La gobernabilidad

    Hasta hace poco, el problema central en el horizonte -por su
    gravedad, por sus implicaciones, y por su potencial efecto
    desestabilizador- era el de la corrupción. Ahora ha pasado a
    ocupar el segundo lugar.Ello no significa que se haya avanzado
    demasiado en la solución o que haya disminuido el número de
    casos que abruman desde las páginas de los periódicos. Todo lo
    contrario.Lo que ha emergido y alcanzado la cumbre de la
    inquietud es, en esencia, lo que podríamos llamar la cuestión
    de la gobernabilidad. Este es el debate político de fondo.Hay
    gente dispuesta a bailar al borde del abismo, seguramente con la
    convicción de que saltarán hacia lugar seguro. Pero pueden dar
    el paso equivocado. El temor general es alimentado por el feroz
    encarnizamiento de las disputas dentro del poder, contempladas
    con azoramiento por la ciudadanía y también por la
    oposición.No es que se esté al filo de una crisis institucional
    de fondo. De ninguna manera. Con todas las dificultades y las
    ominosas prevenciones sobre el desarrollo de los acontecimientos
    hasta 1999, nada hay que impida llegar con normalidad a la
    renovación de autoridades nacionales cuando llegue la fecha.
    ¿Dónde está el riesgo, entonces?La propuesta insinuada
    -irracional, por cierto- parece ser: en vez de discutir los
    problemas del modelo y cómo superarlos, pasemos a debatir acerca
    de la quiebra del modelo. Un absurdo que resulta difícil de
    explicar.Hay una situación económica que presenta aristas
    difíciles, pero que en general observa un razonable equilibrio
    en las grandes variables macroeconómicas.Hay una tímida
    reactivación en marcha, que puede ser una flor muy frágil si no
    le dispensan los cuidados adecuados. En este sentido es peligroso
    el clima exitista de funcionarios y también de empresarios, más
    empeñados en autoconvencerse que en analizar la realidad.El
    escenario financiero internacional sigue siendo auspicioso
    (aunque no tanto como al principio de la convertibilidad). Por
    todo el mundo hay una enorme masa de capitales de alrededor de
    US$ 13 billones (millones de millones) que equivalen a más de
    dos veces el producto bruto estadounidense, a la búsqueda de
    inversiones y de rentabilidad.Desde esa perspectiva no se avizora
    ninguna dificultad (como lo demuestran los últimos movimientos
    de Ministerio de Economía y de entes oficiales, así como de
    algunas empresas privadas) en conseguir los recursos externos que
    se requieran para conservar cierto equilibrio.A partir de este
    punto, es posible entrar de lleno en el análisis de los
    problemas del modelo, pero asumiendo previamente que no hay
    motivo ni razón para discutir su quiebra.Es cierto que lo que el
    país necesita son ingresos de capitales externos (ya que la
    capacidad de ahorro interno no es suficiente, caso muy distinto
    del de Chile). La cuestión es si estos fondos arriban con planes
    de corto o largo plazo. Entre los de corto plazo están los
    llamados capitales especulativos o golondrina, siempre a la
    búsqueda de ganancias rápidas y prestos a desaparecer ante el
    primer contratiempo.Los que realmente interesan son los que
    llegan para acompañar un proceso, sea por inversión extranjera
    directa o hasta que maduran inversiones en portafolios de
    acciones.Un hecho positivo es que hoy se observa mayor
    proporción del segundo tipo de inversión que la registrada
    durante la gestión de Martínez de Hoz al final de los años ´70
    y comienzos de los ´80.El reequipamiento fue extensivo en muchas
    actividades industriales y de servicios. Lo que a su vez produjo
    una mejora en la productividad y en el nivel de competitividad.
