El segundo volumen de la historia de las AFJP se titulará
“1996, cuando las administradoras tomaron conciencia del largo
plazo”. Por lo menos, esa conclusión surge de la
composición de sus carteras de inversiones.
El motivo fue dispar en cada caso. Pero la duración de las
colocaciones en títulos públicos y plazo fijo se
prolongó por más de dos años, las acciones
aumentaron en forma constante su participación y nuevos
instrumentos (fondos comunes de inversión directa, papeles
estructurados y otros) aparecieron en los portafolios.
Gracias a esa combinación, el sistema logró una
rentabilidad anual promedio ponderada de 19,8% y una histórica
anualizada (la que se mide desde el inicio) de 17,5%. Unidos (21,4%),
Siembra (20,9%), Orígenes (20,7%), Nación (20,6%),
Máxima (20,5%), Previsol (20,5%), ProRenta (20,3%), Generar
(20,2%) y Activa-Anticipar (20,1%) obtuvieron rentas por encima de la
media de la actividad.
“El contexto internacional de 1996 fue inmejorable. Así,
la liquidez existente en las plazas extranjeras ayudó a
financiar el déficit local con facilidad”, explica
Marcela Martinuzzi, gerenta de Inversiones de Previsol;
“sobrevivimos además bastante bien al cambio de ministro
de Economía. Este hecho se traduce en que no se
retrocederá en cuanto a la política
económica”.
La crisis mexicana aportó lo suyo al éxito de estas
inversiones. El efecto tequila marcó una base de
medición muy baja. Por ello, al comparar —por
ejemplo— enero de 1995 contra enero de 1996, se alcanzaron
rentas espectaculares, superiores a 30%.
La reactivación de la economía tardó en
confirmarse; recién dio señales claras a partir de
octubre. De ahí en más, el mercado acusó una
tendencia ascendente que permitió al Merval trepar a 25%, y
algunos bonos, como el FRB, subieron 20%. Esta situación
repercutió, como es lógico, en los portafolios de las
AFJP.
“Existen buenas perspectivas para la vigencia de esa corriente
positiva. El escenario para el ‘97 pinta interesante por el
momento, siempre y cuando se mantenga la liquidez de la plaza
internacional”, reconoce Claudio De Marco, gerente de
Inversiones de Nación.
Cambio de menú
Las carteras promedio del sector mostraron lentos pero crecientes
cambios en su composición. La innovación apreciable a
simple vista es que la participación de los papeles privados
fue mayor a la de otros años.
“Mientras los títulos públicos a precio de mercado
continuaron representando 25% del portafolio, las acciones
incrementaban su presencia de manera notable y sostenida durante todo
el período”, recuerda Marcelo Otermín, gerente de
Inversiones de ProRenta; “equivalían más o menos a
8% de los portafolios en enero de 1996. Ese porcentaje saltó a
18% para noviembre”.
Para facilitar los comienzos de la actividad, se permitió
aplicar tanto cupos en porcentuales como en dinero ($ 500.000 y un
millón). Los patrimonios de las administradoras aumentaron en
forma disímil en poco tiempo. La proporción de 1,5% de
los valores privados por emisor seguía vigente y creaba
distorsiones entre las AFJP. Las grandes podían derivar
sólo ese porcentaje por papel, mientras las chicas
podían destinar entre $ 500.000 y un millón.
Al elevar en junio ese cupo a 2,5%, las administradoras pudieron
volcar más dinero a la Bolsa de Comercio. Dado el escaso
número de acciones calificadas, las AFJP líderes
tuvieron que asumir más riesgo. Después de adquirir los
títulos menos volátiles y más comercializados
debieron indefectiblemente echar mano a los más
líquidos.
Las administradoras chilenas tardaron más o menos cinco
años para incursionar de lleno en el rubro accionario. Estos
grupos previsionales cuentan hoy con más de 30% de sus fondos
en estos instrumentos.
Ese proceso se acelera en la Argentina. Durante 1995, las operaciones
en acciones representaban entre 2 y 3% de la cartera. Al comenzar el
período pasado, esa proporción equivalía a 8% ($
222 millones). Este porcentaje subió a 14% ($ 520 millones)
seis meses después, y a 18% ($ 1.000 millones) en
diciembre.
Otro elemento que siempre desalienta la canalización de dinero
a la plaza bursátil es la reducida cantidad de papeles
calificados. Aunque se lanzaron al ruedo nuevas herramientas, existen
rubros donde la oferta es restringida. Un claro ejemplo de ello son
los segmentos alimentarios (supermercados Disco y Molinos Río
de la Plata), de la construcción (Minetti) y bienes
raíces (Irsa). Este factor acota la diversificación de
los portafolios.
A largo plazo
A pesar de que extendieron su duración, los plazos fijos
(CPF) son la opción más desaprovechada por la
actividad. Sin duda, perdieron peso al tiempo que caían las
tasas de interés y se incrementaba la presencia de
títulos privados.
Esas colocaciones alargaron —junto a los bonos— los lapsos
de los portafolios. Existen hoy más de $ 40 millones colocados
en CPF a dos años. Mientras, el stock de títulos
públicos se compone de valores de largo plazo, como los Brady,
Bocones o Proveedores.
Las obligaciones negociables (ON) no tuvieron momentos de gloria en
el ‘96, aunque allá por marzo todo llevaba a suponer lo
contrario. Pudo haber influido tanto el hecho de que su rendimiento
era bajo en relación con otros instrumentos, como que su
oferta se achicó.
La novedad en cuanto a ON la trajeron las Pymes. Cuatro
administradoras (Arauca-Bit, Fecunda, ProRenta y Unidos) compraron
las obligaciones emitidas por la compañía Construir
(grupo Garbarsky de San Juan) al ser lanzadas. Los papeles estaban
calificados “A” y “BBB” y daban una rentabilidad
atractiva dentro de la economía de las Pymes y de las
regionales.
Otra novedad de estas carteras fueron los fondos comunes de
inversión directa. Los primeros aparecieron en 1995, aunque no
encontraron muchos adherentes.
El UNB organizó entonces el Fondo Agrícola de
Inversión Directa (Faid). Era una alternativa de corto plazo
calificada “A”. ProRenta fue el primer comprador procedente
del sector previsional. Nueve administradoras habían
destinado, a diciembre, más de $ 4 millones a las dos series
del Faid.
Los gurúes de la city vaticinan para el ‘97 que los
buenos vientos continuarán soplando. “Tres elementos
podrían modificar la actual tendencia de la plaza”,
apunta Liliana Ferreiro, directora de Inversiones de Previnter;
“uno es la modificación de la tasa de interés en
Estados Unidos, otro sería una sorpresa en la economía
brasileña, y el tercer punto es que el clima político
—producto de las elecciones— enrarezca los
mercados”.
Un mayor porcentaje de ON, títulos estructurados y papeles
securitizados podrían darle toques de color a la cartera de
este año. La participación de las acciones
crecerá. Sin embargo, no sucederá en el modo
espectacular observado en el período anterior.
Si se logra estabilizar la economía, rendimientos por encima
de 20% serán cosa del pasado. No obstante, y de mantenerse las
mismas condiciones existentes en la plaza a fines de diciembre, las
AFJP podrían alcanzar una rentabilidad de entre 11% y 14%
anual en 1997.