Marketing en tiempos de crisis

    El verano del 95 fue, sin duda, particularmente caliente. Los cimbronazos derivados del efecto tequila y de las propias debilidades

    de la estructura económica local conmovieron prácticamente todo el entramado empresario. En ese panorama, en el que la gestión

    financiera pareció volver a ocupar un papel protagónico como en los viejos malos tiempos, parece necesario indagar acerca de

    los movimientos registrados en el área de marketing, niña mimada de la buena racha.

    Las empresas para las que estamos trabajando, sostiene Nora Schmeichel, de la consultora Signos, no cedieron en la

    aplicación de la investigación de mercado, sino que la están usando aun de una manera más inteligente, para agudizar su

    comprensión de la situación y contar con mejores elementos, diagnósticos y recursos informativos que les permitan elaborar

    mejores estrategias.

    Según la visión de Schmeichel, frente a las crisis hay distintas salidas: Una de ellas es la parálisis, la otra es quedar

    totalmente alborotado con comportamientos inconducentes, y la última es ganar grados de racionalidad. La observación que

    nosotros hacemos tiene que ver fundamentalmente con esta tercera opción, compañías que, al igual que los consumidores, se

    están volviendo más racionales en la asignación de recursos, en las definiciones estratégicas y en las resoluciones prácticas.

    Para Alberto Wilensky, de Grupo Estratégico de Negocios, el primer punto radica en no generalizar. La primera

    aproximación al tema requiere entrar segmentadamente, afirma; no en todos los sectores el fenómeno es similar. Si bien

    la macroeconomía es una compleja red de interrelaciones, es decir que nadie puede mirar alegremente lo que le pasa al

    vecino haciéndose el distraído, la problemática de la recesión afecta de diversa manera a los distintos sectores.

    Ahora va a haber que hacer marketing en serio, no va a venir una demanda inflada por factores exógenos sino que habrá

    que ganarse esa demanda en la cancha. Desde ese punto de vista no hay un aspecto de novedad esencial; al contrario, es el

    marketing de siempre puesto en acto; no es un nuevo marketing, la novedad es que se haga marketing. Yo siempre digo que

    en la Argentina todavía aparece como una estrategia el concepto de calidad, y claramente esto es un piso del juego, no algo

    que pueda ser planteado como una estrategia. Tener calidad en el producto o en todo el proceso productivo es un piso, desde

    el momento en que, del otro lado, la demanda paga con pesos de calidad, no con pesos truchos. El escenario argentino

    estaba tan falto de competencia que la calidad podía considerarse todavía como una ventaja competitiva.

    A la hora de las definiciones, Wilensky se muestra contundente: Yo diría que llegó la hora del marketing; hasta ahora, me

    parece que más que la hora había llegado la moda. Se impartían cursos, mucha gente hacía marketing, algunos creían que

    hacían y otros han jugado al marketing con buenos resultados, en algunos casos a expensas de un escenario donde la

    corriente misma los llevaba.

    La vida te da sorpresas

    Creo que hay una reacción generalizada, señala Rubén Zambelli, de la consultora Perfil, en la que se suma la cuestión recesiva

    con el famoso efecto tequila y el sobresalto, el impacto psicológico que produce el haber tenido expectativas de crecimiento y de

    golpe ver que no sólo no es así, que no se crece, sino que ni siquiera se alcanza el volumen del año anterior. Creo que todos tenían

    en sus planes crecer 10, 15, 20%; entonces es más duro ahora tener que adecuar los presupuestos… Y mi primera pregunta es: ¿por

    qué se equivocaron las empresas que pensaron que iban a crecer tanto? ¿Por qué no previeron este escenario? En especial en

    algunos segmentos, en los que era relativamente previsible. ¿Por qué fueron tan optimistas? ¿Cuáles eran los fundamentos, qué

    investigación y qué prospección hicieron? ¿Qué información manejaban, y lo que es crucial cuál manejan ahora para conducir

    sus pasos futuros? Sobre todo en algunos rubros, en los que se podía visualizar a corto plazo una saturación de la demanda, ¿qué

    estudios hicieron para determinar que se iba a seguir creciendo al ritmo que lo estaban haciendo? Es muy sorprendente… es decir, lo

    sorprendente es que se hayan sorprendido.

    La primera reacción ante un cambio de escenario de estas características suele ser la política de recortes a diestra y siniestra.

    Coincido con que esto es así, reconoce Wilensky; aunque sea una imagen demasiado utilizada, cuando hay un montón de

    costos, está la actitud de echar al cadete y cortar el café. El tema pasaría más no por bajar el costo sino por darle valor al

    producto y a la marca, en cuyo caso el conjunto de costos se transforma de peso muerto en factor potenciador, y en general

    no hay la actitud ni la visión como para ir en esa dirección.

