Los próximos 50 años

    El 6 de noviembre la compañía Pérez Companc cumplió 50 años
    y la celebración reflejó la paradoja que marca su estilo: hacer
    las cosas a lo grande, pero en silencio. En la fiesta organizada
    en el autódromo de Buenos Aires hubo 4.000 invitados, pero
    ninguna crónica registró la ocasión, puesto que ningún
    periodista estuvo presente en el convite. Había, sí, cámaras
    de televisión, pero sólo para transmitir el evento a las
    oficinas del grupo en el interior del país. Jorge Gregorio
    Pérez Companc (Goyo, para propios y extraños) aportó la
    sorpresa de la noche. Tras leer el discurso de rigor, convocó a
    su mujer y a sus hijos al estrado, los presentó a la audiencia y
    anunció, fuera de libreto, que lo verdaderamente importante,
    más que los 50 años cumplidos, es el medio siglo por venir, y
    que son sus hijos los protagonistas de la historia que empezó a
    escribirse ese día.
    El gesto podría parecer apenas trascendente si no fuera por las
    circunstancias que lo rodean. El grupo se encuentra en una
    encrucijada en la que están por definirse su rumbo y su
    estrategia de conducción. En la caldera de rumores que funciona
    a pleno entre los funcionarios de rango medio y alto de la
    organización, no pasó inadvertido el hecho de que, en este
    aniversario, Goyo se hubiera hecho rodear por su familia y no por
    los dos timoneles oficiales del grupo: Eduardo Casabal y Oscar
    Vicente. En las trastiendas del holding cobra fuerza la
    impresión de que Goyo alberga un ya no tan íntimo malestar con
    el actual estado de cosas en los máximos niveles de dirección.
    Los roces se iniciaron, según parece, con el abandono del plan
    de transformación ideado por la consultora McKinsey, un diseño
    de líneas horizontales que fue resistido por las testas
    coronadas del grupo. Un hecho más puntual y reciente habría
    contribuido a encrespar las aguas: la decisión de abortar,
    tardía y traumáticamente, el proyecto (favorecido por Goyo) de
    creación de una ART del grupo, que ya tenía nombre (Patagonia)
    y personal contratado. Un camino conocido
    El estilo de extrema discreción y reserva de los Pérez Companc
    tiñe también la imagen de sus negocios. Sin embargo, en la
    construcción del holding no hubo mucho misterio. La familia
    recorrió, en buena medida, el mismo camino de desarrollo que
    siguieron casi todos los grandes grupos en la Argentina. Los
    negocios con el Estado estuvieron en la base de su crecimiento.
    El gran salto de la compañía naviera vino cuando el gobierno de
    Arturo Frondizi les concedió el transporte petrolero. Las
    grandes obras públicas hicieron prosperar a Sade, y las empresas
    de perforación del grupo fueron subcontratistas de YPF.
    En rigor, estos 50 años de Pérez Companc marcan una parábola
    representativa de la evolución de la economía y los negocios
    locales. Fundada en 1946 para transportar a la Patagonia los
    equipos e insumos que requerían las florecientes industrias
    energéticas, se dedicó a los servicios petroleros en 1960, se
    convirtió en operadora de la producción de hidrocarburos en
    1973, y durante la década 1976-1986 desarrolló un extenso
    proceso de diversificación en otros negocios. A partir de 1990
    jugó fuerte en la mesa de las privatizaciones: se quedó con 3%
    de YPF (es su principal accionista) y adquirió participaciones
    en las grandes empresas de los rubros de gas, electricidad y
    telecomunicaciones. En 1993 inició, de la mano de McKinsey, un
    proceso de reingeniería de negocios que le impuso desprenderse
    de las piezas no esenciales para el core business, que fue
    delimitado a tres áreas: energía, comunicaciones y
    construcciones. El holding liquidó, entonces, sus
    participaciones en Cemento San Martín, Aguila Saint, Carrefour,
    Nuevas Rutas y Tubos Transelectric.
    El sector energético quedó convertido, sin duda, en la vedette
    de la compañía, que es actualmente la segunda productora de
    petróleo del país y la tercera en la explotación de gas. Los
    ingresos aportados por este segmento representan 69% del total
    del negocio de Pérez Companc, y el índice trepa a 77% si se
    toman en cuenta las cifras consolidadas con las empresas en las
    que participa el holding. Sus reservas probadas de hidrocarburos
    y gas aumentaron, entre 1991 y 1995, de 225 millones a 344
    millones de barriles equivalentes de petróleo. Este es también
    el rubro donde la empresa ha desplegado sus principales esfuerzos
    de expansión internacional. Está presente en operaciones de
    producción y exploración de hidrocarburos en Venezuela, Ecuador
    y Bolivia. En octubre, ganó el concurso abierto por Petróleos
    del Perú para la explotación de un área por la que ofreció
    US$ 202 millones

