México revela el peligro de la nueva ortodoxia

    Con toda seguridad, Domingo Cavallo tendrá motivos para arrepentirse de una frase dicha hace tiempo, en otras

    circunstancias: Argentina es México dos años después.

    México devaluó su peso en 15% el 21 de diciembre pasado y la flotación subsiguiente agregó otro 25% de depreciación en

    apenas una semana más. Como dice el gobierno mexicano y también el Departamento del Tesoro estadounidense, la salud

    de la economía sigue siendo buena y no justifica el elevado nivel de la depreciación.

    Pero los inversionistas extranjeros primero, y los locales después, creen lo contrario y agudizan la crisis. En la Argentina

    y en el resto de la región latinoamericana donde el impacto de estas novedades fue intenso, el temor es qué pasará en los

    próximos dos meses.

    Es altamente probable que el gobierno mexicano logre estabilizar la situación. Se cuenta para ello con el apoyo de los

    socios comerciales del Nafta, Estados Unidos y Canadá, listos para aportar en conjunto una masa de divisas del orden

    de US$ 7.000 millones.

    Más allá de las causas reales e imaginarias de esta crisis, es tiempo de repensar la teoría económica dominante y

    analizar la racionalidad de sus supuestos. Uno de los personajes más influyentes e interesados en encontrar pronta

    salida al problema es el actual subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers.

    Hace apenas tres años, cuando era el economista jefe del Banco Mundial y profesor de Harvard, Summers advirtió

    sobre los riesgos que supone la nueva ortodoxia y sobre la verdad a medias que encierran sus tres apotegmas (ensayo

    publicado en The International Economy). Vale la pena recordar lo que decía entonces.

    Lo que se ha dado en llamar la nueva ortodoxia en teoría económica amenaza la recuperación económica mundial.

    La tesis levanta tres banderas:

    1) Reducir la inflación al máximo posible debe ser el único objetivo de la política monetaria.

    2) La política económica debe evitar la discrecionalidad, ya que ésta es la receta para más inflación y menos

    crecimiento.

    3) En sus intentos de combatir fluctuaciones cíclicas, la política fiscal es, en el mejor de los casos, irrelevante, y en el

    peor, contraproductiva.

    Las teorías económicas que hoy ocupan lugar en el escenario y están podría decirse de moda, se vinculan a la

    economía de la oferta (supply side). De una parte, los que piensan que todo se arregla reduciendo impuestos y

    ofreciendo estímulos a la inversión (como los republicanos en Estados Unidos). De la otra, los que creen que para crecer

    hay que concentrar inversión en educación e infraestructura (el equipo de Bill Clinton, por ejemplo).

    Con relación a los niveles de inflación, Summers recordaba que tras la experiencia de los 60 y los 70 ningún economista

    está dispuesto a sostener y mucho menos en América latina que mayor inflación se asocia con crecimiento o reducción del

    desempleo. Pero tampoco puede llevarse la cuestión al extremo de muchos teóricos que pugnan por clavar la inflación, si no en

    cero, por lo menos en 1 o 2%.

    Toda la evidencia disponible sigue Summers confirma que no tiene sentido obligarse a bajar la inflación a 1%

    cuando se está en 3 o 4%. El esfuerzo adicional para lograr este resultado exige un costo muy alto sin que el beneficio lo

    justifique. Dicho de otro modo: los beneficios de reducir la inflación desaparecen o se minimizan a medida que se

    logran más y más bajas tasas inflacionarias. Para reforzar su argumento, Summers recuerda que en los últimos 30 años

    ningún país de la Ocde ha tenido como promedio un nivel inflacionario menor de 3%; y tampoco encuentra ejemplos de

    economías con crecimiento que hayan tenido menos de 2% de inflación anual durante una década, por lo menos.

    Summers recuerda que la reciente experiencia monetaria europea, donde se hizo añicos el mecanismo de paridades

    establecidas, habla elocuentemente en contra de atar la suerte de la política a una tasa fija de cambio. Esta desarrolla

    una dinámica perversa: cuanto peor se ven las cosas, más probable es la devaluación, con lo que las tasas de interés

    suben, empeorando el cuadro.

    Las tasas de cambio fijas recuerda Summers son útiles para reducir velozmente el nivel de inflación, pero

    abandonar los resortes de la política monetaria en favor de tasas de cambio irrevocables es una receta segura para

    revaluación y un ajuste muy doloroso.

    El déficit en el presupuesto dice Summers al abordar el tercer axioma ortodoxo sobre política fiscal es

    simplemente una manera de diferir pagos. Aumenta la factura a pagar en el futuro y reduce el margen de crecimiento al

    erosionar la capacidad de inversión de una nación. No hay duda entre los economistas: a largo plazo, lo mejor es un

    pequeño antes que un abultado déficit, y es preferible que la deuda pública muestre una tendencia descendente y no

    creciente.