    En opinión de Schmeichel, la crisis tuvo un impacto inicial que se tradujo en reducir algunas inversiones de mucha

    magnitud y que tienen gran peso en los movimientos contables, como es la publicidad, cuya eficiencia en términos de un

    mes más o un mes menos siempre ha sido muy difícil de comprobar. Cuando el directorio de una compañía pide cortar

    dramáticamente los gastos, no hay nadie en el área de marketing que les diga: Vamos a perder dos puntos de share por

    haber suprimido la publicidad. Schmeichel reconoce el peligro de ese tipo de medidas, pero tenemos una noción

    cualitativa del peligro y no cuantitativa. No hemos encontrado maneras eficientes de medir el impacto de haber dejado de

    hacer publicidad durante uno o dos meses, porque, como normalmente son tantas las acciones que contribuyen a un

    resultado de negocios, siempre ha sido difícil aislar el peso específico de la publicidad.

    En este sentido, Zambelli aporta elementos interesantes desde su experiencia concreta. Nosotros notamos una cierta baja en

    lo que es investigación tradicional, porque las empresas postergan decisiones; en cambio, nos ha ido muy bien por encima

    de lo estimado en el Ad-Vantage Act, que es un método que mide la eficacia publicitaria. Algunos parecen estar tomando

    conciencia de que trabajan con armas muy rudimentarias para salir con una campaña publicitaria, y prefieren utilizar

    instrumentos más afinados. Especialmente considerando que la publicidad sobre todo la televisiva es una herramienta

    cara.

    Precios, marcas, escenarios

    El manejo de determinadas variables del plan de marketing en circunstancias como las actuales requiere en muchos casos de

    un delicado equilibrio; el factor precio es uno de ellos. Hay que ser muy cuidadoso en el enfoque general, señala

    Wilensky, porque hay ciertos sectores por ejemplo los más altos de la pirámide en los que una parte importante del

    consumo depende de la marca y del producto; allí, quizás una campaña de precios desposiciona para siempre la marca. O

    sea que no resulta para nada conveniente una reacción visceral del tipo bueno, bajemos los precios. Ante esta clase de

    problemática es un hecho que de repente la variedad de precios debe empezar a ser contemplada. Es cierto que durante

    mucho tiempo ésta era una variable no considerada, y ahora puede ser importante en el marketing mix.

    Para Ernesto Bianco, de la consultora Ordóñez/Bianco, uno tiene que replantearse en qué medida afecta a la estrategia esto

    que está sucediendo, sobre todo en cuanto al comportamiento de los consumidores y a si la situación es pasajera o no. Por

    ejemplo, durante algunos períodos de recesión aparecieron segundas marcas que trataron de capitalizar mercados, y las

    primeras marcas tuvieron que considerar la posibilidad de hacer frente a esto. Algunas empresas reaccionaron lanzando

    también segundas marcas como respuesta momentánea, pero en definitiva las estrategias y políticas de marca se siguieron

    manteniendo así como los posicionamientos, de forma tal que cuando la situación se superó las primeras marcas se

    encontraron nuevamente consolidadas. Por otra parte, las empresas acostumbradas a trabajar en productos diferenciados

    tienen cierta incapacidad por costos, por una cultura interna para manejarse bien trabajando los dos segmentos, en una

    estrategia de diferenciación y una de precios. Además, hay que preguntarse si se trata de una situación momentánea o

    duradera, porque, si es algo temporario, hay que ver si vale la pena el esfuerzo.

    El camino que va de la realidad a la percepción que sus diversos actores tienen de ella tampoco es un dato menor. Una cosa

    es que el horizonte sea la recesión, apunta Wilensky, y otra que se vea un horizonte incierto, del tipo que los

    macroeconomistas llaman escenario fin del mundo. La diferencia es fundamental, porque la recesión supone un paisaje

    duro, pero donde se dan situaciones como que de repente venga más oferta, porque hay gente que entra al mercado por la

    variable precio. Pero nadie quiere entrar en un mercado donde no sabe cómo va a salir, sea por una devaluación o por otros

    mecanismos que provoquen similar incertidumbre. Por eso es fundamental cómo los distintos sectores económicos estén

    percibiendo la gravedad de la crisis, más allá de cuál sea la realidad. Esa percepción va a condicionar conductas, y de

    alguna manera va a configurar el escenario. Sobre todo en un mundo tan dinámico y cambiante, donde el que no picó a

    tiempo se va a quedar mirando. Ya no hay manera de compensar segundos, es como una carrera de fórmula uno; si el sujeto

    se quedó en boxes un minuto más, ya no hay motor que lo pueda salvar. Y en ese sentido, me parece que hay muchos que ya

    están mirando la carrera desde afuera.