No pocas veces ocurre que el argumento de la espontaneidad sirve
para tapar la falta de preparación. Por un lado existen los
que dicen que un discurso estudiado carece de naturalidad, y que por
lo tanto basta con tener las ideas clave en la cabeza para hacer una
efectiva presentación ante el público. Son los que
creen que las muletillas, las frases sin terminar y hasta las ideas
no muy claramente presentadas son elementos que deben estar presentes
para que una conferencia tenga “naturalidad” y
“frescura”.
En el extremo opuesto están los que, por temor al
papelón de no saber cómo seguir, optan por redactar el
discurso completo y luego leerlo de cabo a rabo. Son los que no miran
a los ojos del público, y tampoco se enteran de si su discurso
produce interés o aburrimiento. Por más esfuerzo que
hagan, la lectura les impide mirar a la gente, y ante un orador que
no mira la gente se desconecta.
La tercera posición, afortunadamente, la ocupan quienes
sostienen que el orador debe hacer como el actor: estudiar su papel
antes de subir al escenario. Preparar lo que va a decir y cómo
lo va a decir. Desde esta perspectiva sólo la
preparación garantiza dos cosas importantes: naturalidad y
control.
Secrets of Power Presentations es el título de un libro de
reciente aparición en Estados Unidos, cuyos autores —W.
Hendricks, M. Holliday, R. Mobley y K. Steinbrecher— explican
cómo hacer para enfrentar a una audiencia con confianza y
autocontrol. Desarrollan cómo superar el miedo, elegir el
estilo que mejor se adecua a su personalidad, estructurar una
presentación de forma que cubra toda la información en
un paquete interesante y coherente, captar y mantener la
atención de la gente y concluir de forma que sus palabras
queden flotando en la memoria del público.
El miedo
Todos sentimos miedo, en mayor o menor medida. La clave
está en “controlarlo”. Para controlar su miedo,
recomiendan los autores, siga tres pasos:
1) Identifique exactamente qué es lo que lo atemoriza.
¿Olvidarse de lo que tiene que decir? ¿No decir bien lo que
tiene que decir y no convencer lo suficiente?
2) Identifique qué es lo peor que le podría suceder y
prepárese para ello. La preparación y la
planificación son las claves para que el orador supere su
miedo. Por ejemplo, la clave para no olvidarse de lo que hay que
decir es tener muchas notas claras a mano. También es
útil hacer preguntas que le “den tiempo”, como por
ejemplo pedir al público que piense tres cosas relacionadas
con algo que usted acaba de decir. Mientras tanto, usted se
recarga.
3) Pregúntese: “¿Y qué si tropiezo?”
“¿Y qué si me equivoco?” No sería la
primera persona en el mundo.
No deje que el miedo lo paralice. La mejor manera de superar el miedo
es enfrentarlo. Si lo atemoriza hablar en público, aproveche
cada oportunidad que tenga para hacerlo. Con cada discurso irá
ganando confianza.
El estilo
El paso siguiente es saber cómo hacer la
presentación para que el público no se aburra. Hay tres
estilos generales de presentación: zona fría, zona
cálida, zona aburrida. Las de zona fría son siempre
lógicas y ordenadas. El orador está seguro de sus
conocimientos y hace mucho uso de datos y cifras para sostener lo que
dice. Es analítico, lógico, pragmático, racional
y profundo. Los oradores de zona cálida son fogosos, usan el
cuerpo y la voz para aumentar el efecto de su presentación.
Son emocionales, instintivos, creativos, impulsivos y audaces. Los
oradores de zona aburrida temen arriesgarse y hacen discursos
insípidos. Son tradicionales, previsibles, neutrales,
ambivalentes y aburridos.
Evite este último estilo y elija entre los otros dos. Lo que
mejor se adapta a usted depende de su personalidad. Pero recuerde
que, para no aburrir: a) más que decir, muestre; b) mantenga
permanente contacto visual con su público, y 3) no lea.
Prepare buenas notas y practique mucho.
La estructura del discurso
Para armar un discurso usted deberá:
a) Juntar la información.
b) Elegir un método de presentación.
c) Estructurar la presentación.
Pida, a quienes le solicitaron su participación, que le
definan claramente el tema sobre el cual quieren que hable.
Investigue. Junte datos y descubra qué tiene el tema de
inusual, de interesante, de atractivo. Luego vea qué ayudas
visuales pueden complementarlo.
Una vez que tiene la información que necesita, deberá
elegir la forma de presentarla. Hay tres métodos para esto: el
deductivo es el formato básico de un discurso. Uno toma la
información y se la pasa al público. El método
inductivo es más flexible. Usted presenta la
información pero deja que el público saque conclusiones
o busque el consenso.
El tercer método es una combinación de los dos. Usted
sienta las bases para una discusión y se convierte en
moderador. Luego usted, el líder, saca conclusiones
basándose en la discusión.
Una vez decidido el estilo, hay que armar el discurso. Trace un
esquema, con tema, puntos principales, puentes que liguen uno con
otro, o lo que está diciendo con lo que va a decir. Luego no
olvide “anclar” los temas, ligar hechos con emociones
(estadísticas con imágenes, por ejemplo), y conecte lo
que usted está diciendo con algo que llegue a la experiencia
del público.
Captar la atención y mantenerla
Cuando cada una de las personas del público entra en el
salón, está pensando en algo diferente. Su
desafío como presentador es lograr que toda esa gente se
concentre en lo que usted está a punto de decir. Su
introducción debe lograr tres cosas:
1) Conseguir atención por medio de algún gancho: su
experiencia personal, un hecho sorprendente, un cuento gracioso, una
pregunta retórica, una estadística, por ejemplo.
2) Autenticar el valor de lo que va a decir mostrando al
público el provecho que sacará. Esto es fundamental. La
gente inmediatamente prestará atención si percibe una
conveniencia.
3) Vender sus credenciales para que el público sepa que usted
conoce de lo que habla.
Mantener la atención es más difícil. Haga muchas
preguntas y concéntrese en el tema sin irse por las ramas.
Para asegurarse de que el público sigue con usted, interrumpa
su presentación. Deje de hablar y haga una pregunta. O
sólo trasládese a otro ángulo del salón.
Si su presentación es larga, cambie de tema cada 20 minutos, o
resuma la información que dio. Y finalmente, no sermonee, no
abuse de los clichés y no agreda a nadie.
Cualidades de un buen orador
•
AUTOCONTROL. El buen orador siempre está bajo control,
pase lo que pase.
•
APLOMO. Muestra total dominio de la materia.
• TACTO.
En la duda, guarda silencio.
•
DECISION. Es rápido y siempre sabe responder preguntas
y conducir discusiones.
• HONESTIDAD
Y FRANQUEZA. Por más polémico que sea el tema, el
buen orador lo plantea de frente.
•
FLEXIBILIDAD. No es tan rígido con el tiempo como para
inhibir la participación del público.