Satisfacción del cliente: Una cuestión nacional

    Por primera vez se llevó a cabo, en Estados Unidos, una investigación para medir el índice de satisfacción de los clientes en

    todo el territorio de la nación, a través de una encuesta que abarcó productos y servicios de 203 empresas y organizaciones

    (representativas de casi la mitad del producto bruto estadounidense) y una muestra de 45.000 consumidores y usuarios.

    El índice así obtenido fue de 74,5 (en una escala de 0 a 100) con calificaciones más altas en el sector de productos no

    durables (particularmente alimentos elaborados y bebidas) y más bajas en los servicios brindados por empresas privadas

    (74,4) y entes públicos (64,3).

    Uno de los principales mentores de este proyecto, coauspiciado por la Universidad de Michigan y la ASQC (American

    Society for Quality Control) es Claes Fornell, un académico e investigador que diseñó el índice anual de satisfacción del

    consumidor en Suecia, donde se viene realizando esta medición desde 1989.

    Fornell dictó recientemente un seminario en Buenos Aires, merced a una iniciativa conjunta de Fundece, la Universidad de

    San Andrés, la Cámara de Comercio de Estados Unidos y el Ipace. MERCADO conversó con él para indagar acerca de las

    perspectivas que abre una medición de esta envergadura.

    ¿Cómo surgió la idea de crear un índice nacional de satisfacción del cliente, primero en Suecia y ahora en Estados

    Unidos?

    Estamos acostumbrados a que se midan todo tipo de cosas en relación con la economía: cuánto producimos, cuánto

    cuestan los productos y servicios, cuánta gente trabaja. Pero si no evaluamos la calidad de lo que producimos, qué grado de

    satisfacción tienen hoy los usuarios y consumidores, no sabremos interpretar adecuadamente ninguno de estos indicadores.

    Podemos hablar de productividad, pero esto no dice nada acerca de si son buenos o malos los bienes y servicios que

    producimos. En Estados Unidos, por ejemplo, tal vez estemos produciendo más, pero en el sector de servicios, que es la

    actividad dominante de la economía, no está claro que estemos produciendo mejor. De hecho, los servicios y el sector estatal

    muestran los puntajes más bajos.

    ¿Cómo se explica eso? Se supone que las empresas proveedoras de servicios deben estar particularmente atentas a

    la satisfacción de los consumidores.

    Sí, es verdad, pero también tienen por delante una tarea más compleja. Es más difícil proveer un servicio personal que

    elaborar sopa enlatada: hay más variabilidad. Cuando se produce una lata de sopa, hoy en día, es muy raro que algo salga

    mal. El consumidor sabe qué esperar y por lo general es eso mismo lo que obtiene. Con los servicios, a menos que se

    estandaricen, como es el caso de McDonald´s, las cosas pueden variar enormemente de un período a otro. Y si se

    estandarizan demasiado, a la gente no le va a gustar.

    ¿Es correcto, entonces, utilizar los mismos estándares para medir la satisfacción de los clientes con respecto a los

    servicios y a los productos manufacturados?

    La satisfacción del cliente se puede medir en todos los sectores de la misma manera. Los factores que influyen son

    precio, calidad y las expectativas del cliente. Eso no varía según la industria o el país de que se trate. Sí varía la gravitación

    de cada factor, las variables son las mismas pero los coeficientes difieren.

    ¿Cuáles diría que son los factores más importantes en la satisfacción del consumidor, hoy en día? Aparentemente,

    esto tiende a cambiar con el tiempo.

    Sí, ha cambiado. En Estados Unidos, en la mayoría de los sectores, se está pasando de la confiabilidad a la

    personalización. Es decir, ahora la mayoría de las empresas son capaces de hacer cosas que funcionan como se supone que

    deben funcionar durante un largo tiempo. Pero la personalización, la capacidad de apuntar exactamente a las necesidades

    individuales, es el factor que cada vez influye más en la satisfacción del cliente. Y esto es muy difícil de lograr para una

    empresa de productos masivos.