    Ello explica, de alguna manera, la aparente contradicción en un
    país con costos internos altos, pero que sigue aumentando sus
    exportaciones.Si se logra sostener el ritmo de actividad
    económica, mantener un crecimiento anual de la economía en
    torno de 4%, y persistir en el aumento de las exportaciones,
    entonces habrá que enfrentar los nuevos problemas. Que no son
    nuevos, pero que entonces emergerán con fuerza y concentrarán
    la atención.En ese momento, el debate central en la sociedad
    argentina pasará a ser -además del desempleo- el de la
    desigualdad en el ingreso. La brecha se ha profundizado y, como
    en otras materias, exigirá la presencia activa de un Estado,
    más pequeño y eficiente, pero también con su papel
    reformulado.Cuando enfrentemos esa oportunidad, los empresarios
    agregarán otro tema a la discusión: el déficit de
    infraestructura y las distintas alternativas disponibles para
    atacar el problema. No encontrar solución a este punto es
    asfixiar toda perspectiva de crecimiento.Brasil: decisiva
    gravitación de las empresas estatalesLa revista Conjuntura
    Económica de Brasil, en su último ranking anual de las 500
    firmas más importantes del país, puso en evidencia cuánto es
    lo que está en juego en el recientemente anunciado brote
    privatizador brasileño.Entre las diez primeras empresas, sólo
    dos -Companhia Siderúrgica Nacional y Varig- son privadas. Las
    otras ocho, todas ellas estatales, representan juntas 26,6% de
    los activos y 15,9% del volumen de ventas de las primeras 500
    empresas de Brasil.Incluso entre las que siguen en el ranking,
    diez son empresas estatales, y un buen número de firmas privadas
    entre las primeras treinta eran estatales hasta hace muy poco
    tiempo.Una mirada a la situación de cinco años atrás ilustra
    con elocuencia cuán poco ha reducido hasta ahora la
    privatización el peso del sector público. En 1990, las empresas
    del Estado representaban 67,8% de los activos y 37,6% del volumen
    de ventas de las primeras 500 firmas. Para 1995 esos porcentajes
    se habían reducido menos de 8 puntos, a 60,4% y 30,5%
    respectivamente.Lo que ha ocurrido es que la presencia del Estado
    disminuyó más drásticamente en ciertos sectores industriales,
    mientras que permanece fuerte en los servicios públicos, como
    electricidad y comunicaciones. Además mantiene dos gigantes: la
    compañía petrolera, Petrobrás, que seguirá en manos del
    Estado, y el conglomerado minero CVRD, que será privatizado el
    año próximo.En los sectores siderúrgico y metalmecánico,
    donde las empresas del Estado tenían 23% del mercado en 1990, su
    presencia se vio reducida a sólo 2,3%. En la industria de
    productos químicos, donde en 1990 la participación del Estado
    era de 20%, desapareció completamente.La información que
    presenta el ranking de Conjuntura de las 500 empresas top
    (extraído de una encuesta de 5.542 firmas) refleja claramente el
    impacto de la contracción de la actividad económica del año
    pasado.En general, el rendimiento se redujo 7%, las ganancias
    brutas 27%, y las ganancias netas 56%; el coeficiente de liquidez
    se mantuvo virtualmente igual, y el nivel de endeudamiento
    aumentó 15%.Por supuesto, hubo grandes variaciones en el
    desempeño según los sectores. El rendimiento cayó
    dramáticamente en la construcción (-50%) y la industria
    automotriz (-26%), y donde más aumentó fue en los sectores del
    papel y celulosa y bebidas (28% y 20%, respectivamente).Sólo
    cuatro de los 25 sectores investigados mostraron aumentos en sus
    ganancias brutas: editorial, papel, transporte y comunicaciones;
    los que registraron las mayores caídas fueron el textil,
    agricultura, fármacos y vestido.Un cuadro similar, con algunas
    variaciones, aparece en relación con las ganancias sobre los
    activos líquidos. Hubo crecimiento en sólo cinco sectores:
    calzado, bebidas, papel, transporte y comunicaciones; las
    principales caídas se registraron en ventas minoristas, textiles
    y automotores.Sin embargo, Conjuntura señala que sólo tres de
    los 25 sectores mostraron tasas negativas de rentabilidad en
    1995: servicios auxiliares, transporte y servicios públicos.
    Vale la pena mencionar que las empresas estatales representan una
    gran parte de cada uno de ellos: 88%, 50% y 90%
    respectivamente.(El año pasado, el PBI de Brasil creció 4,2%,
    comparado con 5,8% en 1994, y la producción industrial creció
    sólo 2%, contra 6,9% del año anterior.)Además de listar las
    primeras 500 empresas por tamaño (combinando activos y
    rendimiento), Conjuntura también seleccionó las doce
    compañías de mejor desempeño. Estas son elegidas entre las que
    figuraron entre las primeras 500 al menos tres veces durante los
    últimos cinco años, teniendo en cuenta su participación en el
    mercado en su respectivo sector y su solidez financiera, y según
    su rentabilidad.Esta selección muestra una vez más que grande
    no es sinónimo de bueno: muy pocas de las doce empresas
    seleccionadas por excelencia se acercan a las primeras en el
    ranking por tamaño.Y entre las doce sólo hay una empresa
    estatal, Petrobrás Distribuidora, el brazo minorista y de
    distribución de la petrolera estatal, que además es la más
    grande de las 12 excelentes, en el puesto 24Þ entre las primeras
    500.El choque entre Mercosur y NaftaLas diferencias entre Nafta y
    Mercosur, los dos bloques comerciales que dominan las Américas,
    comienzan a hacerse evidentes. El Nafta, impulsado por Estados
    Unidos, quiere que el Tratado de Libre Comercio en las Américas
    (TLCA) acelere la apertura de los mercados nacionales. En
    términos ideales, Estados Unidos desearía que el TLCA comenzara
    en el 2000 y no en el 2005, como lo decidió la Cumbre de las
    Américas de Miami en 1994.El Mercosur, impulsado por Brasil, es
    mucho más cauteloso. En una reunión de los países del TLCA
    realizada a mediados de septiembre pasado en Florianópolis,
    presentó un programa de tres puntos para el desarrollo del TLCA.