    Asignatura pendiente

    ¿Es esto suficiente para asegurar que Pérez Companc está en el
    buen camino para convertirse en una empresa multinacional y
    cumplir con los desafíos que sus actuales dimensiones le
    imponen? Nadie, dentro o fuera del grupo, se atreve a dar una
    respuesta contundentemente afirmativa. "Por ahora, sólo
    están apuntando a una inserción regional, latinoamericana, y
    casi únicamente en el área energética, que es donde se sienten
    más seguros", diagnostica un consultor familiarizado con la
    vida interna del grupo. "La pregunta del millón, y para la
    que todavía no hay respuesta, es si la conducción del holding
    está preparada para dar el salto. No se ve una estructura
    montada alrededor de unidades de negocios internacionales. Es un
    problema que comparten muchos grupos argentinos. Los factores de
    producción son fáciles de conseguir, la tecnología se puede
    importar. El gran desafío pasa por conseguir el management o
    buscar alianzas estratégicas que permitan despegar hacia la
    globalización."Un diagnóstico parecido formula Armando
    Bertagnini, un reconocido académico y consultor, para quien
    Pérez Companc representa un caso particularmente interesante.
    "Aun antes del plan Cavallo, varias empresas argentinas
    percibieron la necesidad de internacionalizarse, y cuando
    arrancó la Convertibilidad ya tenían una base en el exterior.
    Es curioso que un grupo de las dimensiones de Pérez Companc no
    esté mucho más insertado en el mercado global. Como la mayoría
    de las compañías locales, ellos se diversificaron en una
    economía cerrada donde ésa era la única forma de crecer. Con
    la apertura, cambió la ecuación y el grupo parece estar
    apostando ahora a un alto grado de especialización. Pero, en
    este momento, el crecimiento debe ir acompañado de un fuerte
    proceso de internacionalización. Intuyo que en Pérez Companc
    ven la expansión internacional como la suma de emprendimientos
    en distintos países. Queda la incógnita del grado de
    integración del management y de si realmente tienen vocación de
    avanzar para convertirse en una firma global."Los hombres
    del presidente
    La plana mayor del grupo siempre estuvo integrada por hombres
    ligados desde su juventud a Pérez Companc. La compañía ha
    adoptado, quizá sin saberlo, un cierto estilo japonés en su
    manejo de los recursos humanos: valora, ante todo, la fidelidad,
    y ofrece a cambio la promesa no escrita de trabajo seguro para
    toda la vida. Ha gestado, así, dirigentes que conocen, de abajo
    hacia arriba, cada punto de la trama organizativa. Los
    observadores externos suelen argumentar, sin embargo, que el lado
    oscuro de este fenómeno es la resistencia al cambio. Y ésa fue,
    agregan, la piedra con la que tropezó irremediablemente McKinsey
    en su afán renovador. Roque Maccarone trabajó 42 años con
    Pérez Companc. Ingresó como cadete a la entidad financiera que
    precedió al Banco Río. Amadeo Vázquez, su sucesor, recibió de
    manos de Carlos Pérez Companc la medalla de oro cuando se
    graduó de abogado en la Universidad Católica. Oscar Vicente,
    actual vicepresidente ejecutivo y vocero oficial del grupo, lleva
    un cuarto de siglo en la organización.
    Las fisuras en las relaciones con los hombres de confianza
    comenzaron a aparecer después de que, en 1993, el grupo
    contratara a McKinsey para redefinir su perfil. En noviembre de
    1994, Roque Maccarone abandonó la vicepresidencia ejecutiva del
    Río proclamando su oposición a los cambios que impulsaba la