    Creo que los norteamericanos están un poco más avanzados que muchos europeos si hablamos de confiabilidad, pero

    cuando nos referimos a la personalización, podría decirse que los europeos están haciendo mejor el trabajo en algunos

    aspectos.

    ¿En cuántos países se llevó a cabo la experiencia de desarrollar un índice nacional de calidad?

    De manera completa, en Suecia, Alemania y Estados Unidos. Se hicieron estudios parciales, por sectores, en Taiwán y

    creo que Israel está en los comienzos, al igual que Noruega.

    ¿Qué utilidad tienen estas mediciones en una economía orientada al mercado global? Es decir, ¿sirve de mucho

    saber cuál es el grado de satisfacción del consumidor norteamericano cuando las oportunidades para un sector

    pueden estar, por ejemplo, en el mercado asiático?

    Sobre esto, querría hacer dos comentarios, ambos relacionados con el caso norteamericano. Primero, Estados Unidos

    compra más que lo que vende, y ésta es una manera de abordar ese problema. Nuestros productores van a tener que hacer

    más para satisfacer la demanda interna, porque de otro modo aumentarán las importaciones y la balanza comercial se

    deteriorá aún más.

    En segundo lugar, estudios realizados por Michael Porter y otros investigadores indican que las compañías capaces

    de satisfacer bien la demanda interna también tienen más posibilidades de hacer un buen papel en el extranjero. Y lo

    opuesto también es verdad: si no pueden tener un buen desempeño en su país, difícilmente lo lograrán afuera.

    Ahora bien, con el tiempo ésta podría ser una medición gobal. Y tiende a serlo, porque tanto en Estados Unidos como en

    Suecia y Alemania se incluyen en la medición empresas extranjeras radicadas en el país. De modo que no es un índice que

    refleje sólo lo que están haciendo las compañías norteamericanas en Estados Unidos o las empresas suecas en Suecia, sino

    los resultados logrados por todas las empresas que ingresan en un mercado.

    ¿Cómo puede aprovechar esto una empresa en particular?

    Para empezar, esto es muy útil en términos de benchmarking: se puede establecer un punto de referencia entre industrias

    y ver cómo se desempeña una empresa en relación con su sector. Pero otro punto, incluso más importante, es que ahora

    finalmente podemos relacionar esto con el retorno económico. Por ejemplo, si General Motors incrementara su índice de

    satisfacción en 5 puntos, ¿cuál sería su rertorno económico? Es posible, incluso, predecir el comportamiento de las acciones

    de una empresa en la Bolsa a partir de esta información. Las compañías que se desempeñaron bien en el índice

    norteamericano también experimentaron aumentos en la Bolsa.

    ¿También se puede usar esta herramienta para medir efectos macroeconómicos?

    Seguro. Hace cien años que venimos diciendo que tenemos que incrementar la productividad porque ésa es la clave para

    aumentar la competitividad y los estándares de vida. Pero ahora estamos empezando a darnos cuenta de que, si nos

    concentramos sólo en eso en una economía de servicios, lo que va a pasar es que el peluquero va a cortar el pelo más rápido,

    que el chofer va a manejar más rápido, que el maestro va a tener más alumnos, que las guarderías van a cuidar más chicos.

    Y esto conduce a bajar la calidad. Por eso tiene que haber un contrapeso entre calidad y productividad. No podemos

    simplemente mirar las cifras correspondientes a la productividad y decir sí, a la economía le va muy bien o le va mal.

    Otro punto es que el índice de precios al consumidor tiene que adaptarse a los cambios de calidad porque de otro modo no

    sabemos de qué estamos hablando. Es decir, si decimos que el precio de algo es, por ejemplo, US$ 50 y al año siguiente

    aumentó a US$ 55, no podemos decir que el incremento fue de 10%, a menos que nos aseguremos de que el producto es

    exactamente el mismo, que no haya bajado ni subido su nivel del calidad. Lo mismo pasa con los índices generales de

    precios de la economía: si hubo un aumento de 3 puntos pero ese mismo año el índice nacional de satisfacción del

    consumidor bajó 2 puntos, la verdadera inflación debería calcularse sumando ambas medidas.