    Esa fue la primera vez que el Mercosur presenta un plan:
    anteriormente había dado a entender que dejaría que el Nafta
    marcara el rumbo.El plan brasileño, que se discutirá en la
    próxima reunión del TLCA en febrero, propone que las
    discusiones se concentren primero en facilitar el comercio entre
    los países de la región, después que se ocupen de reglamentar
    el comercio y sólo en tercer lugar que se discuta sobre el
    acceso a los mercados.Estados Unidos respondió a esta propuesta
    con 12 preguntas cuyo objetivo es extraer más información y
    generar una mejor discusión en febrero.Los argumentos no son
    irrelevantes. Ambas partes se preparan para la reunión de
    ministros del TLCA el próximo mes de mayo en Belo Horizonte, que
    fijará los temas básicos para el proceso de integración.En
    este momento, el plan del Mercosur parecería aventajar al Nafta
    por puntos. Porque, a diferencia del Nafta, los países del
    Mercosur tienen alguna experiencia práctica en integración.El
    Mercosur encontró la forma de lograr un acuerdo con Chile.
    También está cerca de acordar con el Grupo Andino. Si lo logra,
    sería la primera vez que dos bloques comerciales aceptan
    negociar entre sí.Los acuerdos entre bloques y países
    individuales (Mercosur y Chile), entre países individuales en
    diferentes bloques (México y la mayor parte de América del Sur:
    Ecuador es el último país en comenzar negociaciones con
    México), y la virtual absorción de un bloque por otro (Unión
    Europea y Asociación Europea de Libre Comercio) son ya
    acontecimientos relativamente comunes.El Mercosur, a pesar de las
    tensiones causadas por las inclinaciones proteccionistas de
    Brasil, está claramente actuando como bloque. El Nafta es
    todavía una federación mucho más laxa. Si el Mercosur
    continúa su expansión, su estructura bien podría convertirse
    en modelo para el TLCA.En los otros bloques comerciales de la
    región hay desorganización. En América Central, el acuerdo
    entre Guatemala y El Salvador (que deja afuera a Honduras)
    significa que es más probable que México acuerde sólo con
    ellos aunque comenzó a conversar con los tres en septiembre.
    México ya consiguió un acuerdo de libre comercio con Costa Rica
    y está negociando uno con Nicaragua.En el Grupo Andino no queda
    claro si Perú se unirá al grueso del grupo (Colombia, Ecuador y
    Venezuela) en las negociaciones con el Mercosur como bloque.
    Bolivia ya hizo su acuerdo individual con el Mercosur.En el
    Caribe ya aparecen las divisiones. Barbados decidió que sería
    una pérdida de tiempo y dinero tratar de unirse al Nafta.
    Trinidad-Tobago y Jamaica tienen mucho más interés en entrar al
    Nafta.La decisión de Barbados plantea un problema difícil al
    Caricom. Actualmente este bloque tiene un arancel externo de 30%
    (que desde 1998 caerá a 20%), pero si algunos de sus miembros se
    unen al Nafta, el arancel externo común se convertirá en letra
    muerta. Hasta la llegada del Nafta, el grupo había sorteado este
    problema a través de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe
    (ICA) que les permitía acceso libre de impuestos a Estados
    Unidos. El problema con la ICA es que se trata de una oferta
    unilateral de Estados Unidos a la región: puede ser removida en
    cualquier momento.En un mundo ideal, Barbados desearía que la
    ICA (y el similar acuerdo caribeño con Canadá) se convirtiera
    en un tratado en el que el Caribe obtenga paridad con el Nafta.
    Eso significa que sus exportaciones, especialmente las textiles,
    podrían entrar a Estados Unidos en los mismos términos que las
    exportaciones mexicanas.(c) MERCADO/Latin American Newsletters