    Lo que la nueva ortodoxia no parece entender sigue Summers es que las políticas presupuestarias son medios

    para lograr el fin de un crecimiento sostenible. Por eso, a pesar de la profundidad y extensión de la recesión que

    tuvieron Estados Unidos, Japón y otros países industrializados, eran muchos los que predicaban la inmediata austeridad

    fiscal.

    Es cierto que, en el largo término, la reducción del déficit es imperativa, pero en esa situación recesiva lo que menos

    necesitaba el mundo era una reducción drástica de la demanda. Y eso inevitablemente sucede si se reduce el gasto

    público o se aumentan los impuestos. Justo cuando el ejercicio de la política monetaria tiene evidentes limitaciones,

    sería absurdo renunciar a las posibilidades que ofrece la política fiscal.

    Para Summers, el mundo industrializado está inmerso en el período más largo de lento crecimiento y estancamiento

    desde la Segunda Guerra. Muchos pronósticos coinciden en que el crecimiento de esta década será el más lento desde la

    Gran Depresión. Tal vez es tiempo de que la economía de la oferta deje paso a la economía de la demanda.

    Seis Pistas para Hacer Negocios en 1995 y Después

    ¿Cuáles son las áreas de oportunidad de nuevos negocios o no tan nuevos, pero revitalizados que se ofrecen para

    este nuevo año y, más aún, para el resto de la década? He aquí un listado de las que parecen más prometedoras según

    los mejores pronosticadores en Estados Unidos y en Europa:

    Redes de computación en cyberspace

    Equipados con una computadora personal, un modem, una línea telefónica y el software adecuado, millones de

    individuos en todo el mundo ingresarán en el universo de la tecnología informativa y la interactividad, que vinculará al

    mundo de los negocios, al ámbito académico y a todas las personas ávidas de mayor y mejor información.

    Aumentará el número de abonados a los grandes sistemas como Internet, pero también harán su aparición los nuevos

    grandes protagonistas como Microsoft, a punto de debutar en este negocio. A mediados de noviembre anunció sus

    planes de lanzar un servicio mundial de información en línea para los usuarios de computadoras personales.

    La entrada de la compañía en los servicios en línea es un verdadero desafío a los servicios existentes, como

    CompuServe, Prodigy y America On Line, que actualmente lideran el mercado con una base combinada de suscriptores

    de unos 6 millones de usuarios.

    La maniobra de Microsoft, largamente anticipada, refleja su intención de desempeñar un papel protagónico en el

    desarrollo de las autopistas informáticas.

    Interactividad

    Este será el año definitivo para probar y poner en marcha muchos de los experimentos interactivos que se vienen

    preparando y que han sufrido algunas dilaciones. Se aplicará una compleja tecnología que convertirá a los usuarios de

    computadoras personales, e incluso a los pasivos espectadores de televisión, en activos protagonistas de la información

    y en compradores de servicios on line.

    El fax sigue siendo revolucionario

    Tras una década de avance impetuoso, de convertirse en una herramienta de negocios indiscutida y de ganar espacio

    en la vida cotidiana de todas las personas, el fax tiene todavía una edad de oro por delante.

    Hasta bien avanzado el siglo próximo, seguirá siendo arteria vital en las comunicaciones y, sobre todo, un negocio

    multibillonario.

    A pesar de los avances del correo electrónico, el negocio del fax sigue creciendo a tasas increíbles. Se estima que en

    1995, en Estados Unidos, se venderán 5 millones de estos aparatos. El uso crece también en proporción geométrica. Las

    500 empresas de Fortune declaran recibir un promedio de 428 páginas diarias de fax, contra 300 del año anterior.

    Los precios se han reducido notablemente. Hay máquinas de US$ 150, y el avance tecnológico disminuye el costo

    operativo.

    Buena parte del negocio de marketing directo que antes usaba el correo ahora se ha pasado al fax.

    Adiós al marketing masivo

    La fragmentación del mercado y los avances tecnológicos empujan en esa dirección. Una enorme cantidad de

    proveedores de bienes y servicios abandonarán rápidamente las técnicas de marketing masivo y las reemplazarán

    por medios que les permitan identificar y satisfacer las necesidades de cada individuo.

    Todas las industrias y actividades se verán invadidas por esta necesidad de hacer productos a medida del gusto

    particular de cada consumidor. Son los medios de comunicación y la industria editorial en particular quienes

    estarán a la vanguardia de este proceso.

