hoy
    estamos en una etapa en la que se llegó a una noción
    general de la calidad en la empresa, donde participan desde el
    departamento de finanzas hasta el de marketing”, señala
    Bertin.

    Quizá porque el concepto de calidad fue
    popularizándose hasta convertirse en una palabra de moda que
    ningún directivo deja de mencionar ante los accionistas, los
    empresarios más comprometidos con el tema prefieren hablar de
    Total Quality Management. “Hay que salir de la calidad para hablar de
    gestión”, sostiene Hugo Strachan, presidente de Fundece, y lo
    mismo opina Horacio Romaña, presidente a cargo de Ipace.

    ¿Cuándo empezaron las empresas a pensar en extender
    la calidad más allá del producto?

    Bertin: Fue la reacción a la competencia de los japoneses.
    En Estados Unidos, primero empezaron a aplicar los métodos de
    Japón y luego desarrollaron una filosofía propia que
    llevó la calidad a todos los aspectos. Antes, la prioridad de
    las empresas era cumplir con las normas, después vino el
    momento de la satisfacción al cliente y, ahora, el cliente
    tiene que estar sorprendido con lo que hacemos. La American Society
    for Quality Control hizo un estudio para determinar los motivos por
    los cuales se pierden los clientes en Estados Unidos. Sólo 16%
    dejan de comprar porque el producto no les satisface, pero 68% se va
    porque percibe que a los empleados de la empresa no les interesa el
    cliente.

    Romaña: Hace diez años, se pensaba en el cero
    defecto y hoy, en qué cosas tiene que hacer la empresa para
    mejorar su calidad en cuanto a satisfacción del cliente. Eso
    se logra al aumentar lo que el consumidor considera valores
    agregados. Uno de los aportes que hará el Congreso en este
    sentido es desmitificar la noción de que la calidad es
    sólo atributo de un producto.

    ¿Las certificaciones ISO 9.000 son un buen
    parámetro para medir la calidad?

    Bertin: La certificación se puede comparar con el sistema
    de contabilidad de una empresa: que fije datos sobre el movimiento de
    dinero no quiere decir que esa compañía tenga
    ganancias. Con la certificación sucede lo mismo. Es una forma
    que tiene la empresa de asegurarse que cuenta con los sistemas que
    permiten verificar los procesos. Pero hay otras herramientas, como
    los premios de calidad, que sí miden la satisfacción
    del cliente, del personal, el liderazgo o la rentabilidad en base a
    un modelo que, si se cumple, asegura la competitividad.

    Romaña: una empresa puede certificar que mi fábrica
    va a producir un plato defectuoso con el mismo defecto siempre.
    Certifica que la empresa tiene un sistema que no es el ideal, pero
    siempre es el mismo.

    Strachan: Existe el Total Quality Management (TQM) que, si bien
    hoy en día no es una certificación, engloba los
    procesos que son repetibles y, además, busca la
    competitividad. Involucra logros concretos que estarían bien
    representados en lo que es el Premio Nacional a la Calidad en la
    Argentina. Uno de los proyectos que estamos llevando adelante en
    Fundece es lograr que todas las empresas -incluidas las Pymes- puedan
    incorporar el TQM en su gerenciamiento de una manera sencilla, porque
    las acciones que hay que implementar para lograrlo parecen imposibles
    de atacar de inmediato.

    ¿Esa certificación de TQM la emitiría
    Fundece?

    Strachan: Sí, la vamos a presentar en abril en el Congreso.
    Les daremos a las empresas no sólo una idea de dónde
    están ubicadas con respecto a la calidad total, sino
    también un análisis de cómo seguir en ese
    camino.

    Bertin: Si la compañía es excelente y cumple ciertos
    parámetros tendría un puntaje de mil. Si la empresa
    tiene ISO, obtendría 250 puntos. La certificación es un
    primer paso. Es mejor que nada..

    ¿Quiere decir que con la ISO no alcanza?

    Strachan: En más de un caso hay una sensación en la
    gente de que calidad es ISO. Eso puede llevar a confundir a las
    empresas. Hoy, para ser competitiva a nivel mundial, por más
    que una compañía tenga ISO, si no cuenta con un modelo
    adecuado de gestión, no va a subsistir.

    Pero hoy, si una empresa no tiene ISO, es difícil que pueda
    exportar

    Strachan: Es una relación entre empresas. Una firma puede
    exigirle al proveedor que logre la certificación porque, si no
    lo hace, no le compra. No es -no debería ser- una
    cuestión de gobierno, porque podría volverse una medida
    paraarancelaria.

    Bertin: Es que se trata, efectivamente, de una de las nuevas
    barreras paraarancelarias del comercio. Luego vendrán las
    condiciones de trabajo.

    ¿Cómo están las empresas argentinas en el
    contexto mundial en materia de calidad?

    Strachan: Para llegar a una evolución máxima, al
    nivel de lo que está pasando en el mundo, estamos
    todavía atrás. Cada vez hay más conciencia, pero
    la estamos ganando de una forma limitada. Todavía vemos a
    Brasil como nuestra gran apertura hacia el mundo. Y ése es
    sólo el primer escalón, la competencia para todos -no
    solamente para los que exportan- está afuera de Brasil. Y,
    para ser competitivos, hay un factor indispensable que abarca a los
    demás: es el management. Eso no tiene ninguna medida
    paraarancelaria ni está guardado en las cajas fuertes de los
    competidores. Está disponible en los libros, en el Premio
    Nacional a la Calidad, en Internet. En la Argentina no se le da el
    valor que tiene y que va a tener.

    – Según la Subsecretaría de Acción de
    Gobierno, hasta diciembre de 1996 había 233 empresas
    argentinas con ISO 9.000 contra 923 brasileñas. ¿No es
    ésta una diferencia significativa ?

    Bertin: No se puede medir el nivel de calidad de las
    compañías de un país por el número de
    compañías certificadas. Quizás un buen
    índice sea el nivel de exportaciones o la cantidad de firmas
    que cotizan en las Bolsas del exterior o, incluso, los rankings que
    se hacen sobre la imagen que tienen de las empresas los
    líderes de opinión.


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