Se estima que alrededor de 5% de la población argentina consume drogas. Y siete de cada diez son trabajadores, es decir,
gente en actividad, lo que desmitifica la idea de que quienes están en contacto con sustancias ilícitas suelen ser marginales,
afirma Carlos Bittar, presidente de la Fundación Prana para la prevención de las adicciones.
El ámbito laboral, en tanto sea fuente de estrés, puede actuar como elemento propiciador de las adicciones. Al mismo
tiempo, puede ser un lugar óptimo de recuperación y prevención. Según los estudios de la Organización Internacional del
Trabajo, en empresas argentinas, de 1987 a esta parte el índice de consumidores aumentó de 3 a 10%.
Se da en todos los estratos, y en todos los sectores, señala Bittar; están los consumidores y los adictos, los usadores y los
abusadores, pero sólo son diferentes etapas de lo mismo. Es importante la detección precoz, el psicodiagnóstico y la
capacitación de médicos laborales para analizar situaciones antes de que lleguen a ser alarmantes.
Según la experiencia de Bittar, aunque el cuadro es diferente en cada empresa, es poco frecuente encontrar programas de
prevención en las compañías locales.
La idea fundamental es que 10% del personal que trabaja en una empresa, en cualquier jerarquía, consume drogas. Hay
que evitar que ese porcentaje se incremente, y si es posible reducirlo. No sirven de nada las clases magistrales. Cuando nos
llaman de alguna empresa es porque han tenido algún problema concreto. Esto es progresivo, porque estamos hablando de
un enfermo. Muchas veces sólo nos piden charlas informativas, aunque en las organizaciones con más criterio hacen
capacitación del área médica laboral, acerca de cómo detectar e interrelacionarse con quienes consumen, cómo hacer para
que sigan en la empresa.
Oferta y Demanda
Además de las condiciones genéticas, hereditarias, que predisponen en mayor o menor medida a la adicción de
determinadas sustancias, hay un juego de oferta y demanda; la droga está en todos partes. En la propia empresa se
consume y se trafica, y a bajo costo. Fuera del trabajo existe una sociedad donde importa sólo lo que se ve, la cultura de lo
efímero. Y el trabajo es una competencia feroz, cada vez se exige mayor rendimiento. Entonces, para sobrevivir, y sentirse
Superman, se empieza con el alcohol, los psicofármacos, y luego la cocaína, sin saber que la baja de la productividad es
inevitable, y mucho más pronto que lo pensado.
Según los estudios, de cada diez personas que toman alcohol, una desarrollará un problema de alcoholismo. En
cambio, de cada diez que consumen cocaína, siete se tornan dependientes. A medida que los chicos terminan la
escuela, ingresan en la universidad y se insertan en el mercado laboral, aumenta el consumo de cocaína. Son drogas
difíciles de detectar en su entorno, porque no hay problemas con el habla, no hay una alteración demasiado notoria a
primera vista, no tiene olor, indica Bittar.
Uno de los temas más controvertidos a la hora de poner en práctica programas de prevención es el de los análisis para
detectar residuos químicos, ya que puede resultar una práctica discriminatoria. Lo son si se hacen sin consentimiento. Pero
es una cuestión química, no sirve si no se hacen exámenes periódicos. Es tan difícil la situación financiera de las empresas y
hay tanta oferta de mano de obra que estos problemas difícilmente se contemplan. En Estados Unidos cuidan mucho el
aspecto de la prevención, pero en la Argentina, más que una medida de prevención, sería una razón de despido. Sin
embargo, ¿cuánta gente y hasta cuándo se puede despedir? La política del avestruz no sirve. El trabajo, así como induce,
puede ser el ámbito de recuperación, porque la población es fija, y existe la posibilidad de implementar programas a largo
plazo.
En la actualidad, la tendencia mundial marca una orientación hacia la prevención primaria (para evitar la aparición del
problema), y secundaria (detección precoz e intervención temprana) para no llegar a que el individuo sea detectado por las
autoridades o por los supervisores, ya que señala una situación límite muy difícil de revertir.
En la Argentina no hay conciencia de prevención en ningún ámbito. Pero no sirve de nada separar al adicto de su entorno.
Es muy importante tomar conciencia del trabajo como ordenador en la vida de una persona. El que consume es un enfermo
social, no un delincuente. No se trata de aislar, sino de obligarlo a cumplir un sistema de asistencia, un programa que le
proporcionan la empresa y la obra social, y que asuma la enfermedad. La empresa tiene el derecho y el deber de proteger a
su gente.