    Comprar sin salir de casa

    La compra de bienes y servicios desde la casa, ya sea llamando por teléfono a los canales de televisión especializados

    o contestando ofertas de sistemas interactivos, tendrá enorme aceptación.

    La proliferación de tarjetas de crédito y ahora las de débito, combinadas con el éxito de los canales de compra o

    los boletines con ofertas que pueblan las redes informáticas, está revolucionando el modo de hacer negocios y todas las

    técnicas de marketing.

    Salvo para entretenerse y divertirse, muchos compradores dejarán de visitar comercios y paseos de compras, y

    realizarán todas las operaciones desde la tranquilidad de su casa. Se estima que al final de esta década las operaciones

    que se concretarán por estos medios sumarán entre US$ 20.000 y 40.000 millones anuales, en Estados Unidos

    solamente.

    Los canales de compra de Estados Unidos facturaron US$ 3.000 millones en 1993, y se estima que llegarán a US$

    4.000 millones en 1994. A lo cual hay que sumar el producido de los infomercials, que añaden de US$ 1.000 a 1.500

    millones. Los usuarios de computadoras que entran en redes gastaron US$ 800 millones en 1993 en pasajes de avión,

    entradas para espectáculos e inversiones financieras que contrataron a través de redes como Prodigy o America Online.

    La oficina en el hogar

    Millones de personas en el mundo industrializado están convirtiendo el garaje de su casa (o el sótano o la sala de

    juego) en el centro operativo de sus negocios.

    Se calcula que al menos 41 millones de personas en Estados Unidos la tercera parte de la fuerza laboral del país

    manejan por lo menos una parte de su actividad desde su propio domicilio.

    Aparte de la revolución en las costumbres sociales, en el mercado inmobiliario, en el sistema de transportes y en las

    relaciones laborales, hay un crecimiento explosivo para toda una variedad de productos de oficina y equipamiento.

    Antes los clientes eran las empresas; ahora, cada vez más, son los individuos. Compradores avezados que buscan

    computadoras, programas, impresoras, aparatos de fax, teléfonos celulares.

    Solamente en Estados Unidos, los negocios montados en las casas particulares suponen una inversión anual en

    equipamiento del orden de US$ 25.000 millones, especialmente en electrónicos y servicios telefónicos.

    Para los proveedores de tecnología de avanzada, éste será el principal mercado durante toda una década.

    La hora del CD-ROM

    Miles de nuevos títulos en estos compact discs aparecerán durante los próximos dos años. Así como hace poco

    significaron el nacimiento de una nueva era en materia de alta fidelidad en audio, ahora son los heraldos de una

    verdadera revolución que permite la convergencia de las computadoras personales con el mundo de la educación y del

    entretenimiento.

    Las ventas mundiales de CD-ROM se acercaron a los US$ 10.000 millones durante 1994. Su difusión promete

    mantener el mismo ritmo de crecimiento de las computadoras personales (que ya empiezan a venir de fábrica con

    el dispositivo especial para CD ROM). Durante 1995 se espera que 8,6 millones de hogares de Estados Unidos

    tengan el equipo para usar esta tecnología.

    Cambios en la Industria de la Alimentación

    Siempre se dijo que el futuro industrial argentino pasaba, en gran medida, por la elaboración de alimentos. Los

    productos básicos del país, abundantes y con perspectivas e incluso buen prestigio en el mercado externo, eran

    esencialmente alimentos. Faltaba incorporarles valor agregado.

    Mientras el mercado interno era pequeño y protegido, había razones que explicaban la falta de actualización

    tecnológica, proceso para el cual se requiere mayor inversión de capital. Ahora que el mercado se multiplica por seis

    con la vigencia del Mercosur, se abren perspectivas inéditas.

    Pero los industriales argentinos no estarán solos. Parte del acelerado proceso de globalización económica es la

    llegada de nuevos actores de primera línea. En los últimos dos años, inversionistas extranjeros han colocado US$ 1.000

    millones en inversión directa en el país en esa actividad, y marcas tradicionales han cambiado de dueño.

    Los casos más conocidos son los de Bagley (adquirida por la francesa Danone por US$ 240 millones), Terrabusi

    (comprada por RJR Nabisco de Estados Unidos por US$ 250 millones), Stani (en manos de Cadbury Schweppes por

    US$ 125 millones) y La Montevideana (ahora parte del grupo Philip Morris).

    El aporte esencial de los recién llegados será tecnología de punta, recursos financieros y nuevos criterios de

    management y de marketing, que pueden revolucionar la actividad. Falta ver la reacción de los industriales locales para

    adaptarse a estas nuevas reglas de juego, para comprobar si subsistirá una industria de alimentos de capital local.