La recesión golpeó de lleno en Entre Ríos durante los primeros meses de este año y se instaló como un estado de conciencia.
Esta percepción global reconoce excepciones en unos pocos sectores de la economía local, como el avícola, que no hacen
sino confirmar la regla.
La primera actividad en acusar el impacto fue el comercio. Casi un tercio de los locales tuvieron que achicarse o
desaparecieron en el primer trimestre del año, cuando la limitación del poder de compra se convirtió en recesión.
Hoy, el proceso presenta el perfil de una meseta. Muchos comerciantes y pequeños emprendimientos decidieron
autoexcluirse del sistema tributario y emigrar a la llamada economía informal.
La provincia de Entre Ríos no tiene un aparato productivo fuerte, y el desenvolvimiento de la actividad privada está
ligado al devenir del sector público. Las ciudades de la costa del Paraná son las que en mayor medida basan su economía en
la actividad administrativa y dependen de las políticas públicas. Por eso no es de extrañar que el nuevo ajuste anunciado
este mes por el gobernador Mario Moine se haga sentir más en la capital de la provincia. Moine está dispuesto a llevar a la
práctica la controvertida rebaja de salarios en el sector público y a privatizar la empresa de energía, para recibir una cuota
de oxígeno financiero que le permita al Estado cerrar sus cuentas, aunque queden comprometidos en garantía los fondos de
la coparticipación.
LUCES Y SOMBRAS
Con todo, hay sectores productivos que consolidan su crecimiento, como el avícola, con cabecera en la ciudad de Crespo.
Un sustancial margen de demanda insatisfecha en el mercado interno le asegura, además, oportunidades de crecimiento.
También la cosecha arrocera mostró excelentes resultados este año. Sin embargo, los productores se quejan de la falta de
mercados y de políticas de prefinanciación, lo que los obligó a malvender para hacer frente a a sus compromisos
financieros.
Para esas actividades, el costo del dinero sigue siendo alto, entre 16 y 20% anual, a pesar de la garantía real que ofrecen
los productores a través de los warrants.
Las economías regionales en Entre Ríos tienen dos condicionantes que dificultan su desarrollo y, en esto, no escapan al
panorama nacional. Uno es la presión tributaria, y el otro la sequía financiera. A la falta de dinero fresco para volcar a la
actividad productiva se suma el creciente aumento de las exigencias, que lleva a los pequeños y medianos empresarios a
optar por no comprometerse en procesos de reconversión aunque esta actitud pueda resultar riesgosa a largo plazo.
Oscar Pischbach, presidente de la Federación Económica de Entre Ríos, lo describe gráficamente: Las entidades
financieras se sentaron sobre lo que quedó de los depósitos y las Pymes no logran calificar para los créditos por su grado de
endeudamiento.
Así y todo, alrededor de 30% de las empresas de la provincia, incluidas las nuevas radicaciones madereras de la zona de
Concordia, son consideradas de punta. Tratan de insertarse en la cultura de la productividad y la eficiencia, y están
incoporando el marketing estratégico. El resto está absorbido por la coyuntura.
En este contexto se plantea la inserción de Entre Ríos en el Mercosur. La provincia cuenta, en este aspecto, con
ventajas comparativas determinadas por la geografía y la identidad cultural, pero aún tiene un largo trecho por
recorrer para alcanzar las condiciones que le permitan generar verdaderas ventajas competitivas.