    consultora. Hasta entonces, las deserciones habían sido escasas,
    y silenciosas. Vittorio Orsi, el factotum de la constructora
    Sade, los abandonó en 1987. Juan Schilling, que impulsó la
    salida al exterior del Río, se pasó al MBA en 1992. Y Roberto
    Ruiz, que armó la ingeniería financiera para las
    privatizaciones, los dejó en 1994.McKinsey había presentado un
    plan quinquenal que debió abandonar cuando faltaba recorrer casi
    la mitad del camino, y que, según sus competidores, le costaba a
    Pérez Companc unos US$ 6 millones anuales. (La cifra no se pudo
    corroborar ni en el holding ni en la consultora, donde no hablan
    de honorarios ni de clientes.) Según profesionales cercanos a la
    firma, los expertos de McKinsey se fueron disgustados: dicen que
    su imagen quedará asociada al portazo con que se marchó
    Maccarone, más que a los cambios producidos por su plan. Desde
    adentro del holding argumentan que McKinsey firmó su propio
    certificado de defunción cuando quiso romper la trinidad
    ejecutiva formada por Vicente, Casabal y Maccarone. Le
    permitieron mover sólo una pieza. Las llaves del reinoLas dos
    restantes son las que hoy comparten la dirección. Una mirada al
    organigrama que McKinsey dejó como legado antes de retirarse
    permite comprobar la extensión de los dominios de Vicente, quien
    comanda toda el área operativa, desde los negocios tradicionales
    del agro, las construcciones y la energía, hasta las más
    recientes incursiones en telecomunicaciones. Amigos y rivales
    coinciden en reconocer a Vicente como una figura con pocos
    paralelos en el negocio energético. Dirigentes radicales
    próximos a Raúl Alfonsín lo señalan como el artífice en las
    sombras del proceso de privatización del sector, que se inició
    con el plan Houston. No es raro, por lo tanto, que los planes del
    grupo se orienten, sobre todo, hacia la energía y la
    petroquímica. Este año, en sociedad con YPF, Pérez Companc
    invirtió US$ 400 millones en una planta de fertilizantes en
    Bahía Blanca y tiene previsto desembolsar US$ 280 millones en la
    central térmica eléctrica que construye en Cañuelas (una
    planta cuya capacidad equivale a más de la mitad de El
    Chocón).Pero Goyo parece haber prestado atención a quienes le
    vienen sugiriendo que el grupo debería apostar más a las
    telecomunicaciones. En una rara aparición pública, se
    entrevistó con Carlos Menem a principios de año para interceder
    por los intereses de las telefónicas en el futuro mercado
    desregulado. En septiembre, el grupo se asoció a la italiana
    Stet y a las brasileñas Bradesco y Camargo Correa en un
    consorcio que promete jugar fuerte en las privatizaciones en
    marcha en Brasil. El debut es con la Compañía de
    Telecomunicaciones de Río Grande.En Techint, donde no les
    pierden pisada, opinan que Brasil es el puente elegido para la
    expansión latinoamericana del grupo. Lo que explica que Pérez
    Companc haya destinado a uno de sus ejecutivos, Ernesto Kreckler,
    para que presida el Grupo Argentina, con la misión de hacer
    lobby en el Planalto."Es un grupo con vocación empresaria y
    una dinámica familiar que responde a esa vocación",
    reflexiona un consultor, ex McKinsey, para quien Pérez Companc
    sólo tiene que decidirse a mover sus fichas para convertirse en
    un fuerte player global. "Es uno de los pocos, en la
    Argentina, que cuenta con suficiente capacidad de financiamiento
    como para hacerlo. Si construye un nuevo modelo de organización,
    tiene todas las de ganar." •

    Un tigre en la Bolsa

    En el último quinquenio, la evolución de la cotización de las
    acciones de Pérez Compac superó ampliamente al promedio de las
    acciones líderes. Durante ese período, la valorización de sus
    acciones alcanzó a 1.748,08% (computando en este cálculo todas
    las caídas técnicas motivadas por el pago de dividendos) en
    tanto que el índice Merval creció 520,73%.En términos
    efectivos, Pérez Companc es la acción de mayor movimiento en la
    Bolsa local, a pesar de que su capital es inferior al de otras
    empresas que también integran el Merval (YPF, Telefónica,
    Telecom, Siderca y TGS). Ello se debe a que la mayoría de ellas
    negocian sus acciones en Estados Unidos. El caso más notorio es
    el de YPF, que en la plaza local tiene un movimiento
    relativamente modesto y en Wall Street llegó a estar ubicada en
    los puestos claves de ese mercado. Pérez Companc también está
    planeando cotizar sus acciones en esos mercados, lo que podría
    concretarse en el transcurso del año próximo.

    Recuerdos de provincia

    "Nací en el tambo 29 de La Martona. Cada tambo tenía
    asignadas 120 hectáreas y entre 90 y 110 vacas, que ordeñaban
    el tambero, su mujer y un ayudante. Desde que nací, mis padres
    me llevaron al tambo, porque no podían dejarme solo en casa. Y a
    los ocho o nueve años empecé a ordeñar, todas las tardes, a
    las dos o tres vacas más mansas. Pero a partir de los diez años
    comencé a ir al tambo a la mañana y a la tarde. Me levantaba a
    las dos de la mañana y ordeñaba con mis padres y el ayudante
    hasta las seis. Después tomaba la leche y a las siete estaba
    arriba del caballo para ir al colegio", recuerda Oscar
    Vicente. A principios de este año, el CEO de Pérez Companc -un
    hombre persistentemente asediado por los medios de comunicación-
    habló con inusual franqueza acerca de su vida y sus orígenes y
    eligió como depositario de su relato a Infortambo, una revista
    especializada en el sector lechero. "Siempre digo que mi
    padre, Dionisio Vicente, era muy responsable. Tenía que entregar
    la leche todos los días a las seis de la mañana a La Martona, y
    si un día no llegaba, se moría. Cuando uno es chico estas cosas
    no las tiene presentes, pero se incorporan con el paso de los
    años. Mi padre era analfabeto, y mi madre sólo tenía segundo
    grado."Ayudante de su padre a los catorce años "en un
    bodegón de ramos generales donde se daba de comer y se jugaba al
    billar y al truco", después encargado de un kiosco en el
    que vendía diarios, Vicente siguió los estudios secundarios
    gracias a los buenos oficios de "Barcia, encargado de un
    galpón de cereales en La Martona", quien convenció a su
    padre de que lo inscribiera en el colegio industrial de
    Cañuelas. Vicente representa la figura prototípica del hombre
    que se hizo a sí mismo. A la hora de montar su propia empresa,
    decidió comprar el tambo -hoy La Gotera- en el que había
    encontrado las primeras armas de lo que sería su futuro. Un
    presente que hoy explica reivindicando orgullosamente su pasado:
    "Aprendí a relacionarme con la gente de distintos niveles.
    Siempre digo que la facultad de la calle me enseñó más que la
    de La Plata. Hoy tengo la suerte de poder hablar con el
    Presidente de la República y con el operario que maneja un
    trépano en medio de la Patagonia. No tengo que hacer ningún
    esfuerzo, y me siento cómodo en los dos lados".